Feliz conejilla de laboratorio (3) Carol
Harry, tiene problemas con su hija Carol.
— ¿Podemos hablar un momento, Juan? —preguntó Harry entrando en el despacho.
— Si claro, —y cuando Harry cerro la puerta le dijo riendo—. ¿Es urgente, te importa que termine la puta que tengo bajo la mesa?
Harry rodeó la mesa y vio a Ana con la polla de su marido en la boca.
— Con que aquí es donde estaba. Y yo buscándola por casi todos los despachos, pero reconozco que no pensé que estuviera aquí.
— Ya sé que no es… —y levantando un dedo guardo silencio mientras se corría. Unos segundos después continuo—. Te decía que es cierto que no la uso mucho en el despacho. Ya lo hago en casa. Pero dime ¿Qué querías?
— He tomado una decisión difícil, complicada. Es una cuestión personal, y no tiene que ver con los negocios, —comenzó a decirle—. Tú, no solo eres la persona en quien más confío, también eres mi amigo y quiero que me des tu opinión.
— Todo lo que este en mi mano, cuenta con ello. No tienes ni que preguntarlo, —respondió Juan, mientras Ana salía a gatas de debajo de la mesa. Señalándola con un movimiento de cabeza le preguntó—. ¿Te quedas con la zorra, o la mando a chupar otra polla?
— ¡Ana! Vete a mi despacho y espérame allí, —la ordeno Harry. Ella se levantó, se colocó la ropa y salio del despacho.
— Dime ¿Qué problema tienes, y en que puedo ayudarte?
— Ya sabes que hace tiempo tengo problemas con mi hija Carol. Desde que murió mi querida y santa esposa, esa hija de la gran puta, me estoy comiendo todos los rollos de la jodida niña.
— ¡Hombre, no tan niña!
— Ya, ya, tiene 21 años, pero una mentalidad de menos 10, te lo aseguro, —y continuo—. El caso es que no hace más que echarse novios. De esos jipis y perroflautas. Sale a una media de uno por semana. Yo les mando un abogado y un gorila, les untan y desaparecen. Pero a los pocos días aparece con otro, y vuelta a empezar. Como la he prohibido que los traiga a casa, se los lleva al Waldorf Astoria y monta unas juergas de cojones. Los del hotel ya me han dado un toque. Hace un mes y pico, la retire la asignación y anule todas sus tarjetas. Pero cierra club y discotecas para sus amigos y me manda las facturas a mí. Tengo un grupo de abogados visitando, hoteles, discotecas, boutiques y garitos de todo tipo, advirtiendo que no la den crédito porque yo no voy a pagar.
— Joder, Harry, sí que tienes un problema.
— Pues todavía no te he contado lo último. Hace una semana, cuando llegue a casa me estaba esperando. La muy hija de puta, me dijo, que como no la doy dinero para sus cosas, se iba a meter en un reality de televisión, al parecer algo parecido al “Gran Hermano” pero para pijos.
— ¡No jodas!
— Si, si, Juan, la niña es aún más toca pelotas que la madre. Te lo aseguro.
— Joder tío, gracias a Dios, la zorra de mi mujer no me ha dado hijos. La estropeaba la figura, ya sabes.
— Desde que me lo dijo, no hago más que darle vueltas a la cabeza, y después de meditarlo profundamente he tomado una decisión. Te aseguro que estoy hasta los cojones. Me ha costado trabajo decidirme, pero al final lo he hecho.
— Tú dirás.
— Quiero ponerla la capsula, y meterla en el harén.
— Harry ¿Lo has pensado detenidamente? —preguntó Juan visiblemente alarmado—. El asunto es jodido, es tu hija. ¿Cómo vas a reaccionar cuando veas que unos tíos nos la follamos a cada momento?
— Ya he pensado en eso. Si la ponemos la capsula, no puede estar sin follar. Hay que darla caña. La solución es sencilla, no habrá problema si yo también me la follo, si yo también participo como hasta ahora.
— Vale, pero lo tienes que tener muy claro tío.
— Por eso quiero pedirte un favor. Antes de soltarla en el harén quiero que tú y yo la follemos. No quiero que los demás consejeros me vean en una situación así, con la incertidumbre de si me echaré atrás. Además, si ves que flaqueo, quiero que me obligues.
— Como tú digas ¿Cuándo quieres que se lo implante? —le preguntó Juan.
— Lo antes posible.
— ¿Esta tarde estará en casa?
— No lo sé.
— Toma esta ampolla, es un sedante, —le dijo después de levantarse y sacarla de la caja de seguridad—. Cuando puedas, se lo hechas en la bebida, y cuando se quede dormida me llamas, que en menos de una hora estaré en tu casa.
A media tarde, de ese mismo día, Harry le llamó al móvil para decirle que ya estaba dormida. Cuando llego a la casa, en Nueva Jersey, se encontró a Carol dormida en una tumbona de la piscina. La cogió en brazos y la subió a su dormitorio, una habitación con las paredes decoradas con unos horteras corazones rosas. La tumbo en la cama después de que su padre retirara varios miles de muñecos que había sobre ella.
— Mientras preparo el aplicador, quítale el bikini a tu hija, así te vas acostumbrando, —le dijo.
Harry se acercó a su hija y se sentó a su lado. La empujo un poco de lado para poder soltarla la parte superior quedando con los pechos al aire. Después, lentamente desanudo los lazos de los laterales de la parte inferior y se lo quito, dejándola con el chocho al aire. Harry recorrió con la mirada el cuerpo desnudo de su hija. No era un pibón, pero estaba bien, era delgada y joven. Juan hizo una pequeña incisión en la cadera, por donde metió de aplicador y la capsula. La puso un punto de papel y lo tapo con un apósito.
— ¿Qué vas a hacer cuando se despierte? —le preguntó Juan—. ¿Qué la vas a decir?
— No lo había pensado, —respondió poniendo cara de susto—. Se va a poner como una fiera cuando vea lo que la hemos hecho.
— Ya lo suponía y he venido preparado, —le dijo mientras sacaba una hipodérmica y una ampolla—. Con esto va a estar dormida hasta mañana por la mañana. ¿Dónde quieres hacerlo?
— Abajo, en el sótano. Hay una estancia donde me bajaba a dormir cuando discutía con mí quería esposa, esa hija de la gran puta. Ya he mandado que la preparen. También he hablado con los dos criados que viven en la casa, y están de ella, mucho más hasta las pelotas que yo. La van a tener a su entera disposición.
— Entonces, hasta mañana por la mañana.
Al día siguiente, que era sábado, Juan llegó a eso de las diez. Harry le esperaba en el salón vestido con un albornoz.
— ¿Cómo ha ido todo, sigue durmiendo? —le preguntó.
— Si, sigue dormida.
— ¿Sigues decidido a hacerlo? Todavía estas a tiempo.
— No hay problema, —y sonriendo, le miro y añadió—. Esta noche no podía dormir y a las dos de la madrugada me he levantado y me he metido en su cama. No me la he follado, quiero hacerlo cuando este despierta. Quería acostumbrarme a ella, y lo he hecho. La he estado sobando casi una hora. Luego me he dormido mientras la rozaba el trasero con mi polla. Te aseguro que tengo un calentón de cojones.
Los dos hombres subieron a la habitación de Carol, que seguía durmiendo. Se rociaron con el producto y la despertaron. La costó trabajo hacerlo a causa de la anestesia. Estuvo casi quince minutos intentando moverse, hasta que poco a poco fue reaccionando. Desde el primer momento se mostró desorientada, sin entender que pasaba. Siempre ocurría lo mismo. Ni siquiera se preguntaba por qué estaba desnuda delante de su padre y de un casi desconocido.
— Con el permiso de tu padre, te he traído un regalo, —la dijo mostrándole la bolsa que llevaba de la mano. De ella sacó un collar de cuero de color negro y una cadena de perro. Se lo coloco a Carol que permanecía inmóvil en medio de la habitación mirando despacio en todas direcciones. La engancho la cadena y le puso el extremo a Harry en la mano. Entró en el vestidor y regreso con unas sandalias con un tacón de más de diez centímetros y se los puso.
— Cuando quieras nos bajamos, —le dijo, y a continuación le preguntó—. ¿Podemos bajarla así?
— Si, no hay problema. Solo están los dos criados de los que te hable.
Salieron de la habitación y Harry llevaba a Carol con la cadena en la mano dándola tironcitos. Le empezó a gustar, con cada tironcito las tetas de Carol vibraban como flanes de gelatina. Bajaron al sótano y entraron en la habitación. Era espaciosa, con las paredes pintadas de blanco, una mesa redonda, un par de sillas, un sillón y una cama de matrimonio en un rincón. Por una puerta lateral se accedía a un pequeño baño con ducha, lavabo y retrete. Nada más entrar, Harry puso frente a él a su hija y la beso en la boca. Después la llevo hasta el sillón, se sentó y arrodillando a su hija la metió la polla en la boca. La acepto sin problemas y se puso a chupar como una poseída. Unos segundos después se corrió y la dijo que se lo tragara.
— ¡Joder!, no he aguantado mucho, —se quejó Harry.
— Por el calentón de la noche. No te preocupes, tenemos todo el tiempo que queramos para repetir.
Sentado en el sillón, agarro a su hija por el pelo y la pego un par de bofetones.
— Que ganas tenía de hacerlo. Esto es mejor que ir al sicoanalista. Y más barato, —comentó, y le dio otros dos. Con los carrillos enrojecidos, Carol no se quejó. Ya estaba entrando en su mundo particular de felicidad. La tumbó bocabajo sobre sus rodillas y empezó a darla azotes en el trasero. Cada tres o cuatro azotes, la pasaba los dedos por la vagina, para volver a seguir con ellos—. Toma Juan toda tuya. Me duele la mano.
Juan, agarrándola del pelo se sentó en una de las sillas y se la metió en la boca. Dejo que chupara hasta que también él se corrió. Inmediatamente, Harry la llevo a la cama, y tumbándola sobre ella se puso a chuparla la vagina. Carol se retorcía de placer, dando unos chillidos descomunales mientras encadenaba orgasmos.
— Esta va a ser la más escandalosa de todas, y más calentorra que mi mujer, —dijo Juan cuando Harry dejó de chupar la vagina de su hija.
Se puso sobre su hija y la penetro mientras la besaba en la boca. Estuvo mucho tiempo follándola mientras Carol seguía encadenando orgasmos. Mientras, Juan salio de la habitación y subió a por una botella de champán. Cuando Harry se corrió, descorcho la botella y le sirvió una copa. Mientras bebía y charlaban, mandaron a Carol a la ducha. Cuando regreso, Juan, dejando la copa, la tumbó en la cama, y la metió la polla en la boca mientras la comía el chocho. Cuando se corrió, la dejo en la cama ordenándola que se masturbara. Se sentó en la silla y siguieron charlando con la copa en la mano, mientras la iban ordenando que cambiara de postura. Finalmente, a última hora de la mañana, los dos se subieron a la cama con ella. Juan la puso sobre él, y la penetro por la vagina. Su padre, la penetro por el ano. Estuvieron follándola hasta que Harry se corrió en el culo de su hija. Entonce Juan ocupó su lugar y la penetro también por el ano. Instantes después se corrió igualmente. Cuando Juan salio de ella, su padre la cogió del pelo y se sentó de nuevo en el sillón con ella de rodillas entre las piernas. Con el cinturón del albornoz la ato las manos a la espalda.
— ¡Límpiame la polla puta! —la dijo—. Que lastima que la hija de puta de tu madre no este aquí para darla lo suyo a ella también.
Cuando la tuvo bien limpia, la incorporo, y cómodamente recostado sobre el respaldo, la estuvo dando bofetadas. Despacio, con tranquilidad, haciendo todo el movimiento del brazo hasta impactar con su cara y seguir hasta el final. Como cuando juega al golf y hace todo el movimiento del swing con el drive.
— Definitivamente, esto es mejor que el sicoanalista, —exclamo Harry—. ¿Por qué no lo pruebas?
— Ya lo hago todos los días con Ana. Es relajante.
— ¡Qué cabrón! Podrías habérmelo dicho antes, me hubiera ahorrado mucho dinero.
— El secreto esta en coger el punto con la bofetada, para no dejarla marcas, —y sirviéndole otra copa de champán, añadió sonriendo— No me gusta que lleve los ojos amoratados. No me gusta exhibirla así. Ya sabes, por el que dirán.
— ¿Exhibirla, como? —preguntó Harry sorprendido.
— Cada cierto tiempo me gusta sacarla por la noche…
— ¿Sacas a Ana por la noche para exhibirla? —le interrumpió visiblemente interesado—. ¿Y me lo dices ahora?
— Entiéndelo Harry, es una cosa personal…
— Déjate de rollos y cuenta ¿Cómo lo haces? —le volvió a interrumpir. Desde que Juan le hizo la confidencia, Carol dejó de recibir bofetones de su padre, pero a cambio volvió a tener su polla en la boca—. ¿A donde la llevas?
— Primero la visto lo más provocativa posible. Faldas muy cortas, tops, ya sabes. Visito sexshops y la compro ropa, incluso se la pruebo allí mismo. Normalmente, la meto algún juguete. Un anal o unas bolas chinas, depende. La tengo bien adiestrada para que no demuestre placer, y lo hace muy bien. Y siempre con unos zapatos con un tacón de 14 cm. Luego la saco a pasear por la calle, vamos a discotecas, o a cenar. Según me da, —mientras hablaba, Harry, visiblemente excitado, sujetaba la cabeza de su hija y la follaba la boca. Juan, después de una pausa, añadió—. Cuándo quieras a Ana solo tienes que pedirlo, aunque ahora tienes a tu propia esclava con la que puedes hacer infinidad de cosas.
— Pero no está tan buena como Ana, —se sinceró Harry, después de correrse otra vez en la boca de su hija—. Además, ¿y si alguien me ve por ahí con esta como si fuera una puta?
— Yo nunca lo hago en Nueva York. Me la llevo de fin de semana a Philadelphia, a Phoenix, a Vermont, a Albany, depende. Pero donde más disfruto es en Atlantic City. Allí, sí que la pongo en plan puta total, y la paseo por los casinos, jugamos a la ruleta, a las maquinas, en fin, a lo que sea. Te aseguro que después la hecho unos polvos descomunales.
— ¡Joder!, quien te lo iba a decir. Con tu querida esposa, —dijo Harry riendo mientras le daba un par más de bofetones a su hija. Después de una pausa mientras la miraba de arriba abajo, añadió—. Te repito que esta zorra no está tan buena como tu mujer.
— La puedes “tunear” un poco, ponerla más tetas, —y con cara de haber tenido una idea brillante, añadió—. La puedes cambiar la cara para que nadie la reconozca y la haces pasar por una amante.
— ¡Cuidado que eres retorcido, tío! ¿Por qué esas cosas no se me ocurren a mí? —exclamo pensativo.
— Pásamela, que la voy a dar un par de hostias yo también.
— ¡Carol, vete con Juan! —su hija obedeció, y de rodillas se colocó entre sus piernas. Juan la cogió del pelo y la inspecciono el rostro detenidamente, la morreó y la propino dos hostias.
— A su cara se le puede sacar mucho partido. Un poco menos de nariz, un poco más de labios. La puedes convertir en un pibón, —y riendo, añadió—. Y las tetas, a tu gusto.
— ¡Gordas! —contesto Harry soltando una carcajada.
— ¿La echamos otro?
— Toda tuya, yo no puedo. Tengo que descansar.
— Pues con tu permiso…
— Y sin él.
Juan la llevo a la cama y poniéndose sobre ella la penetro por el ano. La estuvo follando con tranquilidad hasta que se corrió. Después la bajo de la cama y arrodillándola delante de su padre, la separo las piernas y desde atrás, con la mano comenzó a estimularla el clítoris mientras su semen la salía del ano y resbalaba por la entrepierna.
— Enséñale a tu papa como te corres, —la decía al oído cuando noto que estaba apunto de tener otro orgasmo—. Venga, correte zorra.
Y mientras Juan la sujetaba del pelo forzándola la cabeza hacia atrás para que Harry se la viera bien, se corrió con un fuerte orgasmo y sus blanquecinos jugos comenzaron a resbalar también por sus muslos. La inclino hacia delante y la dio cinco o seis fuertes azotes que la hicieron gemir más. Su padre se levantó y arrodillándose ante ella. La penetro la boca nuevamente y se corrió casi al instante.
— Joder tío, que cabrón eres. Te dije que ya no quería más.
— Yo no te he obligado, —respondió Juan riendo.
— Ya estoy mayor.
— Pues te queda toda la tarde.
— ¡No jodas, ni hablar! Ahora, cuando te marches, se la enchufo a los criados y que hagan con ella lo que quieran mientras me hecho la siesta. Ya lo tengo hablado con ellos.
— Pues les ha tocado la lotería.
— Ya lo creo. El más joven, que es mi chofer, creo que ya cumplió los sesenta.
— Sobre el harén, es mejor que no les comentes nada al resto de consejeros, —le dijo Juan antes de marcharse—. Al menos por ahora.
Al lunes siguiente, Harry entró en el despacho de Juan nada más llegar. Cerro la puerta y tras comprobar de que no había nadie bajo la mesa se sentó en la butaca.
— He tomado varias decisiones respecto a Carol. Lo primero es que no la voy a meter en el harén. Ya he hablado con un cirujano que me debe unos cuantos favores y la va a operar sin hacer preguntas. He despedido a las dos doncellas que venían por la mañana y a la cocinera. Las cosas de la casa, a partir de ahora las va a hacer Carol. Entre polvo y polvo con los criados, tiene todo el día y toda la tarde para limpiar. Ya lo he hablado con ellos y lo tenemos todo organizado. Siempre estará desnuda por casa y permanentemente llevara un vibrador en el culo o en el chocho. El suelo lo fregara a la antigua, de rodillas. Los criados se comprometen a echarla una mano, con la limpieza, me refiero, que con lo otro también. Por cierto, los abuelos, dos maquinas. Han estado todo el fin de semana dándola caña.
— Yo creo que hacer lo correcto.
— También he pensado en cambiarme de casa, a una más pequeña, y más cerca de Manhattan.
— Casi mejor, porque si Carol va a fregar de rodillas ella sola el suelo de esa mansión, estará las veinticuatro horas con la bayeta de la mano.
— Por supuesto, Carol esta a tu disposición. Cuando quieras las cambiamos o las juntamos.
— Gracias Harry. Estoy seguro de que lo vamos a pasar mucho mejor a partir de ahora.