Fecundación Asistida 2 - Las consecuencias

Esta es la segunda parte que tantos lectores me pidieron. Esta vez, relatada desde el punto de vista de mi esposo, quien, en definitiva, fue el más beneficiado... o no. Agradezco a todos los que calificaron el relato anterior y que lo ubicaron entre los más votados. Un beso enorme a todos y no creo poder seguir esta saga, aunque si tengo otros relatos para compartir.

Esta es la segunda parte que tantos lectores me pidieron. Esta vez, relatada desde el punto de vista de mi esposo, quien, en definitiva, fue el más beneficiado... o no. Agradezco a todos los que calificaron el relato anterior y que lo ubicaron entre los más votados. Un beso enorme a todos y no creo poder seguir esta saga, aunque si tengo otros relatos para compartir.

Después de esos tres días en que le pedí a un primo y a un amigo que tuvieran relaciones con mi esposa para que pudiera quedar embarazada, cosa que por suerte sucedió, nuestra vida sexual cambió totalmente. Disfrutábamos más en la cama recordando esas dos tardes en que mi esposa fue cogida por mi primo, por mi, por mi amigo y nuevamente por mi, para terminar, la tercera tarde cogiendo con mi amigo y conmigo al mismo tiempo. Fue terriblemente excitante verla coger con mi amigo y luego recibirnos a los dos al mismo tiempo.

Mi amigo estaba divorciado, pero mi primo no. Estaba felizmente casado, por lo que su esposa no debía enterarse de su aventura con mi mujer. Sin embargo, de alguna manera él no pudo soportar el sentimiento de culpa y la tercera tarde, cuando lo llamé para que no fuera a mi casa, se lo terminò contando a su mujer.

Ella le armó un terrible escándalo, cosa que repitió luego en nuestra casa, cuando me vino a reprochar mi pedido de ayuda.

Eso fue una semana después, un sábado a la tarde en que, sin avisarnos, se apareció en nuestra casa.

Realmente nos tomó de sorpresa y fue bastante difìcil la situación. Pasaron dos horas en que tratamos de analizar el tema y lograr que ella se calmara un poco.

Por fin, después de tomarnos tres cervezas entre los tres, logramos que se calmara y poder hablar más tranquilamente.

-No soporto la idea de que me haya engañado – dijo Marta.

-No fue exactamente una infidelidad – trataba de argumentar yo.

-Si, lo fue – insistía ella.

-Pero fue por una buena causa – le dijo mi esposa.

-Pero te cogió – respondió crudamente – Podía haberse negado.

Nosotros asentimos en silencio, sin demasiados argumentos para discutirlo.

-El tuvo la oportunidad y la aprovechó – dijo Marta – Era evidente que no se la iba a perder.

Con mi esposa la miramos extrañados por este último comentario, por lo que Marta dijo – Siempre te quiso coger. Cuando fantaseamos en la cama era a ti a la que él elegía.

-¿Qué? – dijo mi esposa.

-Eso. Que en nuestras fantasías casi siempre era contigo con quien él quería coger.

-Ah – dije yo – No sabíamos que pensaban "eso".

-¿En serio juegan así? – preguntó Camila.

Marta sonrió y asintió con la cabeza, mientras tomaba otro trago de cerveza.

-Nosotros nunca – empezó a decir – es decir, nunca hablamos cosas así.

-Ja – rió Marta – no lo hablaban pero lo hicieron.

Mi esposa bajó la cabeza con una sonrisa como de vergüenza.

-Me voy a vengar – dijo Marta mientras tomaba otro trago de su vaso - ¿Te gustó? – preguntó.

¿Qué? – dijo mi esposa.

-Si disfrutaste...

-Si – dijo Camila, avergonzada – mucho.

-¿Te gustó como te cogió mi marido? – insistió Marta.

-Bueno... – empezó Camila, sin mirarme las señas que yo le hacía de que se callara – con él fue muy rápido, en realidad no llegué a acabar.

-¿Cómo? – preguntó Marta extrañada – Si no llegaste a acabar, ¿por qué decís que disfrutaste mucho?

Mi esposa quedó con la boca abierta y me miró desesperada buscando ayuda. Cuando yo fui a hablar para tratar de que no surgiera el tema de la verdadera fiesta, Marta me interrumpió.

-¿Qué-fue-lo-que-disfrutaste? Hay algo que no me contaron.

Mi mujer no pudo callarse y le contó que también se había acostado con Aníbal y que en realidad lo que disfrutó mucho fue cuando estuvo con él y conmigo en la cama.

Camila quedó de boca abierta sin poder creer lo que mi esposa le contaba.

-¿Hicieron una orgía??????

-Bueno... dijo mi esposa – si.

-Me la van a pagar – le dijo sonriendo de manera perversa – Mi marido y tu.

-¿Co... cómo – preguntó con temor mi mujer.

-Mi marido va a tener que aguantarse que yo me acueste con otro... Y tu... Que ese otro sea tu marido - dijo mirándome a mí.

-¡No! – casi gritó mi esposa y me miró esperando que yo también me negara.

El problema es que yo fui un poco lento en negarme. Demoré demasiado en empezar a hablar y cuando intenté decir algo, no fue con ninguna convicción, porque en realidad la mujer de mi primo es una belleza y automáticamente me imaginé en la cama con ella.

-Parece que a tu esposo no le molesta tanto la idea. – dijo sonriendo con excitación.

-Daniel – dijo Camila.

-¿Qué? – respondí con un susurro.

-Dí algo...

Yo quedé mudo. Marta se levantó de su asiento y se acercó a donde yo estaba, parándose detrás de mi y comenzando a masajearme el cuello.

Mi esposa tenía los ojos como platos. Yo trataba de negarme pero no podía. La idea me gustaba. Las manos de Marta comenzaron a bajar de mis hombros a mi pecho y yo sentí que me empezaba a excitar. Traté de moverme para que no se notara mi erección pero fue peor, porque atraje la mirada de ambas a mi entrepìerna.

-Guau...!!! – dijo Marta y bajó una mano a mi entrepierna, tocándome la verga que ya estaba bastante parada – Está excitado.

Camila miraba desconsolada, sin saber qué decir ante mi reacción, mientras Marta acercaba su boca a la mía y me besaba metiéndome la lengua.

Yo respondí a su beso. Con una mano me seguía acariciando la brega y con la otra apretaba mi nuca para que no dejara de besarla, cosa que a mi ni se me ocurría hacer.

Mis manos la abrazaron y comencé a frotarle los senos por encima de la ropa. Marta tiene senos grandes. Muy grandes. Y siempre me atrajeron. Sentirlos en mis manos era la gloria. Por un instante vi a mi esposa sentada mirándonos, sin poder creer lo que veía.

-Vamos a tu dormitorio – dijo parando el beso y tomándome de la mano para guiarme – ¿Puedo pasar? – le preguntó a mi esposa.

-No – atinó a decir ella con un susurro.

-Camila, tu te acostaste con mi esposo. Es justo que yo lo haga con el tuyo. ¿No estás de acuerdo?

Mi esposa no respondió, por lo que Marta insistió casi llorando– Quiero hacerlo, pero no quiero sin tu permiso. Es justo.

Mi esposa no atinaba a decir nada, por lo que ella insistió.

-Es justo ¿verdad?

-Si – dijo Camila y casi no se escuchó su voz – es justo.

-Entonces, ¿puedo acostarme con tu esposo?

-Si... puedes...

Yo asistía a este intercambio sin decir nada, pero expectante porque quería definitivamente coger con Marta y mi esposa me estaba dando permiso.

Marta comenzó a caminar hacia mi dormitorio, llevándome de la mano mientras mis ojos no se apartaban de mi esposa.

Cuando entramos, cerramos la puerta y comenzamos a besarnos como desesperados, mientras nos sacábamos la ropa uno al otro.

Cuando ella quedó en ropa interior me detuve a admirarla. Realmente sus pechos eran imponentes. Me terminé de sacar el pantalón y le desabroché el sutien. Tenía los pezones parados y respiraba agitada. Me arrodillé y se los chupé con suavidad, mientras le bajaba el biquini.

La empujé sobre la cama y se dejó caer de espaldas. Le besé las piernas y fui subiendo, pasé rápido por los vellos de su pubis y seguí hacia las tetas. Acostada boca arriba, las tetas casi no habían bajado de tamaño. Las tenía duras, firmes. Se las chupé un poco, la besé en los labios, la cara, el cuello. Volvía a sus tetas y comencé a bajar por su barriga hacia su entrepierna.

Cuando llegué a la concha la abrí con suavidad y comencé a chuparla. Mientras hacía ésto, sentí que se abría la puerta del cuarto. No miré hacia allí, pero vi que Marta sí miraba mientras decía – Entra. Quiero que estés acá.

Mientras seguía chupándole la concha a la esposa de mi primo, mi propia esposa se sentaba en la cama, a su lado, mirándonos de una forma extraña.

Marta comenzó a jadear en pocos segundos. Se veía venir su orgasmo, mientras cerraba los puños excitada. Vi que su mano comenzaba a deslizarse por la cama hasta que se topó con la pierna de mi esposa, que no se perdía detalle de lo que sucedía, mirando a veces cómo yo se la chupaba y a veces la cara de Marta.

Camila llevó su mano a la de Marta y se la aferró justo en el momento en que ella se arqueaba levantando las caderas hacia mi boca mientras acababa con un fuerte quejido. Luego, quedó tendida en la cama, jadeando agitada, mientras yo comenzaba a subir con mis labios por su cuerpo, deteniéndome unos segundos para chuparle las tetas, cuyos pezones estaban durísimos. Mi esposa, mientras tanto, sin soltar la mano de Marta me miraba como metía los pezones entre mis labios. En su rostro comenzaba a notarse excitación.

Marta se movió a un costado, empujándome para que me acostase yo. Luego comenzó a quitarme el slip, haciendo que mi brega saltase al quedar liberada. No recuerdo haber estado tan excitado nunca. La situación era aun más morbosa que cuando estuvimos Aníbal y yo cogiéndola a Carina.

Marta comenzó a pajearme lentamente mientras que, con los labios entreabiertos, miraba a los ojos a Carina.

-¿Puedo? – le dijo.

-Si – dijo mi esposa suavemente – chúpasela.

De allí en adelante, comenzó algo difícil de describir. Fue mi turno en determinado momento de tomarle la mano a mi esposa y sin quererlo, apretársela. Tal era el placer que Marta me estaba dando al chuparme la brega. Era impresionante cómo lo hacía. Jamás en mi vida me habían chupado así. De pronto, sin dejar de sentir sus labios apretando mi brega, siento un suave beso en mis labios. Carina me estaba besando mientras Marta me la seguía chupando.

Así estuvimos unos minutos en los que en más de una oportunidad estuve a punto de acabarme en la boca de Marta, pero ella se daba cuenta y aflojaba el trabajo y la succión que hacía sobre mi brega.

Cuando me la soltó, se montó sobre mi cuerpo y comenzó a frotar suavemente su concha en la cabeza de mi brega, jugueteando sin hacer que entrara.

A mi costado, mi esposa se levantó y comenzó a desnudarse. Mi excitación ya no tenía límites. Estaba desbordado de calentura. Ver a mi esposa que se estaba desnudando mientras yo cogía con Marta fue realmente impresionante.

Los ojos de Marta iban de mi cara a Carina. Los de Carina de mi cara a la de Marta. Y a mi no me daban para ver la cara de vicio de Marta, sus tetas duras y firmes sobre mi, la expresión mitad de susto, mitad de deseo, de mi esposa y su cuerpo desnudo, con sus pezones también parados, señal inequívoca de su excitación.

Las tetas de Marta eran mucho más grandes que las de mi esposa, pero también las de ella eran hermosas.

Cuando Carina terminó de desnudarse, Marta se dejó caer lentamente sobre mi brega, y sentí como fui penetrándola lentamente, con una enorme facilidad a pesar de que era bastante estrecha, pero estaba empapada de excitación.

Mi esposa se sentó a mi lado, mirándome excitada y mirándola a Marta, que comenzaba a subir y bajar, cabalgando sobre mi.

Yo, mientras tanto, con la mano derecha acariciaba un pecho de Marta y con la izquierda uno de Carina.

-¿Te gustan las tetas de ella? – me preguntó Carina, mirando como la acariciaba.

-Si – apenas susurré.

-Las tiene más grandes que yo...

-Si.

-Y parecen muy duritas.

-Siiii – dije yo, acariciando un pezón de cada una.

-¿Están muy duras? – insistió Carina.

-Siéntelas tu – dije soltándole la teta y tomando su mano se la llevé al otro pecho de Marta.

Carina se dejó llevar la mano y cuando se la apoyé sobre el pecho, sentí un gemido de Marta mientras los dedos de Carina comenzaron a recorrer suavemente su piel.

Busqué con la mirada la otra mano de Carina y la vi perdida entre sus piernas, moviéndose mientras se acariciaba haciéndose una paja allí mismo, mientras yo cojía con Marta y ella le acariciaba una teta.

Me moví haciendo que Marta se saliese de encima mío y la hice acostarse boca arriba, poniéndome yo entre sus piernas y volviendo a clavarle la brega de inmediato. Por este movimiento, Carina dejó de acariciarle la teta a Marta, pero yo volví a llevarle la mano al pezón izquierdo de Marta. Mi esposa lo comenzó a acariciar con dos dedos mientras seguía haciéndose una paja.

Mientras me movía sobre Marta, cogiéndola, acerqué mi boca a su otro pezón y se lo chupé. Marta puso una mano sobre mi cabeza y la otra sobre la mano de Carina que la estaba acariciando

Carina me miraba excitada. Solté el pezón y llevé mi mano a su cuello, acariciándolo con suavidad. Apoyé la palma en la nuca y la comencé a atraer hacia mi. La besé en la boca, escarbando con mi lengua. Cuando la solté, seguí chupándole el pezón a Marta. Volví a besar en los labios a mi esposa y comencé a acercar su cara al pecho de la esposa de mi primo.

Carina se dejó guiar sin negarse. Cuando sus labios estuvieron cerca del pezón de Marta, me detuve y no la seguí empujando. Ella se quedó a menos de tres centímetros del pezón durante un breve instante. Yo bajé a chuparle a Marta el otro pezón sin dejar de mirarla de reojo.

Mi esposa me miró y cerró los ojos, acercándose al pezón y tomándolo entre sus labios. Mi brega, que apenas se movía dentro de Marta se endureció más aun y comencé a bombearla de nuevo suavemente. Mi esposa chupándole la teta a otra mujer fue más de lo que pude soportar y me acabé, clavándome en Marta con fuerza.

Marta, a su vez, al sentir mi brega más adentro y más fuerte y que le estaban chupando las dos tetas al mismo tiempo, también acabó, con un ruido escandaloso.

Mi esposa mientras tanto, seguía chupando el pecho de Marta, dedicándose ahora no sólo al pezón, sino besando toda la extensión del seno, mientras seguía con su mano en su propia concha, pajeándose.

Vi como su cuerpo se contraía y me di cuenta que también ella había llegado al orgasmo.

Luego de esto, nos quedamos los tres acostados, con Marta en el medio.

No hablamos. No dijimos nada. Simplemente yo la besaba a una y a otra en los labios. Le pasaba la lengua por los pezones de una y luego de la otra. Mis manos no se detenían en ninguna parte de sus cuerpos y las acariciaba con una mano a cada una, metiéndola entre sus nalgas, en la concha, por sus espaldas. No dejaba ni un milímetro de piel sin tocar.

En determinado momento, con una mano en el cuello de cada una, las comencé a acercar. Una cara a la otra. Ninguna de las dos me miró. Sólo se miraban a los ojos. Las acerqué más y más, hasta que cuando sus labios se fueron a juntar, ambas cerraron los ojos y se besaron en la boca. Primero fue suave, casi sin abrir los labios, pero poco a poco la pasión las fue ganando y las solté. El beso se transformó y pasó a ser de bocas abiertas y cada tanto veía como sus lenguas se tocaban y se metían en la boca de la otra.

De a poco se empezaron a tocar, primero explorándose, con lentitud, apenas se acariciaban un costado, las tetas, la cara. Poco a poco las manos comenzaron a ser más exigentes y sus cuerpos se empezaron a juntar. Cuando vi las tetas de una apoyarse en las tetas de la otra mi verga terminó de endurecerse nuevamente y yo tambièn las empecé a tocar. Ambas estaban de costado, frente a frente. Yo fui a las espaldas de mi esposa y me acosté pegado a ella. Vi como la mano de Camila se fue a la entrepierna de Marta, y comenzó a acariciarle la concha. Yo comencé a empujar mi brega entre las piernas de Camila, ella levantó una pierna y me dejó el paso libre. De pronto sentì una mano que me tocaba la pija y me la empezaba a acariciar. Marta tenía su mano entre las piernas de mi mujer y comenzó a guiar mi brega a la concha de Camila. Cuando la apoyó en la entrada, comencé a empujar y se la clavé, y empecé a coger a mi esposa mientras Marta le acariciaba la concha.

A los pocos segundos Camila empezó a acabar. Yo seguí cogiéndola hasta que volvió a acabar casi de inmediato, sin dejar de acariciarla a Marta en la concha, hasta hacerla acabar también a ella mientras seguían besándose con una excitación increible.

De a poco fui deteniéndome en la cogida a mi esposa. No querìa volver a acabar. Quería alargar el placer que me estaban dando esas dos hembras increíbles.

Después de la acabada de las dos, sus besos comenzaron a ser más lentos, con más ternura y menos pasión y sin embargo me parecían aún más excitantes.

Se seguían acariciando las tetas una a la otra y sus labios se mordían mutuamente. Me retiré de la concha de mi esposa y me quedé mirándolas, disfrutando de esa imagen increiblemente excitante, con la brega totalmente parada.

Marta me miró sonriendo. Luego Camila también me miró.

-No acabaste – dijo mi esposa.

-No – le respondí.

-Dámela – dijo sonriendo y se acercó a mi, que estaba arrodillado en la cama. Arrimando su cara a mi brega le empezó a pasar la lengua con suavidad. Luego fue Marta la que se acercó y Camila, con la verga en su mano, se la ofreció para que la chupara. Marta se la metió toda dentro de la boca y la fue soltando despacio, dejando que Camila la volviera a chupar.

Mi esposa hizo lo mismo. Se la metió toda en la boca y la fue soltando de a poco. Repitieron lo mismo tres o cuatro veces, haciendo que me sintiera en la gloria. El placer de sus bocas chupándome, cada una de una forma distinta, la visión de ellas dos haciéndolo, era sensacional.

La cercanía de ambas al chuparme hizo que pronto empezaran a besarse entre ellas de nuevo. De alguna manera, sin palabras, se pusieron de acuerdo y Camila se fue acostando, mientras Marta la seguía besando. La esposa de mi primo terminó acostada encima de mi propia esposa mientras seguían comiéndose enteras, cada vez más calientes.

Marta soltó los labios de Camila y bajó a chuparle las tetas mientras yo me acostaba al costado de Camila, disfrutando de la visión de esas dos amantes. Camila estaba con los ojos cerrados y se mordía los labios con excitación. Le besé y me acerqué luego a Marta, que tenía los labios alrededor de un pezón de mi esposa. Lo soltó y aproveché a besarla a ella en la boca. Luego, volvió a chuparle el pezón a mi esposa.

Le apoyé una mano en la cabeza y empujé suavemente hacia abajo del cuerpo de Camila. Marta me miró con una expresión mezcla de temor y de pregunta. Volví a presionar en su cabeza con suavidad y ella, volviendo a besar el pezón de Camila, se dejó llevar hacia abajo sin dejar de mirarme a los ojos.

Sus labios recorrieron el cuerpo de mi esposa, su lengua jugueteó en su ombligo y ya sin la presión de mi mano, siguió su camino hacia la concha de Camila. Pasó los labios por su vello púbico y con delicadeza, sus dedos abrieron los labios de Camila apoyando la lengua entre ellos y comenzando a chuparle la concha a mi esposa.

Camila empezó a temblar sin control. Era evidente que la lengua de Marta la estaba excitando más allá de lo imaginable. Fui hacia arriba sin dejar de mirar a Marta que tenía la cara enterrada entre sus piernas y acerqué la verga a la boca de mi esposa. Se la apoyé en los labios y se entreabrieron. Su lengua comenzó a acariciarme la brega y finalmente abrió la boca para recibirla dentro.

Mi esposa me chupaba la brega mientras Marta le chupaba la concha a ella. Esto era maravilloso. Sentía que estaba a punto de explotar, de acabarme totalmente en la boca de Camila y traté de contenerme y resistir la chupada de mi esposa.

De pronto sentí que Camila perdía el ritmo de la chupada y que sus labios me apretaban la brega. Estaba acabando. Finalmente la lengua de Marta en su concha la estaba haciendo acabar.

Llevó sus manos a la cabeza de Marta y la apretó aun más entre sus piernas mientras seguía acabando. Yo me retiré de su boca y la dejé que gozara. Acabó gimiendo sin control, casi gritando al final de su orgasmo.

Cuando quedó totalmente floja en la cama, Marta retiró la cara de entre sus piernas y comenzó a subir por su cuerpo y sin parar de besarla, hizo el camino de vuelta a su cara. Pasó por sus tetas y las volvió a chupar. Finalmente se acostó sobre ella y la besó en los labios nuevamente, con mucha suavidad.

Estuvieron así un par de minutos, hasta que Marta se dejó caer a su lado, mientras respiraba agitada. Camila se puso de costado y la besaba en la mejilla y en los labios, mientras que con una mano le acariciaba los pechos. Yo me acosté detrás de ella y le frotaba la verga entre las nalgas, besándola en el cuello y acariciándole las tetas.

-¿Te gustó lo que te hizo Marta? – le pregunté y Camila ronroneó asintiendo con la cabeza mientras Marta nos miraba a los dos.

-¿Y a ti te gustó hacérselo? – le pregunté a ella.

Marta también dijo que si con la cabeza mientras se mordía los labios.

-¿Estás excitada? – pregunté.

-Si.

-Si.. ¿qué? – pregunté con una sonrisa.

-Si... Estoy caliente – dijo Marta mientras empezaba a acariciarse la concha..

-¿Y tu qué vas a hacer ahora? – le pregunté a mi esposa mientras le seguía frotando la brega entre las nalgas.

-No sé.

-Con lo que gozaste con ella ¿no sabes qué vas a hacer?

-¿Qué quieres que te haga? – preguntó Camila con una sonrisa mirándola a ella.

-Lo que quieras hacerme – le respondió Marta.

-¿Quieres que te la chupe?.- preguntó mi esposa.

Marta se mordió el labio inferior mientras seguía pajeándose y dijo – Si, chúpamela.

Camila la besó en la boca, en los ojos, en las mejillas, de nuevo en la boca, bajó a su cuello, se entretuvo unos segundos en sus tetas con sus pezones y empezó a bajar por su cuerpo sin parar de besarlo y pasarle la lengua.

Cuando llegó a su concha comenzó a acariciarla con los dedos y luego siguió con su lengua. Marta respiraba cada vez más agitada sintiendo como mi esposa le chupaba la concha.

Marta estaba acostada boca arriba y tenía las rodillas flexionadas. Mi esposa con la cabeza entre sus piernas estaba arrodillada sentada sobre sus talones mientras se la chupaba. Yo me moví en la cama yendo atrás de Camila. Con las manos en sus caderas la empujé hacia arriba, para que quedara de rodillas, en posición de perrito y con la cola hacia arriba. Cuando estuvo así, le hice separar un poco las piernas y de rodillas detrás de ella, le empecé a frotar la verga entre las nalgas, haciendo que levantara un poco más la cola. Así estuve unos segundos y luego avancé con la brega buscando la concha.

Estaba totalmente empapada con sus propios jugos y con la saliva de Marta, por lo que la brega le entró muy fácilmente y la empecé a coger mientras ella le seguía chupando la concha a Marta. La clavaba despacio, cuidándome de no acabar porque quería volver a coger a Marta. Así estuvimos unos minutos en los que Marta, por lo que me pareció ver, debe haber acabado al menos tres veces mientras mi esposa le chupaba la concha. Camila también acabó mientras yo la cogía y entonces se la saqué despacito.

Volví a acostarme al lado de Marta y le pedí que se pusiera de costado.

-Quiero cogerte mientras Camila te la chupa – le dije y ella se movió.

Camila la acompañó en el movimiento sin sacar la cara de entre sus piernas. Marta quedó entonces de costado, con una pierna levantada mientras Camila, también de costado se acomodaba entre sus piernas.

Me puse detrás de Marta y acerqué mi brega a sus nalgas, frotándosela un poco entre ellas.

-Ayúdame, Camila – le pedí a mi esposa y de inmediato sentí su mano que me agarraba la verga. Me pajeó un poco y luego ella misma la apoyó en la entrada de la concha de Marta. Empujé despacio y sentí como entraba de nuevo en esa concha estrecha y empapada ahora en parte por su propio jugo y en parte por la saliva de mi esposa.

Comencé a cogerla despacio también, porque la calentura que tenía amenazaba con hacerme acabar en cualquier momento y yo quería prolongar la fiesta. En determinado momento Camila logró un ritmo increíble. Cada vez que yo me retiraba sacándola de la concha de Marta, su lengua pasaba a todo lo largo de mi brega mientras que con sus manos nos rodeaba a los dos y me apretaba las nalgas empujándome en cada clavada.

Marta no resistió mucho más y acabó de nuevo prácticamente a los gritos y yo la seguí casi en seguida enterrando hasta el fondo de su concha mi brega y largando toda la leche dentro de ella.

Nos quedamos todos quietos hasta que mi pene, perdida totalmente su dureza, se salió de la concha de Marta. Camila fue subiendo por la cama hasta acostarse del otro lado de Marta, quedando ambas frente a frente. No veía la expresión de Marta pero la cara de Camila era de excitación, placer, felicidad. Cada tanto se daban un beso en los labios y se seguían acariciando los pechos.

Quedamos así unos minutos, hasta que yo me levanté y fui a la cocina a buscar una botella de refresco y unos vasos. Volví a la cama y me acosté. Estuvimos hablando una media hora, comentando cada uno lo que había sentido en esa experiencia tan increíble.

Volví a levantarme y fui a preparar algo para comer, dejando a mi esposa y Marta acostadas, hablando. Demoré en volver al cuarto unos diez minutos, y cuando volví al dormitorio, con una bandeja en la mano, me encuentro con una escena que no pensaba ver.

Marta y Carina estaban otra vez besándose, pero ahora haciendo un sesenta y nueve en el medio de la cama. Quedé sorprendido unos segundos, mirándolas y disfrutando del espectáculo. Me acerqué a la cama y me senté al lado de ellas. Marta chupaba la concha de mi esposa con lentitud. Carina se la chupaba a ella también lentamente. Estaban de costado cada una con la cabeza apoyada en una pierna de la otra mientras la otra pierna se apoyaba a su vez en su cabeza. Sus manos se aferraban a las nalgas de la otra, como para que no se escapara ese cuerpo de su cara y de su lengua, aunque era evidente que ninguna lo quería hacer.

Fue como un campeonato de orgasmos. Perdí la cuenta de cuantas veces acabó cada una, pero era acabar y volver a empezar. Ninguna de las dos se daba por satisfecha cuando hacía acabar a la otra. Cada lengua se deslizaba por la concha de la otra y no parecían dispuestas a detenerse. Yo quedé totalmente olvidado. Ahora eran ellas solas las que disfrutaban y lo hacían entregándose totalmente a la otra.

Cuando finalmente decidieron terminar ese sesenta y nueve maravilloso, yo ya estaba otra vez excitado, masturbándome lentamente mientras disfrutaba del show que me dieron.

-¡Pobrecito, mi amor! – dijo mi esposa – Te dejamos solo.

-Si, pero parece que igual estaba entretenido – dijo sonriendo Marta, mientras me hacía soltar la brega para agarrarla ella y seguir masturbándome..

Me hicieron acostar en medio de la cama y ellas se pusieron una a cada lado, pero acostadas más abajo, con sus cabezas a la altura de mi brega.

Marta me seguía pajeando y empezó a chuparme la verga. Después me soltó y fue mi esposa la que me pajeaba y me chupaba. Cada tanto, ellas se daban besos de lengua. Era impresionante verlas cómo a veces se miraban entre ellas cuando una tenía mi brega en la boca, o como me miraban directamente a la cara para ver mi expresión al chuparme.

-Quiero que acabes así – dijo Marta.

-Si – respondió mi esposa – Que acabe así.

Siguieron chupándome la brega y pajeándome durante varios minutos, hasta que por fin empecé a sentir que iba a acabar. Les avisé y ellas siguieron pajeándome y chupando hasta que me acabé. Marta tenía la verga en la mano en ese momento y apuntó hacia la cara de Camila.

Mi esposa nunca me ha dejado acabarle así (Aníbal fue el primero en tirarle la leche en la boca y en la cara), pero esta vez apretó los labios y esperó el chorro de leche que salió, que no fue demasiado abundante a esa altura, pero que igual le cayó en la cara. Marta me siguió pajeando hasta que no salió más nada y luego, sin soltarme, acercó su cara a mi esposa y le empezó a pasar la lengua por la cara, chupándole toda la leche que tenía Camila, tragando después de cada pasada de lengua. Cuando terminó, la besó metiendo su lengua dentro de la boca de Camila.

Cuando nos levantamos, Camila dijo que se iba a dar una ducha.

-¿Quieres venir tu también? – le dijo a Marta.

-Bueno – dijo ella.

-Tu no – me dijo mi esposa – pero si quieres, puedes mirarnos.

En la ducha se enjabonaron una a la otra, mientras yo las miraba sentado. Al principio era como un juego, pero cada vez más comenzó a ser sexual. Finalmente terminaron las dos, frente a frente, abrazadas, las tetas de una apretadas contra las tetas de la otra, besándose haciéndose mutuamente una paja monumental. Volvieron a acabar y finalmente salieron y se vistieron. Cuando Marta se fue finalmente, Camila me dijo que se iba a acostar.

-Ven a la cama – me dijo – acabaste tres veces y ninguna fue conmigo, así que ahora me toca a mi.

Y fui hacia ella.