Feliz aniversario: la otra boda

Conclusión de la trilogía: Tras sufrir toda clase de vejaciones (por dos veces) de manos de un desconocido, en esta ocasión viví experiencias todavía más humillantes...y lo peor es que no sé si las final las acabé gozando...

FELIZ ANIVERSARIO: LA OTRA BODA

Hola, ¿me recordáis?. Soy aquella a la que en su aniversario de boda forzaron y nunca supe si me gustó o me asqueó. Por desgracia, el mismo camarero me forzó de nuevo tiempo después, haciéndome cosas peores y poniéndome tan cachonda que no supe si disfrutaba con ello o estaba muerta de asco. Solo sé que desde entonces mi sexualidad quedó desatada y vivo con mi libido por las nubes (para más detalles de sus vejaciones, pinchad aquí para leer en la primera y segunda parte).

Al igual que pasó la primera vez, tuve que llegar a casa y ducharme para quitar aquella peste a patata, a suciedad de aquel almacén, a sexo, a depravación y vicio que se me hacía insoportable. Estuve un montón en el agua queriendo purificarme, intentando llorar por lo sucedido, pero no me salían las lágrimas. Lo cierto es que aún entonces no sabía que pensar, no sabía si detestaba las vejaciones y humillaciones que habían hecho conmigo como víctima o si lo había gozado y disfrutado como una cómplice. Una vez me sequé y me vestí de nuevo me quedé largo rato en casa sin poder salir, recogida en mi cama dándole vueltas a lo ocurrido, mi mente era una película dañada que pasaba la misma escena una y otra vez: los mordiscos que me dieron, los besos tan apasionados y lascivos, lo salvaje de sus embestidas en mi cuerpo, la forma de follarme tan amoral y a la vez tan sucia…y en cada momento, cada instante, la duda siempre latente que no era capaz de evitar: “¿lo disfruté?”. Eso era lo peor de todo, no saber. No, corrijo, lo peor no era eso, si no una sombra, una amenaza que se cernía sobre mí como una mortaja, una amenaza que planeaba sobre mi cabeza, que me acosaba en mis peores pesadillas: el día que tuviera que volver para el banquete de boda de Camino y Felipe.

No es posible describir todo el horror y el miedo que mi corazón sintió aquel día lejano en que Jaime, mi amado marido, llegó del trabajo con la noticia de que nuestros dos mejores amigos y padrinos de nuestra boda se iban a casar. Mi felicidad se truncó cuando me dijo que pensaban hacer el banquete de boda en el mismo restaurante donde él y yo lo hicimos debido a lo buena que había sido la otra vez. ¿Conocéis ese dicho que reza “a cada momento de alegría le corresponde el equivalente de dolor”?. Pues eso fue lo que me pasó cuando Jaime me dijo que me encargara yo del restaurante mientras que él se encargaría del resto de preparativos para su boda. Fue su decisión lo que me hizo volver al restaurante, ocasión en que “Vaso de Tubo” llegó a mi vida para traumatizarla y vejarme como jamás nadie lo había hecho. Por supuesto él jamás supo lo que me pasó. ¿Cómo podría hacerlo?. Le amo, le amo como jamás he amado a nadie y no podría ni en un millón de años decírselo, le haría demasiado daño. Aunque muchas veces tuve ganas de hacerlo, me tuve que morder la lengua y guardarme lo que allí había pasado. Muy a mi pesar tenía que hacerlo. El corazón de una mujer es un profundo océano de secretos.

No mucho tiempo después llegó el ansiado y temido día en que, ejerciendo de padrinos, asistimos a la boda de Camino y Felipe. Ella estaba preciosa, radiante como el sol de verano, y él muy elegante. Fue una boda muy ceremoniosa y bonita, que deseé no se terminara nunca para no tener que ir al restaurante. Vano deseo, lo sé, pero el miedo que tenía a lo que me pudiera pasar allí hacía que lo deseara. En fin, que nada más salir de la iglesia convertidos en marido y mujer todos nos fuimos al restaurante para hacer el banquete de bodas. Ya en el coche, mientras Jaime conducía y me hablaba de lo mucho que le había gustado la boda, yo estaba absorta recordando todo lo que me habían hecho aquel camarero y sus compañeros en las dos veces que había estado allí, en todas y cada una de las vejaciones y abusos a los que me habían sometido y que habían logrado que mi cuerpo me traicionara, haciendo dudar de si me gustó lo que me hicieron. Aún en ese momento no conseguía salir de dudas, y eso me dejaba en mitad de una duda: ¿disfruté como una perra viciosa de sus abusos, o me sentía fatal por haber sido vejada?. Solo de recordarlo me venían sofocaciones.

-Cariño ¿estás bien?. Te veo algo acalorada-me preguntó mientras conducía-.

Salí de mis pensamientos y le dije que sí, que me encontraba bien, tan solo algo acalorada por el sopor de la iglesia (que mentira no era).

-Sí, es verdad-me contestó-. No estaría de mal que hicieran las iglesias con aire acondicionado incorporado.

Me reí con él, por supuesto, y le dije que le quería mucho, pero yo seguía una y otra vez recordando lo que me habían hecho: aquella manera tan animal y visceral de follarme, de apoderarse de mí, la comida de coño tan bestia que me hicieron, el aprender a masturbarme, que hasta entonces yo nunca había hecho…placer contra humillación, perversión contra sometimiento, un duelo que no había podido resolver aún. Me pasé el viaje pensando en ello, recordándolo con tal nitidez que me sentía como si lo reviviera todo de nuevo, como si estuviera sucediendo allí mismo, y para más INRI, no fue hasta un poco después que vi que se me había mojado el tanga. ¡¡Me había puesto cachonda sin darme cuenta mientras recordaba como me violaban!!. No fue mucho lo que mojé, pero si fue suficiente para se me pusieran los ovarios de corbata. ¿¿Cómo me había podido pasar??. Por suerte en un par de minutos llegamos al restaurante y no pensé mucho más en ello. Y mi falda hizo de esponja, de manera que no se notó en el asiento y Jaime no se dio cuenta. Me moriría de vergüenza si él se hubiera enterado.

-Vamos mi amor-me dijo-. Estoy seguro de que nos lo vamos a pasar de miedo.

La alegría que destiló con aquella frase contrastaba con el terror que yo sentía. Y es que encima, de entre las miles de expresiones que podía haber usado, tuvo que elegir precisamente esa, “lo vamos a pasar de miedo”. De miedo. Dios, miedo ya tenía yo en el cuerpo, suficiente como parar un tren. Fue entrar por la puerta y llegar al salón con los demás, y el camarero, mi violador, mi amante forzoso y sometedor ya me echó el ojo de arriba abajo para ver mi vestido (de esos largos y nuevamente de un rojo intenso, como el que llevé en su día durante mi aniversario de boda).

-Anda, mira como te echa el ojo el camarero ese. Se nota que nos recuerda de las otras veces que estuvimos aquí.

“No tienes ni idea de lo bien que nos recuerda”, pensé para mis adentros. Fue en ese momento, al fijarme bien, que vi a los otros dos compinches deambulando por allí, a “Vaso de Tubo” y a su compañero. Ambos también se me quedaron mirando con cara de lobos, pensé que iban a abalanzárseme encima y violarme delante de todos los allí presentes, que me forzarían solo para que los demás vieran lo puerca que era por dejar que aquella me pasara.

-Vamos a pillar sitio antes de que nos pongan en una esquina-me dijo Jaime, que estaba ajeno a la tormenta interior que yo estaba viviendo-.

Nos sentamos cerca de la pareja de novios para compartir con ellos aquel día en donde eran el centro de atención: partieron la tarta, hicieron el primer baile, bebieron con los brazos entrelazados…en fin, toda la habitual parafernalia que se hace cuando se casa uno (y que me recordaba poderosamente mi propia boda con Jaime, que fue igual de bonita). Habría sido genial, habría sido perfecto…si no fuera porqué durante todo el rato aquellos tres tíos estuvieron mirándome y guiñándome el ojo en secreto cuando nadie se daba cuenta. Les veía relamerse, mirarme de arriba abajo, y sabía que estaban recordando la vez que me tuvieron como a su esclava sexual, que se excitaban rememorando como me follaron en plan guarro sin que yo diera la más mínima señal  de resistencia o protesta, penetrándome y aprovechándose de mí, explorando mi anatomía hasta satisfacer sus pollas y llenándome de su leche.

-¿Qué te parece nena?, ¿no lo estamos pasando bien-me preguntó Jaime casi en estado de euforia enloquecida-?.

“No tan bien como ellos…Si tú supieras…”, pensaba. Le dije que sí, que aquello era fantástico y que ojalá nunca se terminara. Os aseguro que por un instante todo era de lo más normal, todo era apacible, como si aquellas cosas que viví fueran solo pesadillas tenidas tiempo atrás. Al menos así lo sentí por un momento, hasta que tras no sé cuantos brindis por la felicidad de los novios me tuve que ir al baño: estaba que reventaba. Fui a prisa para evitar echarlo allí mismo, y una vez desahogué, me dispuse a volver al salón con los demás, y al salir por la puerta, ¡¡BLAM!!...

-Hola zorra, bienvenida a tu pesadilla.

Fue decir eso y estamparme en los morros un beso con lengua que duró casi un minuto, y en donde me sobó el culo y las tetas lo que quiso y más, incluso tocándome los pezones por dentro y aventurándose a sobarme un poco la rajita por encima de la ropa. Le dije que por favor parara, que no quería mancharme la ropa. Él no lo dudó ni un solo instante: me volvió a meter en el baño, me encerró en uno de los lavabos, se sacó un condón del bolsillo (se veía que el tío iba preparado para todo), y tras meter su cabeza entre mis piernas como si fuera un cerdo famélico y devorarme la almeja, me dio un polvo rápido y amoral que me hizo ver las estrellas por la fuerza de penetrarme. Se le notaba que andaba necesitado, por la prisa que tenía. Fue un mete saca demencial y que se coronó con un orgasmo inesperado por mi parte, pues solo contaba con que él gozara y no los dos. Me quedé con el vestido en la cintura mostrando todos mis encantos, con mis tetas al aire y mi coño al rojo vivo por el trato recibido. El tío parecía en la gloria.

-Joder, que ganas tenía de follarte, como me pones de burro, golfa mía.

Me hizo arrodillarme y tragarme los últimos estertores de su semen, goteando en la punta de su miembro. Ya no me daba tanto asco como las otras veces, claro que me debatía entre el horror de estar allí, semi desnuda y abierta de piernas mientras le estaba mamando el semen a un extraño, y el morbo y vicio por esa misma situación. Es que no me daban las fuerzas ni para hablar.

-Ahora más te vale que me obedezcas-me dijo con saña-. Tienes una hora de plazo para presentarte en el almacén donde la otra vez, o ciertas fotitos llegarán a donde ya sabes y a quien ya sabes, y no me tientes, puedo hacerlo si quiero.

No sabía lo que se proponía, pero estaba claro que era capaz de cumplir aquella amenaza y que Jaime viera lo que “Vaso de Tubo” y demás me hicieron la otra vez. Me limité a asentir con la cabeza y me volví a vestir para volver con los demás. Viendo que nadie llegaba, los dos salimos del baño, pero cuando pensé que ya me dejaría en paz, el muy [censurado] tuvo un arranque de morbo y me bajó un poco el vestido y se puso a comerme una teta en mitad del pasillo. Santa madre de dios, cualquiera que hubiera ido al baño nos habría podido pillar en plena faena, era una situación límite que me daba un miedo de muerte, pero al mismo me creaba un morbo sucio y obsceno que a alguna parte de mi ser satisfacía ampliamente, como un oscuro instinto de perversión al que le gustaran esas guarradas. A tío le apetecía comerme el pezón y no había discusión alguna. Me lo mordisqueó, lamió y sobó hasta dejármelo bien duro de tantos “mimos” que le dio. También me sobó un poco la otra, aunque parecía ser un bebé que estuviera en periodo de lactancia el tío, no se soltaba de mi pezón ni a la de tres. Cuando al final se dio por satisfecho pasó su mano en mi culo, me lo sobó y me dio dos cachetes.

-Me encanta lo guarra que eres-me susurró al oído-. Más te vale que te prepares, porqué pienso sacarle partido a eso. Ya verás.

Que le estaba pasando por la cabeza era algo que no podía ni imaginar, y cuando lo supe poco después no estaba segura si dejar que Jaime hubiera visto las fotos de mis vejaciones a soportar aquella “experiencia”. Separándonos y volviendo al salón con mi marido y los demás, éste ni se fijó que mis pezones ahora resaltaban más que antes, pero doy fe que sus amigos sí lo notaron, y por primera me miraban no como a esa amiga y esposa de su colega, si no como a una posible conquista a la que pasar por la piedra. Me sentí…no sé, extraña, sucia, humillada, pero ver en ellos sus miradas de deseo y lujuria, saberme tan deseada por ellos (que aunque trataban de disimularlo, se tocaban bajo la mesa para calmar sus incipientes erecciones) hizo que me sintiera como…lasciva, como una viciosa, una devorahombres que salta alegremente de polla en polla ansiosa por dar salida a su calentura. Mi violador, que pasaba no lejos de allí, vio aquella situación y le vi sonreír, una sonrisa extraña, de semblante diabólico, muy retorcida. Parecía como si aquello fuera para él una señal de algo…aunque en ese instante no supiera de qué, pero luego lo supe….vaya que si lo supe…y ojalá no lo hubiera sabido

A los tres cuarto de hora, excusándome diciendo que quería tomar el aire y que me apetecía estar sola (cosa que, desde mi primer polvo con el camarero se había hecho algo habitual, de modo que a nadie extrañó) para recuperar un poco el aliento. Jaime me asintió con la cabeza y me dio un apasionado beso diciéndome “no tardes, que me siento incompleto sin ti…me lo paso demasiado bien a tu lado”, arrancando algunas palabras de broma por parte de nuestros amigos. Levantándome de la mesa fui hasta el almacén de aquel lugar. Cada paso fue como una tortura, no sabía lo que me iba a pasar. Cierta parte de mí estaba alegre, con el trabajo que tenían ni “Vaso de Tubo” ni los demás me podían violentar como la otra vez, así que pensé que mi amante forzoso solo quería otro polvo a costa de mi cuerpo, un simple polvo y vuelta. Al llegar éste ya se encontraba allí esperándome, haciéndolo con cierta impaciencia. Sus ojos brillaron al verme.

-Ya pensaba que no vendrías-me dijo-. Vente conmigo, y nada de protestar o te meto una bofetada que te dejo la cara dolorida durante días.

Le seguí sin rechistar, llevándome hasta otro salón (de los muchos que tenía aquel sitio), donde había una especie de fiesta, aunque casi todo eran hombres. Mirando a dos de los allí presentes, luego me llevó fuera del local, a un rincón de los jardines que yo no conocía y que debido a su disposición, hacía que estuviera oculto a la vista tanto de las ventanas del local como de cualquier que pasara por delante del restaurante debido a unos altos arbustos bien recortadas que semejaban como un muro natural de esos que se ven en los laberintos que hay en algunos partes. Allí estábamos aislados del mundo. Al poco de llegar nosotros llegaron los dos hombres a los que había saludado, los dos bien trajeados. Eran de mediana edad según vi: el primero ya peinaba un par de canas en las sienes, y el segundo tenía el pelo de un vivo color castaño, de complexión más delgada que su compañero, pero como 5 ó 10 centímetros más alto.

-Bien, lo prometido es deuda. Aquí la tenéis.

-¡Manda narices!. Menuda hembra te has agenciado, amigo mío. ¿Pero de veras hará todo lo que queramos?, ¿será posible?.

-¿Acaso te he mentido alguna vez?.

Y como dándole la prueba que necesitaban, cogió y me levantó la falda, apartó mi tanga aún húmedo de mis propios jugos tras el polvo que él me había echado apenas hacía una hora y se puso a meterme dos dedos por mi vulva.

-Totalmente sumisa-les dijo-, podréis hacerle lo que queráis, tenéis mi garantía que con ella lo pasaréis de fábula los dos.

-¡¡Joder-dijo el rubio-!!, ¿y dices de verdad que “Vaso de Tubo” la barrenó-?.

-Te lo juro con la mano en el corazón. La enculó a gusto.

-¡Trato hecho entonces!. Aquí tienes el dinero pactado. Está todo.

¿¿QUÉ??, ¿COMO?.

-Dadle caña a esta puta y dejadla bien dolorida, que fijo que el marido no sabe lo que le gusta la clase de zorra que tiene por mujer. Seguro que no tiene ni idea de copo le gusta que se la metan caña o que se la enculen como está mandado.

Mi cabeza aún estaba que no se lo creía: ¿de verdad me estaban prostituyendo?.

-Eso está hecho-dijo el más alto-. A esta perra la follaremos bien follada.

-¿A que estamos esperando?.

El otro, entre envalentonado y decidido a cepillárseme, se bajó los pantalones y acercó su polla a mi boca para que la mamase. Me negué a lo primero, pero entonces un bofetón no muy fuerte me llegó a la cara. Era el camarero.

-Escúchame putita: si te vuelves a negar no frenaré la mano. Ellos han pagado por follarte…y bien que te van a follar. Harás lo que te pidan cuando te lo pidan y como te lo pidan, así aprenderás con los demás. ¡AH!, aquí tengo esto, lo saqué a tiempo de la lavandería para vosotros.

Se había traído un mantel algo sucio, en donde me pusieron una vez lo tendieron sobre la hierba. Me quedó la duda de “los demás” a los que refería. ¿Acaso iba a hacer que todos los de aquella reunión se me follaran?. Eso sería imposible, entonces Jaime se enteraría, me echaría demasiado a faltar y saldría a buscarme. Dios mío, ¿qué diría si me viera follada por dos desconocidos en el mismo sitio donde habíamos celebrado nuestro banquete de boda tiempo atrás?. Un sentimiento de bochorno me recorrió de lado a lado.

Antes de darme cuenta, mis dos clientes se habían puesto a mi lado, arrodillados para que se la pudiera mamar a ambos. A mi pesar lo hice, con un sentimiento mezclado de odio, repulsa…y creo que algo de placer, no lo sabía seguro. El hecho es que parecía que ellos estaban contentos con mis servicios, todo mientras mi chulo estaba mirando con la polla en la mano y haciéndose una paja mientras veía como yo tragaba dos pollas y me iban metiendo mano por las tetas (asomadas fuera de la ropa) y mi coño (la falda estaba a la altura de mi cintura, y mi tanga apartado.

-Chico, eres una joya. Será una gran zorra, más vale que la entrenes bien para que no proteste mucho.

-No protestará-dijo el camarero-. Ya está bien educada y créeme que a este le debe encantar que la maltraten y la follen duro. No tengáis piedad: ¡folladla, enculadla, perforadla hasta que sangre, me da igual, quiero verla follada por todos!. Es lo que una zorra como esta se merece por andar provocando a todos con esas pintas de “niña pija”.

-Vaya mala leche que te hace gastar-se rió el mayor de mis dos clientes mientras estaba alternando su polla con la del otro-. Casi parece que la odias.

-Es que son todas iguales: se visten con trapitos caros y nos echan en cara que la mayoría no estamos a su altura, que ellas serían demasiado para nosotros. ¡Y una leche!.

No podía evitar dar ciertos gemidos de dolor al notar como me pellizcaban los pezones. Dolía por los brutos que eran, me los dejaban cada vez más y más grandes y agrietados por el trato que les estaban dando…y algo por dentro me hacía dudar de si aquello me estaba o me desagradaba. Finalmente se cansaron de que se las mamara y uno de ellos, el mayor, se tumbó a mi lado y me puso encima suyo. El otro se puso justo encima de mí y me quedé convertida en un sándwich viviente: ellos el pan, yo la carne…y como un vulgar trozo de carne me sentía.

-Uhm, este culito pinta de maravilla: ¡¡PREPÁRATE PUTA, VOY A DARTE POR EL CULO HASTA REVENTARTE!!.

Mmmmmmm aaaaaayyy chillé de dolor cuando intentó penetrármelo. Llevaba ya mucho sin tiempo eso y mi ano se había cerrado, pero lejos de echarse para atrás eso le pareció atraer más porque de un fuerte y doloroso empujón me enculó al tiempo que el otro ya tenía todo mi coñito relleno de su polla.

-Mi madre que tetonas de vaca tiene-dijo el que tenía debajo de mí, pues él y yo estábamos cara a cara-. Bufff que globos, esto está todo muy bien puesto. Mmmmmm y están de rechupete-dijo cuando me los amasó y se los llevó a la boca, produciéndome una serie de pequeñas descargas eléctricas cada vez que me daba pequeños mordiscos en ellos y tiraba hacia él, como intentando alargarlos-.

-Pues si eso te gusta-dijo su compañero, perforándome detrás de mí-, no tienes ni idea de lo bueno que tiene el culo. Luego te dejaré probarlo, esto es gloria. Dios, es el mejor culo que he follado en mi vida. ¿Me oyes, perra-y me cogió del pelo como si se pusiese en plan sadomaso conmigo-?, ¡tienes un culo que si por mi fuera te lo reventaría todas las noches, cacho cerda!. ¡Vamos guarra, goza, córrete como la puta que eres!.

No podía creerlo: dos desconocidos se me estaban follando tras pagar a un tío al que ni siquiera sabía como se llamaba pero que se las había apañado para esclavizarme sexualmente. Mi dignidad y mi orgullo habían quedado por los suelos. Yo, que tan buena chica siempre dije ser y que tan formal fui a lo largo de mi corta vida, me había convertido sin comerlo ni beberlo en una esclava de las depravaciones, y cuando fui a buscar en mi corazón para saber como eso me hacía sentir…no supe lo que debía sentir. No estaba segura de si algo así me podría gustar. Quise salir de dudas, pero no pude.

¿Y Jaime, mi siempre estoico marido, ejemplo de persona afable y cariñosa, de ser buena gente?, ¿qué diría él del cambio que pegó su mujer, que de ser la envidia de sus amigas por su vida perfecta se ha visto reducida a simple mercancía como si fuese simple ganado?. Parecía que era ayer cuando estaba en el altar de la iglesia, a punto de contraer matrimonio con el único hombre que había conocido en toda mi vida…y ahora aquello quedaba a años luz de distancia al verme poseída por dos maduros sin que yo pudiera protestar solo porqué tenía un inesperado y depravado proxeneta que buscaba una especie de venganza contra las mujeres…siendo yo quien terminó pagando el pato.

-Dioooooooooooos…buffff-jadeaba uno de ellos, el que tenía a mi espalda magreando mis tetas y poniéndolas a tiro de su amigo para que me las mordiera-…joder que polvo, estoy agotado. Cámbiame el sitio y déjame follar ese coño de perra, que ya verás. Pasa por caja, que te va a destrozar la polla.

-No será para tanto-se rió mi follador-.

-Sí que lo es-intervino mi proxeneta-. Tío, no habrás vivido hasta que no le hayas dado por el culo a esta puta. Ya verás como tengo razón.

Animado por los comentarios de sus compañeros de fatigas, se voltearon mientras que yo me quedé tal cual estaba, medio vestida (con la ropa hecha un guiñapo) pero al mismo tiempo íntimamente unida (¿con mi consentimiento para ello?) por dos pollas bien gordas que se me trabajaban a rabiar. Parecía que les fuera la vida en ello el follarme hasta dejarme regada de semen, que no lo dije antes pero cuando se corrieron los dos, no lo hicieron fuera de mí, no, tenían que hacerlo dentro. El del culo no me preocupó (aunque la cantidad de semen que me echó dentro fue desproporcionada), pero el otro sí que me preocupaba. Ni loca iba a dejarme preñar por él.

-¡Ey-recayó mi proxeneta, como leyendo mis pensamientos-!, ¿os imagináis lo que sería preñarla, que tuviera al niño y que el marido pensase que es suyo?, sería para partirse de la risa.

-Ya lo creo, pero no te pases-le dijo mi ahora enculador-. Nada de bebés, por si acaso…aunque no estaría demás que si queda embarazada, pudiéramos follarla con buena barriga. Las embarazadas me ponen muy caliente.

Lo escuchaba pero no me lo creía. ¿¿Follarme estando embarazada??, no podía concebir tal aberración, pero me costaba pensar con tanto “mete saca” que me estaban dando por mis agujeros, que ya me dolían bastante de la forma en que me las estaban metiendo…y de dos pasamos a tres porque mi camarero y proxeneta se unió en plan pasivo acercándose a mi cara para que no tuviera tiempo de hablar o decir gran cosa: colocó su polla frente a mi boca y me la hizo tragar para que estuviera ocupada por todas partes. Tres pollas para mí sola, como la vez anterior con mi proxeneta y sus compañeros de trabajo. Mi único consuelo era que Vaso de Tubo no estaba entre ellos. La idea de que aquel monstruo de un solo me follase de nuevo me daba pánico.

-Eso eso, dale polla que esta no se cansa-se rió el que me estaba follando a todo follar-. Oye chico, creo que tengo una idea para darle a esta guarra su merecido.

-¿Una idea-preguntó mi chulo con curiosidad-?.

-Sí, una idea de lo mejor…pero antes vamos a gozar a esta zorra que si no me enfrío. Estoy deseando correrme dentro.

-¡¡Pues anda que yo-soltó de pronto mi enculador-!!, bufff que razón teníais, esto no es un culo, esto es la novena maravilla del mundo. Nena, tu marido es gilipollas: si fuese yo tu marido, te iba a meter mi rabo todas las noches y haría que mis amigos te lo hicieran también. Estás que te fundes ¿eh perrita?...

Aunque no podía hablar, podía medio jadear y mi cuerpo traidor delataba que estaba al borde de un orgasmo que no estaba segura de querer sentir…pero del que no pude escapar, y de ese modo sentí un fuerte orgasmo acompañado por tres estertores de semen que llegaron a todos mis agujeros. El peor fue el de mi boca, pues el tío había aguantado mucho su paja y cuando se corrió lo hizo copiosamente, obligándome a que me lo tragase todo, según él, “para que aprendiera a tomarme mi leche como una niña buena, que así las siguientes veces sería más fácil”. Mi cuerpo entero estuvo sometido a una caña impresionante…pero aún faltaba lo peor.

La “genial” idea que al más mayor de los tres se le había ocurrido rozaba la locura. No supe cual era hasta que la pusieron en práctica y entonces sí que creí que estaba muerta y había llegado al infierno. ¡¡UNA TRIPLE PÈNETRACIÓN!!. Ambos, los dos clientes, se las habían apañado en una postura algo difícil para lograr hacerme una doble penetración vaginal, y jamás pensé que el bueno de mi coñito pudiera dilatar de aquella manera. No me había repuesto de ello cuando mi camarero, chulo, proxeneta y ahora también follador activo se unió a la fiesta y me dio por el culo. ¡¡TRES POLLAS EN MIS AGUJEROS!!. Tuvieron que ponerme la mano en la boca para que me callase y evitar que nadie nos oyera. Mi coño, mi culo, todo mi cuerpo dolía, me sentí una maldita muñeca hinchable, jamás imaginé vivir algo parecido, y viviendo la que pensaba era la peor aberración que me habían hecho hasta la fecha…no era capaz de saber si me gustaba lo que me estaban haciendo.

Cuando terminaron de turnárseme y de follarme hasta que sus pelotas quedaron más vacías que otra cosa, me dejaron volver con mi marido y mis amigos, aunque no sin que antes ellos se felicitaran como buenos colegas por haberse cepillado a alguien como yo. Pensando ahora, no sé como hice para recomponerme y volver con los demás, pero mi regreso fue acompañado de algo más: un brazalete, de plata, sin dibujo ninguno, de los de presión, que me obligó a llevar bajo orden de inventar cualquier excusa para que nadie me lo quitara (y lo hice: fingí encontrarlo en el baño de chicas, ahí perdido).

-Es tu grillete de esclava, perra mía-me explicó-: así sabrás que quien realmente manda en tu vida no es tu marido si no yo, y a partir de ahora harás cuanto diga y como te diga. Si te llamo, vendrás lo antes posible y si te ordeno algo, lo harás o vas a saber lo que es una verdadera humillación cuando descubra cual es tu nuevo trabajo. Eres mía.

Cuando volví a la mesa, Jaime y los demás me miraron preocupados por mi gran tardanza. Dije haber sentido mareos, náuseas y alguna vomito, que se vio respaldado por un olor extraño que llevaba encima (debido al mantel en donde se me habían cepillado). Tuve que pedir disculpas, más roja que un tomate, por aquel desplante, pero todos ellos me perdonaron y el resto del banquete siguió como si nada. Solo había una cosa que me estaba matando por dentro. Bueno, dos en realidad: primera, que no era capaz de decir o articular el tremendo dolor de mi culo cuando lograron invertir la triple penetración y que mi ano recibiera dos pollas a la vez…y que los cabrones se habían quedado mi tanga y estaba con el coño al aire. Aquello hacía que me muriese de vergüenza.

Desde entonces llevo una doble vida a la fuerza: de un lado, esposa fiel y devota de mi marido con un buen trabajo. Por otro, prostituta esclavizada y perra sumisa a la que le hacen cosas que mejor ni describo, no sea que algún lector tenga pesadillas o más de un sueño húmedo de ser lo bastante pervertido para gustarle “eso” que me hicieron. Estoy en un mar de dudas: no sé si reír, si llorar, si desesperarme o si estallar de rabia por la forma en que me someten sexualmente, no sé si me gusta lo que me hacen como no lo supe entonces, aquella lejana primera vez, pero lo peor no es eso, no señor: lo peor es que mi proxeneta me obliga a follar con todos con el brazalete puesto, como símbolo de mi sometimiento a él…¿a que en sí mismo no es nada?. El problema es que Jaime adora ese brazalete, ya no me folla sin él puesto…y yo no sé si me gusta

La foto solo es ilustrativa. Aunque difícil, es posible.