Feminizado por mi familia

Cuando empiezan las vacaciones de verano, jamás pude imaginar que mi propia familia me feminizaría y humillaría de semejante forma.

S aludos lectores. Mi historia comienza un verano cualquiera. Yo tenía por aquel entonces dieciséis años de edad y vivía con mis padres y hermano en un chalet relativamente cercano a la costa de málaga. Yo era virgen por aquel entonces, jamás probé nada, aunque yo trataba de flirtear con algunas chicas, aunque sin éxito. Ese verano también cumplía 17, pero no ese día.

Regresaba feliz a casa, pues por fin había llegado el verano. Ir con los colegas a la playa, quedarme de noche hasta las tantas... lo que no me esperaba era que a partir de ese día todo iba a cambiar. Iba a tener sexo... aunque no del modo esperado. Al principio, como ya detallaré, sentí asco, luego lo asumí y después comenzó a gustarme. Pero una cosa tened clara: jamás dejé de pasar vergüenza y humillación.

Sin querer desvelar nada más innecesariamente, os relataré como empezó todo. No voy a andarme por las ramas, iré justo al grano.

Bien, una vez volví a casa, abrí la puerta del patio, lo recorrí y penetré en el interior de mi hogar. Allí se encontraban cuatro personas: mi madre Carmen, una mujer muy guapa y que parecía aún más joven a sus casi cuarenta años de edad. Cabello negro largo, ojos marrones, labios pintados de rojo. Iba ataviada con tacones, minifalda y camisa blanca. Luego se hallaba mi padre, Javier, un hombre calvo, a los que se notaban un poco los recién estrenados cuarenta y que llevaba por toda vestimenta un polo y vaqueros. Después estaba mi hermano, Luis, un hombre de veinticinco años, cabello negro recogido en coleta y después estaba mi hermana María, un año menor que yo, con una cara de niña que no podía con ella, cabello castaño claro corto, el cual le llegaba por el cuello.

  • Por fin llegaste. Tenemos que hablar hijo.

Eso me dijo mi madre

  • ¿Qué sucede? — Pregunté inocentemente.
  • No te hagas el listo. Sabemos que has falsificado las notas — me dijo mi hermanita.
  • Calla María, no te metas — le aconsejó mi padre.

Me habían pillado. Aquello solo fue la punta del iceberg que ocasionó todo.

  • ¿Cómo lo sabéis?
  • Eso da igual, el caso es que sabemos que lo hiciste. Y estamos muy decepcionados — replicó mi madre. — Para colmo, no es lo único que has hecho. Encima nos ha dicho el director del colegio que copiaste en los tres últimos exámenes.
  • Eso no es cierto.
  • ¿Seguro? He revisado tu examen y está casi calcado de los otros. Los tres seguidos.

Bajé la cabeza, derrotado.

  • Es que iba a suspender...
  • Ya has suspendido —

Aunque sabía eso (pues me habían pillado) la noticia me cayó como una losa en la cabeza. Me dolía el cráneo y me sentí mal. Lo había hecho por pura desesperación a pesar de saber que no estaba bien, pero nada había valido la pena.

  • No lo volveré a hacer, perdón.
  • Claro que no. Por ahora vas a ir a tu cuarto mientras tu padre y yo pensamos en un castigo para ti. Y recoge la habitación que la tienes hecha un desastre.

Obedecí, pues era lo más inteligente. Mi cuarto era una leonera: revistas de videojuegos por todos lados, comics, un par de libros aquí y allá y sobre todo ropa. Me entretuve ordenando todo e incluso barrí un poco. La habitación no estaba impecable, aunque si aceptable y habitable, nada que ver con como estaba antes. No ordené de cualquier manera; en su lugar puse las cosas en su debido orden. Bueno que me voy por las ramas. El caso es que transcurrieron dos horas antes de que apareciera mi madre en mi cuarto. Cerró la puerta y me pidió que me sentara.

  • Hijo... esto va a ser difícil para ti. Pero creemos que es lo mejor.
  • Me estás asustando mamá.

Ella me acarició la cara.

  • Tranquilo corazón. Verás, hemos mirado por Internet y hemos encontrado algo que ya hemos impreso y creemos que te puede venir de lujo. Va a ser empezar de cero, corregirá todos tus problemas.

Me dio el libro y al mirarlo lo solté. Cayó con un audible “paf”

  • ¡Qué dices! ¡No! ¡Yo no soy una nena!

Ella inspiró hondo, recogió el libro, titulado “ Como ser una nena y empezar de cero” y dijo:

  • Tienes dos opciones: sino sigues este programa (que sería aprobado por el colegio y dura todo el verano) puedes suspender y además estarías todo el año sin salir. Tu mismo. Solo saldrías con nosotros o tus hermanos. Tú verás. Te dejaré que lo pienses. Quiero una respuesta esta noche.

Al principio mi cabeza se negó. Me negaba a ser nena. ¡Que vergüenza y humillación! Y encima el colegio lo aprobaba... Pero... ¿no sería peor no salir con los colegas todo un año? Hiciera lo que hiciera, perdería el verano que tanto ansiaba disfrutar. Aunque había otros veranos. Creo que finalmente acepté porque, muy en el fondo, me agradaba la idea. Pero todavía no lo sabía. No lo supe hasta hace relativamente poco. La excusa que me di es que solo duraría tres meses, aprobaría y estaría con mis colegas. Y finalmente, esa noche, le dije a mi madre que sí.

Al día siguiente cuando desperté, desayuné y mi madre me dijo:

  • Vamos a empezar ya. Vete al servicio.

Sumisamente, fui al baño. Era lo bastante inteligente para saber que no era prudente intentar retrasarlo. Allí estaban también mis hermanos y mi padre. Tragué saliva.

  • ¿Cuánta gente me va a ver así?
  • Mucha. Las que hagan falta. Lo siento cariño, pero tienes que acostumbrarte a ser una chica. En el programa harás todo lo que implica ser mujer.

No comprendería eso hasta más adelante.

  • De momento vamos a rasurarte. Ya tienes pelito de hombro cielo y no puedes parecer un hombre.

Me quité la ropa hasta quedar en calzoncillos. Mi madre suspiró impaciente, se acercó a mí y me los quitó. No tuve tiempo de impedírselo. Me tapé mis partes.

  • Hijo venga, no tenemos todo el día — dijo mi padre.

Vi como mi hermano y sobre todo mi hermana reían disimuladamente. Dejé ver mi pito, que en erección medía quince centímetros. No estaba erecta ahora, por lo que mostraba una pija pequeñita. Mi madre cogió crema de afeitar, una cuchilla y comenzó a rasurar los pelos. Rasuró todo, hasta los brazos. Ya solo le quedaba los pelos de mi verga. Ver a mi madre arrodillaba, rasurándose, olerla, la humillación de ser observado... aquello empinó mi verga de forma brusca y sin poder contenerla a pesar de que hacía esfuerzos sobrehumanos. Estaba ya bien empinada y gruesa. Mi padre no puso expresión alguna, aunque mis hermanos se rieron y mi madre sonrío, claramente complacida.

  • Tranquila preciosa, es normal.
  • Soy un hombre — atiné a decir, a pesar de la vergüenza que sentía. La primera humillación de muchas.

Mi madre me miró.

  • Ya no. Ahora eres una nena, una mujercita. Hasta que concluya el programa. Harías bien en no olvidarlo.

Tragué saliva y mi orgullo. Dejé que terminara de rasurarme y mi pene volvió a estar flácido como siempre. Mi madre me obligó a observarme en el espejo. No tenía un solo rastro de vello en el cuerpo. Pasamos entonces a la ducha. Mi madre se desnudó completamente y luego mi padre. A pesar de todos mis esfuerzos, me volví a empalmar. No hubo risas, aunque si sonrisas muy descaradas por parte de todos. Encendieron la ducha y mi madre me puso debajo de esta. Cuando me cayó bastante agua, me sacaron y ambos (mi madre y padre) comenzaron a enjabonarme. Sentía la verga flácida de mi padre detrás de mí, cosa que me causaba incomodidad. Me rozaba el culo. Mediría al menos como la mía empalmada (que aún seguía empalmada por cierto). Me enjabonaron los brazos, las piernas, todo. Mi madre empezó a enjabonarme con las manos mi verga mientras que a su vez mi padre me enjabonaba el interior de mi ano. Me sentí tan incómodo que no me atrevía a decir nada. Los dedos mi padre los metía y sacaba como si fuera su verga y mi madre casi parecía que estuviera haciéndome una paja. Luego me lavaron y, ya concluida la ducha, me secaron y me mostraron mi vestimenta:

Se trataba de unas braguitas de color rosa con un lacito frontal, un mini top rojo de Minnie Mouse, una faldita roja que no llegaba a los tobillos, una diadema y unos pendientes en forma de corazón junto a perfume, como no, femenino.

El temor me invadió. No, no quería eso. Me negaba. Iba a irme cuando mi madre me agarró, todavía desnuda y dijo:

  • Ya no hay vuelta atrás princesa. Ya hemos firmado unos papeles. Si te echas atrás, te podrían expulsar.

Conteniendo las lágrimas, iba a vestirme pero mi madre me dijo:

  • Deja que te vistamos nosotros.

Mi hermano empezó: me puso las braguitas mientras me guiñaba un ojo, luego mi hermana me puso los pendientes y la faldita. Mi padre me colocó el top y finalmente mi madre la diadema y el perfume que me puso en el pelo y cuello. Entonces me sorprendió con algo. Se fue y al volver traía hielo. Mi confusión duró hasta que vi como lo colocaba bajo mi verga y bajaba la erección. Inmediatamente después mi hermano y mi padre me sujetaron los brazos y mi madre me colocó un cinturón de castidad de los modernos, de los que no te cubrían los huevos. Mis protestas fueron inútiles.

  • Cálmate hija, es solo temporal. Es para que no te corras indebidamente. Solo podrás tener un orgasmo si quien esté a tu cargo, en este momento tu padre y yo, te da permiso. Debes aprender a respetar cielo. A obedecer.

Me calmé.

  • Muy bien, ahora salgamos.
  • ¿Salir? ¿Adonde? — no comprendía.
  • Pues a la calle. Parte del programa es ver si funciona tu feminización. Ahora vamos a ponerte una peluca, pintalabios y sombra ojos. Maquillaje no, queremos ver si tu belleza natural realmente parece de mujer. Si la gente duda si te maquillaremos. Iremos por la calle, al centro comercial y luego volveremos, nos cambiaremos e iremos a la playa cariño. Y por favor no rechistes, sabes que no tienes elección. Porque como te expulsen créeme, no saldrás en dos años ah, y nada de play ni libros ni nada, me ayudarás a mí con las tareas siempre, no tendrás tiempo libre ¿entendido?

Asentí.

  • Pues vamos.

Seguí a mi madre escaleras abajo. Me sentía humillado y avergonzado, creo que lo he dicho ya varias veces. Pero ahora más que nunca. Olía a nena, vestía como tal. Y mis hermanos no paraban de reír entre dientes ¿porqué mis padres no los silenciaban? Quizá pensaban que era parte del castigo. Ya abajo, mi madre se encargó de pintarme bien los labios con su pintalabios rojo, luego me puso algo de sombra de ojos (no mucha) y con eso, salimos a la calle. En el próximo episodio os detallaré todo mi paseo. Será por la calle, el centro comercial y la playa, como ya dijera mi madre.

CONTINUARÁ

PD: Si alguien, por cualquier motivo, cree que este relato debería ir en otra categoría hagánmelo saber por favor, gracias.

PD 2: Si quieren enviarme o decirme algo  a mi correo Nenitaviciosa69@hotmail.com  puede hacerlo :) acepto imagenes, palabras calientes, lo que sea. Sean hombre, mujer o travesti me da igual.

Una última cosa: si quieren me pueden hablar y seguir por mi Twitter https://twitter.com/NenitaViciosa

Que tengan un buen día ;)