Fantasías sexuales de Naty (01)

Una mujer de mediana edad se refugia en sus fantasías para satisfacer sus sueños sexuales.

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

LAS FANTASIAS SEXUALES DE NATY

Sintió que la verga la penetraba bruscamente desde atrás mientras ella, con la falda levantada hasta la cintura y su bikini botado en algún rincón de la oficina, se apoyaba en su escritorio aguantando las embestidas con las que él buscaba satisfacerse rápidamente, antes de que fueran sorprendidos.

"Párteme cabrón, hazme tiras"

"¿Te gusta sentir mi pedazo dentro tuyo, puta?"

"Sí, me encanta que me metas toda tu herramienta, mijito. Dale, dale"

Aferrada a su escritorio, con el culo al aire, movía con desesperación sus muslos, intentando que toda la carne del hombre la inundara, sin que quedara nada fuera.

"¿Y si bajamos la cotización en un 5%, estaría bien?"

La voz del hombre, profunda pero sin ningún matiz, la trajo de vuelta a la realidad. Un leve movimiento en sus ojos fue el signo visible de que volvía de otro de sus viajes a regiones fantásticas donde sus sueños eróticos se hacían realidad. Eran viajes de algunos segundos, como el de ahora, en que el hombre que tenía al frente la había poseído brutalmente, en el mismo escritorio que ambos ocupaban ahora, sin que se enterara de los pensamientos de la hermosa secretaria que lo atendía.

"Voy a decir al señor Jiménez y le llamaré para decirle de su decisión. Le parece?"

"Gracias. Quedo a la espera de su llamada, señorita Naty"

La puerta se cerró y tras ese hombre se fue el sueño erótico que ella se había forjado desde que le viera entrar y que había podido satisfacer en parte.

Nuevamente sus sueños eróticos.

Fantasías que forjaba casi sin proponérselo. Bastaba, como ahora, que un hombre le atrajera para que su erotismo se desbordara en imágenes increíbles, en que soltaba todo su erotismo reprimido.

Esas fantasías le acompañaban como una segunda piel, llevándola a límites impensados de erotismo en que participan personas que ni en sueños imaginan que ella, una mujer de 50 años cumplidos, tranquila, quitada de bulla, algo tímida en sus relaciones con los hombres y muy conservadora para el gusto de las otras mujeres, suelta literalmente sus trabas para dar paso a su "Mistress Hyde", a la manera del personaje de la novela "Dr. Jekyll y Mr. Hyde", con todo su bagaje de lujuria, que sólo piensa en satisfacer con el hombre que tenga más a mano, no importando quien sea.

Pero como con el personaje de R. L. Stevenson, la Sra. Hyde se desvanecía con la realidad cotidiana y era reemplazada por Naty, la tranquila mujer que dividía su tiempo entre su trabajo de secretaria en una empresa constructora y la vida familiar.

Una vida familiar tranquila, sin novedades, que la tenía harta. Si, harta de los días monótonos en que nunca sucedía nada especial, donde la rutina se había apoderado de su vida como si fuera una secuencia que se repetía hasta el infinito: el aseo, la cocina, las tediosas sesiones frente al televisor y unas noches de sexo ocasional con su esposo, carentes del encanto de los primeros años.

Creía merecer algo más de la vida antes de que la vida la abandonara.

Sentía que los años pasaban aprisa y que más temprano que tarde se vería a la vera del camino mirando el desfile de oportunidades que pudieron ser y que dejara pasar por no atreverse a realizar sus sueños.

Pero, si bien su cuerpo reclamaba sensaciones fuertes, especialmente en el terreno sexual, no veía posibilidad alguna de concretarlas por su formación moral, por el qué dirán y porque ella misma no se veía faltando a sus obligaciones de esposa y madre para dar alimento a las habladurías.

No, no podía hacer realidad sus fantasías por mucho que lo deseara, aunque viera como el plazo se acortaba y que la vitalidad que aún vibraba en ella en algunos años más se apagaría, sumiéndola en la desilusión y la frustración.

Sus últimas energías querían liberarse pero ella nunca le daría posibilidades de realizarse. Las barreras auto impuestas eran mas fuertes que el deseo físico.

Su único refugio era la fantasía. Sus sueños eróticos. Esos sueños eróticos en que se sumía cada vez con más frecuencia y más libremente, como ahora, con ese hombre que le llevara una cotización que ella convirtió en sexo duro, apoyada en su escritorio.

Todo empezó con su cuñado, Miguel, cuando se reunían con ocasión de algún acontecimiento familiar.

El la miraba con cierta malicia, de lo que ella nunca se dio por enterada. Pero en su interior la otra Naty, la Sra. Hyde, captó sus miradas e intenciones y empezó a fantasear con el deseo que adivinaba tras ellas. Hasta que un día se sorprendió imaginando situaciones en que ambos se entregaban a juegos prohibidos.

Fue durante una cena de año nuevo en casa de su hermana Paquita, la esposa de Miguel. Quedaron sentados frente a frente y al promediar los brindis las miradas de su cuñado le resultaban más evidentes, lo que la hizo optar por ignorarlo y prestar su atención a un sobrino que estaba sentado a su lado. Pero mientras el muchacho le narraba una broma que había hecho en la playa con unos amigos, ella le miraba sin verlo y su sonrisa en los labios se convirtió en mueca, mientras su imaginación le llevaba a concebir su primera fantasía erótica, esta vez con Miguel.

Sintió que su cuñado se metía bajo la mesa y se ubicaba entre sus piernas, las que abría con suavidad. Le subía el vestido hasta dejar al aire su bikini, el que tomó entre sus manos y bajó para guardarlo en su bolsillo. El conversaba con su esposa, sin percatarse de lo que la mente de Naty le estaba obligando a hacer bajo la mesa.

Abrió voluntariamente sus piernas, dejando su sexo expuesto a la exploración de su cuñado, que se puso entre sus muslos y metió su lengua en su cueva de amor, introduciéndola hasta encontrar su clítoris, sensación tan vívida que llegó a sobresaltarse del gusto.

Una mirada interrogadora de su marido la volvió a la realidad y continuó conversando con su sobrino, mientras sentía que el calzón bajo la panty se llenaba de sus jugos vaginales, producto del gusto que le había proporcionado la lengua imaginada de su cuñado.

De vuelta a la casa, se refugió en el baño y se masturbó con furia, pensando en su cuñado y en esa lengua que imaginaba tan inquieta.

Ya repuesta, pensó en la experiencia que había vivido durante la cena y en lo que había producido en ella. Sintió que podía gozar con sus fantasías pero bajo ciertas limitaciones. La mirada de su esposo debido a su sobresalto cuando imaginó la lengua de su cuñado en su clítoris le había demostrado que ella reaccionaba vívidamente a las imágenes y situaciones que sus fantasías le habían vivir. En consecuencia, si deseaba tener más fantasías, las que evidentemente serían más eróticas en el futuro, debía procurarse mejores oportunidades, que le dieran seguridad en caso de que su reacción fuera incontrolable.

Lo que no sabía en ese momento era que sus fantasías eran incontrolables. No estaban sujetas a sus deseos de tomar precauciones, como lo vería muy pronto.

Estaban en el patio de la casa, disfrutando de una tarde asoleada bajo la sombra de los árboles. Ella se había acostado en una hamaca y observaba el grupo de varones que conversaba animadamente alrededor de una mesa con bebidas mientras jugaban una partida de dominó.

Se fijó en el hijo de Miguel, Francisco, un joven de 23 años, bien parecido y que parecía ir ganando la partida.

Fue fijarse en el muchacho y desear tener una fantasía con el para que todo se desbordara en ella.

Se sintió trasportada a su casa, limpiando los muebles, mientras Francisco estaba sentado leyendo el diario, sin apartar la vista de sus piernas que se movían por toda la estancia.

Ella se movía por el lugar vestida con una falda corta y una blusa que mostraba buena parte de su generosa anatomía, limpiando aquí y allá, conciente del efecto que producía en su sobrino la voluptuosidad de sus nalgas y senos generosos.

De pronto se agachó para limpiar una gaveta inferior y ahí quedó un rato, moviendo platos y tazas de un lado a otro, regalándole a su sobrino el espectáculo de sus bien proporcionados muslos. Se agachó de lado y dejó a su vista gran parte de sus piernas, en tanto la blusa le descubría casi todo un seno.

Empezó a limpiar algunos platos, que fue poniendo en el suelo, lo que permitía que al moverse su sobrino pudiera ver entre sus piernas el negro de su calzón.

Sabía del efecto que producían sus movimientos y gozaba con ello.

"¿Puedo ayudarte, tía?"

Dijo Francisco y se situó frente a ella, en actitud de limpiar platos pero con la única finalidad de ver más de cerca sus piernas y lo que había al fondo de las mismas.

Le miró directamente a los ojos y con una sonrisa de complicidad que bailaba en sus labios respondió:

"Encantada"

Mientras habría sus piernas para que él pudiera contemplar a placer lo que ella tenía para regalarle.

El entendió el mensaje y a partir de ese momento ambos sabían que sucedería lo que tenía que suceder.

Hizo ademán de tomar un plato y su mano rozó el muslo de Naty, a lo que ella respondió cerrando sus piernas y dejando aprisionada la mano de su sobrino entre ellas.

El la miró largamente, mientras su mano subía por sus muslos hasta llegar a su calzón, donde se posó abarcando con la palma todo el paquete que formaba la mata de pelo y la vulva de su tía.

Abrió nuevamente las piernas y él sintió que la fortaleza se le había rendido, por lo que sin decir palabra se levantó y abriendo su pantalón sacó su herramienta, la que quedó expuesta a la altura de la boca de Nayi, que se apoderó inmediatamente del pedazo de carne, que desapareció prontamente en su boca.

Las piernas de Francisco flaquearon cuando le llegó el orgasmo, inundando la boca de su tía con sus jugos, que Naty disfrutó sorbiéndolos sin desperdiciar ni una gota.

Y sin darle tiempo a descansar, la tía se tendió en el suelo, sacó su calzón y abriendo sus piernas a su sobrino le ofreció el secreto de sus sexo para que él la penetrara a placer. Y el no se hizo esperar, metiéndole la verga bruscamente, sin preámbulos, la que entró sin dificultades debido a lo lubricado del túnel de Naty.

Ella se aferró de los muslos de Francisco y empezó a moverlo de manera que su herramienta la penetrara completamente.

"Gózame, cabrón, gózame"

"riiiiiicooooo, tiiitaaa"

"¿Te gusta follar a tu tía, degenerado?"

"Siiiiiiiiiiii"

"Méteme tu herramienta toda, mijito"

"Toma, toma, tiita"

"Follame mijito, folla a tu tiita"

"Riiiicoo, tiita rica"

"Cabrón, más, méteme más, que es tu tía a la que follas"

Nati se sintió inundada de jugos provenientes de la herramienta de su sobrino, en tanto sus propios jugos resbalaban por sus piernas.

Cuando abrió los ojos se fijó en la mesa de los hombres, donde estos seguían su partida de cartas, sin percatarse de la aventura que recién había vivido Naty con su sobrino.

En la tranquilidad de esa tarde había tenido por fin un atisbo de lo que era gozar de verdad, sin ataduras, libremente. Y todo había sucedido sin que nadie se percatara, sin que no quedara huella de lo sucedido, exceptuando su calzón mojado bajo su panty con los jugos provenientes de su sexo que seguía goteando incontrolable el orgasmo que le había brindado su sobrino sin que se percatara de que su tía se lo había follado.

Miró nuevamente a la mesa, pero ahora en busca del objeto de su próxima fantasía. Pero de los cuatro hombres ya había fantaseado con dos, su cuñado y su sobrino. El otro era su esposo y ese no contaba.

El cuarto era Fernando, su hijo.