Feliz aniversario
Un camarero pervertido me hizo de todo en mi aniversario de boda...
FELIZ ANIVERSARIO
Si alguna vez hubo un día feliz en mi vida, ese fue sin duda el de mi boda. Me casé con el que fue mi novio de toda la vida, mi amigo, mi confidente, mi primer y único amor. Ya sé que en estos tiempos que corren resulta raro oír una historia de esas, pero en mi caso así fue. Nunca tuve ligues ocasionales ni polvos de una noche etc etc etc, pero todo eso se resquebrajó bruscamente, precisamente, al año de casada.
Debido a lo bien que lo habíamos pasado, Jaime y yo decidimos volver al mismo restaurante de nuestra boda para celebrar el primer aniversario, y lo hicimos con una fiesta por todo lo alto. Parecía que nos hubiéramos vuelto a casar, solo que no llevábamos los vestidos de boda jajajaja. Hay que decir que, a mis 24 años, tengo un cuerpo muy voluptuoso: mido 171 y tengo el pelo rojo fuego y largo, con dos ojazos azules como cristal(un amigo nuestro dice que me parezco a una actriz que le gusta mucho, Meg Foster, y tras ver un par de fotos suyas, sí que nos parecemos, aunque yo soy más fina de cara). Tengo unas tetas redondeadas, casi de talla 100, y unas piernas torneadas que junto con mis caderas y mi cintura, hacen de mi cuerpo un reguero de curvas interminables. Todos en el restaurante no podían dejarme que quitarme la vista de encima, lo que a Jaime solo le provocaba un arrebato de orgullo de ver que su mujercita despertaba tantas pasiones. Por suerte él no era celoso para esas cosas, es más, le divertía y bromeamos mucho sobre ello. De haber sabido lo que pasaría poco después, quizá yo no hubiera bromeado tanto, ¿pero como podía saberlo?.
Entre el servicio de camareros del restaurante había uno nuevo que estaba recién llegado al trabajo. Era un chico de buena presencia que debía tener mi misma edad: delgado, pelo negro, ojos castaños, semblante agradable. Fue él quien se ocupó de que no nos faltara de nada durante la fiesta, y siempre le daba alguna palabra amable cuando nos atendía, a lo que él respondía con un gesto de simpatía. En más de una ocasión me dije que, de no tener a Jaime en mi vida, no me importaría liarme con él. En una de las ocasiones que él nos sirvió, Jaime me dijo "Parece que le gustas al nuevo, podría hacerle un favorcillo jajajaja", a lo que respondí entre risas "sí, claro, y si quieres les hago un favor a todos los demás ¿vale?". El ambiente estaba de lo más distendido e informal, y me lo estaba pasando bomba. Nada hacía presagiar lo que ocurrió en menos de media hora, cuando tuve que ausentarme.
Debido a lo mucho que bebí tuve que ir el baño para aliviar la vejiga y emperifollarme un poco para ponerme un poco más guapa: tengo que decir que llevaba una falda corta roja y una chaqueta a juego con una camisa de blanco marfil luciendo escote. Entre eso y mis labios pintados de rojo diablo, parecía una auténtica devora hombres, aunque sí me vestí así fue para alegrar la vista a Jaime, para quien después de la fiesta tenía pensado otras diversiones más íntimas, ya me entendéis jejejeje. En fin, me metí en el baño y aluciné: la otra vez que había estado no tuve necesidad de entrar, y era alucinante que baños tenían, casi se podía vivir allí del lujo que tenía. Tras el impacto inicial me metí en uno de los baños, y mientras estaba allí noté como alguien más entraba. No le di mucha importancia hasta que, justo después de terminar, salí de allí ¡¡era el camarero!!. Quedé atónita. ¿Pero qué diablos estaba él haciendo allí?. Pues enseguida supe la respuesta, aunque hubiera sido mejor no saberlo: cogiéndome con fuerza de la cintura me metió dentro del baño y me dio un beso de padre y señor mío que me dejó sin aliento. Hice todos mis esfuerzos por rechazarlo, pero la fuerza con que me besó tuvo un extraño efecto en mí.
-¡¡Zorra asquerosa, que ganas tenía de hincarte el diente!!. ¡¡Te voy a enseñar las consecuencias de ir vistiendo así para provocar a la gente!!.
Sus manos incontenibles me recorrían el cuerpo de lado a lado, yo no sabía que hacer, estaba sumida entre la vergüenza de que alguien pudiera pillarnos y de que quizá yo lo provoqué inconscientemente. Lo cierto es que jamás había probado el sexo violento o desenfrenado, y aquello me pillaba totalmente desprevenida. Antes de darme cuenta tenía sus manos desabotonándome la camisa y metiendo mano a mis enormes tetas, meneándolas de lado a lado y jugando con mis pezones como si fuesen dos pequeños botones o pirulís: tan pronto me los apretaba como me los chupaba en su boca, tomando poco a poco posesión de mi cuerpo. Su lengua pasaba por ellos y los recorría de lado a lado, luego sus dedos volvían a ellos para retorcerlos, pellizcarlos, acariciarlos suavemente, luego volvía a retorcerlos Aquello era la locura, no podía creer que en tan poco tiempo me hubiera puesto tan caliente con aquel extraño. Por un lado quería que aquello terminase, pero por otro me sentía tan bien y mientras yo dudaba, él seguía atacando mi cuerpo sin piedad que el conquistador que desea un nuevo territorio.
Una de sus manos bajó por mi vientre para posarse en mi culo y apretarlo un poco. Subió la falda hasta ponerla a la altura de la cintura volvió a meter mano, estrujándome las nalgas con fuerzas y dándome cachetes como si fuese una niña que se hubiese portado mal.
-¡¡Vaya cuerpo de viciosa que tienes!!. ¡¡Ya verás lo que te voy a dar!!.
A cada palabra suya yo estaba más y más avergonzada. Nunca me habían tratado de una forma de humillante, tan denigrante, pero a la vez estaba excitadísima, pues jamás nadie me estaba haciendo lo que me hacía él. Cuando me bajó el tanga a los tobillos supe que ya era suya para que me hiciera lo que quisiera. En mi inocencia sabía que no podía escapar de allí. Dado que los baños estaban a bastante distancia del comedor principal donde estaban los demás, aquel extraño tenía carta blanca para hacerme cuanto le viniese en gana, y en ese momento me estrujaba el culo con fuerza, para después, por fin, comenzó a acariciarme entre mis piernas, sintiendo la fina línea de mi vulva palpitante. El cabrón de él lo hacía de miedo: pasaba los dedos de tal manera que se me hacía insoportable, se tomaba su tiempo entre las idas y las venidas para ponerme al borde del orgasmo. Yo tenía la cara ruborizada a más no poder debido a la humillación que estaba viviendo, y al mirarle, supe que él también lo sabía, lo supe por como se reía con gesto orgulloso y malévolo: me había convertido en su juguete y me iba a corromper, a envilecer. Me llevé la mano a la boca y me mordí un poco los dedos para no gemir ni chillar, aguantando aquellas cosas que me hacía y que, si bien por un lado las rechazaba, una secretísima parte de mí las deseaba, podía sentirlo.
-¡¡Mmmmmmmm!!...Ya estás húmeda putita mía. ¡¡Siéntate, que ahora te roca devolverme el favor!!.
Me sentó en la taza y me ordenó que le bajara la cremallera del pantalón. Con muchos reparos lo hice, y después me dijo que se lo sacara con cuidado. Al hacerlo abrí los ojos como platos: ¡menudo miembro tenía el bastardo!. Ya había oído el dicho de "hombre flacucho pene larguirucho", pero eso era imposible: ¡¡debía medirle 25 cm. y estaba recta como un palo!!. Ni mi Jaime la tenía así.
-¡¡Chúpamelo todo y más vale que no muerdas zorra!!. ¡¡A TRAGAR!!.
A pesar del miedo que me imponía tanto él como aquella monstruosidad, abrí la boca y empecé a besárselo. Estaba caliente como una barra de hierro en una fragua. Di varios besos en su glande recorriéndolo de un lado a otro. Luego, con lentitud, abrí la boca y me metí su polla, o más bien diría que me metí lo que pude, porqué me fue imposible tragármela toda. Una vez asentada en mi paladar el camarero inició un leve movimiento de cadera, con lo que empezó a follarme la boca con todo el placer del mundo. No podía creerlo, pero allí estaba yo con mi boca llena de polla y mamándosela una y otra vez. Lo cierto es que jamás en mi vida había probado otra verga que no fuera la de mi marido, y aquello empezaba a resultarme excitante a pesar de la humillación a la que él me sometía para asegurarse que me haría de todo. Mi lengua se unió al juego y empecé a lamérsela desde la punta hasta la base pasando por el tronco, alternando la mamada con unos enormes lametones. Al mirarlo, él parecía estar en órbita. Me hizo acariciarle en las bolas y chupárselas también, algo que jamás había hecho y que me dio bastante asco, pero que hice a pesar de todo, y lo hice bastante tiempo. Después retomé la felación e hice esfuerzos por metérmela toda en mi boca tal y como él me dijo al cabo de poco tiempo, pero no hubo forma: lo menos me quedaban 5 ó 7 centímetros fuera.
-¡¡Basta!!. ¡¡Puerca, casi me haces correr!!. ¡¡Ábrete cacho guarra, que verás lo que te voy a hacer!!.
Me hizo apoyarme en la pared, me abrí para él y metió la cabeza entre mis piernas. Oooooooohh dios míooooooooooo. Jamás me habían comido el coño. Aunque parezca mentira, nunca había probado el sexo oral(a Jaime le daba asco decía), y ahora aquel individuo me estaba devorando la almeja como si la vida le fuera en ello. Para más inri, el tío no dejaba de mirarme fijamente mientras me chupaba golosamente, avergonzándome más aún, aunque seguro que eso era lo que él quería. Con los dos dedos de su mano derecha tomó control de mi clítoris y me lo frotaba con suavidad, mientras que la mano izquierda la llevó a mis tetas para volver a tocármelas y ponérmelas duras como roca. Mi cuerpo entero no tardó en convulsionarse de acá para allá ante el implacable acoso que estaba sufriendo en carne viva. Para colmar aquello, no pude evitarlo por más tiempo y me puse a gemir sin control alguno como una perra. Me sentía como una verdadera guarra, una zorra caliente, un putón verbenero en manos de ese cerdo. Ahora me arrepentía de todos los gestos amables que le había dado. Su lengua, cansada de recorrerme el coño de lado a lado, me penetró todo lo que pudo provocándome el gemido más largo e intenso de todos los que lancé.
-¡¡Eres una golfa, mira como estás!!. ¡¡Pienso follarte hasta dejarte las piernas arqueadas como las de los vaqueros!!. ¡¡TE VOY A EMPALAAAAR!!.
Aquello realmente me asustó y excitó a la vez. No podía concebir que aquella polla fuese a penetrarme debido a su tamaño, pero era tonta pensando lo contrario. ¿Realmente me iba a empalar?. Me imaginé atravesada de lado a lado por su polla y aunque me invadió el pánico, no pude negar la tremenda excitación que me produjo el fantasear con su pollón atravesándome, desgarrándome. Me encontraba tan caliente que prácticamente ya estaba chorreando mis jugos sobre su cara, que él se estaba bebiendo como si hubiera estado sediento durante una semana. Sus dientes me mordisquearon el clítoris varias veces y dos dedos me penetraron como anticipo de lo que iba a pasar. Cuando se cansó de comerme el coño paró de sopetón.
-¡¡A CUATRO PATAS, PERRA!!. ¡¡YAAA!!.
Me acomodé lo mejor que pude y me puse a cuatro patas con las manos apoyadas en la pared y el culo en pompa. Me lo azotó tanto que me acabó doliendo bastante, y después noté un dedo ensalivado recorriéndome las nalgas, a lo que reaccioné asustadísima: era virgen por ahí. Vi una expresión extraña en él y deseé que no se hubiese percatado. Retomó sus maniobras, y me hizo ver, para mi vergüenza final, como me la iba a meter hasta el fondo. Girándome, contemplé aquella serpiente de un solo ojo haciendo esfuerzos por entrar, aunque en verdad era él quien jugaba así conmigo, pillándome por sorpresa cuando al final me la metió en una sola estocada. Lancé un largo grito de dolor por su brutalidad y por su tamaño, aquello dolió de verdad. Tal y como dijo me sentí empalada de parte a parte, casi podía sentir que me la iba a sacar por la boca. Se agarró con fuerzas a mis tetas y me las estrujó como el cerdo que era, mientras que las lágrimas me salían en riada por los ojos y resbalaban por las mejillas.
-¡¡Sí sí, tú llora pero yo te voy a follar, putita!!.
Bien sujeto a mis tetonas, el cabrón se lanzó a por todas para follarme. Por mi boca salían largas cadenas de gemidos a la vez que mi cuerpo temblaba al recibir tan magno intruso. Estaba viviendo la experiencia más increíble y turbadora de toda mi vida: ¡¡un tío al que de nada conocía me estaba follando en mi aniversario de boda, y además con mi marido a poca distancia, en el comedor del local!!. Me parecía irreal, una alucinación de mi calenturienta mente, pero el pollón que tenía bien metido dentro de mí clamaba a cielo abierto que aquello estaba pasando de verdad. Me estaban echando un señor polvo que me desarmaba por completo. El camarero me besó el cuello como un baboso y luego estuvo un rato dándome con estocadas secas y brutas en plan violador, haciendo que con cada sacudida yo gimiese más aún. Luego metió su mano y me volvió a tocar el clítoris para tenerme poseída por todas partes, jugando con él mientras la otra mano iba de teta en teta y polla parecía querer romperme el coño a base de estocada-y-tente-tieso.
-¡¡Vamos furcia, córrete!!, ¡¡Vamos cerda, córrete!!.
¡Que manera de hablarme, que humillación!. No le bastaba con estar follándome a una perra, no, también tenía que insultarme para hacerme sentir más sucia de lo que en realidad ya me sentía. ¡Y que manera de follar!. Santa madre de dios, menudo polvo me estaba echando entre pecho y espalda. El siguió dándome caña hasta que estuve a punto, pero entonces se salió de mí y me hizo sentarme de nuevo. Él me ordenó abrir la boca, se masturbó un poco más y entonces ¡PLAAAAS!. Se corrió en mi cara el muy [censurado]. Varios chorros cayeron por mi cara aunque por suerte no en mi pelo, y me dijo que ya estaba tragándomelo y todo. Una vez lo hice me dijo que me metiera dedos hasta que yo misma me corriera, y que si no obedecía me haría tal puñetazo que tendría el ojo morado más de una semana. Eso realmente me intimidó, y no sin timidez al principio, empecé a manosearme en mi coño para pajearme delante de él, bajando a nuevos niveles de degradación humana. Me toqué las tetas, me acaricié y pajeé hasta que me acabé corriendo con un orgasmo dividido entre la humillación por quien me estaba ordenando todo aquello y el placer que sentía ante mi primera masturbación. Aquella extraña amalgama me producía sentimientos encontrados que ni siquiera podía describir claramente. Pensando que ya había terminado, me levanté.
-¿¿Dónde te crees que vas??. Aún no he acabado contigo. Ya estás volviendo a mamármela ¿entendido?. Y te quiero en bolas ¡AHORA!.
Me desnudé totalmente en un decir "Jesús", mirándolo más avergonzada que nunca. Él me miraba con ojos de loco psicótico.
-¡Buff, menudo cuerpo de zorra!. ¡Que pedazo de tetas, que culo, que coño, que todo!. ¡¡YO TE VUELVO A FOLLAR HASTA QUE TIEMBLEN LAS PAREDES!!.
Dicho lo cual me hizo sentarme otra vez para chupársela largo rato hasta que él volviera a estar empalmado. Yo ya no podía más, quería que aquello se terminara de una vez, que se fuera y me dejara en paz, pero no, allí estaba mamándosela como una verdadera furcia y preparándolo para que me volviera a follar. A este punto yo ya no sentía ni padecía, solo cumplía órdenes esperando que al fin se olvidase de mí. Ni siquiera me di cuenta de que ya había conseguido empalmarlo de nuevo y que aquel garrote no podía entrar del todo en mi boca. Su sabor ya no me era extraño, si no más bien familiar. Hice amagos de mamársela a toda velocidad y luego lentamente, cambiando de una a otra, a la vez que le masajeaba sus huevos.
-¡¡Tócate el coño con una mano!!, ¡¡VAMOS, TÓCATE YA!!.
Puse mi mano izquierda en mi rajita y me metí un dedo para complacer a aquel gusano infecto, pajeándome a la vez que se la estaba chupando. Estuve así un rato, ni siquiera supe cuanto, pero sí que en determinado momento me hizo parar y ponerme contra la pared con las piernas separadas.
-¡¡Vamos, que sé que te gusta putón!!.
Me tocó un poco mi abierto coño y luego volvió a penetrarme. Me hizo pasar las piernas por su cintura para abrirme más, y poniendo sus manos en mi culo, empezó a darme duro como a él le gustaba, disfrutando de su inocente e indefensa víctima. Yo me encontraba vejada, perdida, humillada y más confundida que nunca mientras él no paraba de follarme como una bestia parda. No podía creer la fuerza que ocultaba en aquel pequeño cuerpo. Su polla me hacía ver las estrellas, casi me parecía que estaba tocando el fondo de mi maltrecho útero. Con cada empujón me sentía morir, pero morir de placer. Claro que eso no podía decirlo, pero lo sentía. Siempre que Jaime me lo había hecho me hacía sentir en las nubes, como una reina, pero aquel tío me hacía sentir como una cualquiera, una viciosa, y aquella remota y secreta parte de mí, de alguna manera, creo que lo disfrutaba, que participaba de aquello. La forma en que me lo estaba haciendo era tan increíble que por un segundo pensé que me iba a desgarrar, a partir en dos con aquella enorme tranca.
-¡¡Me tienes a punto puta!!. ¡¡Goza zorra gozaaaaa!!.
Envarados hacia la recta final, su boca y sus manos iban de un lado a otro de mi cuerpo para recorrerme de punta a punta: me chupó el cuello, las tetas, me metió un dedo en la boca para que lo chupase, que arañó el culo, me apretó entre la pared y él me hacía cosas que me hacían estremecer, me estaba descubriendo un mundo que jamás siquiera llegué a imaginar, y por dios que aquello era algo que me tenía en trance, como hipnotizada. Era como una muñeca en sus manos y él lo sabía, lo veía en sus ojos. Sabiéndose dueño de mí esbozó la sonrisa más perversa que mis ojos jamás contemplasen y se lanzó directo a darme caña, a follarme tan fuerte como podía, a intentar empalarme con sus largas e interminables estocadas de pura hombría. ¿Cómo podía un hombre poseer semejante estaca?. ¡¡Era una monstruosidad, una aberración!!. Pero allí estaba, metiéndomela una y otra vez y acelerando sus acometidas: más rápidas, más secas y potentes, más fuertes, más intensaaaaaaaaaaas A base de pollazo-y-tente-tieso me puso a punto y cuando vio que iba a gozar me tapó la boca con un potente beso de tornillo. En ese momento álgido me corríiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Fue como la bomba de Hiroshima y Nagasaki juntas, pero mucho más potentes. El camarero me regó por dentro todo lo que quiso, se corrió a placer dentro de mí y permaneció un poco allí quieto disfrutando un poco más de mí. Yo había explotado en el que era el orgasmo más violento que recordase, y él parecía estar en la gloria. Como no estarlo, teniendo en cuenta lo que había hecho conmigo. Volvió a besarme y entonces me dijo.
-Sé que eres virgen por detrás, lo sé por como reaccionaste a mi dedo antes. Escúchame bien putilla asquerosa: ¡¡COMO VUELVAS A PASAR POR AQUÍ AUNQUE SEA PARA BEBER AGUA, POR MI MADRE, QUE TE DESTROZO!!. ¡¡TE DARÉ POR EL CULO HASTA DEJÁRTE DOLORIDA UNA SEMANA!!.
Se vistió en un flash y salió de allí dejándome en un estado lamentable: mi tanga por el suelo, mi ropa tirada y yo en bolas con mi pobre coño rezumando semen de un tío al que de nada conocía. Presa del miedo a que me pillaran allí recogí toda mi ropa y me vestí lo más rápido que pude. Luego me fui al espejo del baño y me arreglé para estar como antes, sin que nadie se diera cuenta de lo ocurrido. Al salir fue cuando me di cuenta de cómo el camarero se las había apañado para tenerme a sus anchas, pues al lado de allí, tirado en una papelera pero bien legible, había un papel que decía "Baño momentáneamente no disponible, usen el otro. Disculpen las molestias". Menudo tipo. En fin, volví rauda con los demás, y allí estaban, totalmente ajenos a lo que me había sucedido. Eso sí, Jaime al menos me preguntó que si me había dormido en el baño de tanto que tardé, a lo que simplemente contesté que me había impresionado el lujo de sus baños, cosa que era cierta. El resto de la fiesta fue como si nada pasó, y de noche lo celebramos con un buen revolcón, aunque después de aquello, ya nada fue lo mismo.
No hay un momento en que no piense en lo ocurrido. Por un lado fue algo humillante, pero por otro fue tan increíble, tan placentero...Fue la experiencia más ilícita y amoral que viví, pero también con la que más gocé por las cosas que hice: la primera paja que me hice, la primera comida de coño que me hicieron, virgen santa, solo de pensar en ello me pongo como una moto, me caliento al rojo vivo. Jaime no entiende como de golpe me he vuelto tan viciosa en la cama, y desde luego no se lo expliqué. ¿Cómo podría hacerlo, por donde empezar?. No puedo contárselo, le haría daño, y yo no quiero herirle, le quiero mucho. Lo peor es que, a sabiendas de la amenaza que me lanzó el camarero después de follarme, de lo que haría con mi virgen culo, del dolor que me haría con su pollón y de la brutalidad que usaría, a pesar de saber todo eso y aunque parezca increíble, lo cierto es que estoy pensando seriamente en volver por allí