Feminizada por papi
De como papi me engaña y feminiza con asombrosa facilidad
T odo comenzó cuando yo tenía dieciocho años. Mi mamá y mi papá se acababan de divorciar por motivos que no hace falta decir.
Me llamo Manuel (no es mi nombre real), cabello corto castaño, cuerpo delgaducho. Yo me fui a vivir con mi padre porque me daba pena y también porque mi madre en aquella época estaba muy histérica. Mi padre tenía por aquel entonces cincuenta años bien cumplidos. En pocos meses cumpliría cincuenta y uno. Mi papi es un hombre barrigudo, se nota a la legua que nunca ha hecho ejercicio físico. Tiene el cabello canoso.
Para no aburrir con detalles, diré simplemente que él logró quedarse con el chalet de Barcelona. No tenía dinero para asistenta (pues era crucial en ese chalet, que era no demasiado grande, pero si lo bastante para necesitar una) pero ese problema lo arregló pronto. Durante una semana, estuvo triste y yo trataba de animarlo, diciéndole que haría lo que fuese por animarlo y hacerlo feliz. He de reconocer que siempre he sido muy sumiso, así que cuando papi me dijo que quería que hiciera, no pude negarme.
Todo ocurrió una mañana de mediados de verano. Era sábado. Papi me llamó cuando estaba en la computadora y yo fui a verle. Él se encontraba vestido solo con un albornoz.
— Dijiste que querías hacer feliz a papi ¿verdad?
Me dijo mientras me acariciaba delicadamente el rostro. Yo asentí con un tímido sí. Yo tenía ambas manos agarradas la una de la otra, justo por debajo de mis testículos. Iba vestido con un pijama.
— Bueno, entiendo que quizá no quieras hacerlo... pero a tu madre y a mí siempre nos hizo ilusión tener una niña... Me haría muy feliz que te vistieras como tal y... bueno entiendo que no quieras hacerlo.
Pasó un largo minuto. Ambos mirándonos. Él, expectante, sin atreverse a moverse. Esperando mi respuesta. Yo suspiré y separé mis manos. Mi papi abrió aún más los ojos, a la espera. Vestirme de chica... no era algo que me incomodara, pero nunca lo había pensado. Siempre que no saliera así a la calle...
— Mientras no salga así a la calle... creo que podré.
— Gracias cielo. Iré a comprarte ropa. Espera a que vuelva.
— Claro.
Pasaron dos horas hasta que él regresó. Tuve que ir entonces a su cuarto, donde vi la ropita que me había comprado: tenía unas lindas braguitas lilas transparentes, unas braguitas blancas con la carita de Minnie Mouse, y otras braguitas de Campanilla. Así mismo tenía un mini top rojo, otro rosa y otro azul celeste. El primero era de Minnie, el segundo de Hello Kitty y el tercero no tenía nada. Un pantaloncito rosa, una faldita de colegiala roja y luego dos pares de calcetines, uno blanco y otro rosa, así como un perfume femenino de Barbie. También había una peluca rubia y otra morena.
— Papá... que... ¿qué es esto?
Sabía bien lo que era, pero me chocó tanto ver tanta ropa junta... y lo que más el perfume. ¿También quería que oliera a mujer?
— ¿Querías hacer feliz a papi no? Venga tesoro, ponte la ropita, deja que te trate como una muñeca. Solo serán unos días.
No fueron solo unos días.
Por toda respuesta, me acerqué a la ropa.
— Deja que yo te escoja la ropa cariño.
Aunque algo reacio, me dejé llevar. Vi como papi escogía las braguitas de Campanilla, junto al mini top de Hello Kitty. Luego cogió un par de pendientes que no había visto, de florecitas. Yo antes llevaba pendientes, por lo que no tendría problemas en ponérmelos. Luego agarró una peluca rubia.
— Desnúdate.
Me lo dijo como una orden y, siendo lo sumiso que era ¿no os podéis hacer una idea) obedecí. Me desnudé por completo y dejé que mi verga se empinara. Aquello me estaba produciendo placer y a la vez una vergüenza increíble. Trate de darme la vuelta, pero papi me detuvo, se agachó y me agarró el miembro con firmeza, mientras a su vez sobresalía una gotita pre seminal. Papi se rió y dijo:
— Por fortuna, preví que esto podía pasar. A algunos mariconcitos como tú les pasa. Así que he comprado esto y te vas a poner sin rechistar ¿queda claro?
Papá parecía cambiado. Más... dominante, más... seguro de sí mismo. Él me conocía bien y sin darme cuenta había caído en sus redes.
— Sí.
—Sí papi — me rectificó él.
— Sí papi — repetí.
Él sonrió satisfecho.
Entonces sacó algo que yo conocía gracias a los videos porno: un cinturón de castidad. Me eché un poco para atrás, pero papi me tenía fuertemente agarrado el miembro. El tacto de su mano en mi pene me excitó inimaginablemente y más cuando comenzó lentamente a masturbarlo. Sin pretenderlo, comencé a gemir, como toda una puta.
— Así putita mía, así. Te gusta ¿verdad maricón? Claro que sí princesa. Mmm que rico.
Me decía mientras me la jalaba lentamente. Varios minutos después, me llevó, aún agarrándome del pene, al pasillo y me ató al pasa manos con unas esposas (eran de verdad, pues mi padre era policía retirado).
— Papi... ¿qué haces? — pregunté asustado.
— Verás princesa... papi ha ideado un juego lindo: tu eres mi hijita y me obedeces en todo. Y si desobedeces...
Se fue al cuarto y regresó con una cámara de fotos. Luego fue a la cocina y cogió hielo. Me bajó la erección y entonces me colocó el cinturón de castidad. Después me pintó los labios, me aplicó algo de maquillaje y me puso la peluca rubia. Me hizo varias fotos, obligándome a mirar. Luego me puso el top y las braguitas y me puso los pendientes y el perfume. El perfume lo aplicó en el cuello.
Luego de varias fotografías más, me dijo:
— El juego es el siguiente amor: serás una chica hasta que yo diga, guardaré y haré varias copias de estas fotos y además se las mandaré a amigos míos. Si dices algo, escapas o cualquier cosa... esto saldrá a la luz. ¿Vale?
Atemorizado, asentí.
— Y más te vale ir pensando en ti como mujer, como una nenita más bien. Porque vas a chupar muchas pollas preciosa. Muchas. La mía por supuesto.
Pasó una hora antes de que papi me soltara.
Entonces comenzó al autentico calvario, que duraría meses.
Papi me llevó de la manita hasta el salón.
— Quítame el albornoz.
Lo hice, con delicadeza. Entonces le vi el cuerpo desnudo, su barriga, todo peludo. Le vi aquella verga de quince centímetros dormida. Tragué saliva.
— Venga hija, lame mi pene y luego trágatelo con devoción. Aprende, porque vas a ser la putita de todas mis amigos amor. Luego te buscaremos un novio.
Me agaché, muerta de vergüenza, y olí su verga. Olía a macho. Además, se notaba que se acababa de poner su perfume masculino. Aquello hizo que mi pitito tratara de salir de su jaula. Me excitaba. Me avergoncé de eso, pero me apresuré a obedecer. Lamí con mi lengua su pene, lentamente, por orden suya y mirándole a los ojos. Lamí los huevos primero, seguido de su tronco, al que di delicados y dulces besos, como toda una nenita. Mi papi gemía.
— Así bebita, así.
Lamí el glande en círculos y lo besé. Notaba el contacto de su verga, ya dura y empecé a sentir sensaciones de gusto y humillación a la vez. Aunque me gustaba, todavía no quería admitirlo. Notaba el jugo de su semen, lo tragaba y saboreaba. Metí la boca entonces en su verga. Erecta, la verga de mi papi podía medir veintidós centímetros perfectamente. Me la metí varios centímetros, y empecé a mamar. Sacaba y metía pero entonces papi me empezó a follar la boca, metiéndome todo su plátano por mi boquita de putita. Yo casi no podía ni respirar.
— Siente mi verga, marica.
Me decía. Con cada lamida, cada beso y cada mamada, notaba el sabor de su perfume de macho así como el sabor de su deliciosa polla. Cuando se cansó de follarme la boca, mientras yo tosía y recuperaba, él se sentó en el sofá.
— Quítate todo menos las braguitas princesa.
Lo hice y luego me senté en la pierna de papá. Me empezó a besar, metiéndome la lengua, como si fuera su novia mientras me metía un par de dedos por mi ano de nena. Me besó el cuello y gemí, pasando por mis pechos, barriga. Me mordisqueó las orejas, me dio besos en las mejillas, mas besos en la boquita. Tuve que besar el cuello de papá, olerle, besar sus pechos y barriga y besarle la verga. Mientras hacía todo esto, seguía metiéndome dedos. Me tumbó, me abrió de piernas y siguió metiéndome dedos.
— ¡Oh sí, papi sí! Sigue así por favor
Llegué a gemir sin pretenderlo. Cuando me di cuenta, me morí de vergüenza pero papá, satisfecho, le dio más velocidad. Tras un rato gimiendo, paró y metió su lengüita en mi ano. Notar su lengua de hombre me excitó y agarré su cabeza mientras gemía como toda una puta. De repente me metió su poderosa verga en mi culo. Solté un ¡Oh! de sorpresa, porque apenas sentí dolor. Tras unas poderosas embestidas, me agarré a sus hombros y, sentada en papi, lo cabalgué un rato mientras nos besábamos y notaba yo su lengua en mi boca.
— Es hora de tragar la lechita.
Normalmente hubiera dicho que no, pero estaba tan caliente, que me arrodillé y abrí la boquita. Me había calentado tanto que ahora estaba dócil. Chupé la hermosa verga de mi papi hasta que noté como se venía y tragué toda esa leche.
— Espera no te la tragues.
Me dijo papá y fue a por la cámara. Me hizo varias fotos y luego un vídeo donde yo salía tragando la leche.
— Perfecto — dijo papá — Ahora vamos al baño anda. Que esta noche vienen mis amigos y no queremos defraudarlos ¿no?
Empecé a temblar de terror. Aunque una parte de mí quería que vinieran. Estaba muy caliente y deseaba correrme ya.
Antes que nada, gracias por leerme. Si quieren, pueden contactar conmigo mediante gmail o mi Twitter: https://twitter.com/Dulcenenita93 Eso es todo. Que tengan un buen día amores :)