Favor con favor se paga

¿Cuáles son los límites de intercambio a la hora de pedir un aumento?

Hacía varios meses que trabajaba en esa empresa, cuando la situación económica de mi casa se tornó difícil y recurrí a mis jefes (2 socios) para obtener un aumento y poder ayudar a mi familia en la incipiente malaria en que comenzaba a sumirse.

En la oficina somos sólo dos mujeres, ya que se dedica a la parte técnica exclusivamente. Mis jefes llegaron alrededor del mediodía, cuando mi compañera salió a almorzar como rara vez lo hace y los técnicos estaban en la calle haciendo servicios.

Use los internos para preguntarles si me podían dar unos minutos para hablar con ellos, era una oportunidad única para pedirles el aumento, ya que estaban de buen humor los dos. Me dijeron que si y fui para su oficina.

Entré, cerré la puerta (no tiene llave pero si dos ventanitas pequeñas a la altura de la cara) tras de mi. Me dijeron que me sentara en una silla que está entre sus dos escritorios y me preguntaron que necesitaba. Comencé a explicarles la situación tímidamente... 5 minutos después me preguntaron cuanto era lo que pretendía y les dije que $200 serían geniales, a lo que respondieron que era bastante, por no decir demasiado.

Me pidieron que saliera unos minutos para que puedan conversarlo entre ellos y tomar una decisión. Transcurrieron muchos minutos, demasiados... Por fin me llamaron... Entré en la oficina nuevamente, cerré la puerta al igual que en la ocasión anterior pero algo había cambiado. Sus escritorios estaban prácticamente vacíos y ellos estaban demasiado arrimados a ellos.

Nuevamente me dijeron que lo que pedía era mucho, pero que sabían que Yo trabajaba bastante, aunque debían agregarme una tarea más, una tarea muy especial y delicada. Les dije que no habría inconveniente, que les agradecía mucho todo lo que hacían por mi y que contaran conmigo para lo que sea.

Sonó el teléfono en mi escritorio y me disponía a salir para atenderlo cuando comprobé que la puerta estaba trabada. Los miré y me asusté... No era una casualidad, ellos la habían trabado. Se pararon y observe su secreto: Se habían quitado los pantalones y uno de ellos dijo:

  • Favor con favor se paga

Empecé a golpear la puerta desesperada y a gritar inútilmente, ya que no había nadie. Uno de ellos me agarró las manos para que deje de golpear y el otro me amordazó con la corbata, luego intercambiaron los roles y me maniataron. Intenté liberarme con las piernas pero no hubo caso, eran dos contra una.

Me pidieron que me tranquilizara, que me callara, para que pudieran explicarme lo que pretendían... No les hice caso, sabía que en algún momento llegaría mi compañera y se terminaría la pesadilla. Al ver que no dejaba de gritar, uno comenzó a sacar mis pantalones, unos jeans bastante apretados con un corte que hace de mi cola un espectáculo...

Ups, olvidé describirme: Mido 1.65, peso 63 kilos, pelo castaño claro largo, ojos verdes, 100, 64, 95. En ese momento llevaba puestos los jeans que describí antes, zapatillas, una remera blanca ajustada a la altura de mis tetas que transparentaba mi corpiño de encaje blanco (en conjunto con mi bombachita).

Cuando ya los pantalones estaban en sus manos, recordaron que no estábamos en igualdad de condiciones, y quitaron mi bombacha con los dientes, jalando uno de cada lado. Antes de tirarla por ahí, observaron que estaba húmeda y le dieron una lengüetada cada uno. El divorciado (el otro es casado), me dijo:

  • Será un recuerdo, un trofeo único.

Si hay algo de lo que no puedo quejarme es de la dulzura que ambos aplicaban a cada caricia. Uno, el casado, se dedico a besar mis piernas, acariciar mi conchita y lamerla por largo rato. Un excelente dominio de la situación por su parte, ya que sabía exactamente cuando dejar de lamer el clítoris para evitar que tuviera un orgasmo involuntario.

El otro, levantó mi remera y jugó con mis tetas... Primero por encima del corpiño, que las levantaba tipo mesa, luego muy dulcemente introducía un dedito, que su frío me hacía estremecer, hasta mi pezón y salía. Iba a la otra teta y así. Decidió bajar el corpiño y dejó mis senos al aire para observarlos detenidamente. Mis pezones eran prácticamente una piedra, cosa que no debería haber sucedido pero la situación era por demás excitante. ESTOS TIPO SABIAN LO QUE HACIAN, SABIAN COMO TRATAR A UNA MUJER.

Mientras la lengua de mi jefe divorciado jugaba con mis pezones, el otro ostentaba su erección a lo largo de mi vagina, desde el clítoris hasta la puerta del ano, empapando por completo mi entrepierna. En comicidad con el otro, comenzó a introducir y sacar la punta de su miembro en mi conchita, que resbalaba como nunca antes había sucedido. Siempre cuidando de evitar mi orgasmo.

La mordaza se corrió y sentí dos embestidas de golpe que me dejaron sin aliento. Un miembro delgado pero largo llegó hasta el comienzo de mi garganta e hizo chocar los testículos contra mi nariz. Otro miembro, gordo y de un largo placentero toco fondo en mi interior. Comenzaron ambas embestidas simultáneamente.

No quería ver, no podía ver la cara de ellos mientras poseían mi cuerpo. Entre embestida y embestida me pareció escuchar un portazo pero creí que era mi imaginación. Ambos aceleraron su meneo.

Sin dejar de bombear, la corbata en desuso que antes cubría mi boca vendó mis ojos. El temor se apoderó de mi, ya que más allá de lo sometida de la situación, el poder ver me daba seguridad para dominar la situación... Me sentí indefensa como una niña.

Dos dedos muy fríos, como recién llegados de la calle, y delgados aparecieron en escena y se posaron suavemente en mi clítoris y comenzaron a masajearlo. No eran de ninguno de mis jefes pero no podía identificarlos ya que tenía los ojos vendados. Las embestidas se hicieron más suaves y profundas… De golpe algo gelatinoso corría dentro de mi boca y mi conchita se inundaba de un líquido caliente, provocando la risa de mis jefes por su excelente sincronización.

Creí que todo había terminado, pero no era así… Sentí unos cabellos largos hacerme cosquillas en la panza y una lengua juguetear con mi clítoris. Ahora estaba segura, había una tercera persona que no lograba identificar. Sea quien sea lo hacía muy bien, ya que hizo de mi orgasmo un espectáculo y bebió todos mis jugos.

Mis jefes, mientras tanto, jugaban con mis pezones y mi boca, alternadamente, hasta lograr que sus miembros volvieran a estar tan tiesos como antes. Todos se alejaron de mi y escuché ruidos de sillas y muebles moviéndose, alguien me ayudó a incorporarme y creí que ahora si todo había terminado pero no… Con mi bombachita me taparon nuevamente la boca y supe que algo doloroso iba a pasar. No me equivoqué del todo, ya que fue doloroso al principio pero placentero después.

Me pararon frente a uno de los escritorios y me hicieron apoyar mi torso sobre el. Uno se colocó frente a mi, introdujo su miembro en mi boca y sus manos en mis tetas. Los dedos delgados, que ya no estaban tan fríos, se introdujeron en mi conchita, muy suavemente, y jugaron en ella. ¿Dónde estaba mi otro jefe? Por dos minutos no lo supe, hasta que sentí una sustancia cremosa en la puerta de mi colita. Me asusté, pero su delicadeza me tranquilizó, ya que fue introduciendo los dedos de a uno, hasta lograr una apertura considerable para su miembro. La intromisión en mi agujerito trasero fue dolorosa al principio pero placentera… Tenía todo mi cuerpo asistido por manos que no dejaban de excitarme.

Los suaves empujones me obligaban a introducir más el otro miembro en mi boca y sentía que los desconocidos dedos colaboraban en la puerta trasera de mi cuerpo. Tuve dos orgasmos en esa situación, uno de ellos sincronizado con mi invasor trasero que me hizo descubrir lo que es un orgasmo anal.

Lejos de terminar esta placentera pesadilla, el que estaba en mi boca se sentó, ubicó su pija en la puerta de mi cola y me hizo sentar sobre él. Con las piernas bien abiertas una lengua con bigotes que le hacían cosquillas comenzó a jugar con mi clítoris, pero lo más extraño, y excitante a la vez fueron unos gemidos femeninos que comenzaron a escucharse.

En medio de la efusividad, la venda que hasta ese momento cubría mis ojos se cayó y pude ver toda la escena, SUPER EXCITANTE. El divorciado estaba culeando salvajemente a mi compañera, mientras ella se introducía los dedos en la vagina. Ella fue la primera en descubrir que mi venda se había caído y me preguntó:

Un precio muy excitante para un aumento, no?

Un orgasmo estremeció todo mi cuerpo, lo que percibió el casado sobre el que estaba sentada. El otro se alejó dejando chorrear mis jugos sobre la alfombra y se dedicó a atender a mi compañera. Mi cuerpo comenzó a saltar con las fuertes embestidas del casado hasta que la leche salió como de una canilla y comenzó a chorrear hacia abajo.

Ya todo había terminado, pero decidí retribuirle el favor a mi compañera y lamerle esa conchita depiladita que tiene hasta dejarla completamente seca a posterior de un orgasmo tal que nunca había sentido en mi boca.

Me quedé un rato quieta, observando todo. Comenzaron a vestirme pero mi bombachita quedó como trofeo de la situación. Nos besamos entre todos y cada uno volvió a su trabajo. A los pocos minutos mis jefes se fueron y dejaron sobre el escritorio de cada una $100.-

Lejos de renunciar, tengo otras historias por demás excitantes, una de ellas: LA SEMANA DE LOS JEFES: Una semana entera en que mi compañera y Yo tuvimos que vestir ropa de tipo porno shop.