[FELICES AÑOS 20] 3: Probando nuevas experiencias
Aprovechando que estoy solo en el piso, decido hacerme una buena paja en la cama de Andrés y, por primera vez, me dejo penetrar.
Después del trío que nos marcamos con el vecino, me follaba a Andrés cuando Loren se iba a la universidad. Cada vez disfrutaba más de ese culito. Yo siempre hacía de activo, aunque después de que el vecino probase a palpar mi ano dejé que Andrés jugase un poco con mi culo. Me sentí estúpido por no haber dejado antes que me metiesen un dedo.
Una tarde de abril, como cada jueves, Loren se fue de cervezas con los colegas y Andrés iba a pasar todo el día en la biblioteca. Cuando tenía que estudiar y Loren se iba, solía ir allí para evitar que acabase poniéndolo contra el escritorio. El calor primaveral empezaba a ser asfixiante, la excusa perfecta para soltar la ropa y estar desnudo. Lo último que me apetecía era ponerme a estudiar, estaba muy cachondo. No sé si el vecino estaba en casa y no me apetecía ligar por app. Quería descargar rápido.
Me llevé la mano al rabo y empecé a pajearme. Recordé que estaba solo y quise ser travieso. Me fui al cuarto de Loren y rebusque en el cesto de ropa sucia en busca de uno de sus sexys calzoncillos. Encontré unos blancos de los de marcar paquete con un olor fuerte. Joder con Loren, olían a huevos bien sudados. Confieso que soy un poco morboso, me gusta el olor de los gayumbos, sobre todo si su dueño acaba de llegar del gimnasio. Fui al cuarto de Andrés a comprobar cómo le olía a él el rabo sudado. Andrés era algo desordenado, y nada más entrar encontré una montaña de ropa en el suelo. A un lado de la cama, un suspensorio deportivo. Algunos pensarán que Andrés lo utilizaba para ir al gym, pero seguramente el muy cabrón se los ponía para follar. Tenían un olor más suave que los de Loren, pero estos guardaban una mancha de precum seco.
Mi polla estaba a mil, ojalá tener el culito de Andrés para darle una buena follada. Entonces se me ocurrió algo nuevo. Busqué en la cajonera y en el armario. Al mirar en uno de los cajones del escritorio, encontré su dildo rosa, 20 cm de puro vicio. Pegué la nariz, pude sentir el rico aroma de un ojete. Andrés lo guardaba en el escritorio para follarse sentado en la silla mientras hacía como que estudiaba. Pero aquel era el cajón del morbo. Junto al dildo, un bote grande de lubricante, cajas de condones y un plug anal. Dejé el dildo y tomé el plug. Era un cono negro de punta fina y base ancha. ¿Te puedes creer que mi ano palpitó al acariciar su superficie suave con la yema de los dedos?
Me tiré sobre la cama y me embadurné la polla en lubricante para una buena paja. De reojo miraba el plug abandonado junto a la almohada. Seguí sacudiéndome el rabo, pero el plug me llamaba. Nunca he sido penetrado por algo más que un par de dedos, ¿sería la hora de probar a perforarme el agujero? Si me desagradaba podría dejarlo de nuevo en su sitio y nadie se enteraría. Decidido aproveché el lubricante que impregnaba mi rabo y llevé mis dedos al ano. Estaba muy cachondo, y mi ojete se abría gustoso de recibir a un compañero. En pocos minutos parecía que podría entrarme el juguetito. Lo agarré por la base y lo regué con lubricante. Hice un par de respiraciones profundas mientras la punta del plug presionaba mi ano. Mi culo no tardó en ceder y el juguete fue entrando poco a poco. Cada vez era más grueso, y mi ojete se abría más.
Dolor. Un dolor intenso llegó cuando tan solo entró un par de centímetros. Paré en seco, respiré hondo y el dolor fue disminuyendo hasta desaparecer. Decidí seguir despacio, sintiendo cada sensación, cada movimiento con que respondía mi ojete. De improviso, mi culo succionó el plug y se metió entero, noté la base chocar con mis nalgas. Había conseguido penetrarme y mi culo estaba inundado de silicona. Era una sensación extraña, me sentí lleno y mi próstata recibía un masaje intenso si me movía. Mientras me pajeaba comencé a mover el trasero como si estuviese culeándole al colchón. El movimiento de mi cuerpo movía el plug, y este acariciaba mi próstata y me hacía gemir.
Estaba dejando la colcha sudada, pero no podía parar del gusto que estaba recibiendo. Jamás imaginé que aquello pudiera ser tan placentero, incluso paré de bombearme la polla y me centré en mi culo. Mis pezones estaban más duros que nunca, mis caderas no paraban de moverse y mi rabo babeaba. Iba a descargar en cualquier momento. No pensé donde estaba, me olvidé que me estaba pajeando en la cama de Andrés. Mi glande se hinchó y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Estiré los dedos de los pies. Un trayazo de semen salió disparado, creí que llegaría al techo. No pude contenerme y solté un grito, acababa de tener mi primer orgasmo anal.
—¿Qué coño haces?
Giré la cabeza y me encuentro a Andrés en pelotas con la polla tiesa. Había vuelto de la biblioteca antes de tiempo. Me saqué el plug y me senté en la cama.
—Yo… Perdona, tío.
Andrés se acercó a la cama y me apuntó con su rabo. Me miró con vicio y, aunque acababa de descargar, estaba deseando comerme ese falo. Cada vez conocía mejor el cuerpo de Andrés y sabía qué hacer para hacerlo gemir. Le gustaba que recorriese el tronco con la lengua, la rodease y lamiese sus huevos rasurados, subir de nuevo y rozar la punta con los labios. Poco a poco rodear el grande e ir introduciendo ese pedazo de carne hasta atragantarme. Y, cuando mis labios alcanzaran el pubis, succionar con fuerza exprimiéndole el nabo. Y era entonces cuando Andrés soltaba un grito y daba un paso atrás. Pero mi boca succionaba con fuerza, su polla no podía salir de mí. Andrés gemía, se revolvía y estiraba el cuello mientras se frotaba los pezones.
—¡Cabrón! —Era la señal para abrir la boca y liberar su tranca.
Metió de nuevo su pene en mi boca. Una mano me empujaba la nuca y la otra descendía por mi espalda y rozaba mis nalgas. Yo estaba a cuatro patas sobre la cama, con las piernas abiertas y el culo en pompa. Jamás me sentí tan perra. No lo frené cuando su dedo se escurrió por mi raja y tocó mi ano. Estaba aún dilatado, el plug me había abierto y aquello tardaría en cerrarse algunas horas. No hizo falta presión, mi ano se abrió y su dedo se introdujo con facilidad. Pero mi ojete había recibido con gusto el grosor del plug, apenas sentía su dedo moverse en mi interior. Andrés vio que no hice un amago de placer, ni siquiera un suspiro, e introdujo otro dedo. Aquello seguía vacío, y un tercer dedo entró. En ese momento sí gemí, me metí de nuevo la polla hasta la garganta y succioné. Andrés metió de golpe un cuarto dedo y gemí con su rabo en la garganta. Aquello parece que le gustó. Andrés empezó a masturbarme el ano con los dedos mientras mis gemidos hacían vibrar su glande.
—Te voy a follar.
Me la sacó de la boca y me empujó sobre la cama. Yo estaba boca abajo sobre la colcha bañada en mi propio semen, con la cabeza pegada a la almohada y el culo levantado pidiendo rabo. Andrés se tiró sobre mí y se puso de rodillas entre mis piernas. Encaminó su rabo a mi ojete, sentí por vez primera un glande bien mojado en mi ano. Con la polla preparada, se tumbó sobre mí y me agarró las muñecas. Pegó la boca a mi cuello y me dio pequeñas mordidas. Noté mi ano dilatarse y recibir aquel falo caliente. Centímetro a centímetro, el rabo fue entrando e inundó mi culo de carne. A diferencia del plug, aquello comenzó a moverse con fuerza mientras mi polla babeaba y volvía a manchar la colcha. Yo gemía descontrolado, hasta el punto de que Andrés me tapó la boca para evitar que nos escuchase todo el vecindario. Me estaba follando vivo, su polla entraba y salía de mi ano dándome un placer inigualable. Andrés se estaba vengando de mi follada con el vecino.
Moví el brazo y me topé con el plug. Lo cogí y me fui levantando poco a poco mientras Andrés seguía embistiéndome hasta quedar a cuatro. Me cogió las caderas y me sacudió con fuerza, sus huevos chocaban con los míos. Mi culo no se oponía al movimiento, estaba tan dilatado que a veces dejaba de sentir su rabo gordo.
Empujé hacia atrás y Andrés cayó de espaldas sobre la cama. Sin sacarme su polla, empecé a cabalgarlo de espaldas. A cada bombeo empujaba hacia atrás. Finalmente, quedé tendido sobre su pecho mientras sus caderas me reventaban el culo. Aproveché la postura para llevar la mano a su culo y masajearle el ano.
—Pfffff… Como me gusta eso.
Su ano palpitaba y se abría con facilidad. Cogí el plug, aun con algo de lubricante, lo coloqué en la entrada y presioné. Me follaba con buen ritmo mientras yo le abría el ojete con su juguete. Al poco el plug entró entero y la base chocó con sus nalgas. El placer que le daba en la próstata se tradujo en embestidas más potentes que llegaron a dolerme. No podía parar de meter y sacar su rabo de mi culo, imaginé su polla babeando y humedeciendo mi recto. No necesitaba más lubricante, mi culo estaba demasiado abierto.
Me agarró las caderas y nos levantamos, siempre manteniendo el ritmo del metesaca. Apoyé las manos contra el escritorio y arqueé la espalda. Andrés aceleró el ritmo, pensaba que me iba a atravesar con su tranca gorda. No podía parar de gemir, me estaba haciendo disfrutar como nunca.
De repente me sentí vacío. Una brisa me acarició el ojete y mi ano palpitaba llamando a su nuevo colega.
—¿Qué coño haces? Sigue follándome, cabrón —grité.
Yo seguía con la mirada al frente, esperando ver a través del cristal de la ventana al vecino pajeándose. Aunque había más distancia que con la ventana de mi habitación, la escena era perfectamente visible.
Por suerte el vacío duró poco, y volví a sentir su rabo penetrarme. Algo no iba bien, noté un segundo rabo presionarme en el perineo en busca de mi ano. Este se dilataba más y más, el placer tornó a dolor. Una parte de mí quería que parase, pero otra deseaba sentir dos pollas gordas partirme. ¿Sería el cabrón de Loren metiéndome su rabo? Pronto me di cuenta de que aquello que creí ser el rabo de Andrés era el dildo rosa con el que se penetraba por las noches. De nuevo vengaba mi follada en casa del vecino penetrándome doblemente. Mi ano cedió al vicio y su polla entró tiesa como un misil, directa al fondo. Grité y me revolví, arqueé más la espalda y pegué la frente al cristal frío. Sentí mucho dolor, una lagrimilla se me escapó.
—¡Sácala, joder!
No era la primera vez que lo había hecho, y sabía que mi reacción era normal. Dejó su polla y el dildo dentro hasta que mi ano se acostumbró a ello, y suavemente fue sacando y metiendo el rabo acariciándome la próstata. Entonces el dolor se transformó en placer, los dos falos me habían abierto y me hacían chillar. Una luz se encendió en el patio y Andrés me volvió a tapar la boca con la mano.
—¿Quieres que vean al buenorro del edificio siendo follado contra el escritorio?
La verdad es que no era mala idea. La vecina del tercero echó una ojeada al patio y apagó la luz. Mi culo estaba cansado de las embestidas, había perdido la erección y mi cuerpo se dejaba llevar por el vaivén de la follada. Cerré los ojos y sentí cómo el impulso de su polla me zarandeaba. Mi cabeza chocaba contra el cristal sin notarlo.
Soy un vicioso, lo sé, mi primer anal y ya me estaba tragando dos trancas duras. Pero aquello me llevó a otra dimensión, mi alrededor se nubló y solo importaba el placer del momento. Andrés ralentizó el bombeo, estaba a punto de correrse, y yo también. Mi polla estaba flácida y colgaba por el borde de la mesa. No sé cómo ni por qué sentí un ardor nacer en mi ano y extenderse por todo mi cuerpo. Un escalofrío me erizó el vello y me hizo temblar las piernas. Mi ano vibraba y Andrés comenzó a bombear fuerte. En un segundo mi polla pasó de flácida a erguida, mi capullo se hinchó y me corrí sobre el escritorio. Sin tocarme, con las manos pegadas a la tabla de la mesa, la increíble follada que estaba recibiendo hizo que mi rabo soltase un chorro de leche. Y no fue un orgasmo más, aquello superó al orgasmo con el plug y duró casi un minuto. Andrés flipaba viendo cómo me corría sin tocarme.
Andrés sacó el dildo y me folló a gran velocidad. Mi ano seguía exprimiéndole el rabo, sus huevos estaban cargados. Andrés soltó un bufido y soltó su preñada en mi recto, un líquido caliente se escurrió por mi interior, creí que me saldría por la boca. Su tranca no dejaba de descargar leche en mi culo, era tal la cantidad que comenzaba a escaparse por mi ano. Durante unos minutos Andrés seguía follándome como si nada empleando su semen como lubricante. De forma natural, su rabo fue decreciendo hasta ser un soldadito en mi inmenso trasero. La sacó y el resto de semen fue escapando poco a poco. No contento con eso, Andrés pegó su boca a mi ano y se tragó toda la leche que salía. Saboreó su propia lefa con olor a macho.
Acabé muerto sobre el escritorio, respiraba con dificultad. Me levanté como pude y le solté un morreo. Desde aquella tarde en casa del vecino no habíamos vuelto a comernos la boca. Los siguientes encuentros se había limitado a esperar a que Loren saliera de casa, despelotarme y salir al pasillo. Al abrir la puerta de Andrés, estaba con el culo en pompa y un bote de lubricante. Me había reventado, me dio un cachete fuerte al salir. Nada más entrar en mi cuarto escucho la puerta, por unos minutos…
—Es la habitación del fondo.
Escucho unos pasos cruzar veloces el pasillo y meterse en la habitación de Loren.
—David, tío, he venido con una amiga. ¿Tienes condones?
Me pilla de espaldas y desnudo. Como sabes no es raro vernos en bolas por la casa, abrí la cajonera y le di un preservativo.
—Gracias, tío —Me dio una palmada en el hombro y se fue corriendo al cuarto.
No sé si Loren se fijó en que mi culo seguía abierto.