Farmacia de guardia

Lo que sueñan todos los estudiantes de farmacia, tener una "guardia" de película.

Es media noche, después de un día de calor agobiante la ciudad empieza a tranquilizarse y se acerca lentamente a esos momentos en que algunos caen victimas del sueño y otros, por el contrario, inician su jornada. En mi ciudad hay muchos ciudadanos pasan estos días de verano en sus lugares de vacaciones por lo que se respira una inusual tranquilidad.

Hoy hago el turno de guardia en la farmacia, me acompaña mi ayudante, un joven recién licenciado que hace una de sus primeras guardias y me acompañará toda la noche atendiendo a los clientes con sus urgencias habituales. A lo largo de la noche aparecerán los pacientes de siempre, con dolor de muelas, una caja de preservativos, o un calmante y poco más.

Darío, mi ayudante entra al almacén un tanto sofocado.

— "Hay una señora que tiene una receta de un medicamento que no tenemos...", "... insiste en que le de otro...del que se precisa receta", "... dice que ella es médico", "Por favor, atiéndela tú."

Salgo de la trastienda donde tenemos una especie de colchón para hacer más llevadera la espera durante la noche. A través de la ventana de seguridad veo una mujer de mediana edad, con el pelo alborotado y la blusa entreabierta; tanto la cara como el pecho se le ven brillantes a causa del sudor.

Por la abertura del buzón me hace llegar la documentación que la acredita como doctora en medicina y vuelve a pedirme lo que antes me decía mi ayudante.

Saltándome las normas, al reconocerla como de nuestro gremio, la dejo pasar al interior mientras busco el medicamento sustituto del que me pide, que un ansiolítico muy potente. Ella al entrar y sentir el aire acondicionado sobre su cuerpo acalorado, me lo agradece con una amplia sonrisa.

En cuanto le doy el medicamento, se toma dos comprimidos de una vez, creo que viene de tener una fuerte discusión (¿con su pareja?), y necesita un tranquilizante potente.

Como el medicamento es muy fuerte, no me atrevo a dejarla marchar. La hago pasar nuestra habitación de reposo. Allí se siente algo mareada, la hago tumbar en la litera para que repose unos minutos.

Dejo a Darío vigilándola mientras yo atiendo la farmacia, pues ha entrado un cliente.

Nuestra paciente se queda dormida. Darío la contempla con curiosidad.

— "Que bonitas piernas...que cuerpo tan apetitoso...", piensa él, mientras siente que su cuerpo empieza a sentir una excitación especial.

Pasan los minutos y Darío siente unos deseos enormes de levantarle la faldilla para poder ver sus piernas al completo. Tímidamente se acerca y con la punta de los dedos retira un poco la falda. Se excita y no puede reprimir su erección.

Dos largas y morenas piernas atraen la mirada su mirada. Su mano busca mecánicamente el bulto del pantalón y se empieza para frotar con ganas.

Presa de la excitación se torna más osado, pasa la yema de los dedos por encima de la braguita de ella, primero por su culo y luego por el triángulo oscuro al inicio de sus piernas.

Ella se despierta y entreabre los ojos, lo observa, comprueba que es un joven curioso e inexperto. Lejos de sentirse violentada, se siente deseada y le deja continuar haciéndose la dormida. Estando en una farmacia se siente segura, sin temor a que los acontecimientos se le puedan escapar de su control.

Quizás como revancha, quizás como desahogo a su estado de tensión antes de tomarse el medicamento, ha decidido darse un respiro y se deja acariciar por el tractivo farmacéutico.

Cuando siente los dedos de Darío cerca de su sexo, separa las piernas levemente permitiendo que uno de los dedos de él se pueda pasear por encima de su chochito. Mi ayudante está que no aguanta y mete su mano por la bragueta frotando con ganas su polla hinchada.

Antes de que llegue a correrse, nuestra paciente simula despertarse. Se despereza mostrando su cuerpo espléndido y bronceado. Darío se siente descubierto y atrapado en su osado proceder, y no sabe qué hacer ni que decir, se ha quedado paralizado.

Es ella la que toma la iniciativa cogiéndole la mano y acompañándola primero hacia sus pechos y luego hacia su sexo. Antes de que puedan darse cuenta, ella se ha quitado las bragas y Darío está encima de ella sin pantalones. Tras unos instantes de empujones alocados, grita de placer y parece descomponerse encima de ella.

Llevo varios minutos observándolos por lo que una cálida excitación también me ha invadido.

Darío se echa a un lado, al verme de pie junto a la puerta, se sorprende y acongoja, ignorante de cual será mi reacción.

—"Anda sal y atiende la farmacia..." — le digo.

Me obedece de inmediato y cierra la puerta tras de sí como si tratase de dejar atrás su desliz con la clienta.

Como una gatita en celo, ronroneando y moviéndose muy sensualmente, nuestra paciente se acerca a mí. Yo estoy seguro que si se lo propone no podré resistirme a sus encantos.

Con destreza y decisión, su mano se cuela entre los botones de la bata y busca afanosa mi polla hinchada. En un abrir y cerrar de ojos, mi bata esta desabrochada y los pantalones en mis tobillos.

Muy lentamente tira con ambas manos de los calzoncillos liberando la polla. Ésta da un respingo y se pone apuntando al cielo.

La coge entre ambas manos y dirige la punta hacia sus labios. La besa y a continuación la llena de saliva. La coge con una mano y baja la piel hasta abajo. Luego la sube lentamente, para bajarla de nuevo a continuación.

Durante unos instantes la contempla indecisa, ¿me la come...me la menea...o que?. Espero...

Antes de que ella decida, la cojo de la cintura y aprieto mi cuerpo contra el suyo. Mi mano busca intrépida su sexo. Lo encuentro húmedo y caliente. Nada más rozarlo ella se estremece y jadea fuerte.

Le abrazo y la siento encima de la mesa, su chocho queda abierto y encarado hacia mi polla que pide a gritos que le de satisfacción.

Empujo y noto como entra en sus entrañas dulce y suavemente. Ella levanta y dobla sus piernas haciendo que la penetración se intensamente profunda.

Mi cuerpo se balancea de atrás a delante haciendo que la polla entre y salga. Al principio poco a poco y después cada vez con más ritmo e ímpetu. Ella mueve su cabeza de un lado a otro, mientras gime y grita según las sensaciones que experimenta.

Un fuerte grito pone fin a su espera. Una larga serie de contracciones y espasmos sacuden su cuerpo dándole gran placer. Yo, tremendamente excitado y complacido me corro dentro de ella.

Me flaquean las fuerzas y un tembleque se apodera de mis piernas. De reojo siento la mirada entre sorprendida y admirada de mi ayudante.

Pasados unos minutos, los tres juntos recobramos las fuerzas comiendo con ganas esas cosas que se ponen "por si me entra hambre durante la noche".

Mientras que nos tomamos unas grandes tazas de café, nos confesamos mutuamente.

Darío, siempre había soñado en que le pasase algo así durante sus guardias.

Yo firmo un pacto de silencio con él. Resulta que es el hermano de mi mujer.

Rocío, que es como se llama nuestra "paciente-doctora", confiesa que siempre deseó estar con dos hombres al mismo tiempo, y hoy ha tenido la oportunidad, las ganas y motivos.

Apuramos nuestros cafés. No cabe duda de quién lleva las riendas de la situación.

Evidentemente no es Darío que es un joven inexperto. Tampoco yo, hombre casado y convencional, que tiene mucho a perder en una situación fuera de control como esta.

Es Rocío la que ha tomado el mando y ella es consciente de su dominio. Antes de que podamos hacer nada, Rocío se levanta y empieza a jugar con nosotros.

Se entretiene haciendo toda clase de movimientos provocativos, levantándose la falda para enseñarnos su desnudo chochete o inclinándose descaradamente para que su redondeado culo quede ante nuestras narices.

En teoría yo soy el responsable de la farmacia, pero no tengo fuerzas para detener este torbellino.

No contenta con esto, Rocío empieza a desnudarse, mientras que nosotros ya hemos dejado de intentar ocultar nuestra debilidad y nuestras pollas duras e hinchadas.

Ante cada provocación reaccionamos con gritos de ánimo o la jaleamos para que siga. Cuando se quita el sujetador, se tapa los pechos con los brazos para a continuación mostrarlos con descaro mientras se los manosea.

Darío y yo estamos fuera de control y cada uno frota sin disimulo su polla. Rocío se va acercando alternativamente a uno y otro. Nos hace caricias, nos pone el culo o las tetas delante de los ojos y otras veces nos toca la polla por encima del pantalón.

Mi ayudante no puede aguantar más su excitación y trata de cogerla entre sus brazos. Ella se suelta y viene a refugiarse en mí. Mi ayudante un poco contrariado se desprende de los pantalones y empieza a meneársela descaradamente. Rocío lo contempla complacida y ella también se lleva la mano a su sexo.

Tras unos instantes de manipularlo, me lo muestra levantado el pie hasta mi rodilla y abriéndose delante de mi. Tiene los labios hinchados y sonrosados. Sus dedos entran y salen con facilidad impregnados de su fluido.

Su olor llega potente a mi nariz y siento unas ganas enormes de poseerla. Me baja el pantalón, yo miro al techo mientras espero que me la chupe. Me la coge con la mano la menea un poco y estira de ella obligándome a seguirla.

Nos pone a Darío y a mi uno junto al otro. Empieza a chupar la polla de uno y menear la del otro alternativamente. Rocío disfruta al tenernos a su merced y nosotros nos dejamos hacer.

Antes de que nos corramos, se detiene dejándonos con la miel en los labios. Se pone de espaldas a nosotros y apoya sus antebrazos sobre la mesa, mientras nos ofrece su culo y su chocho ardiente.

¿Quien va a ser el primero?. El joven parece con una necesidad más imperiosa y es él quien de un empujón mete su polla en el chocho de Rocío.

Esta gime y se retuerce al sentir como la larga polla de Darío se incrusta en sus entrañas y como después empieza a entrar y salir de una manera frenética.

Sabiendo que nadie nos va a oír, los gritos y gemidos cada vez son mas fuertes. Darío no deja de repetir:

—"Toma...toma...toma polla...a que te gusta?...tomaaa"—

Rocío entre gemido y gemido, con la voz entrecortada le responde :

—"Sigue...sigue carbón...métela...métela...así...así...no pares...sigue...sigue...." —

Llega el momento en que ambos gritan como posesos. Dario se vacía y Rocío se retuerce entre jadeos y convulsiones. Tras unos instantes de tregua, él se retira y deja a Rocío apoyada sobre la mesa recobrando la respiración.

Antes de que se recupere totalmente dirijo mi polla regordeta hacia la entrada de su chocho. Parece que cuesta un poco. ¡Como esta todo tan húmedo, tras un Ay!, se la meto hasta el fondo.

Sorprendida por esta nueva y rápida penetración, Rocío vuelve a deshacerse entre gritos y gemidos. A mi me gustaría que la situación se alargase en el tiempo, por ello mi polvo es lento, suave, pero con fuerza.

Disfruto mientras contemplo como mi polla se hunde en su chocho, y como al chocar mis piernas contra su culo, hacen un chop, chop característico.

Siento un placer especial mientras bailo una especie de lambada con su culo. Rocío también disfruta y no deja de pedirme que la folle más y más.

Sin poder detenerla, se produce una explosión dentro de mis huevos y se transmite como una reacción en cadena por todo el cuerpo. Siento hasta escalofríos y termino por correrme.

Rocío siente como su chocho se inunda y gime de gusto.

Detengo todos mis movimientos y me recuesto un poco sobre la espalda de ella. Rocío agradece la pausa y disfruta más plácidamente de todas las sensaciones que le llegan de su sexo.

Tras unos instantes nos dejamos caer sobre la litera permaneciendo todavía abrazados. Pasan los minutos y ninguno de los tres quiere romper la magia del momento.

Nuestros pensamientos, aun partiendo de la misma realidad, llegan a sitios muy distintos.

Darío está convencido que haciendo el turno de guardia en la farmacia vivirá innumerables aventuras como la de hoy.

Rocío ha visto cumplida una de sus fantasías más ansiadas, ser follada por dos hombres desconocidos y en un escenario nuevo.

A mí me ha parecido una noche estupenda, de las que te hacen despertar y te animan la vida y por eso te la cuento.

Deverano.