Femdom: Isthar (1)

Relato de dominacion femenina y ciencia ficcion: un universo gobernado por la reina Arya.

"Es un frío día de invierno. Los inviernos en el planeta Isthar son largos y duros. La nieve cubre los campos que rodean el palacio de la Reina Arya. Su régimen es absoluto, sus palabra, ley. En su planeta natal la Reina está rodeada de vasallos, sus órdenes se cumplen a rajatabla, la disciplina guía a los servidores. Las Damas de la corte, todas miembros de la realeza, velan por el cumplimiento de las normas y dirigen y controlan los castigos para los hombres que no se portan como deben.

No es el único planeta que posee Arya. Su imperio no se puede abarcar con la vista, cientos son los mundos sobre los que ejerce su hegemonía. Herencia de siglos y siglos en los que las mujeres de su dinastía se han dedicado a la conquista. Y también ella sigue con el buen hacer de su familia… Precisamente hoy llega el ejército, tras hacer conquistado un nuevo planeta.

Las naves aterrizan en las explanadas del ejército. Todas menos una, que lo hace frente a palacio. Se nota que es especial, su forma es distinta y el tamaño más pequeño.

Se abre la compuerta y sale un hombre corpulento, alto y fuerte. Con paso firme, sin mirar atrás, se dirige a palacio. Detrás otros dos hombres, soldados, llevan un preso. Encadenado de pies y manos, pero con ricos vestidos. El chico apenas roza los 20 años, es delgado, pelo lacio, facciones dulces, pero en sus ojos hay miedo.

La reina está en el salón del trono. Impávida mira por una ventana. Distraída. Conoce de sobra lo que está pasando fuera. Ella siempre sabe lo que ocurre en palacio. Viste con unas botas ajustadas de piel que suben por sus rodillas hasta rozar sus muslos, una falda negra que apenas cubre su ropa interior y un top negro también. Su larga melena oscura la recoge con una tiara fina. Es una belleza.

La puerta del salón del trono se abre y entra el general. La reina no lo mira, ni se inmuta. Parece que le ignore. El general se siente humillado por su Reina, sabe que no es nadie para esperar que ella le mire, pero desearía que lo hiciera. No dice nada, baja la mirada, se postra ante el trono vacío. Piensa lo preciosa que es su reina, hasta que una orden le saca de sus ensoñaciones.

-"Habla, general"

-"Hemos conquistado el planeta Rado, mi Señora, no ha habido bajas. Se rindieron con las condiciones que ofrecemos habitualmente. Y…"

-"Bien, ¿y mi esclavo?". Interrumpe la Reina. Sigue dándole la espalda.

Su esclavo es el príncipe heredero de Rado, que desde ese momento pasaría a ser esclavo personal de su Majestad. Sus padres lo entregaron como muestra de buena voluntad, ya que es una de las condiciones que impone la Reina Arya. El pago de diezmos, bien en energía, en alimentos, en esclavos o materia prima y metales o piedras preciosas era otra de las obligaciones de todo planeta conquistado. A cambio se le garantizaba el autogobierno, cierta independencia y sobre todo la paz. Estaban a su vez protegidos por los ejércitos de Arya.

Ya poseía unos cuantos esclavos personales de este tipo, pero parecía que nunca tenía suficiente.

El príncipe Enric entra en el salón, llevado por los soldado. Está asustado. Viene atado y con sus ropas de príncipe. Un soldado le obliga a tirarse al suelo. Y se arrodilla también.

La Reina se gira y lo mira. Le sonríe. El general sigue hincado ante el trono. Ella pasa a su lado y lo deja atrás, sin dirigirle ni la más insignificante mirada.

-"Lo hemos tenido que atar y amordazar, mi Reina. Pero lo hemos hecho por su bien, para que no se hiciera daño y llegara entero, mi Señora"

-"Bien"

Arya observa al chico, tirado en el suelo, boca abajo. Coloca un pie sobre su cabeza y la aplasta contra el frío mármol.

El príncipe Enric nota como su orgullo cae en un abismo. Por primera vez desde su cautiverio se siente herido en su vanidad. ¡Él es un príncipe!... no… era un príncipe. Ya nunca más lo será. Ahora está tirado en el suelo y su soberana es la que tiene el pie sobre su cabeza. Sin embargo pudo verla un segundo antes de caer… solo la espalda, ¡pero era tan hermosa!

El miedo a ser azotado y castigado pesaba mucho. Nunca había servido a nadie. No sabía cómo hacerlo, pero sí sabía que si lo hacía mal habría consecuencias. Quería preguntar. Preguntar por qué él, preguntar hasta cuando estaría así. Preguntar cómo sería su vida a partir de ahora. Pero aterrado, guardaba silencio. Y el pie de la que sería su Ama sobre su cabeza también le decía que no era el momento de preguntar.

-"Si te portas bien no tendrás que temer nada, esclavo. Terpsis te enseñará. Ponte en pie".

El esclavo, el nuevo esclavo, obedece. Arya, con una navaja en la mano le observa. No es muy alto, pero es sin duda muy guapo. Tiene cara de niño y unos enormes ojos azules. Se acerca hasta que Enric puede sentir el aliento de ella en la cara. La navaja ha quedado entre los dos y tiembla de miedo.

Arya sujeta la camisa de Enric y la corta a lo largo con la navaja, con un golpe limpio. Su afiladisima hoja rasga tambien los pantalones, quedándose en ropa interior. Rojo de vergüenza, baja la mirada.

Pero la reina no ha terminado. Cierra la navaja y separa despacio la ropa interior de su piel, para meter con suavidad los dedos entre ambas y acariciar con dulzura el sexo del esclavo, notando como crecía por el tacto.

-"¡Jajaja, se ve que no lo estás pasando tan mal!"

La reina miró a los soldados -"Lleváoslo. Lo quiero preparado en 10 días"

Los soldados salen con Enric y en el salón del trono queda solo la reina y el general.

-"¿Celoso, general?...".

El general Demian se sonroja. ¡Cuánto desea a su Diosa! Acata que es cuando ella quiera y que él es sólo uno más. El honor de ser uno más es inmenso. Pero ocultar sus celos es difícil. Sobre todo a su Dueña. Ella lo sabe todo. Nada se le puede esconder. Se siente transparente, pequeño. Se siente nada. Y baja la cabeza hasta que pega el suelo –"Un poco, mi Ama. Perdonadme".

-"Duchate, te quiero limpio y de vuelta en quince minutos. Ya sabes como me gusta"

-"Si, mi Señora"

Se levanta y sale diligente, hasta su habitación. No está demasiado lejos de las dependencias privadas de la reina. Se siente bien de estar en casa, con el regalo de un nuevo planeta para su Señora, un nuevo juguete para ella, el príncipe Enric, y la promesa de ser usado para su placer. No hay mejor recompensa.

El general se ducha y se aplica un enema con un grifo terminado en cánula que tiene en la bañera. Deja que el agua entre en sus intestinos, le llene por completo y le limpie bien por dentro. Repite la operación. Si conoce a su Ama, va a follarle sin contemplaciones y tiene que estar impoluto.

De repente Arya entra en el baño donde está el general, secándose ya.

Demian se sorprende, pero reacciona dejando caer la toalla y bajando la cabeza y la mirada. Cuanto añoraba estar expuesto para ella.

La reina sonríe al verlo. Le gusta su cuerpo, le gusta usarlo. Le excita su saber hacer, su entrega y su docilidad.

El sexo de Damián está duro y erguido; sin mediar palabra, lo manosea a su gusto, apretando, clavando sus uñas. Con una sonrisa juega con él, le hace retorcerse de dolor, pero la erección no baja nada. Ambos disfrutan del momento. Una tomando y el otro dando, como siempre ha sido y como siempre será.

Le coloca un aro que sujeta su verga y los huevos, del que cuelga una correa. Lo saca de su habitación y lo lleva por el pasillo, tirando de la correa –"Nos vamos a un sitio más grande". Las personas que se cruzan bajan la mirada. La Reina es libre de hacer lo que le venga en gana y nadie se extraña. Solo humillan la cabeza al paso de su soberana. Los hombres sienten envidia. La adoración por la reina es común en todos. Ella tiene algo mágico, especial, como antes su madre, y la madre de su madre… Así desde el principio de los tiempos."