Feliz cumpleaños
relato... extraño... sólo eso...
Al fin llegaba el atardecer.
Todo el día había estado plagado de abrazos, felicitaciones y uno que otro ocasional regalo.
Alina se sentía fuera de sí.
Le gustaba su cumpleaños, pero no soportaba la idea de tener que realizar una fiesta, ni siquiera que se juntaran más personas a las que no conocía haciendo fila para abrazar y que solamente se enteraron de casualidad por ese día.
Se encontraba finalmente sola. Se las había arreglado para estar con sólo dos amigas, sus inseparables amigas, pero al llegar a casa la situación volvía a verse tan fría como era.
Estaba sola, en esa habitación, preguntándose por aquella persona que había esperado llegase.
Ni un mensaje de texto, ni in correo perdido, una tarjeta virtual, una carta, una llamada, incluso nada de mandar a decir con alguien más.
Nada.
Tenía la pequeña esperanza de que esa persona llegase y la hiciese olvidar todo. Sus temores, su distancia. Le había dolido e incluso ofendido que ella no llegara. Era de aquellas esperanzas que llegaban al último. Y que no desaparecían hasta que era inminente.
"Me habrá olvidado, pensaba, me habrá cambiado, una de aquellas personas dispuestas a hacer que me olvidase." No dejaba de repetirse Alina.
Contempló angustiosa el sol ocultándose por la ventana. Las ganas de saltar por la misma volvían a aparecer, sin embargo era el mejor lugar para respirar que había conseguido en ese "hogar".
Tomó aquella pulsera con fuerza, haciendo se encajase en su piel y no se detuvo hasta que percibió como una marca roja, digna de un moretón se instalaba en su palma.
El silencio se vio interrumpido por el timbre, aquel interfon que muchas veces no dejaba de sonar, buscando a otro de los habitantes de aquel lugar.
Contempló su celular, la pantalla acababa de encenderse y, pensando que sería otro de esos mensajes, arrojó el teléfono al escritorio mientras ella caía en la cama.
Los minutos se convirtieron en horas y Alina en un vano intento por alejarse de este día tomó sus cosas, dispuesta a salir a instalarse en ese jardín.
Sentada en el pasto, contempló las estrellas que aparecían en el cielo. Un par de horas y todo terminaría, junto con ese sueño, ese deseo que era palpable en su piel y llevaba en volandas a su imaginación.
Los sueños, sueños son, ¿no?
Suspira cuando el frío se instala en su pecho, haciendo que respire con dificultad, que la vista se nuble. Tras una última mirada al cielo nocturno se levanta. Sus ojos se pierden, inequívocamente, en la luna plateada. ¿Cuántas veces no fue testigo de este amor que vive en su corazón?
Entrar en casa, antes de tirarse a la cama, escuchando como una vez más el teléfono vibra en aquel escritorio que tanto le costó conseguir. Será su madre, no ha hablado con ella en todo el día. Es en estos momentos cuando de los labios de Alina sale un murmullo inaudible, que siempre dice lo mismo "Quiero a mamá".
¿Y cómo no quererla, cuando siente que todo lo ha perdido por ineptitud? Sujeta el teléfono, con la vana esperanza de que sea ella, esa mujer en la que podría estar sumida en sus brazos toda la vida.
No es la voz de su madre, pero tampoco la de su amor. Una Carla entusiasmada le grita del otro lado de la línea, exigiéndole que salga de casa, que piensan ir de fiesta. Su cumpleaños, siendo mayor de edad, algo digno de recordar.
Sin embargo no le apetece, acepta de mala gana ante la insistencia de que irán a sacarla de casa y, en caso de ser necesario, tumbar la puerta de su habitación. Quizá, necesite distraerse un rato, así, antes de darse cuenta, habrá terminado el día y ese sueño abstracto de tener a su amante.
Las copas van y vienen, y Alina sigue con la misma desde hace horas, no le apetece tomar, en realidad nunca le ha gustado la idea. Mira distanciada la idea de marcharse, no la dejarán, no es que tampoco ella ponga mucha resistencia ¿cómo puede hacerlo si por dentro está destrozada?
De las personas que están ahí, sólo un par han notado la tristeza en sus ojos, ambas intentando acercarse por su lado, ninguna ha tenido un buen resultado. Toma de nuevo esa copa entre sus dedos, dando un ligero sorbo. Si tan sólo
Mira hacía la puerta, vaya que le gusta montarse historias, verla aparecer, buscándola con la mirada, sonriendo al encontrarla y caminar en su dirección. Definitivamente, debe dejar de soñar.
-¿Estás bien?- vuelve a preguntar una voz a su espalda, de las pocas amigas que ha conseguido en ésta ciudad. "Sólo quiero desaparecer" desea contestar sin embargo calla, así como ha callado tantos meses. Ali, ¿estás?-
Ali Ese diminutivo retiembla en su epicentro, desea musitar, desea decir que no, llorar sin importar si estará bien minutos después. Acerca a esa mujer, refugiándose en su cuello, soltando todo lo que estaba en su interior. Olvidando a las personas a su alrededor, olvidando que al parecer era su fiesta de cumpleaños.
Unos brazos la sujetaron por la espalda y su aroma llegó.
Ese olor a tabaco, esos dedos largos, finos. Con unas uñas largas que hasta hace poco coronaban su punta. La amiga frente a ella se alejó al darse cuenta de quien se trataba.
Alina estaba a solas, sin saber si se trataba de una alucinación o sueño, esperando que todo fuese realidad. Cerró con fuerza sus ojos mientras se esforzaba por sentir ese cuerpo pegado al suyo y no dejarse caer de un momento a otro.
Sin embargo no lo logró.
Cuando abrió los ojos otra vez se encontraba en su habitación. El teléfono celular sonaba, insistente, una y otra vez. La cabeza le dolía horrores y tenía la boca seca. Consiguió hacerse con una botella de agua junto a su cama, de un trago pudo acabar con todo el contenido.
Miró la hora en el reloj despertador. Hace unas horas que se había terminado su cumpleaños. Las cosas podían volver a su cauce normal. Seguramente, todo fue un sueño más.
Alina tomó su celular. Un número que no conocía estaba en la pantalla. Apretó ese botoncito verde, antes de contestar y con voz ronca preguntar de quien se trataba. No obtuvo respuesta y al ver que no existía una verdadera razón para tener el teléfono colgó, antes de dirigirse al baño.
Al regresar el teléfono volvió a sonar, ésta vez, al contestar, una voz masculina le hablo. Sin afán de molestar, perturbar, asustar o todo lo que se le ocurriese, según dijo esa voz, le recomendaba abrir la puerta, era un amigo del que seguramente no se acordaría. Simplemente, era necesario. Una persona se la había pasado en la acera, esperando alguien llegase.
Abrir puertas, dos en total antes de llegar a la que daba hacía la calle. Y al abrir, una sonrisa inundó el rostro de Alina, antes de cerrar tras ellas y fundirse en un beso.
-Te extrañe- Murmuró Alina a la mujer por la que su corazón latía justo en el momento en que la ropa desaparecía entre ellas.
No sé la razón de que esto saliese. Cumpleaños, simples deseos. Muchos de ellos, dudo enteramente que se hagan realidad.
Te extraño. Te quiero.
[Awuelita/Dynx]