Femdom: Isthar (4)
Marcaje del nuevo esclavo de la reina.
Mientras eso ocurre la Reina se despierta sin prisas, Jules está a sus pies, con la cabeza gacha. El general hace tres horas que se ha ido a sus entrenamientos, pero bastaría una señal de su Ama para que regresara corriendo a postrarse ante ella. Pero por ahora no hace falta. La Reina sigue desnuda. Indica a Jules que se acerque. Él ya sabe lo que ha de hacer, así que se coloca entre las piernas de su Dueña y sella con sus labios su vulva. Arya orina sin contemplaciones y Jules traga sin dejar escapar una gota. Lleva años haciéndolo, limpiando después su sexo con la lengua. A veces ella se seca con su pelo. Sonríe al esclavo y le da una palmadita en la cara, a modo de caricia. "Buen chico". Jules sirve el desayuno a su Dueña, trae una bandeja con fruta, café y tostadas. Ella desayuna con parsimonia, mientras juguetea con los pies en la cara de Jules. -"¿Tienes hambre, esclavo?" - "Un poco, mi hermosa Reina. Pero bien sabéis que me alimentaría solo de lamer vuestro cuerpo y como única bebida vuestra orina" La reina ríe y acaricia la cabeza de Jules con dulzura. Le ofrece unas uvas como si alimentara a un cachorrillo que ronda siempre a su alrededor. Terpsis tiene a Enric suspendido en un gancho en el techo. El castigo por haberse corrido sin permiso, 15 varazos. Los golpes caen sobre su cuerpo y el príncipe grita y se retuerce. -"Ya vale, perro, quieto". La vara cae firme 15 veces por todo su cuerpo. Pecho, espalda, muslos, culo y el último, en su sexo. Los azotes paran, pero Terpsis ha decidido no soltar al esclavo de su sujeción. Así que las luces se apagan y Enric se queda colgado, dolorido, agotado Se desvanece. Pasan los días y la sumisión y el servilismo de Enric aumentan. La progresión asombra a Terpsis. El esclavo ya ha sido usado como bandeja humana, como candelabro, con una vela encendida insertada en su culo. Ya sabe servir, sabe arrodillarse correctamente, sabe tratar a las Damas. Su ano ha sido dilatado y es capaz de recibir de un golpe cualquier grosor de verga. Sabe como ha de limpiarse, como ha de comportarse. Es obediente y respetuoso. Está preparado para ser entregado a la Reina. Arya está en su dormitorio, leyendo. Jules sujeta el libro haciendo de atril humano. Jules siempre tiene la mirada baja. El día que nació fue entregado a ella para que fuera su sumiso personal. Desde que era un bebé la trataba con el respeto que se debe a una princesa. De niña ya lo usaba de caballito y, fusta en mano, le azuzaba para que fuera más rápido. Él mismo le puso unas bonitas espuelas a sus botas y le enseñó como usarlas con su esclavo, para que al espolearle, imprimiera velocidad al su ritmo. Él bebió su orina la primera noche que, cansada, no había querido ir al baño. Era su esclavo más querido. Llaman a la puerta. Ella sabe que es Enric. La reina lo sabe todo. -"Pasa, esclavo" Enric pasa tímidamente. Está vestido y limpio, aunque sus ropajes no son tan ricos como los que la soberana cortó el primer día que se vieron. Da unos pasos y se arrodilla, con la mirada baja, aunque desea verla. Desea verla con todas sus fuerzas. Desea mirar sus ojos negros, sentir su poder tan cerca y tan intenso que le eleve y le haga temblar de miedo y deseo. Pero el deseo ya está ahí. No sabe por qué la desea tanto, si es su belleza, pero no hay algo más. No sabe lo que es. La reina sonríe al esclavo, aparta a Jules de un puntapié y le ordena a Enric que se acerque. Asustado obedece. A duras penas se levanta y despacio, vibrando de emoción y miedo, se acerca, hasta quedarse a unos centímetros de su soberana. Ella le acaricia los cabellos dorados y la mejilla sonrosada. Parece un niño, muy tierno y muy dulce. -"A ver, pequeño, desnúdate" El esclavo vuelve a obedecer. Una a una sus prendas caen y se muestra su cuerpo ante ella. Ahora no es blanco y liso, como el primer día. Algunas marcas de vara y látigo aparecen. Unas más recientes, otras más antiguas. Nada que vaya a quedar de forma permanente. -"Eres muy lindo, esclavo. No me gusta ver esas marcas de azotes afeando tu cuerpo, así que procura ser obediente, para que no te tenga que castigar" -"Si, mi Señora, mi voluntad es vuestra. No quiero desobedeceros nunca. Muchas gracias" Terpis suelta una carcajada, complacida. Disfruta el momento en el que el príncipe ha caído rendido a sus pies y a sus deseos. Su cuerpo desnudo, su mirada baja, su sexo erguido. Es suyo después de que su planeta también se hubiera rendido a su poder. La reina está complacida y feliz. -"Jules, ponle el collar. Y átalo a la cruz, bien fuerte, de espaldas". El esclavo veterano le coloca un precioso collar ajustado en su cuello. No es uno de perro, es un cinto de piel, grueso. De él cuelga una correa. Con ella le lleva hasta la cruz, donde es asido por muñecas. Codos, pecho, cintura, muslos rodillas y tobillos. Mientras Arya se acerca a la chimenea y deja en su fuego un marcador donde se puede ver la letra A mayúscula. Entre las brasas el hierro se pone al rojo. Arya se acerca al esclavo y susurra en su oído -"Vas a ser marcado, como mi propiedad. Ese es un honor que no muchos esclavos tienen la suerte de vivir." Enric se estremece: -"Señora, el dolor me da mucho miedo. Pero estoy fuertemente atado y nada me haría más feliz que perteneceros siempre y llevar una marca indeleble en mi piel que lo muestre. Solo puedo daros las gracias". Arya sonríe y va a por el marcador personalmente. Lo acerca a la nalga derecha de Enric y firmemente lo aprieta contra su piel unos segundos, entre los gritos de dolor del esclavo. Al separarlo, una A en relieve, en una piel hinchada y enrojecida, ya se ve claramente. Enric llora desconsolado y Arya le aplica una pomada en la quemadura. -"Buen chico. Eres mío"