Feliz encuentro no esperado con la esposa de... 3
Señora! Pareciera que usted ha gozado del masaje en la parte trasera de sus piernas y espalda más allá de lo permitido, sus pezones erectos y su húmeda panochita así lo demuestran. Continuar por la parte delantera de su cuerpo será muy interesante, sobretodo estar observando como mana de sus interioridades las aguas dulces y cristalinas que dan fe del manjar que eres. Ana, sin dejar de mirarme a los ojos, me dijo: Me estás calentando sobremanera, hasta el momento ha sido el mejor masaje de mi vida. Espera y verás, le contesté.
Feliz encuentro no esperado con la esposa de mi mejor amigo.
III Parte: El Anochecer
Al llegar a casa nos duchamos brevemente en las duchas que sirven para quitarse la sal y la arena cuando se regresa de la playa y nos quedamos con los bañadores puestos. Mientras Ana se secaba y peinaba su rubia melena, abrí una botella de vino, dejándole respirar. Mientras tanto me dediqué a contemplar la belleza de Ana, mientras ella, sintiéndose observada, coqueteaba conmigo.
El pelo rubio, los grandes ojos verdes, la nariz respingada, los labios carnosos, los pómulos salientes, el alargado cuello hacían un conjunto perfecto con la blancura de la piel, sin lunares ni pecas. Sus rosadas y pequeñas aureolas, sus pezones perfectamente circulares y centrados, aunados a la firmeza y tamaño de sus pechos, hacían de éstos, por mucho, fuesen perfectos. Su vientre liso y plano adornado apenas por un ovalado ombligo, sus largas y torneadas piernas, sin atisbo de grasa, al igual que sus firmes y aún redondeadas caderas, con sus 178 cms. de estatura, hacían de Ana, una mujer considerablemente bella y hermosa, la que con su pequeño bikini blanco se mostraba sensual y erótica, tal una diosa.
Sin dejar de admirar a Ana encendí el asador y me dispuse a asar un róbalo que previamente habíamos comprado a unos pescadores de regreso a casa, camino de donde horas antes habíamos disfrutado de nuestro encuentro. Cenamos ligeramente acompañados del vino y nos sentamos en la terraza a deleitar la brisa marina, conversando sobre temas intrascendentes.
Después de casi dos botellas de vino, Ana, levantándose de su silla, dijo: José, te invito. A qué, le pregunté, a lo que ella contestó: Quiero devolverte el favor, para lo cual me gustaría nos fuésemos a la cama. Qué favor?, le pregunté. Y ella contestó: Lo sabrás a su debido tiempo.
No tuve más que seguirla y llegando a la habitación, Ana se dirigió al baño, después de pedirme que la esperara un momento. Escuché la ducha caer y me dirigí al baño para tomarme una buena ducha y al entrar a la bañera, Ana expresó: Que inquieto que eres! No podías haber esperado a que yo terminase y nos viésemos en la cama? Y seguidamente me dio un beso, buscando mi lengua con la suya, mientras con sus manos jabonaba mi espalda. Nos bañamos y jabonamos mutuamente y al terminar de ducharnos le pedí a Ana que me dejara secar su cuerpo, lo cual hice con una delicadeza, como de si una muñeca de cristal se tratara. Nos fuimos a la cama y Ana me preguntó: José, te importaría ponerme crema por todo el cuerpo? Para nada, será un placer y un honor recorrer tu cuerpo con mis manos y hacer unas cuantas diabluras, le contesté, entregándome un tubo de Lemon Twist Body Lotion.
Ana se acostó en la cama, boca abajo y rociando suficiente crema en mis manos, inicié lo que se convertiría en un masaje corporal. Comencé untándole bastante crema en su pie, tobillo y pierna derecha y con los dedos de ambas manos recorrí milímetro a milímetro la planta de su pie, sus dedos, su pierna y su muslo, a veces aprisionando los músculos, a veces pellizcándolos con toda la fuerza de la yema de los dedos, a veces solamente sobando con la palma de mis manos, a veces ejerciendo presión con mis nudillos, a veces haciendo presión con la punta de mi dedo índice y medio y haciendo con ambos movimientos giratorios. Efectué el recorrido desde el pie hasta su muslo y viceversa unas seis veces, sin llegar a tocar su cadera, recorrido en el que muy lentamente masajeaba cada uno sus músculos, cada uno de los poros de su piel, continuando posteriormente con el mismo procedimiento en su pierna izquierda.
Al terminar con ambas piernas, inicié el mismo procedimiento desde su cadera derecha, pasando por su dorso derecho hasta llegar a su omoplato y viceversa. El mismo recorrido seis veces, lentamente, sin dejar ningún músculo, ninguna parte de su piel por recorrer, para luego pasar a su parte izquierda con el mismo procedimiento.
Ana gemía de placer y en algunos momentos decía, qué rico!
Al terminar con su espalda continué con los músculos de la clavícula y su cuello, en los que me concentré con especial dedicación, sacando de Ana gemidos de placer. Al terminar, le di una nalgada a Ana en su nalga derecha y le dije: Señora, está usted servida por su parte trasera, ahora déjeme que le de lo mejor del masaje, dándose vuelta hacia arriba y déme la oportunidad de observar cuán húmeda se encuentra su panochita.
Ana se dio la vuelta y quedando acostada de espalda, abrió sus piernas mostrando su chochito brillante por la humedad de su excitación y sus pezones completamente erectos, a lo que en tono de broma, le dije: Señora! Pareciera que usted ha gozado del masaje en la parte trasera de sus piernas y espalda más allá de lo permitido, sus pezones erectos y su húmeda panochita así lo demuestran. Continuar por la parte delantera de su cuerpo será muy interesante, sobretodo estar observando como mana de sus interioridades las aguas dulces y cristalinas que dan fe del manjar que eres. Ana, sin dejar de mirarme a los ojos, me dijo: Me estás calentando sobremanera, hasta el momento ha sido el mejor masaje de mi vida. Espera y verás, le contesté.
Seguí el mismo procedimiento, usado en la parte trasera de sus piernas, con la parte delantera de su pierna izquierda, luego con la derecha, sin embargo no llegaba a rozar su vulva. Posteriormente continué con sus pechos, su estómago y su vientre, dedicándole a este último un especial cuidado, al masajear con las palmas de mis manos de manera circular, de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha y viceversa.
Ana ya se comenzaba a contorsionarse del placer, su panochita ya no solamente brillaba de la humedad, manaba jugos corporales, los que se dirigían hacia su culito. Ahora Ana estaba preparada para que yo masajeara su monte de Venus y su panochita y así lo hice.
Sin embargo comencé el recorrido exactamente debajo de su ombligo, masajeando únicamente con mis dedos, flexionándolos y girándolos sobre su vientre, sin llegar a apoyar las palmas de mis manos. Poco a poco bajaba hacia su panochita y cuando ya me acercaba a sus labios, regresaba de nuevo hacia arriba. Ana se retorcía, gemía y exclamaba: No puedo más!, No puedo más! No aguanto, baja, baja, baja por favor.
Sin embargo hice el recorrido de nuevo unas tres veces más y Ana, no aguantándose, se incorporó un poco y muy seria me dijo: José, por favor y perdona que sea tan vulgar y parezca una puta, pero en serio: Hazme el favor de meter tu verga de inmediato y cógeme, lo necesito.
Espera contesté, apenas comenzamos. No, no, no seas tan hijo de puta y metedla ya, contestó ella. Yo no le hice caso, como respuesta, tomé sus piernas y se las abrí, mostrándome toda su raja abierta, de la que emanaban sus efluvios internos, invitándome a beber de ellos. Sin embargo, la agarré nuevamente de sus piernas y pasándolas sobre mis hombros la penetré de un solo y fuertemente. Ana gritó del placer, cerró los ojos y al abrirlos de nuevo, éstos estaban en blanco, sus labios abiertos en una sonrisa de placer y gozo invitaban a jugar con ellos, ahogando sus gritos y gemidos. Saqué inmediatamente mi pene de la panocha de Ana y haciéndome un poco hacia atrás y hacia abajo, hundí mi cara en su panocha, la que aún abierta mostraba su sonrosado e hinchado botón. Metí directamente mis labios entre sus labios y succioné todo lo que pude de sus jugos, manjar placentero!
Luego tomé su botoncito entre mis labios y alternaba mis caricias en él. Lo sobaba con mis labios, lo recorría con mi lengua, lo succionaba, volvía a recorrerlo con mi lengua, para luego tomarlo de nuevo entre mis labios, lo sobaba, lo friccionaba y succionaba.
Ana, agarraba con sus manos las sábanas, se retorcía, estrujaba las sábanas, las almohadas, sus piernas, a mis costados, las abría y las cerraba, levantaba sus nalgas, me tomaba de la cabeza y me la aprisionaba contra su panochita y yo continuaba si darle tregua a su clítoris, mientras con mis manos estrujaba sus pechos, los acariciaba, los volvía a estrujar, la levantaba de las nalgas y se las apretaba, para luego volver a estrujar sus pechos. Quería acelerar el orgasmo de Ana e introduje mi dedo medio, de mi mano derecha, en su canal vaginal, recorría con éste la parte superior de sus interioridades hasta encontrar su parte rugosa, concentrándome en este punto continué la labor con mis labios.
De pronto comenzó a convulsionar el vientre de Ana en múltiples espasmos, mientras de su panochita salían cantidades de jugo, lo que sin desperdiciar una gota los absorbí y manteniéndolos en mi boca, me incorporé y besando a Ana en la boca le di aprobar de sus propios manjares. Ana aprovechó el momento y dado que mi pene estaba en la entrada de su cueva, se deslizó un poco y con un movimiento ascendente de cadera se lo introdujo hasta el fondo, pasando inmediatamente sus piernas atrás de mi espalda y apretándola me haló hacia ella, diciéndome: Eres mío y de aquí no te salís hasta que tenga toda tu leche dentro de mi.
Queriendo torturar un poco más a Ana, me quedé totalmente quieto, sintiendo los últimos espasmos de su vientre. Ana viéndome fijamente a los ojos y con una cara mezcla de niña inocente y de mujer caliente, me dijo: José, si no te comienzas a mover para cogerme como lo estoy necesitando, te juro que te descojono.
Le repliqué: No, así no, quiero que me cabalgues o metértela por detrás, en cuatro. Ana inmediatamente bajó sus piernas de mi espalda y apartándome se dio la vuelta hacia abajo y poniéndose de rodillas se inclinó hacia delante hasta poner su cara en la almohada y los hombros sobre la cama, dejando su culo en pompa.
La tomé de sus ingles y poniendo mi pene en la entrada de su cuevita la penetré de un solo hasta el fondo, de una manera violenta y brusca que la hizo caer y salirse. Nuevamente incorporándose y poniéndose en posición de cuatro se la volví a meter, suave, con lentitud, hasta llegar al fondo y sacarla de viaje. Tomé mi verga con mi mano derecha y recorrí su panochita desde el clítoris, bajando por su perineo hasta llegar a su culito. Recorriendo éste varias veces de forma circular, volví a su panocha, la penetré y en un mete y saca de tres o cuatro veces, la volví a sacar y hacer el mismo recorrido hasta llegar a su culito. Quería mojarlo bien con sus jugos y después de haberlo conseguido, metí mi miembro en su panocha al mismo tiempo que le metía un dedo en su culito.
Ana volteó su cara y viéndome sonrió con cara de complicidad. Me animé a seguir horadando su culito y mientras metía y sacaba mi miembro de su panochita, metí otro dedo a fin de dilatarlo lo más posible.
Me salí completamente de Ana y acercando mi cara a sus nalgas, comencé a recorrer con mi lengua el canal que divide ambos cachetes, hasta bajar a su orificio, lo recorría de forma circular, trataba de penetrarlo con mi lengua, dándose cuenta Ana que quería el premio mayor.
Ana se dejó caer y dándose vuelta me dijo: José ahora te voy a devolver el favor y te lo voy a devolver completo. Ven acuéstate boca arriba, me dijo.
Acto seguido Ana tomó mi miembro y sin más, acercó sus labios y chupándolo como si fuese un sorbete me quedaba viendo con sus grandes ojos azules con una cara de lascivia que no podía con ella.
Con su mano izquierda tenía agarrado mi paquete mientras lo chupaba y, con su mano izquierda me agarraba mis bolas, me las acariciaba, me las estrujaba suave y delicadamente, los recorría apenas con la yema de los dedos para volverlos a tomar con toda su mano. Con su boca recorría mi glande, lo chupaba, se lo volvía a sacar para recorrerlo con la punta de su lengua y volverlo a succionar y luego recorría todo el tronco hasta llegar a la base, para luego volvérsela a meter toda en la boca, la mantenía en la boca y la friccionaba con su lengua y sus labios, causándome indescriptibles olas de placer.
Su mirada siempre lascivia me indicaba que Ana estaba gozando de la mamada que me estaba proporcionando y me tenía a millón, sin embargo Ana contenía mi eyaculación cuando ella consideraba que estaba por venirme. Mientras me apretaba el pene con su mano izquierda, ejerciendo cierta presión con los dedos de su mano derecha, apretaba mi perineo, haciendo que me contuviera de las ganas de eyacular.
Ana me tenía en la gloria y ella lo sabía y por ello, sin soltar mi miembro se dio vuelta y acomodándose, puso su panochita sobre mi boca, en un 69 perfecto. Ana con ello me indicaba que quería que le comiera su panochita y así lo hice. Abrí sus labios vaginales con mis dedos y metiendo mi boca me hice de su clítoris tomándolo entre mis labios, lo chupé y chupé hasta sacarle a Ana ríos de jugos que con el mayor placer tomé.
Ana se incorporó y agarrándola de sus costados la guié para que se sentara en mi pecho, poniéndome su panochita en mi cara. Literalmente se sentó en mi pecho, sus piernas a ambos lados de mi cuerpo, apoyando sus pies en la cama y su panochita directamente en mi boca. Ana agarrándose del espaldar de la cama se inclinó un poco, restregando su panocha en mi boca y dejando su culo en pompa.
Besé y besé cuanto pude su panochita, la recorrí con mi lengua de arriba abajo, hasta llegar a su botoncito, el que entre mis labios, hinchado de placer, recibía tantas caricias y chupetes como si de un helado se tratase, mientras, con mi mano derecha, acariciaba su culito e introduciendo mi dedo medio en él, comencé a hacer círculos para relajar su esfínter. Ana se aferraba cada vez más al espaldar de la cama, con fuerza, mientras contoneaba su cuerpo, rozando su panocha en mi boca. Ana gemía, gritaba del placer. Introduje mi dedo índice en su culito y continué con los dedos masajeándolo de forma circular, mientras mi boca le causaba oleadas de placer. No soporté mucho la presión de su cuerpo sobre mi boca y haciéndola a un lado, la acosté de espalda y halándola de sus pies, la puse con las caderas al borde de la cama. Puse una almohada en el suelo y arrodillándome, subí sus piernas al mismo borde de la cama, quedando Ana con sus piernas totalmente abiertas y mostrando su vulva en todo su esplendor. Volví a hundir mi cabeza en su panochita y tomando de nuevo su botoncito entre mis labios continué con lo que hacía un momento había detenido. Igualmente introduje mi dedo medio y mi dedo índice en sus interioridades masturbándola por unos momentos. Saqué mis dedos de su panochita y los introduje en su dilatado culito. Ana gritaba del placer, sin embargo no estaba dispuesto a dejar de tomar de sus maravillosos jugos, los que con un sabor dulzón me sabían a miel.
Consideré que Ana estaba muy cerca de explotar y levantándome tomé mi miembro y rozándolo en su panochita lo introduje brevemente para dejarlo empapado de sus jugos, lo saqué y mojé su orificio anal, impregnándolo de sus jugos. Ana comprendió mis intenciones y exclamó: Déjame montarte. Yo lo haré a mi manera.
Me separé de ella y extendiéndome de espalda sobre la cama, Ana por unos breves momentos tomó mi pene con sus manos y agachándose lo metió en su boca jugando con él, chupándola como de si helado se tratase. Ana se lo sacó y llenándolo de saliva, se incorporó y dándose la vuelta puso sus piernas a ambos lados de mi cuerpo, dándome la espalda. Con una mano sostuvo su cuerpo sobre la cama, mientras con la otra tomaba mi pene y guiándolo hacia su culito se sentó en él.
Poco a poco Ana fue ejerciendo presión hacia abajo, hasta llegar a traspasar su esfínter. Se quedo quieta un momento acostumbrándose a mi miembro, poco a poco fue reaccionando e inició movimientos primero circulares y luego de mete y saca. Muy lentamente se introducía cada vez más mi miembro y cuando ya lo tenía hasta mitad, de una sola vez se dejó caer, chocando sus nalgas en mi vientre.
Ver a Ana de espalda, enculada de espalda era todo un espectáculo digno de admirar. Ana apoyó sus antebrazos sobre sus piernas y flexionando éstas comenzó un mete y saca, mientras yo con una de mis manos tomaba uno de su pechos, con la otra acariciaba, frotaba, estrujaba y masajeaba su panochita. Con mis dedos índice y medio agarré la unión de sus labios superiores y froté ésta, friccionando por fuera su clítoris.
Ana comenzaba a gemir, se quedaba quieta por unos momentos y contorsionando sus caderas, hacía movimientos circulares, para luego continuar con el mete y saca. De pronto Ana tomando mi mano, con la que friccionaba su capullo, hizo que le introdujera uno de mis dedos y me halaba la mano de arriba hacia abajo. Comprendiendo lo que deseaba la masturbé rápidamente hasta que Ana agarrándose los pechos dijo: Me vengo, me vengo y con un grito de ayyyyyyyayyyyyyayyyyyayyyyyy Se vino en un fuerte orgasmo.
Sentí cómo Ana apretaba cada vez su culo, aprisionando mi pene, mientras los espasmos de su vientre los sentía en mi dedo, que aún dentro de su panochita continuaba frotando su clítoris, hasta que Ana cayendo a un lado, quedó exhausta. Yo no había terminado, pero Ana se encontraba en un de sopor, por lo que opté lavarme y continuar luego. Me levanté de la cama y me dirigí al baño a lavarme, al regreso Ana, me dijo: José, se que no terminaste, perdona. No hay nada que perdonar le contesté.
Ana se sentó recostándose al espaldar de la cama y dijo: Tu sabes que el sexo anal nunca ha sido mucho de mi gusto, pero esta vez me sacó de control. Es como tu dijiste, es más intenso, es doble. Sentí que moría y se me paralizaba el corazón, que me faltaba el aire por breves segundos. Sentí vibrar todo mi cuerpo, desde mi esfínter, mi vientre, los músculos de la espalda, los brazos, qué se yo. Me hiciste vibrar hasta la última parte de mi cuerpo y quedé completamente exhausta. Por mucho superaste lo de esta tarde.
Qué bien! Le respondí y ella tomando mi miembro con su mano derecha comenzó a jugar con éste y a acariciar mis testículos. Pasó unos buenos minutos jugando y de pronto sin decir esta boca es mía, se arrodilló en la cama y poniendo una almohada a la altura de mi cintura, dijo: Ven acuéstate, pon tus nalgas sobre la almohada y abre bien esas piernas.
Muy obedientemente hice lo que Ana me había indicado. Ella se arrodilló en medio de mis piernas y viéndome a la cara inició a acariciarme los testículos, mientras me decía: José, ahora te toca a ti, sabrás lo que es una buena felación.
Ana cerrando unos momentos sus ojos se dedicó a acariciarme los testículos con una de sus manos, mientras con la otra, envolvía todo mi miembro, masturbándome. Por la expresión de su cara Ana lo estaba gozando, al igual que yo. Estuvo unos buenos minutos masturbándome mientras me decía: José, esta cosa que tengo en mis manos, me la voy a comer todita y voy hacer que derrame toda su lechita dentro de mi boca y me la tomaré para calmar mi sed.
Esas palabras de Ana me excitaron aún más. Ana era toda una experta en el arte de la felación. Me masturbaba, mientras con su otra mano, acariciaba, estrujaba, presionaba mis testículos. Hasta que inclinándose llevó su boca directamente a mis testículos, chupándolos con verdadera maestría.
Ana los besaba con delicadeza causándome oleadas de placer, sin embargo de pronto se metía unos de mis testículos por entero en su boca y absorbiéndolo sentía una mezcla de placer y dolor. Un dolor soportable y nada comparable con el placer que me proporcionaba, mientras con sus manos, acariciaba mi pecho y masturbaba mi miembro con una suavidad, pero firmeza increíble. Su mano, tal guante de seda, recorría una y otra vez mi miembro de arriba hacia abajo, se detenía brevemente, lo apretaba y continuaba con su recorrido.
Ana muy seguidamente incorporaba su cara y viéndome fijamente a los ojos se sonreía, mostrando una cara de lujuria y placer. Sus labios se mostraban hinchados, gruesos y haciendo una "O" con ellos, se introdujo mi miembro en la boca. Chupaba mi glande como si de un dulce se tratara y de vez en cuando con su lengua recorría la punta del mismo, propiamente en el orificio de descarga de mis interioridades, para volverse a meter todo el pene en la boca y lo aprisionaba entre sus cachetes y su lengua, lo recorría de arriba abajo con su lengua y se lo metía hasta su garganta, mirándome de cuando en vez fijamente a los ojos, con su expresión de puta lujuriosa, sonriendo, expresando con su vista te mamaré hasta que mueras.
El placer que Ana me causaba me tenía a punto de explotar y ella dándose por enterada, se metió un momento uno de sus dedos a la boca y llenándolo de saliva bajó su mano a mi culo y sin muchas contemplaciones me metió el dedo, volviéndolo a sacar. Ello provocó un salto de mi parte y por consecuencia se me bajaron las ganas de explotar. Ana por su parte continuó chupándome alternadamente los testículos, se detenía y se metía mi pene en la boca, lo chupaba y con su mano me masturbaba, mientras yo gemía como loco del placer. No soportaba más y agarrándola de la cabeza le pedí que me dejara explotar. Ana viendo mi inminente explosión, me masturbó rápidamente con su mano, mientras chupaba frenéticamente mi glande, haciéndome venir en uno de los orgasmos más intensos de mi vida. Tiré unos 5 o 6 chorros de semen, los que fueron en la boca de Ana y ella, para mi sorpresa, tragándolos todos, dijo sonriéndose: José, espero haberte devuelto el favor y que hayas quedado completamente satisfecho.
Me había dejado completamente exhausto y casi en estado de sopor le contesté: ven, acuéstate a mi lado y abrazándola quedamos profundamente dormidos.