Fases. Preludio
Las pasadas vacaciones, el novio de la hija y la perversa imaginación de la madre.
Como viene siendo habitual en los relatos de esta página comenzaré por presentarme. Mi nombre es Montse y tengo 38 años, mi marido, Juan Carlos tiene 40 años. Nos casamos muy jóvenes y completamente enamorados y el mismo día que cumplí los 20 años nació nuestra única hija: Ana.
Actualmente Juan Carlos trabaja de comercial en una empresa de alimentación, lamentablemente viaja mucho, rara es la semana en la que duerme todos los días en casa, y a veces esta fuera toda la semana. No obstante no nos podemos quejar, pues además de las comisiones, le pagan muy bien y gracias a él tenemos un nivel económico alto.
Vivimos en un chalet, en una urbanización, en un pueblo de la periferia de Alicante. Es una zona residencial y muy tranquila, la mayoría de nuestros vecinos son de nuestro mismo nivel económico. Aunque no es muy grande, nuestra casa tiene un jardín y una pequeña piscina. Hace ya algunos años construimos una cubierta transparente para poder disfrutar de la piscina en invierno. Aunque en invierno refresca, si el día es soleado, suelo disfrutar del sol y un baño en la piscina bajo la cubierta.
Yo trabajo de administrativa en el ayuntamiento del pueblo donde esta la urbanización. Mi sueldo no es gran cosa, y en realidad no lo necesitamos para poder vivir, pero es un trabajo sencillo, el horario es bueno, con poco stress, y me sirve para no quedarme en casa aburrida. Como ya he dicho, soy asidua del gimnasio, me gusta tomar el sol, y relajarme en mi casa. Gracias a esto me conservo muy bien físicamente, aparento menos años de los que tengo, y con mis grandes pechos, aún hago que los hombres se giren al cruzarme con ellos en calle.
Ana esta en su último curso de instituto, le va muy bien y saca muy buenas notas. Físicamente se parece bastante a mí, es una chica castaña, bajita (un metro cincuenta y cinco), muy guapa de cara y con unos grandes pechos (los míos son un poco más grandes, aunque más caídos). Ha heredado de mí, unas caderas generosas, y un culo acorde a las mismas, aunque a ninguna de los dos se nos nota mucho. A ella porque aún es joven, y a mí porque me machaco en el gimnasio para tener una buena figura.
Me gusta pensar que somos buenas amigas, y que nos contamos todo. El año pasado estuvimos dos meses de vacaciones en Mallorca, por motivos de trabajo Juan Carlos solo estuvo diez días con nosotras. En Mallorca mi hija perdió la virginidad con un chico un par de años mayor que ella, un turista francés de vacaciones, el chico era de Burdeos. Habían estado tonteando un par de semanas, y en la fiesta que hicieron sus amigos para el 18 cumpleaños de mi hija (y el 37 mío) con la borrachera se acostaron juntos. Ana me lo contó al día siguiente, estaba muy preocupada y le había dolido mucho. Intente consolarla, haciéndole ver que era algo normal, que ya estaba en la edad de tener relaciones y que con el tiempo y la práctica dejaría de dolerle y le gustaría.
El chico, Thierry, le gustaba muchísimo y la animé a que siguiera quedando con él. Obviamente le eche el sermón habitual: que tuviera cuidado con los embarazos, que usara condones, pero le deje claro que no la censuraba, que contaba con muy apoyo y que no le diría nada a su padre, incluso le ofrecí que lo hicieran en casa para que estuvieran más tranquilos.
Durante la siguiente semana, Ana estaba a todas horas con él. Por las mañanas iban a la playa con sus amigos, y por la noche salían juntos. Las tardes eran su momento de intimidad. Ana trajo al chico todas las tardes a casa, cuando Juan Carlos no estaba, yo en mi papel de madre enrollada, les deseaba que lo pasaran muy bien y me iba al cine o a pasear durante varias horas, dejándoles intimidad. Thierry era guapísimo, y mi hija era la envidia de todas sus amigas, Ana parecía muy feliz, se ponía muy guapa antes de quedar con él, y se mostraba muy ilusionada. Yo me alegraba enormemente por ella.
Tras una semana, cuando volví de mi paseo, me encontré a Ana sola y llorando. Habían cortado. En aquel momento no me quiso decir los motivos, y me limité a consolarla. Tanto Juan Carlos como yo notamos que su carácter cambio, se volvió triste, llorosa, sin ganas de salir ni hacer nada. Estuvo así unos meses, cuando yo ya estaba realmente preocupada, se hizo muy amiga de una chica de su instituto, Marta volvió a salir y recuperó su alegría.
En una ocasión, en un arrebato de sinceridad Ana me contó lo que realmente había pasado con Thierry. El chico resulto ser un aprovechado caradura. Después de desvirgarla comenzó a tratarla con desprecio, Ana no había salido con ningún chico antes, no se daba cuenta de que él se estaba pasando y le obedecía como una corderita.
La llamaba vaquita, por sus grandes tetas, a Ana le molestaba pero él decía que era un apodo cariñoso. La morreaba y le metía mano delante de todo el mundo. Cuando toda la pandilla iba a la playa, la obligaba a que hiciera top-less. El resto de las chicas del grupo no se atrevía. Él decía que una playa sin tetas no es una playa, que las de la vaquita eran espectaculares y todo el mundo debería de poder apreciarlas.
Animaba a sus amigos a que se hicieran fotos con mi hija, en la playa, con los pechos al aire. Con sus grandes tetas expuestas Ana se moría de vergüenza, pero el muy caradura la obligaba a posar con ellos y le ordenaba que sonriera, mientras bromeaba diciendo que así sus amigos tendrían algo para pajearse en invierno. Ana haciendo de tripas corazón, sonreía y nunca protestaba, creyendo que así complacía a su novio. Ni que decir tiene, que todos los chicos se pusieron morados, estrujando los pechos de mi hija mientras posaban para las fotos.
Cuando él descubrió que tenían carta blanca para follar en mi casa, en la cama de Ana, no quiso hacerlo en ningún otro sitio. Ordenó a mi hija que no cambiara las sabanas, para que así se acordase de su olor cuando estuviera sola. Ana cumplió esa orden al pie de la letra.
Ana me contó que no disfrutó del sexo en ningún momento. Cuando hacían el amor siempre estaba tensa, no lubricaba y le dolía,. A Thierry se la sudaba si ella gozaba o le hacía daño. La rutina siempre era la misma, llegaban a la habitación, se desnudaban, él se acostaba en la cama y la ponía a chuparle el miembro. A ella le daba asco, pero él insistía diciéndole que era la única manera de conseguir una erección. Mientras ella mamaba, él le retorcía los pezones o le apretaba sus grandes tetas hasta hacerle moratones. Ana reprimía los gritos de dolor con su boca llena de verga. Tras un rato chupando, él se la metía de un solo golpe hasta el fondo, sin importarle lo más mínimo que ella no estuviera preparada, estaba unos diez minutos bombeando duramente hasta que se corría.
A pesar de los ruegos de mi hija, nunca se puso un condón, ya que decía que con ellos se disfrutaba menos, incluso la acusó de ser una egoísta no pensar en él, al sugerirlo. La primera vez que lo hicieron en mi casa se corrió dentro de Ana, ella se asustó muchísimo, se puso muy nerviosa y comenzó a llorar. Después de eso, y diciendo que lo hacia por consideración a ella, cada vez que estaba a punto de correrse la sacaba de su coño, y se la metía en la boca para que mi hija se lo tragase todo, pues en algún sitio tenia que descargarse. El siempre insistía en que aprovechase todo lo que le daba, hasta la última gota, así que Ana, aguantando las arcadas y con lágrimas en los ojos, le limpiaba el miembro con la boca. También insistía en que, una vez hubieran acabado, mi hija le diera las gracias por follarsela. Luego se vestía, se preparaba un cubata del mini-bar de Juan Carlos, y se iba de la casa, dejando a mi hija desnuda llorando avergonzada, en la, cada día más sucia, cama.
Por la noche, siempre quedaban, pero Thierry no quería follarla sino era en casa, decía que no era tan cómodo como su cama. Salían con sus amigos por bares y discotecas. Al inicio de la noche él siempre la obligaba a que le entregara las bragas, para poder magrearla sin ningún obstáculo cuando le apeteciera. Siempre antes de separarse obligaba a Ana a que, de rodillas en la puerta de casa, le hiciera una mamada de despedida, por supuesto tragándose el semen, como prueba de su amor. También le prohibió lavarse los dientes antes de acostarse, decía que al tener su sabor en la boca, soñaría con él y lo felices que eran juntos. Al cabo de un par de noches Ana ya salía sin bragas de casa.
Durante toda esa semana, el chico hizo posar a mi hija para innumerables fotografías: desnuda, chupándole el miembro, penetrándola, abriéndose el sexo ella misma, Ana, avergonzada hasta la medula, le obedecía y forzaba una sonrisa para las fotos. Todos los días ella debía de firmar las fotos del día anterior, que él había revelado, escribiendo en ellas dedicatorias cariñosas con su nombre y dirección completos. Él la avergonzaba aún más diciendo que pensaba repartir las fotos entre sus amigos de Francia, para que vieran lo putas que eran las españolas. Quizás así alguno se animara a visitarla.
Después de que me hija me contara todo esto, yo no entendía como durante todo ese período Ana había podido mostrarse alegre y feliz, encantada con su novio. Yo estaba indignadísima, y le pregunté porque permitió que él la tratara de esa manera. Ella me contestó, que lo quería muchísimo, que era su primera experiencia y pensaba que ese era el comportamiento normal de una pareja. Se llenaba de orgullo cuando él elogiaba sus grandes pechos y cuando veía que las otras chicas le tenían envidia por estar con él. Por eso se dejaba hacer y le consentía casi todo. Comprendí sus motivos, y sin censurarla la animé a que me contase porque cortaron.
Tras una semana siguiendo esta rutina, tras la mamada habitual en su habitación, Thierry le dijo que ya estaba aburrido de hacerlo siempre igual y quiso sodomizarla. Ana se asustó muchísimo, y se negó en redondo. A pesar de su insistencia, ella se mantuvo firme. Él se puso hecho una furia, le dio un par de bofetadas, y, diciéndole que era una cría y él no salía con crías, se largo. Ese fue el día que me la encontré llorando al volver a casa. Lo que yo no sabia es que al día siguiente el chico se lió con la mejor amiga de Ana y eso la hizo tambalearse.
Siempre salían en pandilla, y a Ana le reconcomía ver lo cariñoso que él estaba con su amiga, lo feliz que parecía ella, y las miradas que él le echaba como diciéndole "podrías ser tú si no fueras tan cría". Ella le llamaba al móvil e intentaba hablar con él, pero él se negaba a dirigirle la palabra. Poco a poco Ana fue convenciéndose que se había equivocado, que había dejado escapar al amor de su vida por ser una cobarde. Una noche, en la que había una fiesta en casa de unos amigos, decidió recuperarlo. Se dio una larga ducha, se maquilló lo mejor que pudo, y se puso su vestidito más corto y escotado, sin bragas ni sujetador, como a él le gustaba. Fue a la fiesta, decidida a ofrecerle su virginidad anal y recuperar a quien ella creía su amor.
Ya en la fiesta, Ana fue directa a por él bamboleando las tetas. En cuanto consiguió estar a solas con él, le dijo que había sido una estúpida, que la perdonase, que ella lo quería muchísimo y que le entregaría su culito siempre que él quisiera, allí mismo si le apetecía.
El muy aprovechado no dejo pasar la oportunidad, se encerraron en una de las habitaciones. La desnudó. Hizo que ella se la chupara un buen rato, su miembro olía fatal a orina y sudor, pero Ana estaba tan contenta de que él hubiera accedido que la engulló sin pensárselo dos veces, deseando demostrarle que ella era mejor chupapollas que sus amigas. Mientras mi hija adoraba su miembro con la boca, él le daba cachetes en la cara y fuertes palmadas en los pechos sin dejar de insultarla. Le dijo que ya sabía que una puta como ella no podía estar lejos de su polla y otras lindezas por el estilo. Ana aguanto los golpes y los insultos, creyendo que realmente se los merecía, y reprimiendo su asco, se esforzó muchísimo por hacer que el disfrutara de su mamada.
Cuando se canso de la mamada, la puso a cuatro patas, apoyando la cabeza en la almohada, y la enculó sin ningún miramiento. Mi hija apenas pudo contener un grito de dolor, le dolió muchísimo, más que todas las veces que él la había penetrado sumadas. Sin embargo se sintió orgullosa de haberlo hecho, de haber llegado tan lejos, en definitiva de recuperar a su novio. Así que sorbiendo sus lágrimas, y disimulando su dolor le animó a que se la follará bien follada, a que se descargara y se quedara bien a gusto, mientras le prometía que su culo siempre estaría abierto para él. En esos momentos, lo único que le importaba era que él quedara satisfecho con ella.
Como siempre Thierry fue a lo suyo, sodomizándola sin piedad y dándole fuertes palmadas en las nalgas, Ana aguanto estoicamente como prueba de su amor. Cada vez que la sacaba por completo y la volvía a meter de golpe, ella sentía como si la desgarrasen por dentro, mordía la almohada para no gritar, pero lo oía jadear y sabía que él estaba disfrutando, así que ella se alegraba, y a pesar del dolor le rogaba que le diera más fuerte. Finalmente la hundió hasta el fondo y se corrió dentro de su culo, tras unos segundos se dejo caer sobre ella. Estuvo un rato, tumbado sobre ella, recuperando el resuello. Ana sentía como su pene se hacia cada vez más pequeño, su cuerpo sudoroso sobre el de ella, su aliento apestando a alcohol en su nuca. Ana sonreía llena de felicidad, y le decía que le amaba. Había sido duro, pero lo había conseguido, había recuperado a su novio.
Cuando se hubo recuperado, el chico sin decirle ni una palabra de cariño o agradecimiento, se levantó, se limpió el pene con el vestido de Ana que estaba en el suelo, y volvió a la fiesta tras vestirse. Ana aún tardo un rato en recuperarse, se arregló como pudo, se puso el vestido, y salió de la habitación, en busca de Thierry. Le dolía el culo, andaba un poco raro, y llevaba el vestido sucio de semen, pero no le importaba, era inmensamente feliz. Se sentía toda una mujer, y lamentaba haber discutido con Thierry. Estaba convencida de que era el hombre de su vida, al que amaba con locura. Ahora que lo había recuperado no lo volvería a perder. Un poco de dolor y humillación era un precio pequeño por su amor, estaba más que dispuesta a pagarlo. Se sentía totalmente entregada a él, pensaba decirle que a partir de ahora era suya por completo. Podría follarla cuando y como él quisiera, podría correrse dentro de ella en cualquier agujero, tomaría pastillas o se arriesgaría a un embarazo, no le importaba. Había dado el paso definitivo por amor, solo quería ser su novia, que él la quisiera a ella como ella lo quería. A cambio ella lo complacería en todo.
Él no estaba por ninguna parte, cada vez más nerviosa Ana recorrió toda la casa hasta encontrarlo finalmente en otra habitación. El chico estaba sentado en un sillón, con los pantalones por los tobillos. La mejor amiga de Ana, y una chica que ella no conocía, estaban desnudas arrodilladas a sus pies, lamiéndole el miembro las dos a la vez. Ana se quedo de piedra en la puerta. Él al verla, con un grito, le ordeno que se largase y cerrase la puerta, preguntándole si no se daba cuenta que ella allí sobraba.
Esa noche mi hija volvió a casa, goteando semen por el ano, con el culo y el corazón rotos. Sentí mucha pena por Ana, y odie intensamente al chaval. El resto del verano, Ana estuvo triste, hosca y huraña. No volvió a salir con sus amigos. Acabó el verano, comenzó el nuevo curso y continuó igual. Juan Carlos y yo ya estábamos considerando buscar un psicólogo, cuando Ana conoció a Marta, una chica de su instituto. Se hicieron muy amigas, y Ana cambió de la noche a la mañana. Quedan casi todos los días, y todos los viernes y sábados salen de fiesta. Poco a poco Ana esta recuperando su alegría y vuelve a ser una chica normal, aunque sigue sin salir con chicos.
Tras la revelación de Ana, me enfadé muchísimo con el francés. Pensé seriamente en denunciarlo, aunque no sabia de que acusarlo, ya que, en el fondo, Ana hizo todo voluntariamente y el no la forzó en ningún momento. Además yo había sido en parte una cómplice involuntaria, y me sentía bastante culpable.
Cuando Ana comenzó a recuperarse, le fui quitando importancia a todo el asunto. El chico era endiabladamente guapo, y todas las chicas estaban loquitas por él. Hasta cierto punto era normal que él se aprovechase de la situación, es más, hubiera sido estúpido por su parte no hacerlo. Mi hija fue simplemente demasiado inocente, demasiado estúpida para no darse cuenta de que ese chico no le convenía y le haría daño.
Durante un tiempo, esa idea fue creciendo en mi cabeza, cada vez le echaba menos la culpa a él, y más a mi hija. Me costaba comprender que hubiera sido tan tonta, que tuviera una hija tan estúpida. Hasta llegué a pensar que Ana se lo había buscado, que se merecía todo lo que le había pasado por ser una imbécil. Aún se había librado con poco. Poco a poco una idea enfermiza fue creciendo en mi cabeza: Thierry había hecho lo que habría hecho cualquiera en su situación. Había hecho lo correcto aprovechándose de ella, incluso había sido demasiado bueno con ella. Por extraño que parezca, esa idea me excitaba.
Me atraían y me repelían por igual esos pensamientos. Muchas veces me masturbaba, y tenía unos orgasmos bestiales, imaginando las situaciones por las que paso me hija. Un chico joven y guapo con una guapa vaquita tetona a su disposición, entregada completamente a quien ella consideraba el amor de su vida. Lamentaba que se hubiera acabado, y de una manera morbosa y cruel, me excitaba imaginarme como Thierry podría haber abusado más de mi hija.
Mis fantasías eran cada vez más desbocadas, y mis orgasmos más salvajes. Se basaban en todo lo que Ana me había contado, pero pasado de rosca. En mi imaginación Thierry seguía yendo con Ana a la playa por las mañanas, pero esta vez ella se desnudaba por completo, la exhibía delante de todo el mundo. Luego la obligaba a que se la chupase delante de todos sus amigos, mientras ellos lo grababan y se reían de ella, comentando lo guarra y puta que era. Después de haberse corrido en la boca de mi hija, la obligaba a que les hiciera una mamada a todos sus amigos. Cuando Ana venia al medio día a comer a casa nunca tenia hambre porque traía la barriga llena de semen.
En mis fantasías, Thierry seguía viniendo a casa todas las tardes a follarse a Ana. Pero esta vez yo no les dejaba solos. Me quedaba, viendo como enculaba salvajemente a mi hija, animándole, preparándole una copa para cuando acabase y diciéndole a Ana que no gritase tanto y moviera más el culo, para darle más placer. Tras correrse dentro de mi hija, mientras se tomaba la copa, yo misma le chupaba la polla para que se la volviera a follar. Cuando se iba, dejando a mi hija tirada en el suelo, con semen rezumando de sus agujeros, yo le daba dinero para que se tomara unas cervezas con sus amigos, agradeciéndole el gran trabajo que había hecho, animándole a que volviera pronto y que la próxima vez invitara a sus amigos a follarse a mi hija en mi casa.
Cuando él se iba, yo recogía el despojo que era mi hija, y me dedicaba a prepararla para la noche. La bañaba con ternura, revisaba que su chochito no tuviera ni un solo pelo, y la dejaba descansar en la cama donde se la follaba Thierry. A estas alturas las sabanas estaban llenas de manchas de fluidos y semen reseco, apestaban, pero yo estaba de acuerdo con Thierry en que eso fortalecía su relación y me negaba a cambiarlas. Tras descansar, Ana se recuperaba un poco y yo la vestía para salir, como a él le gustaba. Siempre sin bragas ni sujetador, con minifaldas, las camisetas más pequeñas y finas que pudiera encontrar, tacones y mucho maquillaje. Cuando terminaba de vestir a mi hija de puta, le daba dinero para que invitase a cenar y a beber a Thierry y sus amigos y la mandaba con ellos a divertirse.
Por las noches quedaban con sus amigos a cenar en alguno de los locales de la playa. Mi hija era la diversión de la cena. Aunque Ana era la que siempre pagaba la cuenta, casi nunca pedía nada para cenar, su cena estaba en las pelotas de los chicos que ella vaciaba arrodillada bajo la mesa. Otras veces, se lo pasaban en grande escupiendo en sus sobras y obligando a mi hija a comérselas. El favorito de todos era "bravas mordisqueadas con gapos y lefa" y siempre hacían que Ana acabara lamiendo el plato y dándoles las gracias.
Después de cenar se iban de fiesta, Ana ya era oficialmente la puta de Thierry. Cuando Ana se quedaba sin dinero, después de haber invitado a todos a varias rondas. Thierry la ofrecía a sus amigos, a veces cobrándoles, otras gratis. Cuando sus amigos se cansaban de ella, la obligaba a follar con desconocidos por una cerveza. Por supuesto todo el mundo podía eyacular dentro de mi hija y usar cualquiera de sus agujeros. A veces, él simplemente se la regalaba a un grupo de ingleses borrachos durante el resto de la noche, mientras él se iba a ligar con otras chicas.
En su inmensa estupidez, Ana nunca se quejaba de nada, y siempre cumplía con ahínco el más mínimo capricho de Thierry. Ana siempre volvía a casa cuando ya estaba amaneciendo, sucia, con la ropa hecha jirones y llena de moratones. Yo estaba despierta, esperándola. Me aseguraba que se acostase sin limpiar, apestando a semen, mientras le decía lo orgullosa que estaba de ella, y lo afortunada que era con su novio. Thierry me había indicado que Ana nunca debía dormir con el coño vacío, yo siempre tenía algo preparado para mi hija y de paso le rellenaba el culo. Uno de mis pasatiempos era buscar cosas, cada vez más grandes, con las que rellenar los agujeros de mi hija en su descanso. Mis favoritos eran los comestibles: pepinos, zanahorias, ya que se los podía dar a mi hija como desayuno. Ana se dormía enseguida, con una sonrisa de satisfacción. La dejaba dormir 3 o 4 horas, luego la despertaba para que desayunase, se duchase y se pusiera guapa para ir a la playa a seguir divirtiendo a Thierry y sus amigos. Inventé innumerables historias en las que, con mi apoyo, mi hija era usada y degradada por Thierry.
Recuerdo que el orgasmo más fuerte de mi vida, lo tuve masturbándome mientras imaginaba que habían finalizado las vacaciones y estábamos de vuelta en casa, Ana estaba embarazada de una niña, de siete meses, nadie sabía, ni le importaba, quien era el padre.
En mi fantasía, Thierry llamaba un día por teléfono desde Burdeos,y hablaba conmigo. Me decía que había sacado un buen precio ofreciendo a la vaca de mi hija como prostituta, en un barco mercante que iba a Singapur, el viaje duraba tres meses y ella sería la única mujer a bordo. La tripulación era de unos 20 hombres, casi todos africanos. Era un trato sencillo, el capitán pagaba a Thierry y su tripulación podría hacer lo que quisieran con mi hija durante el viaje de ida.
Había hecho un trato adicional con el capitán, si cuando llegasen a Singapur no estaba muy estropeada la traerían de vuelta, de nuevo como la puta del barco pero esta vez sin tener que pagarle nada a Thierry. Si la tripulación ya estaba cansada de ella entonces la dejarían allí y le darían a Thierry la mitad de lo que sacasen por ella.
Me dijo que no me hiciera muchas ilusiones sobre su vuelta, el capitán le había comentado que la mayoría de su tripulación era escoria. Ex-convictos y criminales que se habían enrolado huyendo de la justicia de su país. Eran bastante violentos y conflictivos y no tendrían ninguna piedad de mi hija.
Al capitán lo único que le preocupaba es que su tripulación pudiera divertirse durante el viaje y no le causaran problemas. Pensaba conceder carta blanca a sus hombres para que hicieran lo que quisieran con mi hija. Lo único que le prometió a Thierry es que llegaría viva a Singapur, quería amortizar la inversión, que su tripulación disfrutase de ella hasta el último día, y si no la querían para la vuelta sacar el mejor precio posible. También quería que trabajase en el barco durante la travesía, cuando no la estuvieran usando sus hombres.
Mientras lo oía yo lloraba de alegría, le daba las gracias por preocuparse tanto por mi hija, le aseguraba que era un acuerdo magnifico en el que todo el mundo salía ganando. Luego le dije que Ana estaba guapísima con su gran barriga, las tetas se le habían puesto enormes, ya producían calostro, y las tenía muy sensibles, seguro que la tripulación se lo pasaría en grande con ella.
Imaginarme a mi hija embarazada, sola, a disposición de veinte degenerados, todos los días durante tres meses hacía que mi coño se derritiera. Deseaba que todos esos desconocidos disfrutasen lo máximo posible con ella, que le hicieran de todo, sin tener ninguna consideración por ella ni por su estado gestante. Quería que la vieran como un trozo de carne creado exclusivamente para su disfrute, sin ningún otro valor. Me ilusionó pensar que alguno de ellos podría ser un violador, y que podría satisfacerse con mi hija, sin ningún límite, todas las veces que quisiera, impunemente y sin ningún temor a ser castigado. Estaba segura que mi hija se entregaría y esforzaría hasta la extenuación por satisfacer a esos hombres.
No me preocupaba lo más mínimo si mi hija no volvía y nunca conocía a mi nieta. En ese caso, al menos esperaba que sacaran un buen precio por ella y Thierry recibiera una buena cantidad. Me sabía mal que la tripulación se quedara sin juguete en el viaje de vuelta, y esperaba que sí la vendían en Singapur, fuera a alguien que continuara abusando de ella, como se merecía. Le prometí a Thierry que se la mandaría en el primer avión que saliera para Burdeos, para que él pudiera usarla antes de que el barco zarpase.
El bueno de Thierry me dijo que obviamente la vaquita se la sudaba, pero le preocupaba un poco el parto en alta mar y lo que pasara con el bebe, yo le tranquilicé diciéndole que eso era problema de Ana, no suyo, que él bastante había hecho ya. También le dije que mirará el lado positivo del embarazo, la tripulación tendría unos pechos lactantes a su disposición. Imaginar que unos indeseables se alimentarían de la leche de mi hija todos los días, que ella sería su juguete sin escapatoria posible, me puso al borde de un intenso orgasmo, continué masturbándome mientras la historia se desarrollaba en mi cabeza.
Thierry se ofreció a enviarme la mitad del dinero que sacase, pero yo me negué. Le dije que se merecía hasta el último euro y me ofrecí a mandarle dinero en caso de que lo que le pagasen por mi hija no fuera una cantidad satisfactoria para él. Es más, le dije que en el equipaje de Ana, incluiría todo el dinero que ella tenía en el banco, para que él se lo quedase. También le mandaría por mensajería, todas sus cosas para que las vendiese y se quedase lo que sacará. Al fin y al cabo, él era su novio y tenía más derecho que yo a disponer de las cosas de mi hija.
No pude continuar mi fantasía, ya que casi me desmayo del orgasmo que tuve al llegar a este punto.
A pesar de los fuertes orgasmos que tenía, mis fantasías cada vez me asustaban más. No entendía como podía excitarme ser tan cruel con mi hija, a la que amaba con locura. Una vez, me sorprendí a mi misma, mirando a mi hija tomando el sol en la piscina y pensando que era un desperdicio que no estuviera chupando una polla en ese mismo momento. A pesar de que mi coño se humedeció con ese pensamiento, me sentí una mala madre por desear ese destino para mi hija.
En ese punto, me di cuenta que mi salud mental peligraba, que mis fantasías eran demasiado peligrosas. Me daba miedo a mi misma y decidí abandonar esas tentadoras y enfermizas fantasías. Deje de masturbarme, e intentaba estar siempre distraída. Al principio fue duro, pero afortunadamente con el tiempo cada vez fui pensando menos en ello, hasta que el verano y Thierry se convirtieron en una historia masturbatoria agotada. Retome mis masturbaciones, pero esta vez con fantasías menos extremas, y más normalitas. Aunque he de reconocer que así los orgasmos no eran tan fuertes, me daba miedo volver a imaginar situaciones como las del barco y no lo hice.
Sin embargo esta no es la historia de Ana y Thierry, sino la mía, de la cual Ana es una parte importante. Ahora me doy cuenta que en cierta manera y sin saberlo, Thierry nos preparó a Ana y a mí, para todo lo que tenía que venir después.