Femdom y Castidad (III) La castidad a largo plazo

Manual de dominación femenina a través de la castidad

III. La castidad a largo plazo

Antes de llegar al corazón de esta fase final, debo responder a una pregunta que probablemente pasa por tu mente: ¿qué ocurre si mi marido decide acabar por sí mismo durante la noche, debo atarle? ¿Cómo me aseguro de que no se masturbe? Eso depende de tu hombre. No pierdas de vista que puede ser muy honesto y fiel en muchos aspectos, pero en esta situación es un animalito presa de sus deseos. Puede querer honestamente aguantar, pero después de unas pocas horas, habiéndote proporcionado un fabuloso orgasmo, tras recibir tus caricias, sentir la intolerable urgencia y levantarse silenciosamente y aliviarse. Después de todo, todos los hombres, casados o no, se masturban permanentemente.

En este aspecto, no puedes correr riesgos. A menos que tengas la absoluta seguridad de que no lo hará, no puedes permitir que ceda a su debilidad. Hay mujeres que atan con comodidad a su marido, permitiéndole dormir pero impidiéndole que se pueda masturbar. Sin embargo, resulta complicado y algo artificioso esas cuerdas que van y vienen. Quizá mas adelante quieras atar a tu esposo, pero ahora yo buscaría la manera mas simple de impedirle actuar.

Creo que la forma más efectiva y práctica es hacer tú misma (o comprar) unos mitones sin dedos o con un espacio para los 4 dedos y otro para el pulgar, y colocárselos en las manos. Le coses dos fuertes hebillitas en los puños y le pones un simple y pequeño candado de viaje en cada uno. Este tipo de prenda lo acostumbrará a la gran idea de que realmente eres tú quien controla su orgasmo. Tú tienes la llave. Sin resistencia, y como parte de una secuencia, tu marido aceptará pasar a una etapa en la que tu control sea mucho más real. Dado que acepta (o incluso te pidió) que controles cuándo llega, tienes el derecho a asegurarte de que no haga trampas, que no ceda a sus urgencias. No hay otra manera de hacerlo, creeme.

Por supuesto, que acepte y use estas prendas constituirá una muestra clara de que quiere darte ese control. Las dificultades prácticas que puede experimentar para orinar son fácilmente superables. Y el hecho de tener que esforzarse, trabajar para conseguir lo que era automático (sacar y orinar), le hará pensar todo el tiempo en ti. Después de todo, es por tu capricho por lo que debe estar esforzándose así. Creeme: la mente de los hombres funciona de tal manera que en lugar de ser una molestia, este esfuerzo se convierte en un patrón de dependencia hacia ti. Cada vez hay más funciones corporales que dependen de ti y de tu voluntad.

Con naturalidad, irás encontrado razones para no aliviarle alguna mañana, y retrasarlo hasta la noche siguiente. Una vez que la noche ha llegado, antes de proporcionarle el ansiado premio, hazle esperar, hazle pasar pruebas, ponle un rato los mitones, castígale (como más ganas tengas, pero que sienta el castigo) por cualquier falta o capricho y, muy importante, oblígale a satisfacerte plenamente en primer lugar y más de una vez si tienes ganas. Disfruta de tu orgasmo, y después permítele llegar. Haz esto varias veces, y cuando él crea que ese es el patrón, cámbialo: después de tu orgasmo, dile que quieres que te acaricie y te mime, y explícale cuánto se lo agradeces y lo bien que te sienta su manera de tratarte, pero que estás muerta de sueño y que te disculpe. Son maneras de que vaya aceptando –sin explicitarlo– que no hay reglas, no hay derechos adquiridos. Solamente tú dictas la forma de funcionar.

Además, es muy importante que le hagas sentirse orgulloso cuando te ha proporcionado una buena noche, y hacerle saber que no ha tenido éxito si las cosas no han ido bien. Jamás aceptes ninguna culpa: si no pudiste llegar, si la lubricación fue escasa, si experimentaste cualquier incomodidad, siempre la culpa es de él. Debe llegar un punto en que, si suena el teléfono y os interrumpe, él se disculpe contigo. Debes hacerle responsable de tu disfrute. Verás que lo toma bien y acepta ese rol. Tu control sobre él, te sorprenderá, es de pronto total. Sin cueros ni látigos, con amor, pero con firmeza, tu marido vive para ti. En toda la relación entre vosotros dos, tu personalidad, tus necesidades, tu bienestar, deben ser el más preciado bien y la responsabilidad absoluta de tu marido. Como debe ser.

En otras palabras, progresa en tu dominación, ponte más y más exigente, más dura, más severa, yo diría incluso más injusta y arbitraria. Empieza a acostumbrarle a que ya no cumples tus promesas (cuidado, estoy hablando de todo lo que pasa en los momentos de intimidad, no en otros aspectos de la vida diaria). Acostúmbrale a recibir castigos fuertes (azotainas) sin que haya una razón, porque te gusta, te hace gracia o te excita. No temas, ni por un momento, que se resienta por este tratamiento: en esta etapa, con un orgasmo a la espera (y que cree inminente), te sorprenderá ver lo bien que se toma tus caprichos. Enséñale una obediencia ciega, inmediata y sin cuestionamientos. Ordénale cosas fuertes, y veras cómo obedece: que se acostumbre a lamerte los pies (es muy bueno practicar: camina descalza y preséntale tus pies sucios para que los limpie. Eso hará que, de un juego erótico “normal”, pase a una etapa de humillación, obediencia y mayor sometimiento). Que te masajee, te seque cuando sales del baño, te ayude con la ropa, que se convierta en un valet perfecto. Acostúmbrale a servirte en la vida diaria: que te alcance cosas, dale ordenes “reales”. Desentiéndete de los detalles: que él se ocupe de comprarte cosas o de llevar y traer pequeñas cosas que te hagan la vida mas agradable.

Esta introducción de cosas “no específicamente sexuales” le ayudará a comprender que su sometimiento no es sólo un juego de alcoba. Avanza: en la cama, tras unos días sin orgasmo, bésale, acaríciale y agárrale la picha en la mano: dile que quieres que te haga muy feliz. Cuéntale que necesitas que te prometa algo: que no solo en el dormitorio, sino en toda la vida de pareja, no quieres que te contradiga nunca mas.

Quieres que diga: “sí, mi diosa”, o lo que corresponda según quien esté presente, pero siempre “sí”. Creeme, verás que la picha no miente: sentirás que se le endurece ante tu demanda de obediencia. Has llevado a tu marido a un estado en que lo que mas desea es reverenciarte, obedecerte, servirte; te corresponde educarle. Como te decía, hazle verbalizarlo: que él mismo construya la frase en que te promete que siempre, de aquí en adelante, te dirá que sí, que nunca te contradecirá. Y esto referido a todo lo que se refiera a vuestra vida personal.

Aunque después olvide su promesa a veces, ya te ocuparás de recordársela, con tu mano acariciante reforzando el mensaje implícito: obedéceme y me harás feliz, que es lo que más deseas. No quiero, no me gusta que me contradigas. Las palabras mas dulces que puedes brindarme son: “Sí, querida, lo que tú digas”. La obligación de no contradecirte nunca y de respetarte escrupulosamente en publico (además de la obediencia total y el servicio en privado), constituyen la práctica mas importante para mantener la relación de dominación viva y “latente” en todos los momentos, que son muchos, en que no puedes someterle explícitamente. De aquí en adelante, exígele el “sí querida”, siempre. Debe prometerlo.

Decide si, tras obtener esta promesa tan importante, le permites o no un orgasmo (que es lo que estaba esperando). Mi sugerencia es que más bien hagas que te lo proporcione él, y después, mimosa, le digas que estás muy cansada y le dejes con los mitones puestos. La promesa y tus caricias le habrán excitado mucho y no querrás correr riesgos de indisciplina.

Llegamos a un asunto muy importante: tu marido no ha llegado en las ultimas 24 ó 48 horas, le has excitado como nunca, le has obligado a servir tu cuerpo, has concentrado su mente en ti, su esposa, el centro de su universo. Es perfectamente natural que estés preocupada por su comportamiento en las horas que pasa lejos de ti, fuera de tu control directo. Provócale, dile que entiendes que, tras atenderte tan bien y pasar estas dos noches sin eyacular, debe estar muy excitado y con ganas. Fuerza la conversación, y logra que te lo diga, que confiese que lo está.

Te puedo asegurar que después de 24 horas de este tratamiento (para no hablar de 48), lo único en que piensa tu marido es en el sexo. Dile que te preocupa que pueda, en ese estado, tener fantasías con otras mujeres, o que pueda masturbarse. Sé directa: dile que no puede masturbarse más. Tienes que manifestarle que comprendes su estado. Acompaña esto con besos, caricias explicitas (que acrecentaran su excitación y al mismo tiempo su dependencia de ti y de tu mano), y mucha comprensión. Pero manifiéstale firmemente que tienes dudas por su posible debilidad y, por lo tanto, vas a tener que obligarle a usar un cinturón de castidad de algún tipo. Persevera en esta idea. Explícale que es una necesidad para que ambos estéis tranquilos. Menciona el asunto las veces que consideres necesario y, cuando te parezca, hazlo realmente.

Tengo muy en cuenta que a ti, que has llegado a esta etapa y estas disfrutando enormemente el poder recién adquirido, te puede parecer aún extraño, fuera de lugar hacer que tu esposo use un cinturón de castidad. Pensarás que él no lo va a aceptar, o que es excesivo. Pero la castidad a largo plazo de tu marido es algo que os proporcionará una enorme felicidad a ambos. Más aun, a esta altura tú deseas (aunque te tengas dudas) imponerle ese cinturón. Por último, y definitivo, verás que también él desea que se lo pongas. Tienes que enfrentar la realidad: si tu marido y tú no pasáis por esta etapa, él buscará alivio masturbándose. Pasada una cierta etapa de novedad, hará lo que hacen todos los hombres cuando están excitados: llegar, sin que les importen las consecuencias.

Si tienes dudas sobre la posibilidad de que él sea diferente, haz la siguiente prueba: mantenle sin llegar solamente 3 o 4 días y, después, en la cama (tras llegar tú), bésale, provócale y dile que le dejas tocarse, masturbarse mientras os acariciáis, pero no acabar. Déjale un rato, déjale rogarte, humíllale, excítale, usa todas tus artes. Déjale avanzar y oblígale a retroceder. Después, tócale tú, con la mano o con la boca, y “distráete”. Estoy segura de que, con cualquier pretexto, tu hombre llegará. Después, pedirá perdón, explicará, dirá que le parecía que le autorizaste. Pero acabó sin permiso. Debes convencerte: después de uno o dos días, todos buscan eyacular, y lo harán si no les controlas real y físicamente. Lo hará a escondidas.

Por último, y para que tomes esta decisión que puede resultarte difícil, quiero añadir un argumento muy convincente: pregúntale a tu marido. Después de todo, es el quien usará la prenda. Te sorprenderá ver que el la acepta y, es más, la desea. Comienza por preguntarle, franca y directamente, si se ha masturbado alguna vez durante las ultimas semanas. Mírale a los ojos. Probablemente, para tu sorpresa, te confiese que lo ha hecho. Acumulará explicaciones, pero el hecho es que te fue infiel con su propia mano. Pregúntale después si le parece bien lo que te ha hecho, si esta contento con ese estado de cosas. Pregúntale cómo se siente habiéndote desobedecido en un asunto tan importante. Hazle ver que, si llegó, no te puede servir con igual efectividad. Dile (es la pura verdad) que te sientes bien atendida cuando hace tiempo que no llega, que te gusta que tenga la picha dura y sea obediente y servicial contigo. Que te excita que esté muy caliente. Que, perversamente, te complace que el desee y tú goces. En cambio, si descargó tiene menos energía para atenderte, y tú lo percibes.

Seguramente, estará avergonzado y deseoso de satisfacerte, pero no puede remediar sus ganas de llegar pasado cierto tiempo. Es mas fuerte que el: todos los hombres funcionan así. Aceptó los mitones y –por fuerza– tuvo que controlarse durante la noche, pero en la oficina, durante el día, se masturbó y te engañó.

Por ultimo, y esto es clave, pregúntale si quiere que le ayudes a controlarse. Dile que quieres y puedes ayudarle a servirte y a atenderte como tú te mereces, y como él puede cuando dispone de toda su energía para ti. Explícale que eres una mujer, que necesitas su miembro lo mas disponible y duro que sea posible, siempre dispuesto a atenderte. Y que sabes que puede costarle más o menos tenerla dura, según la edad, pero que él puede y debe contribuir privándose de llegar. Es muy simple: si a los problemas de la edad, se le suma la masturbación, no estará en condiciones de servir a su mujer. ¿Quiere sentirse incapaz? Tú debes ser cariñosa, y comprensiva con lo que no se puede controlar –tu marido no es un chico de 20 años–, pero completamente intolerante con sus vicios, que te privan de su miembro en el mejor estado posible.

Y muéstrale que conoces todos sus secretos. Dile que, si se masturba, no puede mantener la rigidez que necesitas para disfrutar como te mereces. No puede satisfacerte ni mental ni físicamente como tú quieres. A los hombres les preocupa mucho no poder satisfacer a su compañera, y en el estado actual de tu relación, a tu esposo esto le resultará esencial.

Tras esto, pregúntale si quiere que le controles con un cinturón, que le ayudes a ser un mejor marido. Cuando te diga que sí, bésale, acaríciale, excítale, y dile que le vas a ayudar para que ambos tengáis lo que queréis: un matrimonio feliz, una esposa satisfecha y un marido obediente. Por ultimo, dile que te pida explícitamente que te encargues de su castidad. Debe decirlo y pedírtelo verbalmente y con claridad.

Una nota sobre la “estimulación permanente del hombre”: la imposición de no llegar, unida a las caricias apropiadas, me permite gozar de mi hombre semierecto cuando quiero tenerle en ese estado. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, como te decía al principio, un hombre de mas de 30 (y ni que decir de los de 40 ó 50) no tiene la posibilidad de hacernos el amor siempre que nosotras queramos. Hay veces en que, por razones psicológicas o fisiológicas, querríamos que nos penetre, pero no puede. Es normal. Nuestra contribución al buen manejo de su órgano consiste en caricias leves, discontinuas y que eviten el excesivo rozamiento que lo haga mecánico. Por eso te comentaba al principio que los hombres tienden a acortar los juegos previos, penetrarnos y acabar. Claro, antes de someterse a este entrenamiento.

Por otra parte, hay que hacerse a la idea de que en el nivel de profundidad erótica en que te estás introduciendo, tendrás ganas de llegar o disfrutar con él con mucha frecuencia, y tu hombre no podrá satisfacerte con su órgano por las razones comentadas (a menos que estéis en la veintena o a comienzos de la treintena), y también para evitar que el llegue mas de lo conveniente. Te puedo contar mi experiencia: llego por penetración de mi marido sólo de vez en cuando. Nuestro juego previo es muy largo y satisfactorio, y hago que me lleve al orgasmo de distintas maneras (su lengua se ha adiestrado magníficamente, sus dedos, vibradores, etc.). Dejo para “su día” la penetración (aunque a veces si le noto muy rígido, me doy el sofisticado gusto de que me penetre y me lleve al orgasmo sin permitirle llegar). En esos casos, hay que ser muy clara: darle la orden verbal y clara de que te penetra para tu goce, pero que no le esta permitido eyacular. No es bueno que te penetre sin una clara orden de si puede o no llegar.

Su primer cinturón de castidad

Su primer cinturón de castidad, lo harás tú. Comienza con un slip de piscina (malla de baño). Seguramente, estará diseñado para ajustarse a la altura de la cintura con un cordón. Si el espacio para ese cordón lo permite, reemplaza el cordón por un cinturón delgado de cuero. Una vez ajustado, este cinturón puede mantenerse en su lugar con un pequeño candadito, pasado a través del agujero del cinturón a la hebilla del mismo. Si no hay lugar para el cinturón, cose hebillas alrededor de la cintura y desliza el cinturón con hebilla que hayas elegido, cerrándolo como indicamos. Por supuesto, este cinturón de castidad no es muy efectivo, es más simbólico que real.

Aún si puede extraer su órgano por el costado (para orinar o si quieres acariciarle), ya estarás tranquila: al poseer la llave, le será imposible andar por ahí con alguna secretaria que le dé lo que tú le estás racionando. Nunca en tu vida de casada tuviste tanto control. Con respecto a la otra necesidad, mientras esté en casa sin el cinturón, no habrá problema, y puedes recortar un agujero en la zona del ano y que haga sus necesidades con cuidado.

Juega por un tiempo con este primer cinturón de castidad. Sesiones de unas horas o unos días para usarlo de seguido. Explícale a tu marido cuánto te excita esta situación; pregúntale si piensa en ti cuando no estáis juntos; dile que comprendes sus incomodidades, pero que te esta proporcionando un gran placer y que estás feliz. Cuando puedas, lejos del dormitorio, bésale, acaríciale y hazle saber que el solo hecho de que permanezca casto te excita. Haz que, gradualmente, este instrumento se convierta en su mente en un accesorio indispensable en sus periodos de dominación/castidad, que asocie tu felicidad, tus besos, tus caricias y tus orgasmos a su castidad. Y ocúpate de que paulatinamente se incremente la duración de los periodos de castidad.

Un cinturón de castidad de verdad

Este cinturón de castidad no es muy efectivo. Hasta puede que tu marido haya encontrado la manera (incómoda, pero factible) de aliviarse furtivamente y a escondidas. Vigila su disposición a obedecerte para darte cuenta. La masturbación es el enemigo de este proyecto.

Tienes que empezar a introducir la idea de que necesita algo más efectivo para el control de sus urgencias. Dile que vas a buscar cómo y dónde conseguir un cinturón de castidad de verdad. Y cuando la idea empiece a instalarse, coméntale que has leído, en una revista o en Internet, que la cuestión no resulta extraña, que hay cinturones de castidad para hombres. Consigue que se involucre en la indagación, pídele que busque en Internet (el mejor lugar es www.Altarboy.com). Que te ayude a averiguar dónde se puede conseguir y comprar un cinturón de castidad. No apures las cosas más de lo conveniente, pero vuelve al tema sistemáticamente en vuestras conversaciones.

Una vez que el asunto esté maduro, y hayas elegido el tipo de cinturón que quieras (mas adelante incluyo consejos al respecto), da el siguiente paso e involucra a tu marido, no solo en la decisión sino también en la compra del cinturón. Si la idea del auténtico cinturón de castidad te parece extrema, posponla por ahora, pero entonces utiliza los mitones y el slip con candadito.

De acuerdo, hay muchas posibilidades de que instalarle el cinturón a tu marido te resulte muy fuerte. Aunque te llegará a atraer la idea y tu marido la aceptará de buen grado para controlar sus impulsos. Como de alguna forma hay que controlarle, existe como variante lihgt: el condón de cuero.

Es una alternativa que he usado con mucho éxito, porque es cómoda y porque evita parte del trabajo del slip. Los condones de cuero son un muy buen sustituto del autentico cinturón de castidad, y cumplen prácticamente la misma función. Se compran en los sex-shop y son de cuero bastante grueso, con la forma del pene y, generalmente, con una bolsita para los testículos. Traen una hebilla en la que se le pone el candado. Haz que tu marido lo compre y ponle tú el candadito.

Si es completo, córtale la punta para que pueda orinar (los modelos completos los hacen para juegos de corta duración, y tú lo estarías adaptando al uso de cinturón). Al ser de cuero grueso, pero flexible, impide la masturbación, pero es fácil de esconder ante terceros, permite las funciones corporales, no es incómodo, en los viajes permite pasar por los controles de aeropuerto, etc. Si no encuentras un condón de cuero, puedes hacerlo, siempre que sea con una tela gruesa que impida el roce y la masturbación. Tiene además la ventaja de que si se va de viaje, le puedes mandar controlado con su cinturón. Si hubiera una emergencia medica, puede cortarlo con una tijera y… justificarte el haber tenido que hacerlo (¡y mejor que sea convincente!). La presencia del cinturón, incluso en alguna de estas variantes mas tolerables, tiene las siguientes funciones fundamentales: impide que se masturbe, garantizando el “buen servicio”, la buena disposición para atenderte y ese amor del que ya una no puede ni quiere prescindir. Y además, hace que tu esposo sienta todo el día tu presencia. Eso refuerza el control. No hay manera de que se olvide de ti: porque piensa en ti, te desea y sabe que la llave la tienes tú. Por unas horas, o si viaja por unos días, que lleve puesto el cinturón.

Creo que incluso varios meses de condón de cuero imponen un control muy efectivo, y pueden convertirse en el paso previo a un cinturón de castidad metálico. Y si encuentras que tu grado de control es suficiente, puedes dejarlo como instrumento permanente. O cambiarlo por las noches por los mitones. Pero recuerda que te va a hacer trampa, que no podrá contenerse si no tomas alguna medida. Si todavía tienes dudas, puedes preguntarle y lograras fácilmente una confirmación anticipada. Tu marido quiere serte fiel, pero no puede si no le ayudas. Pregúntale si acepta esa ayuda para controlarse y atenderte mejor, y comprobarás que acepta tu ayuda. La velocidad con que progreséis hasta un auténtico cinturón, o uno de cuero, depende de las características de cada pareja. Pero debes convencerte de que, de aquí en adelante, resulta necesario un aparato durante un numero de horas o días en su vida para reforzar tu presencia y tu control.

En este punto termina tu viaje de introducción. Ha llegado el momento de beneficiarse y disfrutar de todo el trabajo que has hecho. Tu principal herramienta ahora es la imaginación. Para cultivarla, en los próximos apartados te presentaré algunas ideas y sugerencias sobre los comportamientos de ambos, y sobre algunos juegos que añadirán interés y diversión a la relación marital.

Y una ultima nota sobre los cinturones y el control de tu marido: quizá aún te resulte difícil ponerle un auténtico cinturón de castidad. No te fuerces, ni le fuerces. Pero al mismo tiempo te reitero que debes controlar explícitamente a tu marido. Todos los hombres, dejados a su voluntad, terminan “aflojando” y ceden al alivio más fácil que se proporcionan a sí mismos. Por más ganas y voluntad que tengan para cumplir, es mas fuerte que ellos, y la pérdida de tensión arruina el proyecto. Si en esta etapa te resulta muy difícil, establece algún punto intermedio de los que te he comentado: mitones, slip, o el condón de cuero, que es un excelente paso previo al cinturón de castidad de verdad. Hazlo poco a poco, incrementando la duración: empieza por un rato, pasa a unas horas y, después, a unos días; pero no dejes de hacerlo. Tu marido y tú notaréis de inmediato como crece su obediencia y vuestra felicidad conyugal.

Antes de empezar, quiero decirte: ya estás, estáis los dos embarcados en el camino hacia una relación estimulante, divertida, mejor y más excitante que la que teníais. Debes ser consciente de que ahora tu marido depende de ti más que antes: tu exigencia para pedirle que se esfuerce por ti es imprescindible. Si te desinteresas del proyecto, perderá motivación. Él puede y quiere ofrendarte su castidad, pero tienes que pedírselo, y la mejor manera es mantener el interés, no perder intensidad.