Fantasías sexuales de las españolas: Sara III
Esta es una serie de narraciones con un denominador común: fantasías de mujeres descritas por ellas y convertidas en relatos donde, eso sí, las circunstancias y la misma trama es inventada. Como decían en las películas y series antiguas, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Lo programan para el próximo fin de semana, pero el jueves ya no pueden aguantar más y hacen una escapada al descampado. Ocupan el mismo sitio y en esta ocasión son dos los mirones que se acercan. Ninguno de los dos es el chico del otro día. Estos parecen más mayores. La historia se repite esta vez con dos espectadores y sin sobresaltos ni manchas de semen. Ambos eyaculan fuera.
Pero para Sara y Beni es casi igual de excitante y el enervamiento sexual que les produce, se prolonga también a las relaciones que mantienen en los días siguientes en casa. Los dos son conscientes de que han traspasado una línea y han llevado su fantasía más allá de lo que habían imaginado y esto, ha hecho subir muchos grados la temperatura, pero están preparados para asumirlo. La verdad es que ni se lo cuestionan. Están juntos en esto los dos, disfrutan y el chute de morbo que les provoca es más que suficiente para seguir pisando el acelerador, como decía Sabina en su canción.
Hasta que sobreviene el primer contratiempo serio. Hasta que se llevan el susto, como Sara lo define al contárselo a Sofía.
Mismo escenario, misma hora y esta vez un fin de semana. Noche de sábado en la que bastantes vehículos pueblan el solar. Las parejitas están a tope. Incluso en la zona más retirada se pueden ver salpicados algunos coches. Consecuentemente también ha aumentado la manada de mirones.
Es la primera vez que van un sábado por la noche y además a hora punta. Apenas aparcan, varias sombras se mueven alrededor del vehículo. Al principio mantienen una cierta distancia, dejándose ver, como tanteando a ver por dónde respira la pareja. Uno de ellos se acerca a la ventanilla directamente. Sara reconoce al chico del primer día que a su vez también los reconoce a ellos. Entonces, ya sabe a lo que van y sin más protocolo ni ceremonia se pone a observar lo más cerca que puede. Otros dos surgen de la maleza y se apresuran a acercarse, una vez que han comprobado que hay vía libre. No son frecuentes las parejas que se dejan mirar.
Ellos se ponen manos a la obra rápidamente y Sara queda desnuda, inclinándose sobre Beni quién en el asiento de al lado, se baja los pantalones y se quita la camiseta. Sara le dedica una mamada profunda, para deleite de los mirones, mientras con el culo en pompa muestra todo un espectáculo al que está observando por la ventanilla de su lado. Se recrea en la verga de su marido, dejando deslizar los labios rojos de carmín por su falo, sacando la lengua y tocando la punta del glande, relamiéndose como si fuera una piruleta y volviendo a metérselo en la boca, hasta el fondo, hasta notar los huevos de Beni en sus labios. Recuerda que al principio le provocaba arcadas, nunca se la había metido tan adentro, pero desde que últimamente están juguetones, ella ha depurado la técnica y ha entrenado, aprendiendo a tolerarla. Quiere dar espectáculo: eso la pone cachonda, que los demás vean como traga polla y que es lo que es capaz de hacerle a su marido.
Beni cierra los parpados de puro placer y los mantiene así, sabiendo qué otros tres pares de ojos están fijos en su mujer y lo miran con envidia. Sara está concentrada en mamar pero también se nota muy mojada. Está cachonda, deseando subirse encima de su marido y obtener su primer orgasmo. Unos dedos recorren su culo, separan sus nalgas, recorren sus labios y se introducen en la vagina. Beni está preparando el terreno, piensa satisfecha y abre un poco las piernas, mientras un dedo se introduce hasta el nudillo en su coño mojado. Un gemido se escapa de su boca a pesar de tenerla llena de polla. Y otro sube a su garganta cuando la otra mano acaricia sus tetas. Tiene los pezones muy sensibles. Y cuando se los pellizcan los dos a la vez, la calentura sube muchos grados.
Entonces es cuando ocurre, es cuando de repente es consciente de que algo no va bien. ¿Cuántas manos tiene Beni? ¿Cómo puede estar sobándole las dos tetas e introduciendo un dedo en su vagina simultáneamente?
Se saca la verga de la boca y levanta la cabeza, girándose hacia su espalda. Puede ver un brazo que entra por la ventanilla y que se pierde detrás de su culo. Da un respingo, sorprendida y asqueada a partes iguales. Unos dedos extraños en su lugar más íntimo, el sitio reservado solo a su marido. Se asusta y con un movimiento brusco se separa, liberando su sexo de aquella intrusión. De un salto se coloca en el otro extremo, sentada sobre las piernas de Beni.
La otra ventanilla está abierta y permite que dos nuevos brazos se cierren sobre ella. Sara forcejea, se retuerce intentando liberarse, cosa que al final consigue al precio de un arañazo en su pecho. Cuando se gira para intentar subir la ventanilla, una mano la toma del cuello y tira de ella hacia delante sacando su cabeza fuera. Algo se acopla a su cara y a sus labios. Es una verga semi flácida y pegajosa. Un olor indefinible golpea sus fosas nasales.
Su marido, alelado, abre los ojos e intenta interpretar lo que está pasando. Sus manos han perdido el contacto con los pechos de su mujer. Intentan abrir la puerta y Beni lo evita sujetando de forma instintiva la maneta. Intenta levantarse al ver que ella forcejea con la cabeza fuera del coche, pero el propio peso de su mujer sobre sus muslos le dificulta cualquier movimiento. Finalmente Sara consigue zafarse a la vez que grita, lo que provoca que todo el mundo se quede quieto un par de segundos. La mano que intenta sobarle las tetas de nuevo se retira. Parece que se han dado cuenta que la cosa ha ido demasiado lejos y que la pareja no está por la labor de llegar al contacto físico con extraños.
A pesar de todo, Sara ve como una de las manos sostiene un móvil con el que parece que la están grabando. Cruza los brazos sobre sus pechos en un gesto inútil, porque rápidamente se da cuenta que es más importante taparse la cara. A trompicones, se levanta y gatea por encima de su marido hacia el asiento trasero donde se hace un ovillo y agacha la cabeza. Beni insulta al tipo y le exige que retire el móvil. Cosa que este hace. Se sienta desnudo en la posición del conductor y vuelve a bloquear las puertas y a subir las ventanillas a la vez que arranca. Salen de allí de prisa y hasta que no enfilan por la autovía no vuelve la vista atrás y pregunta su mujer cómo se encuentra. Ella no responde: está tapada con la camiseta de Beni y apenas es capaz de articular palabra. Aún está en shock.
Ha sido un duro aviso, aunque podría haber sido mucho peor. Han cometido el error de suponer que en un sitio así las normas siempre se cumplen. Y aquello no es un local liberal donde todos actúan como es debido y si alguien se salta el protocolo, el relaciones públicas le llama la atención o lo saca del local. Allí están en un descampado donde impera la ley del más fuerte y si alguien decide saltarse las normas, no hay un encargado o un policía para reconducir la situación.
En teoría, según habían leído en los distintos foros, los mirones no solían interactuar físicamente con las parejas. El protocolo exigía que se dejarán ver y si la pareja no mostraba rechazo es que tenían permiso para acercarse, como había sucedido con ellos en las anteriores ocasiones. Nadie estaba autorizado a tocar el vehículo ni sus ocupantes a menos que ellos lo indicaran. La señal habitual para interactuar es que ellos bajaran las ventanillas y le hicieran una seña al mirón, con lo cual se supone que tenía permiso solo para acariciar a través de la ventanilla.
La indicación para mantener sexo con un desconocido solía ser que ella saliera del vehículo. En cualquier caso, no se daba ningún paso hasta que la pareja invitara a darlo de una u otra forma. Pero se ve que los que estaban allí esa noche, o no conocían el protocolo o habían decidido ignorarlo. Quizás el hecho de que el chico les hubiera reconocido y hubiera ido directamente hacia el vehículo, había convencido los demás de que ellos querían interactuar.
Equivoco o intencionado, un susto en toda regla que les ha puesto el cuerpo malo. Sara está asustada, se siente sucia. Todavía puede notar aquellos dedos ajenos invadiendo su intimidad. Lo del chico salpicándola de semen fue distinto. Fue morboso, excitante y no le supuso un problema. Pero lo otro equivalía casi una violación. No estaba preparada para algo así. Se habían expuesto demasiado. Y en este caso casi podrían sentirse afortunados. Si hubiera sido un día entre semana y hubieran estado solos en aquella parte del parque, quizás a los mirones no les hubiera importado tanto que ella gritara o que mostrara su negativa a tener contacto físico con ellos. No saben con qué tipo de gente estaban tratando y la cosa podía haber acabado mal para Beni, que sin duda la hubiera defendido y para ella misma.
Y para colmo el tema del móvil. No saben quién es aquel tipo ni que tiene pensado hacer con esas imágenes. Sara desnuda, con un tipo restregándole la polla por la cara, subida encima de su marido, las tetas botando e intentando zafarse del abrazo. Sara haciéndose un ovillo en el asiento trasero, tratando de cubrir su desnudez…Y lo peor de todo: reconocible y a cara descubierta ¿Dónde terminaría ese vídeo? ¿En qué foro acabaría colgado? ¿Circularía a través de los grupos de WhatsApp?
Cuando llegan a casa lo primero que hace es darse una ducha prolongada, luego sale y rechaza la copa que le ofrece su marido, se toma un Valium y se mete en la cama. Esa noche no hay sexo, ni la siguiente, ni la otra.
Se han pasado de frenada, han ido demasiado lejos. Lo hablan y acuerdan dejar de lado el tema de hacerlo un sitio semipúblico. Demasiadas consecuencias posibles en su familia, en el trabajo, en su vida...
Tienen la sensación de que han planteado esto mal desde el primer momento, que han jugado con fuego y han estado a punto de quemarse. Lo malo de todo es que su actividad sexual e incluso afectiva, que antes parecían ir de la mano, ha caído muy por debajo de los niveles anteriores a empezar con estos jueguecitos. No es que hayan vuelto al punto de partida, es que han retrocedido. El episodio planea sobre ellos cada vez que intentan acariciarse o acoplarse. El sexo ahora les parece convencional y aburrido, eso cuando consiguen tenerlo. Lo que antes era una válvula de escape y un factor que los unía, ahora se convierte en un elemento desestabilizador que les crea ansiedad.
Y fue entonces cuando decidieron acudir a Sofía. Mes y medio de tratamiento y han conseguido superar muchos de sus fantasmas y volver a una situación casi normal. Vuelven a tener sexo de forma regular, no tan excitante ni con esos subidones que les provocaba su fantasía particular, pero suficiente para volver a estar en comunión el uno con el otro y provocarles satisfacción. El coito vuelve a ser algo que les permite descargar tensión y obtener placer.
Y ahora resulta que entran en una nueva fase que sorprende a Sofía. Un día, ellos le comentan que le gustaría volver a probar, pero esta vez de una forma más controlada. Ella no entiende a que se refieren y les pide que lo aclaren.
Bueno pues que ¿por qué renunciar a lo que le había dado tanto placer cuando lo que hay que hacer es controlarlo para evitar que se desmadre y que pueda quedarle problemas? Que lo que han pensado es exhibirse pero a través de Internet, garantizando que no se les puede reconocer. Así otros podrán verlos y ellos obtener placer mostrándose teniendo sexo o mostrándose, sin el peligro de que alguien les asalte físicamente. Que lo han estado mirando y han hecho amistad con alguna pareja y algún hombre que les merece confianza. Y que van a probar, en este caso controlando ellos toda la situación y que es lo que muestran y lo que no, para garantizar que no se les reconozca.
Si lo que están buscando es consejo, Sofía lo único que les dice es que ese método también tiene sus contraindicaciones. Efectivamente, nadie podrá violentarlos, pero deben tener claro que nunca pueden saber quién hay al otro lado de la cámara viéndote o donde van acabar esas imágenes. No le parece buena idea, prefiere trabajar en otras líneas, como potenciar la relación mutua y realizar otras prácticas en las que no tengan que intervenir terceros, si lo que quieren es aumentar la intensidad de sus relaciones sexuales. Pero ellos hacen oídos sordos y en la siguiente sesión le dicen que ya han probado. Y que bueno, que no es igual de excitante que hacerlo en vivo y en directo, pero que parece que les ha gustado. Que no lo hacen en abierto para todo el mundo ni cuelgan sus imágenes en Internet, solo pequeñas sesiones privadas con otras parejas y con algunos hombres de confianza del chat.
- Confianza y chat no suena demasiado bien en la misma frase - les indica Sofía, pero ellos parecen decididos a continuar.
Así hasta hoy. Como el resto de casos anteriores, también se ha llevado una sorpresa. Esta tarde, Sara y Beni le confiesan que este tema de mostrarse por internet, ha acabado por aburrirlos. Una vez se han acostumbrado, pierde su encanto y está muy lejos de proporcionarles el subidón erótico que les daba el hacerlo en un sitio semipúblico.
¿No iréis a volver a lo de antes? - les pregunta.
No, no, eso lo tenemos claro, hemos aprendido la lección.
Entonces ¿qué habéis decidido hacer?
Pues explorar esas posibilidades que tú nos comentabas. Talleres para parejas, prácticas compartidas entre nosotros dos, masajes, juegos de pareja, etcétera…
Muy bien, entonces ¿dejáis lo del sexo por internet? me parece buena decisión…
No, no hemos dicho que dejemos eso…
Sofía se sorprende:
No entiendo ¿no decíais que ya no os motivaba y que queríais seguir mis propuestas?
Si, y es lo que vamos a hacer, pero sin dejar lo otro.
A ver: sigo sin entenderlo.
Sara y Beni se miran y la primera le un gesto a su marido. Parece querer decir algo así como “cuéntaselo que para eso estamos en terapia”.
Verás Sofía - arranca él - es que es por el dinero.
¿Cómo? ¿A qué te refieres con eso del dinero? - ahora sí que Sofía no entiende nada.
Bueno es que... Beni toma aire y al final, tras unos segundos se arranca - Es que cuando empezamos con esto del sexo por internet hubo un hombre con el que jugamos por cam. Ya sabes, él le decía mi mujer que se fuera quitando las prendas en el orden que él quería hasta dejarla desnuda. Luego le pedía que hiciera alguna pose y después nos decía que cosas quería vernos hacer. Al principio, como ya te comentamos, el tema era divertido e incluso excitante. Luego ya empezó aburrirnos. No nos gusta repetir interlocutor y tratamos de seleccionar muy bien la gente ante la que nos exhibíamos. Este hombre y otros que él conocía contactaban pidiéndonos nuevas sesiones y le decíamos que no, hasta que un día nos ofrecieron dinero. La verdad es que parecía una tontería, 50 € por una sesión de una hora estaba dispuestos a darnos. No lo hicimos por el dinero claro está, que no nos hacía falta, pero la verdad es que el tema nos puso un poco cachondos. Como la recurrente fantasía de hacer de prostituta por un día, ya sabes. Lo de cobrar como que aportaba un plus de morbo. Pero este hombre se convirtió en un fijo y además empezaron a contactar más, supongo que porque empezó a correr el boca a boca. Desde hace un par de semanas hacemos sesiones privadas. No es algo que nos motive especialmente, incluso te podemos decir que es verdad que nos aburre, pero es que en dos semanas hemos ganado más de 3000 €.
Sofía no puede evitar una expresión de estupor.
Has dicho...
Si, 3150 € exactamente. Nosotros también estamos sorprendidos, es algo que ni se nos había pasado por la cabeza, pero es que estamos echando cuentas y es un dineral si nos dedicamos el mes completo. Ni siquiera hace falta todos los días y podemos elegir nosotros el momento, casi siempre por la noche.
No es algo que forme parte de la solución de lo que nos pasa, pero es que tampoco forma parte del problema, así que ¿por qué renunciar a ganar ese dinero? – Interviene Sara - ¿Tú qué opinas? ¿Crees que hacemos bien?
Sofía mueve la cabeza y no sabe exactamente qué responder.
- Bueno, eso tenéis que decidirlo vosotros - añade antes de dar por finalizada la sesión.