Femdom y Castidad (II) ¿Cómo empezar?
Manual de dominación femenina a través de la castidad
II. ¿Cómo empezar? Introducción del retraso de su orgasmo
Si tu marido está de acuerdo en principio en que asumas un papel dominante, tu tarea es educarle. Puedes empezar por pedirle, por ejemplo, que cubra de besos todo tu cuerpo. Decirle que se ponga de rodillas y estar tú en una silla cómoda, parada o en la cama. Dile abiertamente lo que quieres que te haga, cómo lo quieres y dale detalles. No temas entrar en detalles, y pide lo que te guste. Poco a poco, el tono debe pasar de pedir a dar ordenes: “eres mi prisionero”, “debes obedecerme”. Imperceptiblemente, pasas de una situación de simple placer sexual (“bésame todo el cuerpo”) a situaciones y posiciones de dominación y, muy importante, humillación (“bésame los pies”).
Asegúrate de tener tiempo disponible. Debes saber que un hombre puede tener erecciones por un largo período (una hora) si le estás haciendo cosas, pero su erección es corta, viene y va intermitentemente, si es él quien esta haciéndote cosas a ti. Si te gusta tenerle erecto, estate atenta, y cuando veas que su erección flaquea, y tengas ganas, estimúlale. Un simple toque o caricia casual ayuda a que el marido se mantenga interesado en esta primera etapa. ¡Después, estará siempre muy interesado! Aunque, para mantenerle erecto, siempre será necesaria tu estimulación (sobre todo si tiene más de 30 años). Puedes alternar: después de un rato de intensas caricias por parte de él, si quieres descansar y mantenerle erecto, pídele que ponga una película sexy. Verla juntos un rato y acaríciale la picha distraídamente. A los pocos minutos, le tendrás excitado y con ganas.
Si notas que tu esposo lo acepta, conviene que empieces a usar una mordaza. Explícale que habla mucho, y que lo que dice no te interesa demasiado. En esta etapa, una mordaza simbólica será suficiente: un echarpe, o un par de medias tuyas (muy erótico). No la pongas sobre la boca, sino en la boca; no es muy efectivo para silenciarle, pero sus labios estarán disponibles cuando tengas ganas de besarle, y es un buen comienzo. Si tienes ganas, ponle unas esposas para tenerlo relativamente inmovilizado.
En general, el uso de equipo material tiene la doble ventaja de introducir una ventaja física para la mujer: no tiene ni que pedir, puesto que tiene al marido en la posición y situación deseadas. Y adicionalmente, un alto valor simbólico, porque, al dejarse poner el material, se está entregando a la esposa.
La progresión en la dominación te llevara a introducir castigos. Al principio, puedes llamarlos “pagos”, y es conveniente que la atmósfera sea juguetona y haya buen humor durante la ejecución de los castigos. Cuando la situación este madura (recuerda que esto es muy personal: puede ser muy temprano si tu esposo comienza ya mentalizado), empieza a hablar de castigos. Conviene introducir la azotaina (spanking). Por supuesto será simbólica mas que real, pero date cuenta de que el símbolo es muy poderoso. Para un hombre, todavía mas: incluso la azotaina más liviana es un símbolo de increíble fuerza, y sitúa las posiciones relativas de ambos en un plano distinto: a partir de la primera azotaina que le des, será tuyo. Tu sensación de poder será inmensa, y hasta que no lo hagas, no podrás creer que algo tan simple como propinarle un castigo físico pueda acrecentar tanto tu ego, tu dominación y su sumisión. Asegúrate de introducir este castigo en momentos en que este muy excitado.
La azotaina se debe propinar cuando estés realmente enfadada, por algo que haya provocado cualquier actitud o comportamiento de tu marido. Puedes dársela con la palma de la mano (lo mejor al principio) o con un cinturón. Debe ponerse de rodillas (preferentemente apoyando el torso en una silla o en la cama), y así le suministrarás su castigo. Es recomendable empezar con 10 palmadas o correazos y progresar hasta 20/25, y deben darse con bastante fuerza. Deben doler. La muestra de que el trabajo esta bien hecho, suele ser alguna lágrima involuntaria en sus ojos. Debes enseñarle a agradecértelo: después del castigo, debe agradecerte sinceramente que le ayudes a superarse. Las palizas, si bien no forman parte de la rutina (nada debería serlo), son parte de tu arsenal. El marido obediente debe saber que estas dispuesta a disciplinarle por esa vía en cualquier momento.
Ha llegado el momento de empezar a hablar de castidad. Mejor dicho, en esta etapa, del retraso del orgasmo. De hecho, todas las sesiones que hemos ido delineando tienen que haber sido preparatorias en el siguiente sentido: durante las mismas, tu esposo ha debido estar en un estado de semiexcitación permanente, y su orgasmo se ha debido producir al final de la larga sesión. De manera que ha pasado por varias y largas sesiones, en que te ha deseado intensamente, le has excitado como hacia mucho que no estaba, a veces te has enojado y ha debido soportar una azotaina con la picha semierecta, pero básicamente ha ido aprendiendo a esperar y a rogar a tu buena voluntad para conseguir su único objetivo: eyacular. Así que ha experimentado una clase de castidad restringida a una o dos horas. Y ha comenzado a aprender que eres tú quien decide sobre su orgasmo.
Un pequeño paréntesis: si bien él está condenado a un sólo y demorado orgasmo, de ninguna manera es esa tu situación. Goza como mejor te parezca, y si tienes más de un orgasmo, mejor. Pero aprende a controlar la marcha de tu hombre. Cierto, es fácil hacerlo si le estás masturbando o chupando; pero resulta muy difícil detener a un hombre si te está penetrando. En esta etapa, en que su educación no ha madurado, buscará el alivio de cualquier manera. Debes controlar el cuándo y el cómo. Si te está penetrando, al primer signo de que puede acabar, sepárate. Debe ir aprendiendo cómo son las cosas de aquí en adelante. Te digo que no hay nada mas excitante que masturbarte con un vibrador, con tu marido obligado a observar (y atado si te sientes más segura). Ningún hombre permanece indiferente ante una mujer jugando con su cuerpo. Si no lo has hecho, esta es la ocasión para empezar.
Este es un buen momento para repasar las preguntas del principio: recuerda dónde estabas y cómo era tu vida amorosa antes de empezar esto. Las delicias actuales constituyen un gran incentivo para continuar el proceso iniciado.
Volviendo a lo nuestro: has empezado a demorar sus orgasmos. Él ya lo percibe. Ahora, todo lo que se necesita es hacerlo progresivamente mas explícito: antes de hacerle llegar, al final de la sesión, pregúntale si realmente piensa que merece tener un orgasmo en ese momento. “¿Fuiste obediente?, ¿me hiciste llegar bien? ¿me diste todo lo que te pedí? , ¿crees que mereces que te deje eyacular?” En las próximas sesiones dile que estás pensando dejarle sin llegar porque no te parece que se lo merezca. Las primeras veces, simplemente, deja caer la idea, sé paciente: estás llegando a un punto crucial en su entrenamiento, hay que manejarle bien.
Ante de que llegue la primera vez en que le negaras el orgasmo, te diré que los orgasmos que tenga serán como a ti te guste: con la boca, la mano, penetrándote, pero como a ti te apetezca, no le dejes elegir. Puedes decirle que se masturbe frente a ti, si te gusta. Pero mi opinión es que no utilices esa manera: en primer lugar, a los hombres en general no les gusta masturbarse delante de su compañera. Pero sobre todo porque esa forma te excluye: eres tú la que le ha hecho esperar tanto, y serás tú quien le haga acabar. Así afianzarás su dependencia con respecto a ti.
Además, por razones que pronto explicare, no queremos que el marido se masturbe de ninguna manera: si bien al final lo controlarás de forma mas directa y física, por ahora no querrás que tenga la idea de que puede proporcionarse orgasmos por medio de la masturbación.
Así que, después de varias amenazas no consumadas, elige una noche en que la sesión haya ido particularmente bien, e infórmale de que va a permanecer en ese estado toda la noche. No esperes que lo tome bien: tratará casi de forzarte. Protestará y se rebelará. En lugar de la autoridad, recomiendo que uses la dulzura y la suavidad. Explícale que esto te excita mucho, que te gusta y quieres hacerlo, que crees que él, tu esposo querido, es capaz de hacerlo. Prométele que a la mañana siguiente le vas a proporcionar placer con todo tu entusiasmo, que va a llegar como nunca, que…. lo que se te ocurra. Promete, miente, se dulce, acaríciale, vuélvele loco, sé convincente, pero mantente firme en tu decisión. Y a la mañana siguiente, cumple. Aunque no acostumbre hacerlo de mañana, verás que esta vez estará ansioso por conseguir lo que le prometiste.
Una vez que haya “cobrado” (primero ten tu orgasmo, por qué privarte), felicítale, agradécele que se haya contenido por amor a ti, muéstrale que aprecias su esfuerzo, lo que ha hecho por ti, etc. Finalmente, asegúrate de decirle cómo te complació la experiencia, y que esperas repetirla. Bueno, buen trabajo. Tuviste éxito en esta etapa crucial.
Antes de avanzar, tomate tu tiempo. Repite el esquema varias veces, acostumbra a tu marido a ir obedeciendo: se excita contigo, tú tienes un orgasmo, el suyo queda pospuesto hasta la mañana siguiente. Has logrado que tu marido respete el criterio de que tu goce es primero y tiene que asegurarse, y el suyo… depende. Ahora ha llegado el momento de pasar a la etapa definitiva: castidad a largo plazo.