Fantasías sexuales, hechas realidad (1)

Una amistad virtual llevada mucho más allá…hasta el límite de llevar a cabo algunas de nuestras mayores fantasías sexuales… Dedicado a la maravillosa e inigualable Pilita… Un besote.

FANTASIAS SEXUALES, HECHAS REALIDAD

Tú venías de Galicia, yo de Canarias. Como habíamos acordado, quedamos el viernes por la mañana (única hora temprana con vuelos procedentes de Vigo ese día) en el aeropuerto de Barajas, más concretamente en la terminal de llegadas nacionales. Respecto a nuestras respectivas parejas, pusimos como excusa el ya conocido y famoso "motivo laboral", ya que por tu parte, te inventabas que tenías una presentación "extraordinaria" de los nuevos productos de tu empresa y debías ir a la sede central (situada en Alcalá de Henares). Por mi parte, mencioné la asistencia a una convención nacional relacionada con mi sector, por lo que aunque transcurriera en fin de semana, no levantaba, a priori, ninguna sospecha.

Mi vuelo llegaba mucho antes que el tuyo (sobre las 7 de la mañana), pero debido a "problemas técnicos", se retrasó casi dos horas… Cosas de los ordenadores. Aunque pudiera parecer en principio mal augurio, gracias a este motivo, nuestros horarios se compaginaron mejor, con lo que aunque uno de los dos se retrasase, no esperaríamos mucho el uno por el otro en el punto de encuentro, la entrada principal de la mencionada terminal. Tu vuelo llegó sobre las 8:40 y te dirigiste tranquilamente hacia el sitio acordado. Te sentaste en un banco cercano para esperarme, debido al cansancio que llevabas acumulado del viaje. Al mirar el panel informativo viste que mi vuelo JK 862, procedente de Gran Canaria, había aterrizado (por fin…) a las 8:35, por lo que yo no tardaría en aparecer, ya que eran las nueve menos cinco.

Mientras iba caminando con paso temeroso por los pasillos del aeropuerto, recordaba las palabras que te había dicho por teléfono, referentes al modo en el que me gustaría encontrarte vestida cuando te viera por primera vez; " Informal, pero ligeramente sexy ", te comenté entonces. La verdad es que no sabía si me ibas a hacer mucho caso al respecto. Mi imaginación empezaba a volar pensando en que tipo de ropa ibas a lucir. Larga, corta, colores claros u oscuros…. Lo único que tenía más o menos claro, es que tendrías que ponerte algo ligero, en el sentido de ropa cómoda y fresca, dado que en la época del año en las que nos encontrábamos (pleno verano), el calor en Madrid era algo casi insoportable.

Empezaste a sonreír y te pusiste de pie cuando me vistes acercándome, arrastrando con la mano derecha, una maleta de tamaño medio con ruedas. Observaste mi cuerpo moverse entre la muchedumbre, buscando tu pequeña y esbelta figura entre la gente y te fijaste en mis arqueadas piernas, metidas en unos pantalones vaqueros con estrías como único adorno en los muslos, intentando no tropezar con ningún carro o aplastar el pie de alguien (que esperaba tranquilamente la llegada de algún conocido), con mis pequeños zapatos negros. En la parte de arriba, una camiseta blanca y ajustada de manga corta era todo mi vestuario.

Cuando mis ojos se encontraron con los tuyos en aquella sala repleta de gente, yendo o viniendo de vacaciones, se dibujó en mi cara una sonrisa idéntica a la tuya. No te había visto nunca, pero supe de inmediato que eras tú. Al acercarme y verte cada vez mejor, recuerdo que tu imagen se quedó grabada en mi cabeza para el resto de mis días. Mi mente se había quedado infinitamente pequeña al imaginarte sexy

Llevabas, al igual que yo, unos pantalones vaqueros de color claro, desgastado escuetamente por los muslos y las rodillas. Tu camiseta tipo top, blanca como la mía, era simplemente… excitante. Se ajustaba a tu cuerpo como el guante lo hace en la mano, marcando tus pechos, no excesivamente grandes pero sí muy apetecibles. El escote era lo suficientemente generoso para que las miradas de todos los hombres de la sala de espera se dirigieran a él. Tus brazos quedaban expuestos al aire, dejando los hombros cubiertos ligeramente por tu lacio pelo, de color castaño claro con escuetas mechas rubias. Tu mano derecha, delicadamente apoyada en forma de jarra sobre la cadera, denotaba el máximo esplendor de tu feminidad. Por su parte, en tu relajado brazo izquierdo asomaba la antena de un teléfono móvil aprisionado entre los frágiles dedos de tu mano.

Lo primero en que me fijé más detalladamente, aparte de en tus preciosos ojos castaños profundamente expresivos, fue en la inscripción de tu camiseta. Tenías insertada una palabra inglesa, a la altura de tu pecho, legible perfectamente gracias a la presión que tus senos efectuaban sobre la tela. Estaba formada por múltiples brillantes de vivos y reflectantes colores. Eran apenas cuatro símbolos, pero su significado abarcaba mucho más allá que esas simples figuras que conformaban las letras. Comprendí que me habías entendido a la perfección cuando hablamos por teléfono y me sentí plenamente orgulloso por ello. La palabra que lucías con picardía era…"SEXY".

Otro detalle que llamó mi atención gratamente fue el hecho de haber elegido un vestuario muy conjuntado, ya que aparte de los mencionados pantalones y camiseta blanca, alrededor de tu sensual y destapada cintura, tenías un ancho cinturón, también de color blanco, con la peculiaridad que la figura de su hebilla formaba un curioso y metálico corazón. Tu calzado, del que sólo se percibían ligeramente las finas puntas, estaba formado por unas botas de color similar a la camiseta y al cinto, con un tacón que elevaba tu grácil cuerpo unos centímetros, haciendo ascender tu estatura hasta el 1.70, reduciendo la diferencia entre nosotros a 13 cm., y llamando aún más si cabe, la atención sobre la vista de los hombres allí presentes. No te gustaba utilizar un tacón alto, pero lo llevabas para darme ese "placer" a mí. Querías dejarme impresionado y desde luego que lo estabas consiguiendo

Aparte de tu "informal" vestuario, tus complementos estaban formados por un pequeño bolso blanco que colgaba de tu desvestido hombro derecho, del que pendía una fina cadena dorada hasta alcanzar aproximadamente la altura de tu pecho. Tu reloj, de color celeste y forma ovalada, sujetado mediante una pulsera a presión en tu muñeca izquierda, indicaba la destreza de la mano contraria. De los tiernos lóbulos de tus orejas colgaban sendos pendientes de plata, sujetando en su largo recorrido dos piedras preciosas de cuarzo azul (que según el rito hindú, proporciona armonización de cuerpo y espíritu), a juego con una tenue sombra de ojos, que resaltaba aún más tu impactante mirada. Y finalmente, unas grandes y deportivas gafas de sol, no muy oscuras y de cristal ligeramente violeta, colocadas por encima de tu frente sujetando tu largo flequillo, haciendo que la expresión de tu jovial rostro sobresaliera aún más sobre el resto.

El tímido beso que nos dimos como cordial saludo en las mejillas, buscando pícaramente la comisura de los labios, al tiempo que un casi inaudible y escueto " Hola " surgía de nuestros pulmones, evidenciaba el estado de nerviosismo en el que nos encontrábamos inmersos los dos, aunque intentando aparentar una inexistente tranquilidad. En el momento en que nuestras caras se acariciaron, la mano que tenías en tu cadera pasó discretamente a mi hombro izquierdo, mientras que mi mano derecha, se aventuraba a situarse a la altura de tu cintura, rozando con mis dedos, la ancha zona de suave piel que tu ajustada camiseta no ocultaba.

Durante el saludo, un agradable olor a perfume inundaba mi interior no pudiéndome resistir a inhalar de una manera más intensa esa sensación de frescura y sensualidad que emanaba de tu cuello, adornado dicho sea de paso, de una fina cadena de plata y un colgante con brillantes incrustaciones de cristal de Swarovski, alcanzando el inicio de ese provocador escote (donde terminaban recalando los devoradores ojos de todo hombre que atrevía a cruzarse en tu camino). El símbolo del colgante servía para identificarte ante tus conocidos… la letra P (de Pili).

" Te iba a preguntar cómo estabas, pero ya veo que estás tremendamente bien ", acerté a decir mientras retrocedía un paso, mi mano izquierda sostenía tu derecha y mis asombrados ojos recorrían tu atractiva figura de pies a cabeza para cerciorarse que lo que veían no era un sueño provocado por los nervios…. En tu cara se dibujó una leve sonrisa mientras respondías azarosamente, " Te gusta?? ", al tiempo que tu rodilla derecha se flexionaba ligeramente hacia el interior y alzabas el brazo izquierdo apoyando el codo en tu cadera, poniendo pose de niña buena. " Nooooo!!! ", respondí inmediatamente en clara alusión sarcástica, " Sabía que eras bella, pero no imaginaba hasta qué punto ", fue lo que me atreví a pronunciar en un segundo momento, besando delicadamente la mano que tenía agarrada, percibiendo mis labios el dulce sabor de tu hidratada piel y observando que la perfecta manicura a la que había sido sometida había valido la pena, ya que tus largas y cuidadas uñas estaban pintadas uniformemente con un rojo pasión.

" Gracias. Tu también estás muy bien ", respondiste nuevamente con una sonrisa mayor que la anterior, mostrando sin pudor esa perfecta y cuidada dentadura que has sabido mantener espléndidamente sana. " Bueno…gracias ", exclamé, encogiéndome de hombros y emitiendo una ligera sonrisa, siendo mi lenguaje corporal el encargado de transmitirte mi conformidad a tus palabras.

" Qué?, en qué hotel nos vamos a hospedar? ", preguntaste dando por finalizadas las presentaciones "oficiales". Te respondí que ese aspecto precisamente era el que estaba estudiando en el avión, comparando de forma relativa, precio y calidad y que a mi entender el hotel Gran Meliá Fénix me parecía el más conveniente, en el mismo momento en que sacaba de mi mochila una guía completa sobre Madrid, e intentaba acertar rápidamente con la página. Te quedaste pensativa por un instante, elevando tu mirada al techo de la sala, como si te resultara conocido el nombre mencionado. Respondiste que te parecía muy caro y yo lo te confirmé, pero que comparándolo con la oferta y la calidad de los otros hoteles, éste resultaba "especialmente barato…", agregando además, que disponía de un par de servicios que otros no poseían. Tras pensarlo de nuevo por un breve momento, dijiste " De acuerdo, vamos? ", al tiempo que juntabas tus manos en señal de confirmación y espera.

Mi gesto afirmativo fue la rápida aprobación que necesitabas, por lo que guardaste el móvil en el bolso y te agachaste a recoger la maleta que yacía al lado de tus pies, justo en el momento que yo hacia lo propio, para evitar que tuvieras que cargar con ningún bulto. Sonó un golpe seco entre las cabezas y nuestras manos se dirigieron a las respectivas frentes, las zonas afectadas, al tiempo que poníamos cara de "dolor" y se nos escapaba una tonta sonrisa de nuestros labios. Fue un golpe fortuito, pero gracias a él, ayudó a "romper el hielo" de forma más natural y rápida, ganando mayor confianza, a pesar de que nos conocíamos desde hacía algo más de 6 meses gracias a nuestra afición común a la literatura erótica en TodoRelatos.com

" Por favor ", te rogué, mientras me agachaba otra vez para coger el asa de tu maleta. Tú asentiste con la cabeza y al tener las manos libres, te agarraste con la derecha a mi brazo izquierdo. Nos quedamos mirando a los ojos, sonreímos y comenzamos a caminar hacia la salida, con la intención de montarnos en un taxi que nos llevase al hotel elegido.

No tardamos mucho en conseguir uno. Tras colocar el taxista el equipaje en el maletero, nos montamos los dos en la parte de atrás, abriéndote la puerta y dejándote pasar como buen caballero. " Gracias ", fue lo que dijiste al entrar mientras me sonreías nuevamente y empezabas con tu juego de seducción guiñándome un ojo. Al cerrar la puerta, el taxista preguntó la dirección. Dudé un momento, e intentando no equivocarme le di las señas correctas del hotel. Había mirado tantos en la guía que temía confundirme. Nada más acelerar el taxi para incorporarse a la circulación, notaste una presión en tu rodilla derecha, al tiempo que a tus oídos llegaron mis palabras, preguntándote que tal había transcurrido tu viaje desde el inicio. Al percatarte que la presión estaba producida por mi mano izquierda, te tranquilizaste y comenzaste a contarme, con más o menos detalle, la respuesta a la pregunta formulada. Durante tu relato y al notar que mi mano no te incomodaba en absoluto, fui un poco más allá apoyando, esta vez, mi muñeca en tu muslo, actuando mis dedos como suaves y pequeños masajes en la cara interna de tu ingle.

Te habías levantado temprano, sobre las 5:00 de la mañana, con tiempo suficiente para realizar los últimos preparativos, darte una tranquilizante ducha para calmar los nervios que llevabas notando desde los últimos días (al aceptar mi proposición de pasar un fin de semana en Madrid para "conocernos"), y prepararte de la forma que yo te había pedido. Esto último era lo que más tiempo te había llevado… Te interrumpí comentádote que ese tiempo invertido, desde luego que había valido la pena… y ya lo creo que lo había hecho!!!!. " Jajajajaja, que lindo eres ", fue tu respuesta, mientras me acariciabas la mejilla con tu mano izquierda y añadías que por mí te hubieras quedado otra hora más preparándote…mirándome con cara de niña buena directamente a los ojos, haciendo que mi corazón palpitase con una velocidad que hubiera significado un infarto inmediato si no hubiera sido porque al notar mi "tensión", seguiste hablando aportando nuevos datos sobre tu viaje.

Continuaste contando que tu avión salía del aeropuerto de Vigo, a las 7:35 de la mañana, pero como tenías que estar una hora antes para facturar la maleta, el taxi que habías pedido por teléfono (ya que el primer tren de Pontevedra a Vigo partía a las 7:40), te dejó en el aeropuerto a las 6:30 (debido a tu sentido ético de puntualidad). El viaje duraba poco más de una hora, con lo que llegaste al punto donde nos encontramos, sobre las 8:55. El resto, es historia….

Estos eran los datos que fui oyendo mientras hablabas, ya que parte de mi atención había estado recorriendo cada rincón de tu dulce cara, observando cada fugaz movimiento de tus ojos, el suave abrir y cerrar de tus candentes labios (cuyo sabor deseaba fervientemente probar cuanto antes…) y el brillo de las blancas perlas que asomaban de tu boca, formando una de las sonrisas más embaucadoras que había observado en toda mi vida

" Estás preciosa ", dije, cuando finalizaste la narración de tu trayecto, sin dejarte de mirar apasionadamente a los ojos y colocando tu sedoso pelo por detrás de la oreja con mi mano derecha (cosa que por cierto, me encanta hacer…), para observar con mayor luminosidad tu angelical rostro. Estaba absolutamente obnubilado por tu belleza. Bajaste la mirada, como ruborizada por el comentario y la entonación del adjetivo, pero enseguida volviste a clavarme esos poderosos espejos del alma que posees y con una sincera sonrisa pronunciaste una corta frase que aún recuerdo con gran dulzura, " Eres realmente adorable ", mientras de nuevo, tu mano izquierda se acercaba a mi cara y acariciaba delicadamente mi sonrojada mejilla.

" Siento interrumpir este bonito momento, pero acabamos de llegar ", fueron las palabras del taxista que nos despertaron de tan irrepetible instante, al tiempo que bajaba rápidamente del coche y se dirigía a la parte posterior para descargar las maletas. Oímos abrirse la puerta de mi lado y tras bajarnos y recibir ambos los " Buenos días " y el correspondiente " Bienvenido al hotel " del portero (un hombre que rondaba los 40 años y vestido impecablemente con su traje de faena), se quedó atónito al verte salir del taxi reflejando en su cara (y no se si en otra parte de su cuerpo), la tremenda y agradable sorpresa de tu cercana compañía. Permanecimos por un momento fascinados, observando la estética antigua de la fachada del hotel. Era verdaderamente bonita. La elección al menos según la primera impresión había sido la correcta.

Tras pagar debidamente y disponernos a entrar (tú situada a mi izquierda), observamos como el portero llamaba al botones, un chico joven, de unos 19 o 20 años, que respondió al nombre de Emilio. El muchacho con paso firme y ligero se apresuró a recoger el equipaje no sin antes realizar el "obligado y gentil" saludo de bienvenida. Al verte, no se atrevió a mirarte a los ojos. Se notaba que no estaba acostumbrado a tratar con mujeres tan atractivas, como tú… y se sentía nervioso por tu presencia. Tras colocarse detrás de nosotros, esperó a que nos pusiéramos en marcha para seguir nuestros pasos. Así, que para no esperar más, entramos por la famosa puerta giratoria de los grandes hoteles (aunque a mi especialmente no me parecen de gran utilidad, sino todo lo contrario). En ese momento, deseé intercambiar las posiciones con Emilio, que podía disfrutar plenamente del movimiento sensual y rítmico de tus caderas al andar, observando con detalle la forma perfecta de tus nalgas, remarcadas aún más, por la presión ejercida por tu pantalón. Y todo ello sin ser visto por nosotros… Inspiré profundamente, tranquilizándome por tener una mujer como tú a mi lado y pensando que debía tener paciencia, que todo llegaría en el momento oportuno

En cuanto entramos al hall, pudimos observar claramente el porqué de sus cinco magnificas estrellas, ya que todo lo que nos rodeaba parecía recién sacado de una película de los años 50. Sus muebles eran de estilo inglés, apoyados firmemente en la gran moqueta roja que presidía toda la estancia. Tras unos pasos más, nos detuvimos frente a la recepción, en cuyo interior, nos miraba sonriente una guapa señorita también bastante joven. " Buenos días y bienvenidos al Hotel Gran Meliá Fénix, desean alquilar una habitación? ", fueron sus primeras palabras, prácticamente sin perder la sonrisa, hasta el punto que pensé que practicaba para ser ventrílocua.

Moví la cabeza afirmativamente, intentando igualar la longitud de sus labios, pero sin llegar a conseguirlo por mucho esfuerzo que hiciera. " Tienen realizada alguna reserva? ", volvió a preguntar Doña Rogelia (aunque en versión moderna). Tú empezaste a indicar negativamente con la cabeza, pero tu mirada se dirigió rápidamente hacia mí al oírme contestar que sí. Tu expresión cambió hasta poner cara de extrañeza. " Muy bien, señor y señora ", mencionó la joven, indicando con su entonación que esperaba oír el final de la frase. " Señorita ", exclamaste tú, interviniendo en ese momento en la conversación. Yo te miré sonriente y le respondí a la recepcionista " Grant…y la "señorita" (recalcándolo…) es mi acompañante…" . Al oír mis palabras, tu expresión volvió a cambiar, tornándose esta vez en profundo asombro, hasta el punto que tu abierta boca trataba de aspirar la mayor cantidad de aire posible.

Asociaste en ese momento el apellido por mí mencionado y que correspondía al conocido aunque fallecido actor, Cary Grant, hombre sencillo y cortés del que tu actriz favorita (Mae West) se había encaprichado desde que lo conoció en su primer rodaje juntos. " Grant, Grant, Grant, " repetía una y otra vez la chica, mientras lo tecleaba en el ordenador. " Ah, sí. Aquí está señor. La suite deluxe, verdad? ", preguntó de nuevo. Mi cabeza volvió a confirmarlo mientras te miraba para observar otro cambio en la expresión de tu lindo rostro, denotando, si cabe, mayor gesto de sorpresa.

" Muy bien. Que disfruten de su estancia ", dijo, mientras le indicaba a Emilio, la habitación elegida y le hacía entrega de la correspondiente tarjeta magnética de entrada.

A pesar de que todavía eras las diez menos cuarto (el alquiler efectivo empezaba a las doce), nos permitieron ese "lujo", ya que la reserva la había realizado con bastante antelación.

Esta vez nos tocó ir detrás del botones, que ya se dirigía tranquilamente a los ascensores volteándose de vez en cuando para asegurar que le seguíamos. Mientras caminábamos, te volviste a agarrar de mi brazo izquierdo, esta vez con tus dos manos, y tirando hacia abajo con cierta presión para hacer inclinarme en tu dirección, me besaste cálidamente en la mejilla, susurrándome posteriormente " Eres increíble ".

Cuando recobré el equilibrio vertical, te miré sonriente, observando la cara de felicidad que se reflejaba en tu rostro. Dos pasos más adelante, te respondí " Aún es pronto…espero que esto sólo sea el principio ". Tras entrar en el ascensor, nos fijamos en que las tres paredes y el techo estaban cubiertos por espejos, adornados en sus bordes con figuras geométricas de complicada ejecución. Emilio pulsó el séptimo y último botón, volviendo a colocar su brazo junto a su firme cuerpo, como si se tratase de un soldado. Mientras íbamos subiendo, el muchacho se relajó e incluso se interesó por nuestra estancia en Madrid, duración y motivo principalmente. Para saciar su curiosidad, le dijiste que sólo pasaríamos el fin de semana, a lo que yo añadí " Y el motivo es por un lado de negocios….y por otro de puro placer ", al tiempo que mi mano se situaba por detrás de ti, acariciando tu desnuda espalda e ir descendiendo hasta pellizcarte el culo, a lo que tu gesto de respuesta fue un "Auuu", solamente formado por el movimiento de tus labios, ya que no surgió ningún tipo de sonido de tu boca, justo en el momento en que me miraste con cara de decir "has sido un niño malo…"

Al llegar a la planta de destino, Emilio empezó a caminar por un largo pasillo exquisitamente decorado (al igual que todo lo anterior que habíamos visto por ahora) con cuadros, plantas, figuras de mármol,… Desde luego no habían escatimado presupuesto en cuanto a detalles. Finalmente y justo al final del pasillo nos encontramos con una gran entrada, de doble puerta formada, como el resto, por una noble madera de pino.

En cuanto nos abrió la puerta de par en par y se adentró, maletas en mano, hasta el centro del salón por medio de un ancho pasillo, ya pudimos observar el lujo que nos esperaba en toda la estancia. " Bienvenidos a la suite Deluxe!! ", gritó a medio pulmón el botones, alzando sus brazos y colocándolos formando una gran cruz. Si lo viera Mel Gibson, lo contrataría para la segunda parte de La Pasión, pensé para mis adentros

Esta enorme sala estaba presidida por una gran alfombra persa de vivos colores, que ocupaba prácticamente todo el suelo. Encima de ella, por un lado, una gran mesa de madera y cristal, rodeada por 4 elegantes sillas, que debían ser por lo menos del siglo XVIII. Por el otro, pero con espacio suficiente, un gran sofá de 3 asientos flanqueado a ambos lados por dos cómodos sillones, del mismo estilo del sofá y guardando la concordancia en cuanto a tapicería y antigüedad que las sillas. Entre ellos, una pequeña mesa de madera acompañaba un conjunto sumamente elegante. Justo enfrente del enorme sofá, un gran mueble-librería, guardaba en su interior una pantalla de TV de plasma y un sofisticado y carísimo equipo digital de música con DVD, teniendo repartidos por el resto del salón sus respectivos altavoces, debidamente ocultos o guardando las apariencias para no desentonar con el clásico ambiente. En cada una de las esquinas libres, justo a los laterales de la salida del pasillo, por un lado, un práctico y amplio mueble bar, me imagino que repleto de cualquier bebida que uno pudiera imaginarse. Por el otro, un mueble con múltiples cajones para guardar las cosas pequeñas o algo así. En la pared opuesta a la librería, colgaba un cuadro simulando ser la obra de un famoso artista. Cayendo del centro del techo, una enorme lámpara dorada tipo araña con ocho brazos, adornada con cristales reflejando incontables colores como consecuencia del efecto de la luz solar que entraba por el amplio ventanal, que ocupaba casi toda la pared del frente del pasillo de la entrada.

Nos quedamos mirando detenidamente cada uno de los detalles, cada uno mucho más elegante y llamativo que el anterior, cuando la voz de Emilio volvía a hacer acto de presencia " Si los señores no desean nada más ", dando a entender que tenía que regresar a su puesto de trabajo. " No, por ahora no, muchas gracias ", respondiste, despertándote de tu asombro ante semejante salón, y buscando en tu bolso para entregarle la correspondiente "propina", que él gustosamente aceptó. " Gracias. Si me necesitan para cualquier cosa, no duden en llamarme. Feliz estancia ", desapareciendo su figura por el pasillo, no sin antes depositar la "llave" (en forma de tarjeta magnética), encima de la mesa.

Una vez oímos cerrarse la puerta, cogí los bultos y te seguí hacia la puerta situada en la pared del cuadro, al lado del mueble de cajones. Al oírte gritar " Oh, Dios mío!! ", me apresuré a entrar, esperándome encontrar un muerto tumbado en la cama llevando un tanga de leopardo y un cuchillo clavado en la espalda, pero no. El motivo de tu grito fue bien distinto. Si el salón te había gustado, el dormitorio te había enamorado definitivamente….Para ahorrar tiempo y no alargar el relato, incluyo una foto del mismo, comentando un par de detalles más o menos importantes

En primer lugar, en la parte derecha de la imagen, no aparece un tocador de señora del siglo XIX, seguido de la puerta que conduce al amplio, moderno y completísimo baño, donde aparte de una práctica ducha, existe una gran bañera de hidromasaje. Por la parte izquierda de la mesa del servicio, estaba colocada una mini-nevera (con congelador), coquetamente decorada en armonía con el resto de la suite.

En segundo y último lugar, la puerta que aparece detrás del escritorio, según me habían informado cuando realicé la reserva telefónica, estaba cerrada debido a las reformas que recientemente habían tenido lugar en el hotel con el propósito de mejora, pero debido a ciertos problemas "administrativos" no habían podido concluirla a tiempo. Por tal motivo, el precio de alquiler de la suite había descendido de tal manera que prácticamente costaba lo mismo que una habitación normal, pero con la ventaja de disfrutar por el mismo precio del resto de los lujos y privilegios de esta suite. Te quedaste conforme con mi aclaración, por lo que no te aventuraste a averiguar si realmente estaba cerrada dicha puerta o a "curiosear" como se suele decir...

Al tenerte frente a mí, de espaldas, pude observar un detalle en tu maravilloso cuerpo que se me había pasado por alto o simplemente no pude tener la oportunidad de ver anteriormente. Me acerqué lentamente y rodeándote con ambos brazos por la cintura, besé tiernamente tu hombro izquierdo, donde llevabas un pequeño tatuaje de 5 cm de un original delfín. " Y esto? ", te susurré al oído. Tus manos acompañaron a mis brazos en tu cintura, acariciándolos, mientras tu cabeza se inclinaba hacia atrás girándose para verme mejor. " Es un delfín ", me susurraste tu también, mientras me besabas la mejilla suavemente y comenzabas a mover ligeramente tu cadera hacia uno y otro lado.

Me reí entrecortadamente, exclamando " Muy bien!!!, has ganado un gallifante!!! ", al tiempo que caíste en la cuenta de la obviedad de tu respuesta. Al reírnos ambos, nos fundimos en un abrazo más fuerte, hasta que volví a insistir, esta vez, especificando el motivo de tan sugerente adorno corporal. Me respondiste que el delfín era el animal con el que te sentías más identificada, ya que era inteligente y muy amigable con el hombre. Mientras hablabas, mi mano derecha había apartado el cabello de tu nuca, lugar que ocupaba ahora mi boca, saboreando el suave tacto de tu piel. Al oírte, te pregunté precisamente y con pícara intención, a qué tipo de "amistad" te referías con los hombres… Empezaste a reír nuevamente echando la cabeza hacia atrás, entendiendo a la perfección por dónde iban mis tiros, aprovechando por mi parte, para besarte la parte izquierda del cuello, por detrás de la oreja

" A este tipo ", respondiste, mientras te dabas la vuelta, me rodeabas el cuello con tus brazos y comenzabas a besarme tiernamente. Por fin tenía tus labios junto a los míos!!!. Lo hiciste en principio de forma pausada, alargando cada beso lo máximo posible, sintiendo como mis labios se intercalaban entre los tuyos. Nuestras cabezas giraban en uno u otro sentido, para acomodarnos a la posición que más nos convenía para unirnos a los labios opuestos. Cada vez que nos separábamos, sentíamos el caliente jadeo que soltaban nuestras bocas, para terminar en un nuevo y prolongado beso. Cada vez más, la intensidad y variedad de las caricias fue en aumento. Mis manos se habían agarrado a tu cintura, acariciándote lentamente la parte expuesta de tu cuerpo no cubierto por tu sensual top. Nuestras lenguas comenzaron a aventurarse uniéndose tímidamente hasta terminar jugando entre ellas en el interior de una u otra boca.

Tus manos habían pasado a mi pelo, agarrándolo y tirando de él, ajustando la presión al ritmo de nuestros besos. Las mías, se depositaron en tu culo, masajeándolo y apretándote las nalgas, al tiempo que te empujaban hacia mi, buscando el unir nuestras caderas. Al tenerte pegada a mí, noté como tus erectos pezones se clavaban en mi pecho, aumentando con ello mi excitación, por lo que comencé a conducirte hacia la butaca con respaldo que yacía a los pies de la cama.

Sin dejar en ningún momento de besarnos, nos giramos, de tal forma que dejamos justo detrás de mí el mencionado asiento. Pusiste tus manos en mis hombros y realizando una breve presión hacia abajo, me sentaste, quedando tus pechos ahora a la altura de mi boca, con lo que mis labios se apresuraron a buscar los dos pequeños bultos que se marcaban sobre tu ajustado top. Al sentir la humedad de mi aliento en tan erógena zona, tu cabeza se inclinó hacia atrás, en el preciso instante en que soltabas un leve gemido de placer. Tus manos nuevamente pasaron a mi cabeza, presionándome contra tus senos para incrementar la sensación que estabas experimentando, al tiempo que tus dedos se encargaban de terminar de despeinarme completamente. Por mi parte, mi mano izquierda estaba en tu espalda, acercándote aún más hacia mí, mientras que la derecha, te agarraba el culo para gozar de la dureza de tu agraciada anatomía.

Mi cabeza iba indistintamente hacia uno u otro pezón, hasta que cambiamos de posición, estando yo ahora tumbado y apoyado en el respaldo, contigo sentada de piernas abiertas encima de mí. Seguimos besándonos apasionadamente, mientras las manos recorrían nuestros cuerpos, analizándolos concienzudamente. Finalmente, las llevé a tu pecho y metiendo los dedos índices de cada mano, fui bajándote poco a poco la camiseta, hasta dejar descubiertos tus duros pezones… Al notar que no había tela encima de ellos, me incorporé ligeramente hacia delante, para poder llegar con mi boca a probar tan suculento manjar. Empecé lentamente chupando cada uno, rodeando con la punta de mi lengua toda su aureola, humedeciéndolo progresivamente a medida que notaba como su erección iba en aumento a mis caricias

Tu cabeza inclinada hacia atrás y tus suspiros, me indicaban que te gustaba la sensación, por lo que mi intención era continuar durante un rato más, con lo que mi mano se dirigía a tu espalda para desatar el simple nudo de tu top, pero de repente, me agarraste las muñecas con tus manos y me las colocaste por detrás de mí, mientras te acercabas y comenzabas a besarme de nuevo de manera provocativa, introduciendo completamente tu lengua en mi interior. Me mordías los labios suavemente, pasando luego a la barbilla y finalmente al cuello, donde la presión de tu boca hizo aparecer en poco rato un gran moratón, fruto del "chupetón" que me habías dado

Cuando creí que ibas a seguir bajando, te paraste. " Pufffffffffff, como estoy ", dijiste, refiriéndote al estado de excitación... " Me ha encantado el aperitivo, pero… que te parece si ahorramos fuerzas para más tarde? ", pregustaste luego. Tras una breve "queja" acepté, ya que aunque deseaba con toda mi alma hacerte mía, no era menos cierto que íbamos a tener todo el tiempo del mundo (relativamente) y aún teníamos muchas cosas que hacer, a pesar de que eran solamente las diez y cuarto de la mañana.

Por eso, rápidamente sugerí que colocáramos la ropa en su lugar y fuéramos a dar una vuelta por el hotel, visitando el resto de instalaciones disponibles, para después prepararnos e irnos a comer fuera del hotel, ya que habíamos acordado hacerlo así, para no estar siempre metidos en el mismo sitio, además de poder conocer la gastronomía variada del lugar.

Estuviste de acuerdo conmigo y mientras vaciábamos nuestros respectivos equipajes, me preguntaste que "servicios" eran esos que te había comentado en el aeropuerto… y que los otros hoteles no tenían. Te contesté, que entre varios, estaba el hecho de disponer de sauna, servicio de peluquería y maquillaje, gimnasio, dos piscinas (una cubierta y otra en el inmenso jardín interior). Al oír los detalles y mientras sacabas tu ropa de la maleta, te distes cuenta que te olvidaste de traer "un par de cosas" que necesitabas… " Menos mal que he traído esto otro ", decías, al tiempo que en tu boca se dibujaba una pícara sonrisa. Te pregunté acerca de eso "otro", pero no me lo quisiste enseñar. Querías que fuese una sorpresa

Aquí propongo un juego a los lectores… Al final de los capítulos haré preguntas y dependiendo de las respuestas (pueden participar escribiendo en "Comentarios" o por "e-mails"), la historia puede seguir una u otra dirección en posteriores entregas… Aquella respuesta que sea más inteligente, novedosa o morbosa, será la que se añada a la línea básica de la trama. La protagonista por supuesto también puede participar…ya que quién mejor que tú para saber tus intenciones??La pregunta de hoy es:

¿Qué "par de cosas" se olvidó Pilita y cuáles eran esas "otras"que sí trajo?