Felación en el avión
La niña pija demuestra su destreza bucal mientras su madre duerme plácidamente.
......fusionados en el transvaso de mi semen a su coño, y con las bocas soldadas, los alientos se repartían, pequeños estertores delataban como el final de mi flujo era inminente. Dos proyecciones turquesas se clavaron en mis ojos e instintivamente agache la mirada avergonzado, ella acariciándome el mentón la levanto de nuevo para sin hablar continuar comunicándonos. Hasta esos momentos yo dudaba si alguna vez había estado enamorado, acababa de comprobar que jamás había sentido lo que es amar, jamás hasta esos momentos.
La idílica estampa fue rota por unos estruendosos golpes en la puerta, la sobrecargo se preocupaba por nuestro estado, considerando que llevábamos demasiado tiempo encerrados no nos quedó más remedio que abrir la puerta, primero salí yo, cerrando bruscamente la puerta detrás de mí en un intento de que la autoridad allí presente no investigara si estaba acompañado o no, parece que funcionó, y cinco minutos después, la forma femenina más bella conocida salió de la salita del morbo. Sutilmente, casi ni yo mismo lo noté, al pasar a mi lado, realizo un ademán, mientras me preguntaba que había pasado me invadió una sensación como de algo frío y suave rozándome el brazo, al mismo tiempo que bajaba la mirada una sonrisa llenaba mi cara, eran sus braguitas con restos de sus flujos que no tardaron ni décimas de segundo en encontrarse con mi nariz, aspirando fuertemente, como si me ahogara, como si fuera un recién nacido que debe llenar sus pulmones por primera vez, no pensé si estaba solo en el asiento o si tenía compañero de viaje (afortunadamente carecía de él) me solté el cinturón que no estaba bien colocado y desabroché el pantalón que con las prisas había medio colocado, me salvó que era un vuelo nocturno y casi todo el pasaje estaba dormitando o demasiado aburrido como para fijarse en mi onanista acción, con los aromas del deseo envolviendo mi cerebro, no vi como mi dulce niña se levantaba del asiento para acercarse a mi, por primera vez oí su voz:
"¿Está libre ese asiento?" Me dijo, señalando mi polla.
Yo, como una persona a quien el flujo sanguíneo se le atasca a la altura de la cintura, solo logré balbucear unos sonidos que ella tomó como de aprobación, sentándose a mi lado, recostándose contra mi cintura y llenándose la boca de mi ser, me poseyó por completo; con leves gestos se introducía mi hinchadísima verga es su fina boquita y con la lengua dibujaba poemas de Benedetti. Con mi mano derecha atusaba la seda azabache de su pelo y con la izquierda repasaba el contorno de su espalda en la unión con sus caderas, atrapaba mi glande entre su lengua y el cielo del paladar (entonces comprendí porque lo llaman cielo) y aumentó la frecuencia de los lametazos en cuanto sintió como mis venas se agrandaban, para sacarse el instrumento justo en el momento en el que estaba a punto de rebosar mi código genético.
Ella quería prolongar la situación, bajó sus carnosos labios por el tronco de mi polla hasta llegar a la base, mordisqueó los pliegues de mis pelotas y se las introdujo en la boca, primero una a una para después llenarse de ambas, en una acción que me estremecía, besó la cara interna de mis muslos, me lanzó una picante mirada con la que adivinaba lo que iba a pasar, se concentró de nuevo en mi capullo con una agradecida efusividad, en violentos golpes que me mareaban, succionando con deseo hasta que ya no pude más y disparé un lechoso proyectil que impactó contra su campanilla, lo que provocó que sacándose el pollón tosiera un par de veces para que dedicándome una sonrisa, se empleara a fondo en comerse todo el semen que generoso seguía manado. Tragaba poco a poco, con deleite y cuando la manguera ya no daba más de sí, continuó con lo que se le había escapado, despegando el lechoso elemento con los dientes mientras clavaba sus pupilas en mi.
Se tapó con la manta de vuelo y acunada en mi regazo nos quedamos dormidos.