Feliz encuentro no esperado con la esposa de... 2

Tu no tienes idea de lo que te espera este día, este es un pequeño adelanto, el premio lo tendrás en la playa y dicho esto.

Feliz encuentro no esperado con la esposa de mi mejor amigo II

II Parte: El amanecer

Me desperté al sentir unas caricias en mi espalda, Ana me acariciaba con sus dedos, recorriendo mi columna vertebral de arriba abajo. Yo estaba acostado sobre mi costado derecho y ella al sentir que me desperté me estampó un beso en la cara diciéndome: Dormilón son la doce del día, has dormido 7 horas continuas, más que suficiente para reponer todas tus fuerzas. A lo que le respondí: Ana, después de casi 5 horas de sexo debo descansar para poder continuar, al menos que quieras que te falle. No me fallarás , dijo ella, sé perfectamente cómo hacerte responder , agregó.

Bueno, le dije: Lo primero, es lo primero, si no me tomo una buena tasa de café, no podré funcionar. Tu siempre con tu adicción al café , dijo Ana. Te invito a desayunar le dije, iremos a un Pancake House, si te apetece. No, mejor vamos a un restaurante que conocí, es mucho más sabrosa la comida que en los PH y es de esos estilos sureños que se puede comer de todo , contestó ella. De acuerdo, dije yo.

Nos metimos ambos en el baño y bañándonos el uno al otro, después de vestirnos nos dirigimos a las afuera de la ciudad, Ana no se equivocó, el desayuno estuvo espectacularmente sabroso y el café era de primera clase.

Salimos del restaurante y nos dirigimos de nuevo a nuestro hotel. Ana al llegar a nuestra habitación, muy pícaramente me preguntó: José, conoces la playa que queda al norte de tu casa de playa? Si le contesté, la conozco, por qué?, le pregunté: Ella, como respuesta, preguntó: Y acaso conoces la parte en donde las olas revientan sobre las piedras y se hace una poza? Si, si conozco agregué. Y no te apetecería fuésemos a darnos un baño? pregunto ella.

Qué te traes entre manos? le pregunté. Ir de aquí a esa playa nos llevará al menos dos horas y regresar, otras dos horas, con ello perderemos cuatro horas en total, cuando podríamos quedarnos aquí y gozar del tiempo que nos queda, le dije. Ella contestó: Así es, pero si nos quedamos en tu casa de playa solamente viajaremos dos horas y podremos gozar de las bondades de la naturaleza.

Acercándome a ella, le dije está bien, iremos. Pero primero gozaré de las bondades de la naturaleza, aprovechándome de una mujer que tiene un cuerpo que está de comerse, le dije, y poniendo mis manos, una detrás de su cuello y la otra en la espalda, la atraje hacia mi, dándole un beso en los labios. Ana inmediatamente respondió y su lengua juguetonamente buscaba mi lengua, rozándola con fervor. Poco a poco la respiración de Ana se agitaba y mi miembro despertaba de su letargo, alistándose para la acción.

Ana bajó uno de sus brazos y tocando mi miembro lo acarició sobre la tela de mi pantalón y acercando su boca a mi oído, dijo: Tu no tienes idea de lo que te espera este día, este es un pequeño adelanto, el premio lo tendrás en la playa y dicho esto se giró y caminando muy coquetamente, se dirigió a recoger las cosas para irnos.

Tomamos carretera hacia la playa y en el camino conversábamos sobre diferentes tópicos. Llevábamos una media hora de camino cuando Ana tomándome de sorpresa me hizo una pregunta, la que indujo a la siguiente conversación:

Ana: José, con honestidad dime: Qué tal la pasaste anoche?

José: La pasé de maravilla. En un inicio creí que iba a estar un poco cortado, tú sabes, pero cuando me comentaste lo de la secundaria, me desinhibí. Luego gocé cada beso, cada caricia que recibí y que di. Y tu, qué tal la pasaste?

Ana: Igualmente la pasé de maravilla. Me hiciste tener no se qué cantidad de orgasmos, al igual que tu, gocé cada caricia, cada beso que recibí, me hiciste quedar totalmente extenuada unas tres veces, sin embargo, el placer era indescriptible. Dime José, me dio la impresión que querías, anhelabas hacérmelo analmente, así era?

José: No, solamente quería darte más placer acariciando esa parte de tu cuerpo, no era que lo anhelaba. Además me dio la impresión cuando te besé que no querías por allí. Dime lo has hecho?

Ana: Si, si lo he hecho, aunque no es algo habitual y que me guste mucho, lo prefiero por adelante. Dime, José, por qué a ustedes los hombres les gusta mucho hacerlo analmente?

José: Bueno, todo depende. En lo personal me gusta por que para comenzar al penetrarlo mi miembro queda más apretado, se siente más placer; en segundo lugar, se trata de darle placer a ustedes las mujeres. Se dice que el orgasmo anal es mucho más intenso que el vaginal. Yo soy de la creencia que es un orgasmo doble, ya que al penetrarlo tengo la oportunidad de acariciar el clítoris y por lo tanto el orgasmo de la mujer va en doble sentido. Puede ser que esté equivocado, pero según las estadísticas el 50% de las mujeres que han tenido sexo anal dicen que el orgasmo es mucho más intenso. María así me lo ha dicho.

Ana: Oye, hablando de María, qué tal la relación? Lograron superar los problemas? Mejor dicho, lograste superar lo de María?

José: A qué te refieres?

Ana: Lo de César. José no te hagas el tonto, lo sé todo. Acuérdate, la amistad y confianza que existe entre María y yo.

José: No, no creo haberlo superado. A veces ella pasa por períodos cortos de falta de interés en lo sexual y eso me lleva a tener mis dudas, desconfianza. Sin embargo nuestra relación ha mejorado muchísimo y cuando anda en sus períodos que mantiene alta la libido es una fiera en la cama y me llena plenamente.

Ana: Por lo que me ha contado María, lo que pasa es que tu pareces que estuvieras en los veinte, solo quieres vivir cogiendo. Esos períodos de abstinencia de Ana son culpa de la pre menopausia y por lo que me ha dicho, ella se siente super satisfecha contigo. Ten la seguridad que lo de César es historia y más bien a ella le remuerde la conciencia haberlo hecho. Ella te adora y te admira.

Tu sabes qué fue lo que me indujo, en parte, ha querer hacerlo contigo? Fue María, aunque ella no lo sabe. Un día conversando sobre sexo, me confesó que cuando fueron a celebrar los 30 años de casados le hiciste tantas veces el amor que andaba con el sexo bien irritado, pero que las habías hecho gozar como nunca. Me comentó que habían tenido sexo en todas las posiciones imaginables, a toda hora, que prácticamente no salían de la cama, más que para comer. Yo le pregunté, que qué había sido lo especial y ella me contestó. Ana tienes que acostarte con José para poder saberlo. Eso me dejó con curiosidad de saber que tenías de especial y luego con lo de Alejandro se convirtió en obsesión y aquí me tienes.

José: Bueno solamente espero cumplir con tus expectativas.

Ana: Creo saber a qué se refería María con aquello de que eres especial.

José: Si, a qué?

Ana : Eres un caballero en la cama y te encanta otorgar placer. Anoche observé claramente cómo gozas cuando me comías mi panocha y cuando tenía cada orgasmo. Tu expresión de placer es increíble. Para ti ver gozar a la mujer con quien estás en la cama te causa tanto o más placer que cuando tienes un orgasmo.

José: Yo solamente sonreí.

Llegamos a mi casa de la playa y dirigiéndonos a la habitación principal, Ana se metió al baño y al poco tiempo salió únicamente vestida con un bikini blanco, al verla me quedé estupefacto. Mi cara de asombro ha de haber sido de esas, por lo que Ana me preguntó: Qué? Acaso no te gusta? Me queda tan mal el bikini? A lo que respondí: Estas bellísima, increíblemente deliciosa, estás para chuparte entera. Eres una mujer tan hermosa que contigo hasta los muertos resucitan. Eres increíblemente bella, hermosa y deliciosa. Y ella sonriendo, dijo: Gracias por el cumplido .

Ana, dije yo, se me acaban de quitar todas las ganas que traía de darme un chapuzón en las olas. El verte con ese bikini me ha hecho querer aprovechar el momento de estar contigo y deleitarme la vista observando tanto erotismo, sexualidad y calentura que irradias, además de belleza.

Adonde vamos, estarás conmigo y te deleitarás aún más de la vista y estoy segura que a nuestro regreso, será más provechoso, dijo Ana.

Acto seguido Ana se enrumbó fuera del cuarto hacia la playa y caminamos cerca de 20 minutos hasta llegar a una playa que tenía un peñasco de rocas de unos 8 metros de altura, 50 metros de largo por unos 10 metros de ancho y era bañada por las olas. Subimos el peñasco por el lado de la playa, contrario adonde revientan las olas y nos metimos en una oquedad natural que semejaba una piscina de aproximadamente 3 metros de ancho por 10 mts de largo y de 1.5 metro de profundidad.

La temperatura del agua era exquisita dado que continuamente se renovaba con las olas que chocaban contra los muros del peñasco. El placer de estar en una piscina natural al aire libre, lejos de las miradas de intrusos y gozando de la temperatura y movimiento lateral del agua, daba la sensación de estar en un jacuzzi, era algo inigualable. No recordaba cuando fue la última vez que me bañé en ese paradisíaco lugar, sin embargo ha de haber sido en mi juventud. Ana me confesó que hacía poco se había bañado completamente desnuda con mi esposa, en una tarde que ambas habían decidido gozar de la playa y tomar un poco de sol.

Después de habernos deleitados unos 15 minutos con el agua marina, nos buscamos mutuamente y al acercarnos nos dimos un prolongado beso que inició el destello de lo que sería una mañana inolvidable.

Ana apartó su boca de la mía y lentamente buscó mi cuello con sus labios, mientras con sus manos acariciaba mi espalda, alternando entre caricias suaves con las yemas de los dedos y caricias plenas con la palma de sus manos. Su mano izquierda la concentró de la parte media de mi espalda hacia arriba, mientras que con su mano derecha acariciaba la parte baja de la misma. Poco a poco sus caricias subían y bajaban de mi espalda, es decir, con su mano izquierda subía hacia mi cuello y con la derecha bajaba hasta mis nalgas. Ana separándose un poco, con la respiración entre cortada me dijo: José, hazme tuya! Quiero ser tuya, quiero ser abrazada por vos y por la naturaleza, sentir plenamente las delicias que nos brinda y que de ella podemos deleitarnos.

Seguidamente levanté a Ana y la senté en el muro de piedra, llano por la erosión del agua que naturalmente corre en pleamar. Ana con las piernas abiertas me mostró sus hermosos labios vaginales que al trasluz de su bikini blanco, al igual que sus pechos, me invitaban a deleitarlos. Extasiado por la belleza de semejante mujer la contemplé por unos breves momentos, acercándome a ella me ubiqué en medio de sus piernas y abrazándola le desanudé las tiras de la parte superior de su bikini, contemplando a plenitud la belleza de sus blancos, turgentes y redondos pechos, que tal como dos volcanes gemelos, orgullosamente se mostraban al natural. Con mis manos toque esas hermosuras con toda la suavidad posible, los acariciaba y estrujaba breve y suavemente. Alternaba mis caricias con pequeños pellizcos en sus rosados pezones, lo que hacía gemir a Ana. Me incliné un tanto y comencé a besar sus pechos, primero por los lados, luego buscando la parte inferior de éstos, para luego besar el canal entre ambos y continuar con el mismo procedimiento en el pecho contrario. Mi mano izquierda se alternaba con mi boca en las caricias, mientras con la derecha acariciaba su espalda. Poco a poco fui bajando las caricias de mi mano derecha hasta llegar al nudo de la parte inferior de su bikini, el cual desanudé. Ana respondió subiendo su nalga izquierda y luego su derecha para terminar de quitarle la única pieza de tela que cubría sus hermosos y suculentos labios vaginales.

Empujé suavemente hacia atrás a Ana para que quedase acostada, me quité mi bañador y mientras sus piernas aún dentro del agua, se las puse sobre mis hombros. Acto seguido inicié un recorrido con mis labios y mis manos por sus piernas, tal si fuesen un lienzo, con ellos dibujaba los contornos, las curvas, cada poro de su piel. Mis labios afanosamente buscaban su centro del placer, sin embargo, estaba decidido a esperar un tanto para llegar hasta la meta final. Llegaba en mi recorrido hasta la parte interna de sus muslos y de nuevo regresaba hacia los pies, para luego volver a subir, por la parte externa, regresaba a los pies y subía por la parte interna, para luego regresar a sus pies y buscar la otra pierna. Ana comenzaba a gemir, su respiración entrecortada, sus manos inquietas y sus movimientos de cadera, me insinuaban una excitación. Ana sin aguantarse y sin ninguna clase de tapujos tomo mi cabeza con sus manos, hundiendo mi cabeza en su monte de Venus, el cual recorrí con la punta de mi lengua. Ana gemía más fuerte, mientras mis manos acariciaban sus turgentes pechos, los que mostraban unos pezones rosados completamente erectos, como si estos fuesen a estallar.

La visión de Ana, acostada sobre la roca natural, con el pelo completamente mojado, sus perfectos pechos y su vientre cubiertos de gotas de agua salina fue un espectáculo digno de admirar, sin embargo deseaba apurar su éxtasis y continué el recorrido con mis labios por su monte de Venus hasta bajar a sus apetitosos labios de su panochita, la cual se mostraba hinchada del deseo y la excitación. No desperdicié la oportunidad que se me brindaba y con mis labios recorrí uno y otro lado de su panocha, dándole besos y tomando sus labios entre mi boca comencé a chuparlos como si la vida se me fuese en ello.

Ana había comenzado a retorcerse del placer y de pronto con una voz casi apagada y entrecortada, dijo: mor, morde, mordeme. Amor mío, mordeme . Tomé sus labios vaginales con mis dedos y abriéndolos me aferré con mi boca, a su botón del placer. Lo succioné, lo chupé, lo mordí suavemente y con mi lengua lo acariciaba mientras Ana con sus manos, apretaba mi cabeza hacia su conchita, pidiéndome que me la comiera, expresándose libremente de sus sentimientos lujuriosos decía: Más, maás, maaaás, maaaaaás, maaaaaaaaaás, dame, dame, dame, siiii, siiiiiii, siiiiiiiiii, asiiiii, asiiiiiiiiiiiii , viniéndose en un orgasmo sonoro, producto de sus gritos pidiendo más.

No paré de acariciar con mi lengua su hinchado clítoris, mientras la sostenía con mis brazos de sus caderas, lo mordía, lo succionaba, no dándole tregua, haciendo que Ana tuviese un orgasmo tras otro; me subí al asiento natural y pasé las piernas de Ana sobre mis hombros, colocando mi pene en la entrada de su cuevita, la que completamente humedecida producto de su excitación, dio paso a mi miembro con una facilidad asombrosa, penetrándola profundamente.

El ver a Ana excitada, sus hinchados pechos, su cabeza girando continuamente de izquierda a derecha y viceversa, su mirada perdida, sus gemidos, sus gritos, me tenían a mil y a punto de explotar y Ana al sentirlo, quitó sus piernas de mis hombros y entrelazándolos en su espalda me haló hacia ella, viniéndonos ambos al mismo tiempo en un increíble y prolongado orgasmo. Los gritos de ambos se han de haber escuchado por todas las playas del océano Pacífico. Fue algo verdaderamente descomunal, bello, hermoso, algo que nos hizo uno solo, en donde las sensaciones no eran de dos personas, sino de una sola.

Ambos exhaustos quedamos abrazados por un rato, oyendo el trinar de las gaviotas, el graznido de los pelícanos, bañados por la brisa marina y el sol del atardecer. Nos incorporamos y viendo la belleza del ocaso nos contemplamos mutuamente, sin decir palabra alguna, solo sonriendo, sintiendo aún los placeres de un éxtasis indescriptible.

Al terminar el ocaso nos enrumbamos de regreso caminando a casa, Ana se mostraba jovial, contenta y me expresó: José, he sentido innumerables orgasmos en mi vida, sin embargo jamás había hecho el amor con Alejandro al aire libre. Creo que el haberlo hecho al aire libre le dio un matiz especial. Sentí una sensación que nunca la había sentido, algo así como que estuve un momento en una perfecta armonía entre mi mente, mi cuerpo y la naturaleza.

Una vez leí, dije yo, que nuestro cuerpo nos está hablando constantemente mediante señales de comodidad e incomodidad, placer y dolor, atracción y repulsión. Cuando somos conscientes de las sensaciones de nuestro cuerpo, conocemos el cosmos entero, ya que experimentamos todo el cosmos en nuestro cuerpo en forma de sensaciones. Cuando no estamos en armonía con los ritmos universales, la señal que nos llega es de incomodidad, ya sea física, mental o emocional. Cuando fluimos en armonía con el universo, la señal que nos llega es una sensación de comodidad, de alegría, de que todo es fácil. En realidad, esas sensaciones son la voz del espíritu, que nos habla al nivel de sentimiento más sintonizado de nuestro cuerpo. Cuando ofrezcamos a nuestro cuerpo una profunda atención, escucharemos la voz del espíritu, porque nuestro cuerpo es un bioordenador constantemente conectado con la mente cósmica. Nuestro cuerpo tiene una habilidad informática que lo capacita para reparar instantáneamente en la infinidad de detalles que crean cada acontecimiento de nuestra vida.

Todos buscamos la ARMONÍA. La naturaleza verdadera y el estado natural y original del ser humano es el EQUILIBRIO. Si una persona tiene defectos de carácter, carencias en su vida, limitaciones e incapacidades, problemas, molestias ó enfermedades es porque algo está pasando en su Ser que le impide ese equilibrio. La desarmonía en cualquier ámbito de la vida es una señal que nos dice que algo no funciona bien, algo falla.

Tienes razón, contestó ella, en el justo momento en que llegábamos a casa.