Fantasías uno (sueño azul de un hombre gris)

Un joven es secuestrado por un hombre maduro que le hace conocer los miedos y placeres de las pasiones. (Gay)

Fantasías uno (sueño azul de un hombre gris)

"Puedo ponerme cursi y decir que tus labios me saben igual

que los labios que beso en mis sueños.

Puedo ponerme triste y decir que me basta con ser tu enemigo

tu todo, tu esclavo, tu fiebre, tu dueño.

O si quieres también puedo ser tu estación y tu tren,

tu mal y tu bien, tu pan y tu vino, tu pecado, tu dios, tu asesino...

O tal vez esa sombra que se tumba a tu lado en la alfombra

a la orilla de la chimenea a esperar que suba la marea..."

"A la orilla de la chimenea, Joaquín Sabina."

Uno

(la ocasión hace al ladrón)

El joven individuo no perdía de vista al hombre, echo a andar tras de él, lo seguía a discreción desde que había salido del almacén, en el bolsillo de la chamarra le había visto un teléfono celular y cuando se había acercado a la caja vio su cartera abultada con algunos billetes, calculaba mentalmente que podría tratarse de unos 3 mil pesos, además del CD portátil que el hombre sacó de un pequeño portafolio. En conjunto hacían un botín atractivo, todo era cuestión de un poco de suerte, tal vez en cosa de minutos podría tener dinero suficiente para satisfacer a su mujer y sus exigencias continuas. Era cuestión solo de paciencia, quizá unas calles mas, donde no circulara mucha gente o en el momento de abordar el automóvil. Iba detrás de él, se entretenía tanto que estuvo tentado en escoger otra víctima, se notaba que el hombre no tenía prisa pues estaba sentado en el portalillo tomando café distraído, el joven cruzó la calle para sentarse a observarlo disimuladamente a cierta distancia, otra vez se dirigía a los aparadores, esperó, caminaba en la acera de enfrente, cinco calles, impacientaba, cuando el hombre desapareció, corrió para no perderlo.

Justo en el instante que el joven cruzaba la puerta no había nadie en el living, tenía la escalera al frente, fue en esa dirección, el ruido de sus pasos era amortiguado por los zapatos de goma que calzaba, llegó al rellano del primero piso cuando vió iluminarse el interior del edificio, escuchó casi a sus espaldas los pasos de alguien que subía ya por la escalera, con prisa se ocultó en el umbral de la tercera puerta del pasillo que había andado y esperó, para su suerte el pasillo se encontraba poco iluminado, escuchó los pasos acercarse y poco antes de ser descubierto, una cerradura se abrió, el hombre entró cerrando la puerta y la cerradura tras de sí.

Todo había sido sorpresivo pensaba el joven atracador, tenía que cambiar de inmediato su plan puesto que no había podido actuar, no hubo tiempo para ello; pero al menos sabía donde vivía su posible víctima, era cuestión ahora de estudiar el asunto con calma y escoger el momento preciso para hacerlo, anduvo por el pasillo y brevemente se detuvo frente a la puerta del hombre, vio la luz que se filtraba por debajo y de nuevo escuchó la cerradura, parecía que intentaban abrir, la sangre se le agolpó en el rostro, su respiración se agitó y sus pies regresaron al sitio al que se había ocultado hacia apenas un minuto. El hombre salió dando un portazo caminando despreocupadamente hacia las escaleras.

Al acecho, el joven aguzó el oído para adivinar lo que haría el hombre, el no haber cerrado con llave el departamento le daba idea que tal vez salía unos minutos y no tenía gran tiempo de acción, pero el oído le confirmó que el hombre salía a la calle de nuevo, tal vez habría olvidado algo y se demoraría un poco; sin perder tiempo se dirigió a la puerta y con una tarjeta plástica de las que se usan para los teléfonos pudo abrir la puerta y entrar.

El departamento era pequeño pues tenía solo dos recamaras y un baño, en la sala una mesa central grande, llena de periódicos y dulces, una cajilla de cigarrillos vacía y una taza abandonada de café, la cocina contigua se veía desde la sala ya que las dividía apenas una barda de escaso un metro de alto que estaba rematada en una sólida plancha de cemento donde descansaban como adorno un florero azul de diseño moderno y la billetera, que suerte pensó el joven tenía que darse prisa, para aprovechar la ocasión, encaminó sus pasos a las recámaras, tal vez su botín fuera mayor, a juzgar por el sitio, al dueño de ese lugar no le faltaba dinero.

Dos

( el asalto)

El hombre regresó casi de inmediato, había estado fuera sólo unos minutos; se había olvidado de traer cigarrillos cuando estuvo fuera y la tienda se encontraba tan solo media calle de donde vivía. Esta vez el edificio estaba iluminado.

  • ¡Buenas noches! – saludó amablemente a la portera; una vieja y dicharachera señora, tenía más de 60 años y a causa de su obesidad se le dificultaba caminar, tenía las piernas hinchadas de varices, continuamente se quejaba de dolores aunque eso no le quitaba el buen semblante de la cara. Vivía en unos pequeños cuartos situados en la planta baja.

  • ¡Buenas noches¡ dijo animosa, no lo había visto desde la mañana, donde había andado?

  • Salí a hacer unas compras, ya sabe con esto de las vacaciones ando de ocioso, inclusive es posible que mañana salga a Veracruz, quiero ir al mar una semana, y usted donde andaba?

-Me quede dormida un ratito los años pesan, sabe? Que bueno que se va a Veracruz, ya ve una con este trabajo que le tiene esclavizada no puede darse esos lujos, ya ve; que esté pendiente del gas; que si el teléfono, que la ropa que se lava, en fin,que mas quisiera yo que olvidarme de todo esto unos dias y poder irme con mi hijo, la última vez que ví fue en navidad y solo porque vino a verme una tarde, claro, gracias a la arpía que tiene por mujer, en fin no quiero aburrirlo, que disfrute usted mucho sus vacaciones, ya se las merecía, también vive como esclavo a su trabajo y espero que venga con mejor cara. Descanse y olvídese de problemas. Por cierto, a ver si me trae un poquito de café de Veracruz, es riquísimo y a ver si se viene a cenar conmigo una de estas noches, Chabela desde que se casó me tiene muy abandonada.

  • Como no doña Paz, cuente usted con ello, le traeré su café y a mi regreso le acepto la invitación a cenar; ahora me retiro a descansar, estoy fatigado. Hasta mañana.

-Ándele joven, hasta mañana, que descanse-

Cuando abrió la puerta del departamento, notó algo distinto, quizá algo fuera de lugar, dio unos pasos situándose en la barra que dividía la sala de la cocina, percibía algo raro, no sabía exactamente qué; el olor? las cosas no estaban como las había dejado hacía unos minutos, no había dejado el discman y la cartera encima de la mesa? o, tal vez los habría dejado en el buró cuando había entrado a dejar sus películas? respiró tranquilo, bien podía confundirse en cuanto al lugar en que dejó sus cosas, con frecuencia le pasaba aquello, se decía. Recordó que debía echar pestillo a la puerta... pero, el suéter ¡ estaba seguro que lo había dejado encima del sillón de la sala no estaba a la vista; retrocedió y de pronto todo fue tan sucediéndose con la rapidez de una película..., una sombra se abalanzó sobre él, lo derribó y alcanzó a golpearle la cabeza y las costillas, como pudo y casi sin ver propinó un codazo, que por suerte fue a dar en la cara del intruso e hizo que se distrajera momentáneamente y suspendiera el ataque, momento preciso que el hombre aprovechó para levantarse aunque fue atrapado de nuevo, forcejeaba en el intento de evitar los golpes cuando sintió las manos que se cerraban sobre su cuello, tanteando sus manos alcanzaron el florero de la barra de la cocina y en acción refleja lo estrelló en la cabeza del agresor. La sangre empezó a manar por el rostro, de inmediato desapareció la presión que casi le asfixiaba. Un cuerpo desmadejado fue cayendo, su propio cuerpo recibía el peso del otro cuerpo inerte, que se le deslizaba hasta llegar al piso que también detenía y encharcaba las gotas de sangre que escurrían de la cabeza al suelo.

El hombre, pasada la sorpresa pensaba las posibilidades que tenía; había un tipo ahí en su departamento, quizás muerto, quiso salir corriendo, se sirvió un trago de coñac y evaluó con más calma las circunstancias, le tomó el pulso, escuchó la respiración, por lo menos no estaba muerto. Aún alterado, intentaba calmarse, su propia respiración estaba alterada, le dolía la cabeza y además su mente se empeñaba en no coordinar las ideas. Escuchó un quejido y reaccionó, había sido víctima de un hurto, o por lo menos de un intento de hurto, pero su pronta llegada había cortado las pretensiones del ladrón; comprobó que el cuerpo seguía inconsciente.

Tomó asiento en el sofá, vió el suéter al lado del sillón, tirado, su mano seguía aferrando el florero, casi lo avienta sobre la mesilla de la lámpara; descolgó el teléfono, pensó llamar a la Policía, reaccionó; si lo denunciaba se vería obligado, a presentarse a la oficina del Ministerio Público o tal vez a esperar que su casa se llenara de tanta gente indeseable, lo que el quería en esos días era tranquilidad. Tenía plan de pasar esa noche de viernes leyendo, viendo películas o simplemente pensando, sus nervios estaban hechos trizas desde el abandono de su amante y lo que menos deseaba era verse acosado por entrevistas y declaraciones; además a simple vista no faltaba nada y parecía que era cuestión de tiempo que el ladrón recobrara el conocimiento, debía encontrar una forma de cómo quedar tranquilo y además debía ser sumamente precavido para que el ladrón no le representara ningún riesgo.

Al segundo quejido que escuchó y aún inconsciente lo arrastró por los brazos a la cama individual que tenía en una de las habitaciones, lo dejo sobre ella, buscó en el armario algo para atarlo. Encontró un mecate macizo para los tendederos que aun no había puesto, con cuidado acomodó el cuerpo en el centro de la cama y lo despojó de la gruesa chamarra café tipo cazadora que lo cubría. Ató fuertemente ambas manos y selló el nudo al barrote de hierro forjado de la cabecera de la cama, al realizar los mismos movimientos con el otro brazo, vio que el individuo tenía el antebrazo derecho tatuado con una letra; la E y una pequeña corona de hojas al pie acunando la letra; que casualidad, pensó, la E como la de mi nombre. Tomó otro trozo de mecate con el que ató cada pie en cada extremo inferior de la cama, quedando el joven atado de pies y manos.

Los roles se invertían, el agredido se había convertido gracias a las circunstancias en agresor y sus emociones se modificaban paulatinamente, del susto a la cólera maldiciendo a la gente que transgredía los derechos de los demás. Quizás en otro momento no hubiera sentido tanta cólera, pero desde el abandono de Manu había evitado el contacto con la gente, les huía y era mas sensible al trato humano, tanto que lo evitaba. Su coraje era intenso y sentía necesidad de desquitarse y ahora tenía la oportunidad en las manos, el tipo que tenía ahora a su merced. Tal vez esa era la razón de que sus manos tensaran mas de la cuenta la delgada soga con la que amarraba los pies de su víctima. Fue por un recipiente con agua y con una pequeña toalla limpió la sangre del rostro. Quería evaluar la magnitud del golpe, había en la parte superior del cráneo, muy cerca a la frente, una herida de unos diez centímetros, no era profunda aunque aún sangraba un poco, estaba hinchándose pero por fortuna había sido mayor el golpe que la herida. Le hizo curación y con cuidado cerró con cuatro vendoletes la herida, la cara tenía una leve hinchazón abajo del ojo derecho por el codazo que a ciegas le había dado. El rostro limpio mostraba la gallardía propia de la juventud, le parecía casi hermoso, pestañas largas y tupidas, labios púrpura carnosos, piel morena acentuada por el sol y el pelo negro y rizado que se pegaba al cráneo y escurría restos del agua vertida. Su imagen no le era desconocida del todo aun cuando no podía recordar porque aquel muchacho le era familiar; por otro lado se trataba de un ladrón y de muchos modos ese hecho le asustaba, se sentó junto al camastro del dormitorio, encendió un cigarrillo y el televisor y por momentos deseaba no encontrarse en esa situación, pero, el cuerpo era tan atractivo, estaba en la cama de su propia casa, podía tocarlo si le apetecía. Los tragos del coñac poco a poco iban proporcionando a su cabeza esa agudeza y calorcillo, no dejaba de mirarlo y decidió tocarlo con el pretexto de buscar si llevaba alguna arma oculta, aunque no era muy factible. Al revisarlo solo encontró una pequeña navaja suiza que llevaba en un bolsillo trasero del pantalón que se adhería como piel a su cuerpo; desabotonó más la camisa, el torso estaba sembrado de vello negro y rizado que lentamente iba transmitiendo a sus dedos sensaciones que se estrellaban en su cerebro y se regresaban a sus temblorosos dedos. Lo palpó en el pecho, la cintura y sus duras piernas, las nalgas redondas y suaves, sin pretenderlo, el palpar se convirtió en caricia cuando sus manos se detuvieron mas de la cuenta en esa suavidad, redondez y firmeza, sus dedos autodirigidos apretaban suavemente aquella firme carne; instintivamente llevo su mano derecha hasta la parte central y delantera de aquel cuerpo y con lentitud se abandono al placer de tocar aquel órgano vivo y cálido que reposaba entre las piernas del muchacho. Su cuerpo era firme y compacto, la piel joven, canela y cubierta de vello; la mente del hombre estaba totalmente confundida; ya no había ni rastro de enojo, solo sensaciones placenteras le recorrían y estimulaban su imaginación. El cuerpo daba señales de volver en sí, el hombre se levantó apresuradamente y vertió los restos de coñac sobre la cara del joven, que inmediatamente empezó a toser.

Tomó un trozo de cinta plástica por si fuera necesario pegárselo en la boca y hacerle callar. El joven abría los ojos que parecían no enfocar nada, estaba atontado por el golpe recibido, le llevará un buen rato recuperarse pensó el hombre. Su cabeza se esforzaba por recordar, tanto que le dolía; al ver al hombre frente a él, su mente le trajo en un destello lo que había pasado, empezó a forcejear hasta que se dio cuenta de se encontraba maniatado y sus brazos adormecidos, balbuceó diciendo

-Suélteme por favor, el la mochila están sus cosas; el celular, la cartera y el discman, no le robo nada, déjeme ir.

-Te equivocaste de lugar, quién te dio el derecho de entrar a mi casa, pretendías robarme, ahora deberás asumir las consecuencias- dijo el hombre secamente, mas no dijo que su mente empezaba a fraguar un plan para cobrarse la intromisión.

El joven miró a los ojos de su captor, con la miraba parecía suplicar que lo dejara, su rostro denotaba miedo, movió su cabeza queriendo desasirse, quería librarse o por lo menos gritar pero le faltaban fuerzas y la cinta adhesiva que tenía el hombre en la mano lo frenó, además no tenía ni idea de lo que el hombre fuera capaz de hacer, recordó por el botellazo recibido en la cabeza, intentó tranquilizarse y se quedó quieto, - me regalas un trago, es mejor que desperdiciarlo–pidió el joven, que sin aparente motivo comenzó a tutearlo.

-Tengo lista la mordaza, mas te conviene no gritar- dijo el hombre- el cautivo contestó moviendo su cara en forma afirmativa.

  • Espérame ahora vuelvo, si no estas tranquilo sabrás quien soy, de acuerdo?- dijo y fue a la sala por la botella de coñac, en ese corto instante su cabeza iba convenciéndose con la idea de lo que iba a hacer con su prisionero, se tardó un poco más de lo necesario y fue a orinar dejando abierta la puerta del baño, tenía una erección, la situación le excitaba, adquirir poder de repente sobre otro hombre, poder tocarlo a su gusto, someterlo le llevaba al éxtasis, escuchó la voz del joven que le decía –Déjame ir, te prometo que jamás intentaré volver a robarte, es más te quedaré agradecido y hasta puede ser que alguna vez te devuelva el favor-

Una vez en la habitación, acercó el cuello de la botella y la puso en los labios sedientos del joven para que éste le diera un trago, al hacerlo sus dedos rozaron su tupido bigote, sus dedos fueron sensibles al roce de las púas del grueso pelo que cubría el labio superior y el cálido aliento le produjo un repentino nerviosismo, apartó la botella y se sirvió del líquido en el vaso apurando otro trago, recobró el aplomo cuando escuchó el timbre ahogado de un teléfono celular que no era el suyo, la voz del joven lo miraba asustado y decía quedamente

  • Es mi celular, lo tengo en la mochila que traía, creo que está en la otra recámara, donde también están tus cosas.

El hombre fue por la mochila, al llegar el teléfono había dejado de sonar, lo sacó con las pertenencias que había intentado robarle.

-Me lo permites, necesito saber quien me llamó, puede ser una emergencia, suplicó el joven.

Espera, dejaron mensaje, lo escucharé primero. La cara del cautivo se transformo por la rabia contenida y en voz baja musitó un insulto.

El hombre escuchó el mensaje en silencio, era de una mujer, disgustada le recordaba que ya era la hora acordada para que fuera por ella, sus amigos los estaban esperando en el restaurante, estaba desesperada por no saber nada de él y remataba diciendo que si no se reportaba de inmediato se las pagaría, ya estaba harta de sus mentiras y de todos modos iría con o sin él, además iba a utilizar la tarjeta para comprar el vestido rojo que había visto la semana pasada y que le había prometido como regalo de aniversario, sin mas el mensaje se cortó.

Apagó el teléfono y le dio el mensaje preguntando -está furiosa, quién es ?-

-Lola mi mujer- dijo secamente, y de inmediato se recriminó a si mismo esa conducta, el ser hostil no le produciría ningún beneficio, pero a su pesar le costaba seguir hablando.

De pronto el hombre se alertó, sería posible que pudiera representar problemas la ausencia del muchacho, tal vez cuando se notara su desaparición ella reportara su ausencia y la policía metiera las narices en el asunto. Se dijo a si mismo que eso no era posible, ya que nadie sabía, nadie lo había visto entrar a su departamento. Aunque sus razones eran válidas, buscando tranquilizarse le dijo -Y porque se dirige a ti con tanta furia?-

-Tenía que ir por ella a las 7.30, me hizo prometerle que la llevaría a cenar con unos amigos para festejar nuestro primer aniversario; seguramente por eso está enojada aunque, -su voz se quebró y no dijo más, se daba cuenta que a pesar de todo, el hombre le causaba cierta confianza, tal vez su voz tranquila, o quizás el interés que demostraba.

-Anda sigue, cuéntame- dijo el hombre interesado.

  • Es solo que últimamente se esta volviendo muy exigente y a mi no me gusta discutir, así que intenté conseguir algo para calmarla, ya ves, todo me ha salido mal.

  • Además de esto, a que te dedicas?

  • Soy mecánico, pero hace mas de dos meses me corrieron porque falté dos días; llevé a mi mujer al mar y no puede negarme a quedarme un poco mas para que estuviera contenta; desde entonces no tengo trabajo, y a diario me reprocha mi inutilidad y holgazanería, además me pide que le compre cosas, tal vez cree que tengo aún dinero lo que me liquidaron, por eso intenté robar algo, maldita la hora en que se me ocurrió hacerlo.

-Es la primera vez que haces esto?-

-No, de hecho es la segunda, la otra fue fácil y pensé que esta vez seria fácil también.

  • A quien atracaste la vez anterior? Lograste un buen botín?-

  • Fue en un bar, realmente lo hice por desquitarme, era un desconocido que se acercó a beber con nosotros y después se negó a pagar su parte de la cuenta, se perdió por ahí pero su error fue no abandonar el bar, salí y lo esperé, cuando salió lo sorprendí, nos liamos a golpes y al final le quité la billetera sin ver que contenía cerca de 4 mil pesos.

  • Como te llamas, que edad tienes? me pareces muy joven.

  • Ignacio, contestó secamente el joven, tengo 29 años; tengo que irme ya, suéltame sí?, mi mujer se va a poner como loca, me está esperando para salir con ella ya te lo dije, y en fin, tal vez pueda usar aun mi tarjeta de crédito.

  • Mmm, creo que no estas en condiciones de exigir , y no hemos arreglado este asunto- dijo el hombre con la voz pausada, será mejor que tomes las cosas con calma.

  • A que se refiere? no le robé nada, no me puede tener aquí, no entiendo que quiere-. El miedo hacía que su voz perdiera el aplomo, lloriqueaba, perdiendo la seguridad ganada, se delató cuando dejó de tutearlo.

  • Por lo pronto tengo una solución para arreglar esto; te voy a proponer dos cosas, tú eliges; guardó silencio para medir el impacto de sus palabras, vio que el hombre abría desmesuradamente los ojos y mecánicamente decía.

  • Cual es- dijo el joven esperanzado.

  • La primera- repitió, -te entrego a la Policía, una llamada y ya está, y tal vez sea lo mejor, así estaré seguro que no volverás a molestarme, dijo lentamente esperando ver alguna reacción.

  • No, por favor, no haga eso ..., la voz se atoró en la garganta.

-Sí, tal vez eso sea lo mas conveniente; la gente como tú se cree que puede ir por ahí nadamas burlándose de todos; ya es tiempo de que aprendas lo que significa el respeto.

-No- dijo de nuevo, mejor dígame la otra opción, seguro que nos arreglamos.

  • O.K., es que te quedas aquí conmigo, tranquilito unos días, tal vez una semana, nos entretenemos juntos, serás mi esclavo un rato, me complaces y luego te suelto y aquí no pasó nada, le dijo.

  • Qué quieres decir...? No, eso no, yo no soy ..., - digo, no puede ser posible, no podría hacerlo- preferiría que me entregues a la policía, dijo atropelladamente con el susto reflejado en la cara.

  • Pues tu tienes la respuesta y esas son las alternativas, pero piensa, ir a la cárcel, fianza, abogado, y sobre todo, tu mujer, piénsalo, tienes unos momentos para decidir; te recuerdo solo que tu decidirás y así se hará, el trato se deberá cumplir satisfactoriamente; voy a darme un baño y me das tu respuesta- dijo tajantemente el hombre cubriendo la boca del cautivo con un trozo de cinta adhesiva.

Ya en su recámara el hombre sonreía medianamente satisfecho, lo tenía en sus manos, solo faltaba que no se equivocara, su intuición le decía que bajo el aspecto varonil de su cautivo estaba escondido un hombre deseoso y dispuesto al sexo, por lo menos eso deseaba él, se decía que era demasiado guapo y cuidado de su apariencia como para equivocarse, en fin el anzuelo estaba lanzado y había que esperar. Con voluptuosidad empezó a acariciarse despojándose de toda la ropa, el calor del día, había sido sofocante, las emociones intensas, se merecía una buena ducha; quedo desnudo frente al espejo, y mirándose críticamente contempló su miembro erecto goteando de deseo, la imagen que le devolvía el espejo era de un hombre maduro, atractivo a su modo, el cuerpo delgado y firme, no lozano pero sí joven, el ejercicio que a veces hacía le mantenía medianamente en forma, a sus 45 años, su cuerpo lucía compacto y aun atractivo. Desnudo y orgulloso cruzó la habitación sin siquiera a voltear pero con lentitud para ser visto, dejó abierta la puerta del baño, hizo mas ruido al descorrer la puerta de la regadera y abrió el grifo, el vapor inició su labor, extenderse por el baño y las habitaciones, una lateral, otra frente al pequeño cuarto iluminado; los olores pronto inundaron los sentidos del cautivo que se le antojaban deliciosos, jabón, perfume, frescura....

Nacho sudaba frió, tenia miedo, estar cautivo y a merced de un maniático lo tenía tenso, lo que no entendía era el porque de su excitación, tal vez los olores o el vaporcillo, de alguna manera muy sutil se sentía seguro aunque también nervioso, podía ver la puerta del baño abierta, llena de luz y vapor, si se esforzaba un poco veía el lavamanos y el marco de lo que suponía era el espejo, a su pesar su vista con frecuencia se detenía allá, esperando ver aparecer el cuerpo del hombre, desnudo como lo había visto cuando pasaba frente a la puerta, con seguridad lo vería mientras se afeitaba, su cuerpo era esbelto y firme y alguna oscura atracción jalaba su vista al cuarto de baño; si tan solo pudiera tocarse, el calor le recorría el cuerpo.

El hombre, salió de la ducha desnudo, al pie del lavabo se secó el cuerpo frotándolo lentamente con la toalla hasta que la enredó en su cintura, se rasuro ante el espejo y se ungió su esencia favorita, se imaginaba que era observado, descalzo y envuelto en la toalla se dirigió a Nacho. No se había equivocado, Nacho no podía apartar la mirada de ese cuerpo semidesnudo, al sentirse descubierto se ruborizó intensamente y dijo.

  • Disculpa, solo quería decir que....-, intentaba tranquilizarse y buscar las palabras adecuadas; -no se si pueda hacerlo, pero no me queda otra, acepto a cambio de que no me denuncies, no me gustan los hombres y nunca he estado con uno, trataré de ser lo más dócil que pueda, pero no me exijas más, no esperes mas, sólo te pido que no abuses de mi indefensión-

-No te preocupes no hay que disculpar - Dijo el hombre - tengo ganas de sexo, y si estás a mi disponibilidad, intentaré gozarte y darte placer , te enseñaré lo que se obtiene en esta variante del sexo, queda claro que espero docilidad.

Acto seguido se recostó a lado del joven, y comenzó a aflojarle la ropa, primero la camisa, zafándola del pantalón y apartando los botones uno a uno, el cinturón que cedía a sus dedos, el cierre de la bragueta que dejaba al descubierto el calzón blanco con un bulto prominente y tembloroso con señales de humedad, tiró hacia abajo la estorbosa ropa e inició acariciando el cuerpo con suavidad, el pecho mullido, los músculos marcados por la tensión, las tetillas hasta ponerlas duras, el vientre, los dedos se entretuvieron el el pequeño remolino del ombligo, enredaba los vellos oscuros en sus dedos, sentía como el cuerpo respondía con calor a sus caricias, no tomaba el pene, solo lo rozaba casi accidentalmente, lo sentía en movimiento, crecido y renovado en humedad, la erección no frenaba, no disminuía, apretaba con suavidad la bolsa de los testículos, llevaba con maestría a su cautivo a los terrenos tan conocidos por el, la excitación del cuerpo, sabía que por sí solo respondería.

El deseo de Nacho era cada vez mas fuerte, ahí sin testigos, atado de pies y manos, cerraba los ojos con demasiada fuerza, las sensaciones multiplicadas al sentir como era desvestido, la camisa abierta totalmente proporcionaba a su cuerpo goce ajeno a su voluntad, cada milímetro de su piel se le encendía y erizaba, no quería que el hombre dejara de acariciarlo, era tan novedoso e intenso aquello, ahogaba sus gemidos, intentaba que su respiración no transluciera su estado de excitación, trataba de negarse al placer; mas sus esfuerzos fueron inútiles cuando el hombre al fin se le echó encima y le recorría el cuerpo con su boca caliente que jugosa y resbalosa se prendía a la suya y que intentaba tragar su lengua. Justo entonces, en ese instante, su cuerpo no pudo más; se desbordó en temblores y súplicas; en exigencias, en desvaríos. El hombre seguía impasible, jugaba con su cuello y las partes sensibles de su cuerpo. No puedo el joven retener ya los gemidos; ahora su cuerpo arqueaba con el peso del otro encima despojado de la toalla y caliente como el suyo, sin resistencia y con el permiso de su propio cuerpo buscaba mas acercamiento, aquellas manos rudas anduvieran el camino de sus piernas abiertas, sin disimulo su verga aplastada por el peso seguía empujando con dureza, sentía sobre la suya la otra verga dura y caliente que vibraba y empujaba, su dureza se acentuó cuando las manos perfectas se cerraban sobre ella, la escalaban y descendían, se deslizaban en complicidad con las secreciones; sentía una dureza de hierro, casi desconocida, distinta a la que conocía en sus encuentros sexuales con las mujeres; esto era nuevo, distinto, desconocido pero más intenso, más fuerte, más placentero y totalmente fuera de control; no podía sustraerse del efecto ni podía detenerlo.

En su vientre y costillas sintió que el hombre derramaba sus viscosidades, sin esperar más el también se abandonó al orgasmo multicolor que fue vertido por su tronco en chorros interminablemente largos de semen que chocaron en el cuerpo del hombre; quien con extrema delicadeza esparció los líquidos emanados sobre los cuerpos de ambos cual si se tratara de un ungüento curativo, para luego con lentitud recostarse sobre su cuerpo desfallecido en una prolongada caricia que llegaba hasta sus manos prisioneras.

Cuando los cuerpos encontraron el reposo, el hombre se incorporó, ajustó la toalla y musitó algo inentendible o tal vez solo gruñó de placer, Nacho lo miró fijamente y pidió que lo soltara, que ya había cumplido.

  • Eres mi esclavo por unos días, esto recién empieza, ahora voy a descansar un rato, después preparare comida- que descanses le dijo mientras sus manos le desataban los pies y terminaban de quitar el pantalón para seguidamente cubrirle el cuerpo con un cobertor.

El hombre se recostó en su cama encendió el televisor y se durmió de inmediato, despertó con la voz de Nacho que pedía ir a orinar; el reloj marcaba las 11de la noche, se percató que había dormido mas de lo que pensaba, su estomago estaba hambriento, debía levantarse y preparar algo que pudieran comer el y su prisionero; no había pensado en la molestia del baño ni que hacer, fue a verlo y lo encontró desesperado; -me estoy meando- suéltame para ir al baño. La visión que tenía de Nacho resultaba casi conmovedora, la casi desnudez acentuaba su fragilidad, su vulnerabilidad, quiso abrazarlo pero solo se monto en él para quitar el nudo de sus brazos en la cabecera de la cama, le dijo –espera, voy a desatarte, coopera para que sea más fácil-

Nacho meneó la cabeza y sintió alivio cuando los nudo aflojaban y liberaban sus manos, el hombre la sostuvo con fuerza y lo liberó a la vez de la sucia camisa al tiempo que dejaba sus manos atadas al frente, por lo menos podría dirigir su pene al objetivo, lo acompaño y lo dejó en puerta del baño, desnudo y dócil. Escuchó el potente chorro de orina y lo acompañó de nuevo al cuarto. Le ofreció unos pantalones de franela holgados para que durmiera, le preguntó si quería comer algo ya que el tenía hambre, Nacho dijo que no, que solo quería que lo soltara para poder descansar.

El hombre fué a la cocina sin decir nada y preparó dos sándwiches con papas fritas y jugo embotellado, los llevó al lecho del cautivo en una bandeja, prendió la luz, el joven estaba adormilado, lo despertó y le ofreció su ración, después del encuentro sexual se sentía de buen humor, hasta pensó si valdría la pena desatarlo; no, se dijo, aun es demasiado pronto.

  • Por favor desátame, quiero comer algo, me estaré quieto, te lo prometo.

  • No soy tonto, no te voy a desatar, yo te daré de comer, se que intentarías escapar-

Mientras comían, Nacho lo miraba fijamente, su miedo empezaba a desaparecer, pero sentía coraje, le humillaba que lo tuvieran cautivo, cuando terminaron, el hombre le limpio la boca con la servilleta.

Estaba por levantarse, cuando Nacho dijo -como te llamas tú-

-Mmm, masculló, tal vez después te lo diga, aún no es tiempo. Se llevó la bandeja y regresó echando un vistazo al entorno y pensando si no había posibilidad que su preso escapara, le dejó algunas cobijas de nuevo atado de pies y manos a la cama, - hasta mañana, espero que descanses, te portaste bien, sigue así- recogió el teléfono celular de Nacho y cerró la puerta tras de sí.

El hombre se tumbó en la cama muerto de cansancio; mañana tal vez el panorama estuviera mas claro; ni siquiera se desnudó, solo levanto el cobertor y de inmediato quedó dormido.

La sombra traspasaba la ventana, un hombre negro avanzaba con lentitud, la silueta se veía con la luz como aureola a su espalda, en la total oscuridad se acentuaba su mirada, los ojos amarillos y brillantes despedían haces luminosos que le inmovilizaban. El hombre negro mantenía la vista fija en el sin parpadear, sus ojos escurrían lágrimas mudas, caminaba de sin prisa, en dirección a el. Se abría la camisa para mostrar el pecho fibrosos y lustroso, negro como chocolate, no llevaba pantalón y obscenamente se acariciaba el sexo que enfundaba en el slip blanco a punto de reventar por su terrible erección. Sin decir palabras le forzaba estar quieto, le dominaba con la mirada. Un látigo silbaba cortando el aire, le azotaba, le sometía y obligaba a pedirle perdón por algo que no recordaba hasta que la flagelación y el dolor hizo que su mente buscara la razón: Haberlo abandonado. En jirones le despojaba la ropa dejando al descubierto las heridas sangrantes. A ratos el verdugo se transformaba en amante dulce que lamía sus heridas para sin motivo, volver a estar furioso. Le producía dolor y placer intenso cuando lo poseía. De pronto supo que el verdugo era Manu y sintió sudor frío en su espalda recorriendo lentamente, pero, esa cara era otra, desconocida pero familiar, donde lo había visto, no recordaba. De algún lugar una navaja brillante se le planto en la cara amenazante.

-¡Traidor! Te burlaste de mí, mereces las muerte-

-¡No!, espera, no lo hagas, por favor, no te abandoné-

-Así pagarás lo que me hiciste- decía el verdugo, bajando el metal por el cuello y hundiéndolo en su estómago que empezó a disparar chorros de sangre que salpicaban al verdugo que reía escandalosamente.

El hombre se despertó, su frente estaba perlada de sudor y tenía la respiración agitada; los recuerdos lo despejaron y corrió a la habitación contigua, no percibió ruidos. Abrió la puerta con cuidado y lo vio ahí, atado y durmiendo; cerró la puerta y regresó a su cama sin poder conciliar el sueño de nuevo; el reloj del buró marcaba las 3 de la mañana.

Tres

(el sueño compartido)

La noche había avanzado, los ruidos se habían extinguido, excepto su sentir todo se encontraba en calma; desconocía la hora aunque calculaba que serian alrededor de las 3 de la mañana. El cansancio le había fulminado en un sueño ligero e inquieto, ahora mismo abría los ojos y repasando en su cabeza todo lo ocurrido, un ruido le había despertado, creía que algo sucedía en la habitación de junto, pero la calma reinaba. La luz de un foco solitario en el patio se colaba por la ventana en una tenue claridad. Ignacio estaba adolorido de las ataduras y cansado de la postura que estaba obligado a mantener, sus manos y pies estaban entumidas. Ese maldito maricón que se creía para hacer lo que hizo; como se atrevía a obligarlo a .. lo indeseable; porqué se le acercaba y lo tocaba, porqué lo besaba. Una paliza es lo que se merecía y una tunda le daría tan pronto se viera libre. Estaba furioso aunque le inquietaba un poco el haber sentido aquel cosquilleo en la barriga, aquellas ganas de que no se detuviera, aquel deseo que calentaba su piel; maldito hombre y maldita la hora en que se le había ocurrido robar en ese lugar, parecía tan fácil y sin embargo el destino le había jugado una de sus bromas. Quería llorar de tanta rabia y pesar, le humillaba que lo tratara como si el fuera de su propiedad; que estúpido juego era ese de ser esclavo y además tener que consentirlo. Era cautivo a su pesar, pero lo terrible era que la fuerza que el hombre emanaba le fascinaba y bloqueaba, ejercía algún poder sobre su propia persona que le hacía olvidar en ese instante de cualquier intento de oponerse a lo que dijera. Estaba adolorido por el golpe en la cabeza e intentaba descansar y olvidarse por unos momentos. El sueño no acudía y su mente giraba en torno a lo sucedido. Las olas del placer aún no encontraban calma. Frustrado, sus ojos se humedecieron y se soltó al sentimiento de abandono, este le trajo a la cabeza el recuerdo que le parecía tan lejano y lleno de nostalgia de aquel tiempo cuando estaba entusiasmado con Lola, cuando apareció en su vida con esa frescura, con su sonrisa descarada y jovial, aquel par de piernas esbeltas y blanquísimas, alzadas en tacones que marcaban sus seductores muslos. Recordaba como habían ido creciendo el interés a ella cada tarde entre los pretextos propios del trabajo. Miraba con disimulo el escote que descubría sus tetas pecosas y preciosas; como ella le recibía sonriente aunque no le dirigía mucho la atención y apenas se dignaba hablar con el lo esencial. Hasta que un día coincidieron en la salida en una tarde de lluvia y el ofreció llevarla a casa; y como durante el trayecto se habían desviado a un bar y al calor de las copas sus cuerpos ya estaban bailando y al poco tiempo ya estaban follando. El con tanto deseo reprimido y ella con tanto ardor y en apasionada entrega. Más no había sido solo la entrega lo importante para él, también lo era la participación activa de ella en esa noche mágica; el derroche de besos y caricias, la comunión de sus cuerpos; el haber encontrado el cuerpo preciso a su cuerpo, el tomar un cuerpo que a gritos quería ser suyo; el haber encontrado en el acoplamiento toda la dicha y olvido de sus anhelos. La había conocido hacía poco más de un año y desde aquella noche ya no se habían querido separar.

No sentía ese amor dulce y exquisito, pero a cambio sentía una dependencia emocional muy fuerte, casi intolerable, una necesidad ciega de estar junto a ella, de poseerla, de hacerle el amor, de no dejarla ir, de no apartarse de sus brazos, o al menos eso era lo que el había pensado antes de lo que había ocurrido.

Lo cierto era, que hasta entonces no había necesitado nada más que la compañía de Lola, a pesar de lo ocurrido recientemente, aquella noche cuando un amigo lo había encontrado y llevado a un bar donde estaban reunidos sus antiguos compañeros. Tomaron más de la cuenta y todos se habían retirado, excepto él y Javier, su amigo de siempre. Javier le contó de su separación con su mujer y lo bien que se lo estaba pasando, le invitó a su casa y entre música y tragos, le tocó una pierna, e hizo el intento de besarlo, pero él lo frenó diciéndole que no, que no hiciera eso, que se fuera a descansar porque habían bebido mucho y antes de que sucediera mas se retiró a su casa.

Esa imagen de Javier le asaltaba constantemente, le daba miedo y le excitaba a medida que su cabeza la iba asimilando, pero por temor no busco a Javier y a la fecha no se habían vuelto a ver. Con frecuencia en algún momento de la noche recordaba su mano explorando su pierna con suavidad y se dormía acariciando su sexo, tal vez como lo hubiera hecho Javier de habérselo permitido.

Ahora ahí, preso, sentía como si estuviera corriendo una aventura, un montón de emociones se encerraban en su pecho, sentía correr la adrenalina por la sangre, el miedo, el placer, la emoción hacía temblar su cuerpo.

Solo una cosa le preocupaba mas que su propia seguridad, era Lola, que pensaría ella, que reacción tendría con su ausencia. Y mas, que diría si supiera cual era la realidad, que a su macho lo tenía prisionero un hombre y había logrado vencer su virilidad, y mejor aún que le había hecho experimentar placer.

No entendía sus sentimientos, por un lado quería irse, y no volver nunca más, olvidarse de lo ocurrido por muy difícil que esto pareciera. Pero por el otro lado, era consciente de la necesidad que tenia, su pareja actual ya no le satisfacía, había conocido un nuevo placer, había disfrutado sexualmente aunque con un hombre, nunca había sido tan su sexualidad tan intensa, reconocía que sentía miedo al estar atado y a merced de él, pero se daba cuenta que para el hombre aquello era un juego, una fantasía. No aceptaba la dominación, que lo tuviera atado a la cama, no le gustaba el sexo de ese modo, pero la satisfacción recibida y el desconocimiento de lo que iba a pasar al momento siguiente, le causaba placer, sentirse insaciable en el sexo no lo había sentido con ninguna mujer.

Pasaban los minutos y seguía despierto, pensando en lo ocurrido, de pronto escuchó pasos, el hombre iba camino al baño, seguramente el tampoco podía dormir, algo ocurría entre ambos, escuchó el chorro de orín caer en el agua y su miembro comenzó a revivir. Al salir del baño el hombre se acercó, ambos se miraron fijamente, su mano acaricio le acaricio el rostro, luego le poseyó la boca con la lengua en un intenso beso. Porqué estás despierto?- preguntó el hombre.

-Me desperté hace rato , hacías ruidos extraños-

-Escuchaste?-

-Realmente no, solo que me desperté con el ruido-

-Tuve una pesadilla, pero ya pasó, podemos hablar?- sí es que no tienes sueño-

-No tengo sueño, quédate, solo estoy incomodo amarrado de las manos a los barrotes-

Sin decir nada, el hombre lo desató de los barrotes, dejando todavía sus manos atadas, mientras con sus propias manos el hombre recorría el cuerpo desnudo de Nacho.

-Te gusta esto verdad?- susurraba a su oído mientras que le besaba el lóbulo y chupaba el cuello, -no te lo habían hecho antes, anda dí, dime que esos gemidos ahogados son el placer que intentas detener- los labios de fuego del hombre bajaron lentamente por el cuerpo de su prisionero hasta tomar posesión de su verga, la cual succionaba como si fuera un cono de helado, dulce y jugoso, el cuerpo cautivo comenzó a temblar, espasmos mas intensos e incontrolables, tomo en sus manos la cabeza del hombre, y ejerciendo presión ascendente, logro que retirarlo de su verga. El cuerpo de Nacho desfallecido sobre la cama, mientras las manos del hombre dejaba estelas de fuego en todo su trayecto, el placer tan grande le obligó al abandono completo de esas ardientes caricias. Se sobresaltó cuando le desató los pies y giró su cuerpo haciendo que quedara boca abajo, intentaba abrir sus piernas con las de él forzándole a separarlas hasta quedar completamente abiertas, su ano desprotegido, contraído con la amenaza de la penetración.

Comenzó a jugar con el cuerpo del joven desde atrás, y con su mano libre, coloco crema para lubricar el ano de su víctima, en ese momento la desesperación de Nacho era evidente, trataba con sus escasos medios impedir que lo penetrara, pero realmente nada podía hacer, apretaba las nalgas, tensaba los músculos, los movimientos para liberarse hacían que alzara las nalgas y se mostraran mas seductoras, mas ansiosas. Su captor jugueteaba con él al gato y el ratón, de a poco iba imponiendo su ventaja, aunque iba venciendo su resistencia, suplicaba.

-No, eso no, no me hagas eso, no, déjame-

-No te opongas, te voy a penetrar, relájate para que sea con suavidad, ayúdame a no lastimarte, no me gustaría forzarte también a esto, se que te gustará como sé que disfrutaste mi boca en tu falo, te gustó como te acaricié, es más, estas deseando que tu culo sea perforado, para que te resistes?-

El grueso miembro inició con suavidad a explorar la cueva apretada de Nacho, el cuerpo oponía resistencia natural, pero le placía el juego de la seducción, ambos estaban disfrutándolo, uno impaciente por hundir su lanza, otro sintiendo las contracciones de su esfínter y deliciosamente excitado, su erección al máximo, no podía negarse que estaba gozando, lo único cierto, es que aun no estaba listo para reconocerlo.

Cuando el falo se hundió totalmente Nacho se retorció de dolor, el miembro le carcomía las entrañas, no resistía la invasión, los testículos del hombre pegados a sus nalgas. El hombre se detuvo, dejó de moverse y le besaba, sus manos dejaron sus caderas para acariciar el miembro a todo su largo y ancho, apretaban la pequeña cabeza, el dolor empezó a disminuir y sin darse cuenta Nacho comenzó a moverse suavemente, con lentitud, sus movimientos en pequeños círculos daban la bienvenida al invasor, el hombre satisfecho hundía y sacaba, se detenía, quería que el dolor no rompiera ese lazo de unión que los ataba en ese momento, su comunicación era a base de movimientos que intentaban coordinarse y graves gemidos. Los dos cuerpos, ardientes y sudorosos se humedecían y escurrían en pequeñas gotas que bajaban por calientes superficies, resbalando lentamente y produciendo mas calentura a sus cuerpos.

Una vez que Nacho se acostumbró al miembro que lo clavaba, empezó a sentir necesidad de más, estar empalado le producía delirio, gritaba. El hombre renovó con vigor sus movimientos haciéndolos cada vez mas recios, mas hondos, las nalgas de Nacho se movía frenéticamente en busca de la penetración perfecta que de pronto se presentó y que no tardó en llevarlo a la más deliciosa y delirante corrida, soltando chorros largos y prolongados de semen. Para el hombre la humedad del culo que acompañó la corrida le Nacho aceleró su orgasmo, con toda su fuerza, clavó hasta el fondo y salió de un jalón para abandonarse a su potente eyaculación, chorros calientes e interminables fueron cubriendo la espalda de su amante. Tembloroso, el hombre se dejo caer sobre el cuerpo de su víctima, el orgasmo intenso de Nacho le puso feliz, había hecho correrse a su prisionero. Embriagados de placer quedaron juntos, durmieron abrazados mientras afuera casi amanecía.

Cuatro

(el despertar)

La mañana estaba soleada y resplandeciente, la habitación inundada de luz y sonidos que se filtraban al cuarto y provenían de abajo; los autos circulaban con el persistente ruido de los claxones y motores; una voz de mujer chillaba a los niños que apuraran el paso o llegarían tarde a la escuela y unos pájaros enjaulados trinaban en el patio trasero.

El hombre abrió los ojos, vió a su prisionero, hizo el intento de tocarlo pero en el ultimo instante cambio de opinión, le pareció que aquello era demasiado, se levantó dirigiéndose a la pequeña cocina, en instantes vertia el café hirviente que a pequeños sorbos iba despejando su cerebro. Se sentó a considerar dejarlo libre, devolver la libertad que le había quitado arbitrariamente, después de todo el robo no se había consumado y también había aprovechado la ventaja que le daba el ser verdugo, que siendo emocionante, no le satisfacía; querría en todo caso ser amigo de Nacho, ofrecer su afecto y ayuda, pero intuía que ese no era el mejor camino para ello. Tarde podía ser ya, pero también necesitaba mas tiempo para que él lo conociera y accediera; había cierta atracción innegable, lo había percibido con el abandono a la resistencia de la noche anterior que lo tuvo junto a sí. No iba a ser difícil despojar a Nacho de sus reservas, lo sentía muy disponible, solo qie necesitaba mas tiempo para conseguirlo, no quería que él lo odiara pero no sabía como hacerlo. Se le estaba ocurriendo conquistarlo, ganárselo aunque para eso tuviera que tenerle cautivo mas tiempo. Hablándole de sus deseos hasta que lo entendiera y si lo lograba quizás hasta convivieran en armonía, sí, eso haría. Con Manu siempre había querido tener armonía, pero había sido casi imposible; el tenía un carácter fácilmente irascible, siempre con dudas, siempre inmerso en sus problemas. Le había hecho sentir miserable y necio cuando solo trataba de conquistarle, conseguir su cariño, le reprochaba constantemente ser insistente y rogón; y desgastarse tanto para conseguir su compañía solo esporádicamente, pocas veces toda la noche y siempre a la espera. Tanto tiempo de insistir y de conformarse con minucias que le proporcionaban algún consuelo y alargaba el momento de la verdad, de darse cuenta que no le interesaba realmente a Manu. Que finalmente lo hubiera abandonado y olvidado desde hacía dos meses. No, esta vez debía de ser distinto, esta vez el tenía el poder y si lo usaba correctamente seguramente saldría todo bien.

El despertar de Nacho que estaba solo, fue distinto, el recuerdo de la noche anterior hizo que su pecho se llenara de enojo, de arrepentimiento, se sentía mal, sentía culpa y vergüenza de haberse comportado tan puto.

-Buenos días Nacho, espero que hayas dormido bien -Yo me siento muy bien -

-Por favor, te lo suplico, suéltame- las lagrimas caían por el rostro del joven, lograste lo que querías, me robaste la virilidad, me haz transformado, estoy lleno de vergüenza.

-No digas eso, el sexo no debe causarte vergüenza, no debes sentir pena por que te haz enterado que te gusta el sexo con iguales, no por eso dejas de ser persona, no eres mas ni menos valioso. A mí me gusto poseerte, haz puesto en duda mis convicciones, siento las emociones a flor de piel y pensé que eso no era posible ya, no seas tan duro contigo mismo, las cosas no son tan terribles-

-No se, tal vez cuando lo asimile, quiero pedirte algo, déjame ir, te lo suplico-

-Quizás mas tarde Nacho, por lo pronto necesitamos un baño y comer algo, ve es casi las una, tengo mucha hambre, no te apetece la idea? es más, te prometo que hablaremos mas tarde, anda pon buena cara, no es tan malo sacarle provecho a la vida- Nacho se quedó pensando, se sintió un poco mejor, las palabras del hombre eran bienintencionadas y lo tranquilizaron.

-Si quisiera un baño, pero como hacerlo así maniatado, tienes que soltarme

prometo portarme bien, no intentaré nada-

-Que bueno que te alivianes, no te atormentes más, luces mucho mejor. No puedo desatarte, no aún, no quisiera que las cosas cambiaran todavía, estás de acuerdo? Prometo en breve hacerlo, pero déjame un poco mas, si?

-Nacho se sintió casi emocionado, la voz de ese hombre lo tranquilizaba, a pesar de su incomodidad de estar atado de manos. Tal vez por seguir recibiendo el afecto del hombre accedió, diciendo:

-Bien, acepto aunque de cualquier modo estoy en tu poder, solo espero que sepas cumplir con lo que me acabas de prometer-

-Perfecto, vamos al baño, nos duchamos juntos y después desayunamos algo- eufórico, el hombre se levantó ayudando a Nacho a incorporarse.

Una vez limpios, frescos y sin hambre, se fueron a la cama del hombre, éste había sugerido descansar, puesto que estaban desvelados y también quería ver unas películas que recién había adquirido. Disfrutaba compartiendo con su nuevo amante esas cosas que tanto le gustaba, era su relación ideal y parecía que a Nacho no le disgustaba, se mostraba complaciente.

La película y el cansancio les hizo dormir profundamente, cuando Nacho despertó y vio a su lado al hombre que roncaba un pensamiento le asaltó, era la oportunidad de librarse, de largarse de ahí, bastaría con asestar un fuerte golpe al hombre y tener tiempo de buscar las llaves, salir de ahí de prisa y no volver nunca con ese maniático, sus ojos buscaron en derredor algo de que servirse pero no encontraron nada, en ese instante el hombre despertó y Nacho pensó que su oportunidad de había esfumado, fingió estar dormido.

La espera de otra oportunidad hizo que Nacho olvidara momentáneamente su propósito de escapar, dulcemente escuchó como le llamaba por su nombre y abrió los ojos, ahora con una pequeña y sincera sonrisa.

-Ya dormilón, es hora, arriba, tengo un plan, quisiera tomar unos tragos, quieres acompañarme?-

-De verdad? Vamos a salir?- dijo con entusiasmo Nacho.

-No, no saldremos, pero tengo algunas botellas, que te parece, bebemos y platicamos?-

-Bueno, tienes tequila, me gusta mucho con un poco de sal y limón.

-Claro, precisamente es lo que te iba a sugerir, vamos a la sala-

Platicaron como si fueran amigos, el alcohol lentamente iba subiendo al cerebro de ambos, ya no había por parte de Nacho resistencia alguna, inclusive era consciente de lo agradable que resultaba estar ahí con él, tan solo le incomodaba sus manos atadas que no le permitían la libertad de movimiento completa.

-Ya me dirás como te llamas? Me gustaría saberlo.

-Te lo diré si a cambio tu me dices también algo?

-Qué quieres saber- dijo Nacho intrigado

  • Porque traes un tatuje con la letra "E"

-Oh, es una tontería, era muy joven y creí estar enamorado de Eva, una compañera de la preparatoria, quise conquistarla y finalmente me tatué la letra de su nombre, total que nunca me hizo caso y después se me pasó la emoción, fue curioso, dejó de interesarme y entonces fue ella la que me buscaba y no podía creer que a pesar del tatuaje, yo ya no tuviera interés en ella, entonces le mentí y le dije que la letra era de mi segundo nombre, Eduardo aunque si es mi segundo nombre no era verdad que representaba eso, después me arrepentí solo que ya era tarde para borrarme esto, dijo mostrando su antebrazo con la pequeña letra, y tú, cuál es tu nombre?-

-Emilio, y si te he de ser sincero, me gustó tu tatuaje, y me gusta mas el motivo por el cuál te lo hiciste.

-Puedo dirigirme a ti por tu nombre? Preguntó Nacho, además me gusta tu nombre, parece que me persiguen las e’s.

Emilio cerró los ojos y deseo intensamente que aquel momento no terminara y que ese hombre no se fuera de su vida, pero sabía que debía jugarse el todo por el todo y dejar de forzarlo, con emoción empezó a acariciar su cuerpo mientras decía:

.

Nacho desesperaba, quería tocar, pero le resultaba prácticamente imposible, tenía que conformarse con dejarse hacer, pero esa situación le agregaba mayor placer al momento, no podía usar las manos pero en cambio le sacaba provecho a su cuerpo, que friccionaba al de Emilio, además utilizaba la boca para disfrutar el sabor de ese hombre que lo estaba enloqueciendo. La pasión adquiría nuevos tintes y subía de intensidad, Emilio susurró al oído de Nacho si quería penetrarlo, asintió presurosamente, diciendo:

-Si macho, lo que quieras, soy tu esclavo, y si quieres seré tu amo-

Emilio dio el último sorbo a su tequila y en un beso lo compartió con su amante, llevándolo a su cama, al fin su cama tendría la compañía deseada.

Lo tumbó boca arriba en la cama, le puso un preservativo, y luego buscó el mismo acomodo en la punta de la lanza, sentado, clavándose en el tronco que entraba libremente dentro de su cuerpo, el placer de Emilio era alucinante, era consiente que nunca Manu lo había hecho sentir así, además le colmaba de felicidad.- Por su parte Nacho, exploraba placeres no experimentados, sensaciones salvajes corrían por todo su cuerpo, ríos de lava volcánica, que lo hacían gritar al buscar salida en forma de semen caliente que inundaba los órganos del cuerpo poseído. A la par el semen de Emilio salía disparado en el estómago y pecho moreno de Nacho. El cuerpo desmadejado de Emilio se dejo caer sin fuerza sobre Nacho, la plenitud del placer obtenido les despojaba de todo lo corpóreo, embriagados de placer volaban, mezclas de imágenes multicolores y ruidos no identificados formaban parte del momento posterior al clímax. El momento posterior se hizo eterno, sin hablar cada cuál obtenía su propio reposo. Emilio se levantó para tomar un baño, puso disimuladamente las llaves de la casa sobre el buró, y le dijo a Nacho medio adormecido que era libre de hacer lo que quisiera, con él o sin él, al tiempo que desataba sus manos. El hombre puso música, subió el volumen y entró a bañarse, deliberadamente hizo más tiempo, no quería ver como se desvanecía su sueño.

Cinco

(el día anterior)

Sobre el botadero de películas del estante, una mano blanca, masculina y con los dedos largos se detenía sin prisa en las películas que aquel almacén ofertaba; entre las cintas se encontraban algunas piezas viejas, rarezas que no se habían vendido en años y que nuestro hombre, absorto contemplaba.

Su aspecto era de un tipo común en aquella ciudad de las provincias de México; de aproximadamente 1.72 metros de estatura, piel blanca, pelo cano y claro muy corto, casi a rape y de complexión delgada; sus rasgos particulares no llamaban la atención, no era feo o desagradable, tal vez no era llamativo porque su rostro no reflejaba la luz que dan las emociones y que hace que las caras sean radiantes; no obstante su cara poseía cierta belleza fría que se acentuaba con esa indiferencia que le producía su alrededor. Su atención se centraba en lo que tenía frente a sí, aquellas cajas de cintas que cuidadosamente iba eligiendo; de historias turbias y tramas oscuros, como de aquellos fetichistas por las telas, o algunas de relaciones perversas...

Llevaba casi media hora en el mismo sitio, se encontraba absorto e interesado en la cantidad de películas que tenía frente a sí y a precio tan módico. De pronto se sintió observado; esa sensación le hizo voltear casi de manera automática, alzó la vista y vió a un joven moreno que le estaba observando y que esquivó la mirada justo cuando estas se cruzaban. El hombre se preguntó si aquel joven de mirada ámbar que le había enfocado un instante no sería una señal de flirteo, trataba de imaginar si el joven estaría casado o si viviría con sus padres; no había alcanzado a ver si llevaba argolla en el dedo, aunque eso realmente no le importaba. Apretó con los dedos delgados las cintas que había seleccionado y aunque no volvió a buscar su mirada era consciente de que el rostro hermoso de mirada cálida seguía al otro lado del botadero; de vez en vez veía una parte de sus piernas sin necesidad de alzar la mirada; el joven llevaba un ajustado pantalón azul desteñido de mezclilla y una chaqueta café. El hombre permaneció otros minutos en la tienda, mientras afuera empezaba a anochecer y la ciudad se pintaba de neón. Finalmente se dirigió a pagar la docena de cintas elegidas y sin apuro salió a la calle para confundirse entre la gente que apresuradamente caminaba en ambas direcciones. Con la bolsa de compras y un pequeño portafolios en la mano, mientras se ponía el pequeño audífono para ensimismarse en su música calculaba las horas en que podía matar el aburrimiento durante esas dos semanas inactivas que tenía en puerta; horas que le ayudarían a olvidar o por lo menos distraer su soledad, aquella separación aún no estaba asimilada del todo.

Se detuvo ante el escaparate de una almacén de esos que aun tienen maniquís, contempló un suéter negro combinado con rojo y blanco en forma de manchas y pequeñas rayas. Al verlo había sentido una punzada y solo después de esta, se dio cuenta que se había fijado en la prenda porque le recordaba a Manu. A él le hubiera parecido irresistible, aunque de hecho no recordaba haberle visto ninguna prenda que se pareciera a la del escaparate. Siguió andando, diez o doce pasos y giró en redondo: Quería el suéter, la tienda estaba abierta, entró pero las dependientes estaban ocupadas, quizás por la temporada, había gente esperando atención. Salió frustrado, anduvo caminando por ahí; sacó de su maletilla un aparato compacto de cd’s y se colocó los audífonos, se bebió un café y fumó un cigarrillo en un bar de la misma calle; cuando volvió el establecimiento estaba despejado y compró el suéter por casi ochocientos pesos. Encaminó sus pasos al edificio, se sentía tranquilo y contento. El hombre caminaba por las calles aledañas al centro de la ciudad, anduvo cinco o seis calles y al cruzar la calle se detuvo en un edificio viejo pero sobrio de fachada colonial, una combinación de piedra gris y mosaico, tan usual en aquella ciudad, muros con fondo amarillo viejo y blanco con algún detalle color terracota. Bellos balcones de herrería forjada elevados sobre el segundo y tercer piso eran adornados con macetas de geranios rojos en distintos tonos. Todo aquello era lo que le había conquistado hacía unos meses; pensando que lo grandioso y acogedor del edificio haría mas soportable su soledad, inclusive había tenido cierto ánimo para mudarse y ahora al menos disfrutaba su propio espacio a pesar de la ausencia de Manu. Empujó la puerta principal que estaba sin seguro, al frente y justo en medio del salón que hacía las veces recibidor, estaban las escaleras de piedra; se extraño de encontrar a oscuras el recibidor, se entretuvo un poco llamando la puerta de doña Paz la portera, quería pedirle que encendiera las luces, mas nadie acudió a su llamado, probablemente hubiera salido, así que busco bajo la escalera los botones de encendido de la luz.

La escalera al menos ya no estaba en penumbras, entró a su casa y encendió la luz; el céntrico departamento era el número cuatro del edificio viejo que contenía en su totalidad ocho departamentos, la mayoría pequeños como ése; aunque la distribución de los espacios y los altos techos daban la sensación de mayor amplitud, mas aún porque este contenía poco mobiliario. La sala y comedor la había convertido en una estancia cuyo mayor atractivo era el balcón a la calle, desprovisto de cortinas, pues al hombre le gustaba la enorme puerta de madera con cristales biselados que le permitían visión aun cuando la mantuviera cerrada. Las enormes torres de la catedral que por las noches lucía como dos enormes y luminosos faroles suspendidos en la negrura de la noche. También le gustaba el pequeño arco que separaba la sala comedor de la pequeña cocina que en la tenía una base de casi un metro de altura rematada por una gran plancha de cemento que le servia de mesa de comedor con tan solo añadir el correspondiente banquillo. En la estancia había un sofá con rayas amarillas, donde recibía a sus ocasionales visitas; una mecedora que utilizaba para leer y escuchar música. La música y el cine eran dos de sus insustituibles gustos; por lo general era medido con sus gastos, más tratándose de música o cine; era capaz de dejar de comprar hasta comida para hacerse de esas novedades, por eso en ese espacio tenía su recinto para la música, un estéreo compacto y centenares de discos en los libreros que vestían las paredes laterales. Come detalles decorativos la habitación lucía una orgullosa y erguida lámpara de pie antigua de gran pantalla bordada con hilos y mechas doradas que estaba apostada justo en una esquina, un florero de cristal azul índigo de cuello delgado y cuerpo redondo descansando en la barra del comedor y regadas por la estancia varias macetas de barro con bordes y arillos de latón con rebosantes helechos y otras plantas verdes.

La estancia le producía enorme placer, todos los muebles y cosas que había ahí, el mismo los había escogido pensando en cada lugar; tal vez una manera de curarse la soledad o el cautiverio al que estuvo sometido tantos años con Estela y que repitió tiempo después con Manu.

El hombre se dejo caer en el sofá aun con los paquetes que llevaba de sus compras y se quedó un instante contemplando el suéter. Era hermoso, lo estiró sobre el respaldo, le hacía sentir como si el estuviese con él en la habitación, sí tan sólo tuviera a quien regalarlo. Quiso otro cigarrillo más no encontró la cajilla, tal vez la hubiera olvidado en el bar, salió con disgusto a conseguirse otra cajilla, no quería dejar ese momento placido de estar echado, recordando, aunque de haber intuido lo que el destino le aguardaba no hubiera salido, pero el deseo de fumar era apremiante, cerró la puerta de golpe tras de sí.

Seis

(la libertad)

Todo había pasado, Nacho se había ido y él sabía de antemano que eso ocurriría, no podía detenerlo ya, no después de haberse dado cuenta que lo necesitaba, no después de saber que había perdido el control del juego, no obstante entre esperanza y desencanto esperaba. El suéter que había regalado estaba ahí en su cama, había sido también despreciado, también estaba su cartera y demás cosas personales, se lo hubiera llevado todo pensó, por lo menos así tendría una buena razón para despreciarlo y no pensar en él.

El nuevo amanecer había sido amargo, la calidez había desaparecido, la soledad se había instalado nuevamente como eterna compañera, quizá todo había sido un sueño, pero al andar vio el trozo de soga que había utilizado, había sido todo real, tan real como el condón lleno de semen tirado en el piso, real como los restos de comida dispersados en la mesa, auténtico como los vasos con restos de licor de la noche anterior, imborrable como los placeres obtenidos en su cuerpo y tan cierto como los dolores lacerantes en su alma.

Quiso deshacerse de toda evidencia para evitar recordar, limpió todo, volvió a meter el suéter a su bolsa y lo aventó al cubo de basura.

Quiso largarse de ahí, dejar de esperar que algo pasara, se iría a Veracruz como lo tenía proyectado, tal vez no olvidaría, pero al menos no estaría con la incertidumbre constante de la espera de verlo. Se puso a preparar su maleta, acomodaba su ropa cuando el timbre sonó, sintió un vuelco en su estómago y corrió a la puerta. Con desencanto evidente recibió la ropa que le entregaba la portera y pretextando que se sentía mal, lo cual no era mentira, cerró la puerta y alcanzó a oir a la portera que regresaría mas tarde a dejarle el resto de la ropa, quiso dormir para no pensar pero se forzó a la tarea de terminar su maleta.

El mundo de Ignacio se había transformado, volvió a casa, triste porque regresaba a lo mismo, al desencanto de su relación sin emoción, a las continuas peleas, al engaño. Su sorpresa fue mayúscula cuando entró al departamento y lo encontró vacío, había barrido con todo, la casa estaba vacía, la muñeca se había ido y todo se había llevado con ella. Pasado el impacto, sintió una especie de alivio, por lo menos le ahorraba muchas explicaciones que no sabría ni articular, su ropa estaba regada en el suelo y se puso a recogerla.

Curiosamente, ambos con la ropa en la mano, pensaban el lo acontecido, era como si unos trapos en las manos les condujera al mismo recuerdo, en la garganta de Nacho un nudo amenazaba deshacer sus fuerzas. Hizo a un lado sus pensamientos y sonrío para sus adentros, respiró profundamente los primeros aires de libertad.

Fin.

Final alternativo

No sabía que hacer, esa semana se sintió demasiado solo, había abandonado a Emilio y no sabía como presentarse con él, en cada noche de cada día de la semana eterna recordó sus caricias, sus muestras de cariño y su corazón latía presurosamente, luego quedaba congelado al pensar que tal vez se equivocaba, al fin y al cabo nunca habían hablado de sentimientos, hubo muchas cosas que hubiera querido decir pero se sentía ridículo confesar que había quedado atrapado emocionalmente, sobretodo en esas circunstancias, además Emilio estuvo con la duda de que Nacho actuó forzado, de otro modo como se iba a explicar el abandono? Trató de callar las voces de su pensamiento y se dejó llevar por sus propios pasos hacia el departamento de él.

Al entrar al edificio el silencio era pesado, empezaba a oscurecer, llego a la puerta del apartamento y tocó con insistencia el timbre, a punto estaba de irse cuando se abrió la puerta, se encontró con el hombre en el umbral, enorme, maduro, sin afeitar, disimulando la tristeza en un esbozo de sonrisa.

Sus ojos brillaban, su voz temblaba. -Porqué volviste, dijo Emilio, dime la verdad, cual sea-

-Mira, balbuceó Nacho, pensé no volver, retomar mi vida, incluso disfrutarla más, reaccioné al darme cuenta que nadie, con nadie he encontrado el placer que tuve contigo, a pesar del cautiverio, además olvidé mi suéter, no sé que pienses tu pero estoy a tu disposición, digo, si me quieres contigo.

Emilio parado frente a Nacho le tomo con ambas manos la cara y le dijo -Mejor vete, no quiero emocionarme mas de la cuenta contigo, por lo que sé tu no estas muy seguro de esto, además tienes una relación pendiente, y yo no puedo compartirte.

-Eso se acabó, dijo Nacho, y en cuanto a ti, sé lo que quiero, y deseo estar contigo, deseo vivir esto hasta que dure, quiero darme a ti, quererte, cogerte.

-Te estás declarando? Tú? Dijo con burla Emilio, el buga? El que no quería saber nada de sexo?

Nacho enrojeció –No me hagas mas difícil esto, yo no sabía. Se miraron intensamente, Emilio calló sus palabras en un beso intenso, donde Nacho al fin podía hacer hablar sus manos en caricias que mucho tiempo tuvo contenidas.

Miró fijamente a Emilio y le preguntó, -Que dices, nos despedimos para siempre, tratamos de olvidar, quedamos amigos, o me aceptas contigo-

-Esta casa tiene una habitación libre, ya la conoces dijo Emilio, aunque mi cama es suficientemente amplia para los dos, tal vez pueda hablar con alguno de mis conocidos para que consigas un empleo.

  • O sea que me estás ofreciendo ser tu pareja?, dímelo, necesito oirlo-

  • Si cabrón, te ofrezco mi ser y mi cariño, lo que tengo y lo que soy, te ofrezco todo lo que tu quieras y yo pueda dar, por el tiempo que quieras, solo que debes prometer que estarás conmigo por el tiempo que dure tu deseo y tu cariño, y que cuando se esfume seguirás buscandolo, ok?, -no me contestes, no hace falta, mira, tengo vacaciones y pensaba ir a Veracruz, no pude irme solo, aun es tiempo de hacerlo, es más me gustaría mucho ir- dijo Emilio, -porque no vas conmigo estaremos una semana en el mar, en descanso, agregó con malicia, y si todo va bien, podríamos pensar en algo mas serio, que te parece? me haz cautivado- Su mano jugueteaba en el bigote, en el pelo del pecho, las yemas de sus dedos viajaban por su cuerpo hasta detenerse en la férrea dureza de su entrepierna. Nacho seducido, con su erección impaciente dijo.

-Acepto, claro que acepto, pero es mas urgente esto- mientras sus manos iban despojando la ropa de Emilio y le decía al oído –yo estoy feliz- no sé tú, pero desde ahora ya no te soltaré y tampoco podré compartirte con nadie, no me iré nunca y cuando pretenda hacerlo te pediré que me ates y que me hagas el amor, porque aquí contigo, solo contigo he sabido lo que es alcanzar el verdadero placer, y lo que hoy sé, es que no quiero separarme de ti.

Jeram, Junio 2004.