[FELICES AÑOS 20] 1: La ventana indiscreta
No pensé que por una ventana acabase follándome a mi vecino.
En primer lugar soy David, 22 años y 1,75 de altura. Me encuentro en Madrid, en un piso algo pequeño con dos amigos, Andrés y Loren. Imagino que ellos son heteros, nunca hemos hablado del tema y no les he mencionado que me considero bisexual. He tenido varias experiencias con hombres donde siempre he tomado el rol de activo, aunque es cierto que he dejado que me hagan el beso negro. Sentir la lengua húmeda juguetear ahí abajo es lo mejor que pueden hacerte.
La historia de hoy empezó en mi cuarto, sentado en el escritorio con el portátil. Delante de la mesa está la ventana que da a un patio interior bastante luminoso. Y esa es la ventana indiscreta que me daría tanto morbo. No conozco a los vecinos, al menos el piso de en frente y los dos de arriba son de estudiantes. También hay un par de señoras que hablar a gritos mientras tienden la ropa, y una chica joven en el primero. Pero es el misterioso piso de en frente el protagonista de esta historia.
Como dije, estaba repasando unos apuntes, o haciendo como que los repasaba, cuando veo a través del cristal a mi vecino en la misma posición que yo. Me miró y lo saludé con la mano. Él sonrió. Parecía atractivo, barbita recortada y ojos marrones, y tenía la impresión de que su cuerpo era delgado pero algo marcado. Yo seguí a lo mío. Una media hora después apaga el flexo y cierra el portátil. Veo que se levanta y se dirige al armario. No sé si no recordaba que estaba yo ahí o lo hizo adrede, abrió la puerta y saco unos pantalones cortos y un polo. Y, delante de mí, se quitó la camiseta y los shorts. No llevaba calzoncillos, era de los míos. Con lo bien que está uno en su casa sin la presión de la ropa interior. Estaba de espaldas y no pude ver su rabo, pero me mostro bien sus nalgas redonditas. Me puse palote al momento.
Es justo ahí cuando llaman a la puerta y entra el pesado de Andrés a decir no sé qué tontería. El vecino había salido del cuarto y Andrés no llegó a verlo, pero sí que me vio estudiando con la tienda de campaña.
—Joder es que es imposible estudiar sin ponerse palote del aburrimiento. A mí también me pasa.
Y se fue cerrando la puerta. ¿Para eso vino? Mi sexy vecino había desaparecido, supongo que habría ido a darse una ducha rápida. Volví al estudio.
Un rato después vuelve envuelto en una toalla pequeña. Yo sigo a lo mío, y disimuladamente le echo alguna mirada. El tipo se quita la toalla y la tira a la cama. Reacciono al momento, levanto la cabeza y veo su rabo tambaleándose de lado a lado. No está dura, detrás sobresalen sus huevos gordos. Vaya imagen, noto mi pantalón mojado de lo cachondo que estaba. El vecino mira hacia mí y vuelvo la cabeza al portátil. Fue un acto reflejo para evitar que me viese espiándolo, pero me pilló de lleno. Parece que no le molesto, al revés, su rabo palpitó.
Se colocó el polo y cogió el móvil. El cabrón se dio la vuelta y sentó su culo desnudo en el escritorio mientras hablaba por teléfono. Decidí contraatacar y me quité la camiseta. Cuando se levantó fijó la vista en mis pectorales mientras continuaba la conversación. Ya no disimulaba, miraba fijamente como agarraba su rabo y comenzaba a pajearse delante de mí. Estaba a mil.
Dejó el teléfono a un lado y se quitó el polo. Se acercó a la ventana y me hizo un gesto con el dedo. Quería que fuese. Ni me lo pensé. Apagué el portátil, me calcé las zapas y me puse la camiseta. Con disimulo salí de casa y crucé el pasillo. No quise llamar al timbre por si había alguien más, di un golpe en la puerta. Al abrirse, mi vecino me esperaba con su rabo bien duro.
—Sabía que algún día follaríamos —me dijo.
Al entrar me lancé a morrearlo intensamente. Le agarraba las nalgas con fuerza y presionaba mi rabo con el suyo. Me quité las zapas y la camiseta y las tiré por ahí. Me llevó a la habitación y me empujó a la cama. Me bajó el pantalón y fue directo a mi polla. Estábamos demasiado cachondos para andar con idioteces. Se la metió entera en la boca, era un mamador experto. No imagino cuantos rabos ha tenido que mamar para hacerlo así de bien. Con sus labios me acariciaba el tronco mientras jugaba con su lengua en el glande. Sus manos me acariciaban los huevos. Me encanta que me la coman mientras juegan con mis testículos. Era increíble, movía la cabeza con rapidez y me estaba dando un placer que pocas veces me habían dado. Me gusta ser dominante, pero la situación de tener a mi vecino trabajando en mamarme bien me daba mucho morbo.
Pasé a la acción. Me levanté de la cama y lo empujé hacia el armario. Se colocó de rodillas y le acerqué la polla a la boca. La puerta del armario presionaba su cabeza mientras yo me follaba su boca. Un flujo de saliva salía por sus comisuras y se escuchaba el sonido característico del bombeo. Le dio una arcada y se la sacó.
Era mi turno. Me gusta el sexo equilibrado: si tú mamas, yo mamo. Se levantó del suelo y me puse yo de rodillas. Su rabo medía como el mío, 17cm de rica carne. Yo no era un mamador experto como él, aun así creo que le gustaba lo que hacía. Empecé lento saboreando el glande y me fui metiendo sus 17 cm poco a poco hasta que tocó mi campanilla. Mientras mamaba ese rabo, a veces me la sacaba y lamía sus huevos. Eran unos huevos gordos y redonditos. Mis manos apretaban sus nalgas y uno de mis dedos se escurrió a su agujero. Me ensalivé el dedo y lo lleve de nuevo a su ano. Mamaba su falo y jugaba a introducir la yema. Ahí escuché su primer gemido. Del gusto agarró mi cabeza y comenzó a follarme la boca. Con el vaivén, mi dedo se introducía cada vez más en su culo, y eso parecía darle mucho placer. Su agujero dilatado pedía un segundo dedo, y después un tercero. Me follaba la boca mientras yo le follaba el culo.
—¡Fóllame ya, cabrón!
Se tiró al escritorio y pegó la cabeza al cristal de la ventana. Yo me arrodillé en su trasera y le comí el culo. Me faltó un poco de lengua en mi ano, pero ya habíamos pasado a la follada. Soltaba sonoros suspiros cuando mi lengua entraba. Ya estaba lo suficiente dilatado para abrirse a mi rabo. Desde mi perspectiva no veía el cuarto, pues la persiana estaba a la mitad. Me puse el preservativo que traje conmigo y me la embadurné en lubricante. Coloqué la punta de mi polla en su agujero y presioné.
Lentamente ese culo fue tragándose la punta y, pasado el saliente de la corona del glande, le metí el resto del rabo. Dio un grito al golpear mis huevos con los suyos. Apoyé mis manos en sus hombros y comencé el mete-saca, primero lento, después rápido. Para soportar mis embestidas y no golpearse contra la ventana, colocó sus manos en el cristal. Seguía el movimiento rítmico con un bombeo de tres suaves y una fuerte, donde metía la polla hasta el fondo y él gritaba.
Gemía fuerte, muy fuerte, mi polla entraba y salía de su culo con gran rapidez. Empezábamos a sudar, el cuarto olía a sexo duro, con una mano me acariciaba el pozón y con la otra empujaba su hombro para metérsela aún más. Su culo era una fantasía, mi rabo gozaba como nunca entre sus nalgas depiladas. Yo también comencé a gemir, no sé decir si yo lo follaba a él o él me follaba a mí.
—¡Dame fuerte, joder!
Bombeé con más fuerza, mi polla empezaba a echar humo. Entre gritos empezó a soltar toda su leche sobre el escritorio mientras frotaba con mi rabo su próstata. Duró casi veinte segundos. Yo estaba a punto de correrme. La saqué de una y me quité el condón. Él se dio la vuelta y se la metió en la boca mientras yo me estimulaba los pezones.
—¡Me voy a venir en tu boca!
Su mamada me hizo retorcerme y gemir, mi polla comenzó a lanzar chorros de semen a su garganta, que él recibía con gusto. Mi leche salía por sus labios y caía por su barbilla. Me dejó seco, se levantó y me comí mi propia leche.
No percibí que cuando él soportaba mis embestidas sobre el escritorio, gemía y a veces reía. Volví a mi casa y me encerré en el cuarto, sin saber que en aquella habitación se hizo una paja Andrés observando cómo se follaban a su vecino.