Feliz Nochebuena cariño
Sexo anal con dos chicas y un espectador inigualable...
Ocurrió hace un par de años. Yo había roto con mi chica después de diez años juntos y me encontraba dando tumbos de un lado a otro y de una chica a otra. A Elena me la presentaron en una reunión de amigos en centro de yoga al que asistía por entonces. Era la hija de una de las monitoras. Tenía 26 años, el pelo largo castaño y lacio, los ojos negros grandes, y un rostro como de niña con una piel blanca y suave, y unos gruesos labios que al sonreír le inundaban la cara. Yo entonces tenía 35 y buscaba alguien más cercano a mi edad, la verdad es que no sé por qué. Durante la fiesta me di cuenta que yo le gustaba o que de alguna manera a Elena le llamaba la atención pues soy un chico muy alto y por eso tal vez algo resultón. La había sorprendido mirándome unas cuantas veces, y lo mismo yo a ella. Al final de la fiesta, aislados en un rincón, ya nos habíamos contado nuestras vidas y lo que nos gustaba y no nos gustaba de una pareja. Hicimos el amor al día siguiente, en la casa de su madre. Me sorprendió como, apenas sin desnudarse, me bajo los pantalones y empezó a chuparme. Comenzó con la lengua, recorriéndome de arriba abajo y después con los labios la humedeció entera, poco a poco, recreándose en su grosor y en sus formas. De vez en cuando me miraba y se la metía en la boca todo lo que su garganta le daba. ¡¡Qué vicio tenía!! Me gustaba. Aquélla primera vez me la follé a cuatro patas, agarrándome bien de su trasero y empujando con fuerza cada embestida. Decía que le ponía a mil sentir mis huevos revotar en su clítoris. Se corrió un par de veces. Yo lo hice entre sus grandes tetas, como en ese momento me apetecía, pues me las hubiera comido las dos, si hubieran sido dos flanes.
Aquella misma tarde, poco antes de salir, apareció su hermana con su novio. Ya los conocía de la tarde anterior, una pareja maja, los dos muy simpáticos y agradables. Por supuesto sabían qué habíamos estado haciendo allí y con disimulo, poco antes de despedirnos, la hermana me dijo «no te enamores de ella». Y tenía razón. Los chicos se enamoraban fácilmente de ella, pero Elena no estaba para amores pues a principios de enero (estábamos a finales de octubre) ella se iría a estudiar a Londres. Ya había pagado la matrícula de una costosa universidad privada para estudiar diseño, que al parecer era su gran vocación.
Prometí a mí mismo no enamorarme de ella, como me recomendó su hermana, y pasar el tiempo que estuviera con ella un poco como observándola. Ella pasaba gran parte del día con su profesora de inglés, bueno, no era profesora, era una chica algo más joven que Elena. Era una escocesa de origen chico que estudiaba en Madrid y que se ganaba la vida intercambiando conversaciones en inglés. Se llamaba Ning. Aunque como digo Ning era escocesa, sus rasgos eran orientales. Me sorprendió desde el principio porque tenían las dos una relación muy especial de amigas. Se veían todos los días y pasaban horas y horas juntas, de tiendas, en exposiciones, paseando… Desde el primer momento me di cuenta que entre las dos había algo más que una amistad. No es que yo fuera muy listo; aquello era muy evidente.
Nosotros nos veíamos varias veces por semana, cenábamos juntos o charlábamos en algún sitito y normalmente terminábamos haciendo el amor. Me gustaba la forma de entregarse, sumisa y reservada que se gastaba. Un día, mientras follábamos en mi casa le dije que quería follarme ese culito tan apetitoso. Para mí el sexo anal es imprescindible en una relación y su culo era redondito, proporcionado… Ella sonrió como con vergüenza y me dijo que a ella también le gustaba pero que quería reservar ese momento para que fuese especial. Yo me lo tomé como si me diera largas e imaginé que nunca llegaría a ocurrir. Pero me equivoqué y ese momento llegó: hubo que esperar hasta el día de Nochebuena de ese año, pero llegó.
La partida de Elena estaba próxima y después de comer ese día de Nochebuena, quedamos en su casa para ver una peli, en inglés claro. Estaba lloviendo y apetecía poco o nada salir a Lacalle. Esperaba ver allí a toda su familia, pero sólo estaban Ning y ella. Por lo visto cenarían en casa de una tía, o sea que teníamos toda la tarde para los tres pues en mi casa la típica reunión comienza siempre a media noche y nos dan las dos de la mañana cenando. El caso es que allí estábamos los tres, Elena, Ning y yo viendo “L.A. Confidencial” en un inglés americano del que pillaba una palabra de cada cuatro. Durante la película noté que las dos se manoseaban demasiado, no sé… eran como un par de niñas tontas, jugando a algún juego infantil… además, me daba la sensación de que mi novia o mi chica (no sé qué palabra es la más adecuada para describir nuestra relación) me evitaba delante de Ning. Pero de pronto todo cambió. Me di cuenta que las dos se habían quitado el sujetador —para ser oriental Ning no estaba mal de pecho— y se me acercaban peligrosamente. Entonces delante de Ning abracé a Elena y la besé en los labios, sintiendo sus pezones duros. Elena besaba muy bien. Ning se acercó, y después de besarme a mí también, ella dos se dieron un largo morreo como diciendo «mira lo que hacemos las dos» ¡Era lo que me temía! Fue entonces cuando Elena me susurró «Quiero que nos folles a las dos».
¿Acaso estoy a punto de morir? Pensé… ¿Estoy en el cielo? El sueño de todo hombre hecho realidad.
Las desnudé a las dos y comenzamos a besarnos por todo el cuerpo. Aunque Ning se mostraba tímida al principio enseguida se puso a tono. Su sexo, depilado como una colegiala, estaba empapadísimo cuando puse la mano en él. Las dos comenzaron a chuparme. Yo estaba de pie, en el salón, con la televisión encendida viendo pasara anuncios de juguetes y promociones navideñas mientras ellas se entretenían: Ning con los huevos, y Elena con la polla. Es una sensación verdaderamente maravillosa y un espectáculo magnífico verlas a las dos afanadas en darme placer, aunque lo mejor, aunque sea difícil de creer, estaba por llegar. Después de un buen rato chupándome la polla entre las dos, Elena me dijo «ahora quiero que me folles por detrás» y las dos se metieron en el cuarto de baño durante un rato. Las oía reírse y cuchichear en inglés, se estaban besando y no sé qué más harían… Yo estaba con una tremenda erección esperando ver qué me deparaba el destino esa noche mágica. Después de un rato salieron entre risitas, fue entonces cuando yo tomé el control de la situación. Ya estaba bien. Lo primero que hice es poner en cuatro patas a Ning en el sofá y meterle toda mi polla. Sé que estoy bien dotado y me gusta meterla muy poco a poco. Ning estaba chorreando, jamás he visto un coño tan mojado, y eso me excitaba a mí y a su amiga también, que estaba ahí esperando que yo sacara la polla del coñito de su amiga para chupármela como ella sabía. Ning gemía como una perra a cada empujón, me encantaba ver como apretaba el cojín entre sus dedos. Después las dos volvieron a chupármela a duo, ¡lo de la china con mis huevos era verdaderamente maravilloso! Quise compensarla metiendo mi lengua en su rajita, como tantas veces había hecho con Elena. Se volvía loca, las dos lo estaban. Fue entonces cuando ocurrió. Elena me mostró un frasco de lubricante e hizo una señal para que su amiga se apartara. Sin decir una palabra lubrico mi pene de gel y me entregó el frasco. «Fóllame el culo, cariño». En ese momento la televisión comenzaba a emitir el discurso de Navidad del Rey y por un momento los tres miramos al televisor sin hacer mucho caso. Coloqué a Elena con las rodillas sobre el brazo del sofá para que su culo, su precioso culo, se me mostrara en su totalidad. Su amiga, sentada en el sofá le besaba los pezones y el cuello cuando enfilé mi glande en su agujerito. Estaba muy muy excitada y eso le había dilatado el culo, como ya sabía que le ocurría. Empecé a empujar despacito mientras ellas comenzaron a besarse hasta que la metí entera. Elena lanzaba un sollozo porque se estaba corriendo… lo hacía siempre. Su coño estaba empapadísimo y mis dedos le daban placer ahí también. Qué delicia verlas besarse, morrearse sin pudor alguno mientras hacía entrar y salir mi polla de su culo, entre gemidos y lengüetazos. Entonces Ning se acercó porque quería ver de cerca cómo daba por el culo a su amiga. Me besó en los labios y el cuello, pero yo quería ser especial con Elena porque en ese momento me parecía la mujer más atractiva del mundo. La tomé en brazos y la senté en el sofá. Me puse de rodillas en el suelo y le pedí a Ning que le subiera las piernas para volver a metérsela en su culito. Entornaba los ojos de placer y yo le besaba los labios entreabiertos, los pezones… mientras mi polla grande y bien engrasada entraba y salía. Ning también la besaba mientras el Rey hablaba detrás de nosotros sobre lo bien y lo mal que había ido el año en el España. Fue un momento irrepetible, mágco. Cuando sabía que me iba a correr Ning acercó mi polla al rostro de Elena y la meneó hasta hacerla explotar. Fue un momento inolvidable rematado, además, por la música del himno de España en el televisor.
Los labios de Elena sonriendo y llenos de semen es el recuerdo que aflora irremediablemente en mi memoria cada año, cuando el Rey ofrece su discurso de Navidad.
Aunque ahora vive en Nueva York, Elena y yo todos los años cruzamos un e-mail para felicitarnos la Navidad que siempre termina con un “Feliz Nochebuena cariño”.