Fátima: Una sumisa agradecida
Relato en el que cuento mi experiencia al conocer a mi Dueña.
Mi nombre es Fátima. Mi vocación sumisa. Mi diosa, mi Ama..
Quiero contaros, mas que nada porque quiero que se sepa lo que puede llegar a sentir una persona gracias al cuidado y la dedicación, no siempre agradable, aunque sí instructiva, de otra.
Esa persona es mi Ama.
Conocí a mi Ama casi sin querer. Estaba yo cansada de buscar y buscar por la red. Nada que me llenara. Nada que me hiciera sentir como la sumisa que soy. Fue en un chat, como supondréis y al principio las preguntas de rigor. Un primer contacto. La verdad es que me agregó en su MSN y al rato ya le puse el "no admitir". Pensé era un chico. No volví a pensar en ella. Pero el destino me tenia reservada una feliz coincidencia. De nuevo el chat, pero ahora la sentí de otro modo. Noté mi error y supe estaba allí mi destino, mi Diosa, mi Ama. La única y a la que, desde ese momento cambiaría mi vida.
Hasta aquí nada que no haya pasado mil veces en este ciber mundo tan repleto de falsedades y mentiras.
Lo que sí es no tan frecuente es que a partir de ese día solo vivo para complacer a mi Ama, sé que ella está pensando en mi, en mi educación y en mi placer que a la vez es el suyo. Yo ya no quiero nada para mí. Yo solo quiero verla disfrutar de mí, sentir que mi sumisión la llena a Ella y que mi voluntad, no solo es la suya, sino que la suya es ya la mía. Ya no soy nada sin Ella a mi lado o en la distancia.
La siento al levantarme. Ya estoy pensando en la ropa que me mandó ponerme hoy. En el trabajo. Sé que quiere que hoy al terminar haga tal o cual tarea. En mi aseo. Me depilo y preparo para estar como mi Ama quiere verme. Y cuando estoy con ella. Entonces no hay nadie más feliz en el mundo. Ahora estoy llena, me siento la perrita más dichosa del mundo y la que más suerte tiene.
Este breve relato, mas que nada es un agradecimiento. Un ofrecimiento de sumisión y un compromiso con mi Ama.
Quiero que ella adivine quien soy y quiero que todas las Amas del mundo sepáis que vuestras sumisas son el reflejo de vosotras mismas. El divino reflejo que cada una no quiere dejar de ver jamas.