[FELICES AÑOS 20] 2: Una grata sorpresa

Después de lo ocurrido con mi vecino, parece que vuelve a tener compañía, y decido unirme antes de que me bajara el calentón.

Volví de clase una hora antes de lo previsto. Andrés se había ido de comida con unos amigos y Loren estaría estudiando. Si no hubiera estado en casa me habría encantado llamar de nuevo al vecino. Iba de camino a casa y de pensar en ese culo me puse cachondo.

Entré en el piso y, escuché la puerta del cuarto de Loren cerrarse de un portazo. En un principio pensé que estaba con alguna chica, pero cuando traemos a alguien a casa solemos dejar una prenda en la mesa del recibidor. No le di mayor importancia, dejé la mochila y me fui directo al baño a darme una ducha. Es inevitable darse un baño sin tocarse el rabo, soy incapaz de ducharme sin acabar corriéndome en la mampara. Pero esta vez quise reservarme para más tarde.

Mientras me enjabonaba escuché unas voces que salían del cuarto de Loren. Corté el agua y pegue la oreja a la pared. Mi compañero estaría viendo alguna serie y bajó el volumen. Continué la ducha sin mayor problema y me aclaré el pelo. Me sequé un poco con la toalla y fui en bolas al cuarto. Nada más cruzar la puerta del baño, me encuentro a Loren de frente. No era la primera vez que me veía el rabo, cuando llega el calor solemos andar desnudos por la casa y alguna vez la cosa acabó en paja grupal. Con cierto disimulo, Loren bajó la mirada, la fijó en mi rabo y volvió la vista arriba.

—¿Cómo puedes estar siempre cachondo, tío? —Entró en la cocina.

Yo regresé a mi cuarto y me tiré sobre la cama. En ese momento se me ocurrió levantar la persiana por si mi vecino estaba tras ella. Pero su cuarto se veía vacío. Escuché las zapatillas de Loren caminar por el pasillo.

—¡Me piro! —gritó—. Luego nos vemos.

Era mi oportunidad. Cogí el teléfono y le mandé un mensaje. No respondió. Me vi haciéndome una triste paja.

Estaba aun tirado en la cama cuando miro a la ventana y veo que entra el vecino y, tras él, ¡el cabrón de Andrés! Menos mal que estaba con unos amigos… Bajé la persiana de inmediato para que no me viesen, dejando una rendija por la que seguir lo que sucedía en esa habitación. No me podía creer que Andrés fuese maricón. Reconozco que me ponía un poco, cuando estaba en calzoncillos en el salón era inevitable ocultar mi erección. De haberlo sabido antes habría entrado en su cuarto y me habría sacado el rabo delante de él.

Cuando volví a mirar por la rendija, Óscar, el vecino, ya estaba de rodillas comiéndose el cipote de Andrés. Me perdí el momento en que Andrés se baja el pantalón y saca su polla dura. Creí recordar que era bien gorda, aunque no larga, quizás 16cm. Pero era mucho más gruesa que la mía, a Óscar le costaba metérsela entera en la boca. Además, es de estos rabos de punta fina que va aumentando el grosor según se aproxima a la base. Acababan de empezar y yo ya tenía la mano en el cipote.

Andrés masculló algo y se pegó al armario, estaría sintiendo el mismo placer que me dio a mí. Óscar tenía una boquita perfecta, sabía hacer la justa presión con los labios para hacerte gemir. El cabrón de mi compañero había traído un juguete, no sabía que era un vicioso. Casi me caigo de la silla cuando veo que deja sobre el escritorio un dildo enorme de color rosado. ¿Se lo metería él? Ahora sí que estaba cachondo, imaginándome a Andrés follándose con ese dildo en su cama. Mi cuarto estaba pegado al suyo, por lo que alguna noche he escuchado sus gemidos y los muelles de la cama.

Andrés sentó su culo desnudo sobe el escritorio, como el otro día vi hacer a Óscar, pero esta vez mi vecino se encontraba entre sus piernas. Supongo que no esperaría que llegara a casa tan temprano y estaba convencido de que no había nadie en mi cuarto. Hubo un giro de acontecimientos. Andrés se puso de espaldas y se apoyó sobre el escritorio mientras Óscar empezaba a lamerle el ojete. ¿Se lo iba a follar? No aguantaba más, mi polla estaba hinchada y necesitaba descargar en algún agujero.

No pensé antes de actuar, me levanté de la silla y crucé la puerta. Salí así, en bolas, al pasillo y me fui directo a la puerta de Óscar. Mi corazón iba a mil. Me iba a encontrar a Andrés con el culo en pompa. No sé qué cara pondría al verme. Quién se quedó sin habla fue Óscar al abrir y encontrarme allí desnudo con la polla tiesa. Le solté un morreo y le di una bofetada en el trasero. Sus ojos estaban abiertos como platos pensando en que le iban a abrir bien el culo esa tarde.

—¡Vaya pedazo de maricón eres! —voceé al entrar a la habitación.

Andrés dio un bote y se dio la vuelta con rapidez. Verme a mí era lo último que esperaba. No le di tiempo a contestar, me abalancé sobre él y comencé a comerle el cuello. Óscar se arrodilló entre los dos mientras nos besábamos. Mamaba una polla y luego otra, y a veces intentaba meterse las dos en la boca. Nunca había sentido el roce de otra polla en una boca y era simplemente delicioso.

Andrés tomó la iniciativa y empezó a bajar por mi pecho. Me lamió los pezones, cosa que me encanta, y fue bajando por el vientre y el pubis hasta colocarse de rodillas junto a Óscar. Los dos jugaban con mi rabo y yo gemía. Pero ya que tenía a dos ricas bocas para mí quería sentir el máximo placer. Abrí las piernas y me coloqué entre ambos. Óscar pegó la boca a mi ano y Andrés me mamaba el rabo. La lengua de Óscar entraba cada vez más en mi ojete, casi me estaba follando con ella. Agarré la cabeza de Andrés y presioné para que se la comiera toda. Cuando mis huevos chocaron con su barbilla se escuchó una arcada. Pero no pensaba liberarlo, mantuve la polla en su garganta unos segundos de puro vicio.

Necesitaba parar, si seguía a ese ritmo me correría en unos minutos. Los levanté a los dos y tomé el papel de mamador. Tener dos pollas para ti es un trabajo tan agotador como morboso. Me encantaba lamer los glandes de ambos como un doble chupa-chups de fresa. No sé lo que hacían ellos, yo estaba concentrado en mamar esos mástiles bien duros. Andrés me cogió del brazo y me levantó del golpe. La llevaba clara si pensaba que iba a dominarme.

—Vamos a preñar a este cabrón.

Pusimos a Óscar a cuatro sobre la cama, yo por delante y él por detrás. Llevé su boca a mi polla y se la metí de una. Andrés estaba haciendo un buen trabajo en su ojete, pues en unos minutos ya le había metido unos cuantos dedos y el cabrón pedía rabo. Andrés colocó la punta de su falo en la abertura. Con las manos detrás de la espalda, fue introduciendo su polla sin manos mientras Óscar gritaba y mamaba más rápido. Los últimos centímetros los metió de golpe. Óscar gritó.

Andrés era un buen activo, desde el principio comenzó un bombeo intermitente de una suave y una fuerte. Solo los pasivos más entrenados son capaces de aguantar eso, y Óscar gozaba con ello. Al poco cambió el ritmo y penetraba su trasero a velocidad de vértigo. Ya no sé si Óscar gritaba de placer o dolor. Por un momento se sacó mi rabo y dejó de mamar, agarré con fuerza su cabeza y volví a ensartar mi falo en su boca.

Se me había olvidado el dildo que mi compañero dejó sobre el escritorio. Una sonrisa pícara se mostró en mi rostro. Me desplacé a la mesa y tomé el juguete. Era de esos flexibles de silicona, y bastante grande, de 20 o 22 cm. Sin que se percataran de ello me coloqué detrás de Andrés y le besé el cuello. Óscar seguía a lo suyo. Acerqué mis labios a su oreja y susurré.

—¿Qué haces con esto? —Estiré el brazo y le mostré el dildo.

Sus mejillas se pusieron coloradas y frenó el bombeo. No dijo nada, su respuesta fue abrir un poco las piernas. Separé sus nalgas firmes y encontré un ano que palpitaba. Tenía algo de pelo pero no importaba. Acerqué la cara y saqué la lengua. Le di un lametón y Andrés suspiró. Me recreé lamiendo su ojete, era el ano más delicioso que había probado hasta aquel momento. La situación no podía ser mejor, le estaba haciendo un beso negro a mi compañero y me lo iba a follar.

Cuando estuvo lo suficiente dilatado, cogí el dildo y lo puse en la entrada. Le eché un poco de lubricante y presioné. Costó que se abriera pero finalmente entró la cabeza. Andrés gritó fuerte. Yo ya no escuchaba los gemidos de Óscar, era secundario, estaba empeñado en hacerlo gozar a él. De un golpe le terminé de meter el dildo y comencé a jugar con él. Óscar gemía, Andrés gemía y yo disfrutaba de verlos a los dos.

Necesitaba follarme ese culo. Saqué el dildo y lo tiré por ahí, me puse un condón y se la metí de una estacada. Fue tan rápido que Andrés ni siquiera se dio cuenta de que ahora era mi rabo el que lo estaba follando. Bombeaba fuerte, Andrés gritaba como un loco y devolvía las embestidas a Óscar. Jamás pensé que cumpliría esa tarde una de mis fantasías. Andrés estaba agotado, se dejó caer encima de Óscar y dejó su culo a merced de mis sacudidas.

Quise ir más allá. Saqué mi rabo del culo de Andrés y me cambié el condón. Volví a introducirle el dildo hasta el fondo, no podía dejar ese agujero vacío. Flexioné las piernas y puse la punta en el ano de Óscar. Andrés soltó una carcajada, y Óscar, al sentir mi glande, suspiró.

—No va a entrar…—dijo.

—¡Dale, David! Vamos a reventar a este cabrón.

La situación era la siguiente: Óscar tumbado boca abajo con la polla de Andrés dentro, y este sobre él con las piernas abiertas. Yo trataba de meter mi rabo por debajo del de Andrés mientras él me colocaba su culo sobre el vientre. Y, finalmente, entró. Poco a poco mi rabo fue desapareciendo en su ojete y Óscar gritaba sin control. Los vecinos estarían ya hartos de los gritos de esa tarde. El ano de Óscar empujaba mi polla contra la de Andrés. Él no podía moverse, así comencé a bombear mientras notaba el roce de su rabo. Era una sensación indescriptible, dos falos firmes luchando por abrir un agujero que se empeña en cerrarse.  Andrés movía ligeramente las caderas y sacaba parte del dildo, y yo lo volvía a introducir con el vientre. Óscar gritaba, Andrés gemía y yo me uní.

—¡No puedo aguantar más! —gimoteó Óscar.

Los tres estábamos a punto, nos correríamos en cualquier momento. Saqué el dildo del ojete de Andrés y este sacó su rabo. Me dejó solo en ese inmenso culo abierto. La metí un par de veces y la saqué. Nos levantamos los tres y, por instinto, me agaché y empecé a mamar el rabo de Óscar. Andrés no se esperaba que fuesen a correrse en mi boca, ciertamente yo tampoco. Pero en ese momento necesitaba que un chorro de leche caliente me preñase.

En unos segundos Óscar descargó su metralla en mi interior, su leche amarga empezó a salir con fuerza y me metí su rabo entero para que ni una gota se escapase. Al poco de terminar, Andrés agarró mi cabeza y me metió su polla. La suya era demasiado gorda para entrarla entera. Cerré los ojos y la mamé con más gusto que la de Óscar. Con mis dedos jugaba en su ano, aun abierto sin su juguete. Metí un par de dedos y acaricié su interior hasta encontrar el saliente de su próstata. Empezó a follarme la boca con fuerza y noté su próstata palpitar. Una enorme corrida me preñó, no pude tragarla toda y parte de ella chorreó por mis labios. Le limpié el sable con mimo, esa polla gorda la iba a catar muy a menudo.

—Córrete en mi cara —me pidió Andrés.

Se agachó y me pajeé a un centímetro de sus labios. Óscar me lamía el cuello y me apretaba las nalgas. El muy cabrón aprovechó el momento para llevar la yema de su dedo a mi ano y empezó a masajearlo. Estaba a mil y mi ano empezó a dilatarse. No dejé que fuese a más, pero si lo suficiente como para que la punta de su dedo entrase en él. Era la primera vez que algo entraba en mi trasero, y lo estaba disfrutando. Solté un bufido y empecé a correrme sobre la cara de Andrés, quien se relamía mi lefa de los labios. Descargué tres trallazos más, estaba agotado.

Al terminar, nos morreamos. Estaba sudando, la habitación olía a sexo. No recordé que había llegado desnudo, así que no tenía ropa que recoger. Andrés decidió que no era necesario vestirse. Nos despedimos de Óscar y volvimos al piso. Al llegar nos tiramos al sofá. Se produjo el silencio incómodo de un polvo inesperado, nos miramos y reímos. Ambos seguíamos desnudos y, después de haber descargado, los dos volvíamos a tener una erección. Pero había sido suficiente por hoy, total, él siempre estaría al otro lado de la pared.