Fantástica Recaida
Después de mucho tiempo, la infidelidad llama a mi puerta, pero que puerta.
Me había jurado que jamás me volvería a pasar, la última vez aunque no salió mal, ni hubo nada que lamentar, me dejo un estado de ansiedad y frustración que aún perturbaba mi tranquilidad, y en un acto de real responsabilidad compartida, había decidido con gran firmeza no volver a cometer el mismo error.
Me lo había jurado y perjurado, había cortado cualquier camino que me llevase a una situación análoga, moderaba mis comentarios, cortaba cualquier amago de juego indecoroso, incluso negaba la máxima con rotundidad a fin de no verme en la tesitura de decir que no, pero heme ahí, de nuevo, postrado ante la diosa Pasión, sumiso y abocado a una nueva aventura de infidelidad que me llevaría a descubrir un mundo que aun ya siendo por mi conocido despertaría sentidos totalmente olvidados.
Ella era una bocanada de aire fresco, una alma gemela me decía, parecida a mi en casi toda mi forma de ser, pero a la vez distinta en actitudes, gustos incluso en la visión general de lo que es una vida. Habíamos quedado por fin después de varias semanas de amenas y excitantes conversaciones, alguna que otra foto intercambiada había despertado sobremanera las ganas de llevar esas fantasías a un sitio real, donde se viera si éramos capaces de hacer todo y cuanto habíamos soñado despiertos, una habitación de hotel de su ciudad a las cinco de la tarde, una hora que nos daría toda la tarde para poder disfrutar de ese encuentro tan ansiado por ambos.
Me embriagaba una intranquilidad poco común, tenía miedo a que fuese un fracaso, a que pudiese defraudar sus expectativas, incluso que ella fuese la que no colmase las mías, intranquilidad que desapareció nada mas entrar en la habitación con una puntualidad inglesa, su pelo corto, sus ojos verdes, sus pechos sugerentes, y su sonrisa pícara que no dejó lugar a dudas de que iba a ser una tarde muy especial.
Nos besamos sin apenas hablar, sin perder tiempo, probó mi lengua introduciéndosela en su pequeña boca, comiéndosela, mordiéndola, saboreándola, yo mientras tanto la cogía por sus caderas, acariciándola, buscando su piel con delicadeza pero sin premuras, ella hizo lo propio y empezó a quitarme la camisa, su boca jugaba con mi cuello y mis manos había logrado quitarle su top azul y buscaban el botón del sostén para dejar libres sus blandos y grandes pechos que pronto iban a ser devorados por mi.
Se sentó en la cama, y empezó a desabrocharme el pantalón, yo la miraba mientras me mordía el labio inferior y pensaba en todo lo que íbamos a hacer, ella mientras tanto seguía con su sonrisa pícara que se volvió exclamación cuando vio mi miembro erguido ante ella, fuerte y morado, que no dudó en agarrar con sus delicadas manos y empezar a masturbar mientras casi sin pensar, mojaba la punta de mi glande con su lengua, lubricándolo para posteriormente empezar a engullirlo, lentamente, saboreándolo y disfrutándolo como una niña con un chupa-chups.
Mis manos acariciaban su corto pelo, mientras empezaba a mover a mis caderas follándole esa boca tan sumamente sugerente. Ella paró y tras mirarme se recostó sobre la cama, esperando a que fuese yo el que utilizase mi boca para proporcionarle placer, y así lo hice, tras quitarle la falda y el tanga gris que ya se veía mojado, descubrí un sexo totalmente depilado, abierto y húmedo, una raja sonrosada que pronto comencé a explorar, abriéndola y disfrutándola, de arriba abajo, de abajo a arriba, entreteniéndome en su hinchado clítoris, mientras sus jadeos invadían toda la habitación, y sus movimientos se hacían cada vez mas intensos.
Ahora el que paré fui yo, y dándole la vuelta me dispuse a penetrarla así, no decía nada, solo se dejaba hacer, con su culo levantado y yo de rodillas detrás fui introduciéndosela lentamente mientras mis manos la tenía bien cogida por las caderas, entró rápidamente, perfectamente acompasados nos abandonamos a un sin fin de jadeos y fuertes embestidas que ella recibía con sumo gusto, me fijé que una de sus manos jugaba con su clítoris y decidí que una de las mías jugase con su ano, y con el dedo pulgar de mi mano derecha empecé a hacer leves círculos en el, empujándolo introduciéndolo en su culo que poco a poco se iba dilatando y al mismo tiempo proporcionándole a ella un maravilloso placer.
Volví a parar, ella se quedó quieta, inmóvil, y solo soltó un despacio por favor cuando sintió que mi encendida verga se intentaba introducir en ese pequeño orificio que si bien había tragado con facilidad mi dedo, iba a recibir con dificultad y por primera vez un invitado de tan inusitado grosor, y así fue como poco a poco, con lentitud pero seguridad le fui rompiendo su virginal culo, hasta que la tuve totalmente empalada, dejándole a ella que fuese la que se moviese a partir de ese momento y que buscase la mejor posición para que esa ardiente sensación entre placer y dolor dejase paso a una nueva sensación de goce infinito.
Mis manos seguían apoyadas en sus caderas, yo ya me movía a su mismo ritmo, veía excitado como mi sexo aparecía y desaparecía en ese magnifico trasero, como ella disfrutaba con esos movimientos y como poco a poco nuestros vaivenes se aceleraban anunciando la llegada de un orgasmo conjunto como nunca antes había experimentado, su primer espasmo fue acompañado por un primer chorro de mi caliente semen que inundó todo su vientre, ella seguía gimiendo y disfrutando de su orgasmo, sus leves gritos se iba haciendo menos ruidosos, mientras yo iba vaciándome y llenándole su culo de toda mi esencia, empujándola fuertemente para terminar reventado encima de ella, saciado y plenamente satisfecho.
Me recosté a su lado, ella me miró y puso su mano en su dolorida zona recientemente estrenada, palpándolo con sumo cuidado para apaciguar un poco el escozor que tan novedosa sensación le había producido, .-me lo has destrozado, pero me ha encantado, ha sido genial.- me comentó mientras con algún leve suspiro movía su cabeza de un lado para otro, repitiéndose .-madre mía, que locura mas fantástica.- yo observándola me sentí alegre, feliz, despreocupado y sumamente complacido, me había vuelto a pasar, y me alegraba por ello porque era cierto que sentí que era un alma gemela, sin conocernos a penas de nada y sabiéndolo todo, y lo mejor es que poco después, tras descansar, hablar sobre el sexo de las mariposas y reir un rato, volvimos a disfrutarnos en la ducha, sintiéndonos mas cerca, con mucha mas calma y extrema delicadeza.