Fantasías sexuales de las españolas: Paula I

Esta es una serie de narraciones con un denominador común: fantasías de mujeres descritas por ellas y convertidas en relatos donde, eso sí, las circunstancias y la misma trama es inventada. Como decían en las películas y series antiguas, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

(X) Paula

Estoy con la libido a flor de piel. Irradio calor y deseo. Las siestas siempre me han puesto, especialmente las de verano, largas, pesadas, húmedas de sudor y sofocantes de temperatura. Todo esto despierta en mí el deseo desde muy jovencita, cuando empecé a tocarme. Mis primeras pajas, torpes e inseguras, cuando aún no me conocía ni sabía muy bien como era eso de darse placer una misma. Aquel verano...

Actualmente tengo 31 años y aquello parece que queda a una eternidad de distancia. Ahora es mi novio Jorge quién me toca, quién enreda sus dedos en mi pubis dándome una caricia íntima que me moja, que me prepara para lo que sé que viene después. También él ha tenido que pasar por un aprendizaje hasta conocer mi cuerpo, interpretar mis reacciones y tomar el pulso de mi deseo. Lo cierto es que ha aprobado con buena nota y se aplica bien a su tarea. Ya no le cuesta nada encontrar mi clítoris y acariciarlo con la suavidad precisa en los primeros momentos, alternando caricias alrededor con presiones directas sobre mi nódulo, poco a poco, sin prisa. Ir despacio es correr. Sabe que no debe apresurarse: arañarme o hacerme daño sería muy contraproducente. No tardo apenas nada en calentarme, diez minutos de dedicación nos abren las puertas al paraíso, porque una vez me enciendo, mi sexo reclama un contacto más fuerte, más intenso, más duro y más guarro. Cuando llega ese punto en que puede hacer desaparecer uno de sus dedos en mi vagina sin apenas oposición, deslizándose por la humedad pegajosa y tibia, sabe que puede hacer conmigo lo que quiera. No es que puede, más bien es que debe. Es mí mismo cuerpo el que se lo reclama porque ya no soy yo dueña de nada, es algo que sale de dentro de mí y me posee, reclamando el placer.

Tiro de su mano, y se oye una especie de chof cuando su falange sale de mi intimidad. Su boca sigue comiéndome el cuello, sabe que es mi punto débil, sus dedos húmedos y pegajosos de mi flujo se trasladan rozando mi vientre hasta el pecho, donde aprietan un pezón ya en punta. Noto su verga encajada entre mis cachetes, dura como un palo, caliente y mojada, dejando rastros de liquidillo transparentes en la raja de mi culo.

Es placentero pero no suficiente. No ahora. La deseo dentro de mí: es lo único que pude calmarme y satisfacerme. Me separo y me giro para ponerme boca arriba. Flexiono las piernas y me abro para él. Mis dedos acarician mi clítoris y separan mis labios en lo que no es una invitación, sino una orden.

  • Ven, métemela - susurro con la voz ronca. Jorge culebrea entre mis muslos y se sitúa sobre mí. Siento su peso, el vientre lleno de pelo recio rozando contra el mío, su pubis frotándose contra mí monte de Venus. Retuerce las caderas y noto su falo buscando la entrada, desesperado y ansioso, golpeando entre mis muslos a ciegas.

Meto la mano entre los dos cuerpos y la agarro, dirigiéndola al punto exacto, aprovechando para rozarla contra mi clítoris. Yo me mojo mucho y con un par de pasadas su glande está lubricado. Noto como presiona dilatando mis labios. Un par de embestidas y forzará la entrada. Mi interior tiene fuego y lo desea, quiero tenerlo dentro ya, que me folle duro.

No puedo verme pero sé que mi cara en ese momento es de loba, mordiéndome el labio con la mirada extraviada, con el deseo deconstruyendo mi rostro. Miro hacia un lado y entonces lo veo recortándose contra el quicio de la puerta. Está con la cámara en la mano grabando. No sé cuánto tiempo lleva, no mucho desde luego. Baja la cámara y me mira con esos ojos almendrados y marrones. Su atención está centrada en mí, en mi gozo y en mi placer, como si Jorge solo fuera un accesorio prescindible al que ignorar.

Me tenso y mis músculos se contraen, evitando la penetración. Mi novio me observa extrañado y yo le hago un gesto con la cabeza. El gira la suya su mirada se cruza con la de Diego, su primo. Lo veo sonreír antes de volver a enterrar su boca en mi cuello. Entre besos me susurra: “no pasa nada, todo está bien”.

  • Pero... - intento argumentar sin que él se detenga.

  • No te preocupes - vuelve a repetir - luego me dará el vídeo, será solo nuestro – ronronea mientras baja por mí cuello y sus labios recorren el canal de mis pechos, desviándose hacia el izquierdo y cerrándose sobre el pezón que succiona.

Mi voluntad se escapa como el aire de un globo al que se le ha soltado el nudo.  Doy orden a mis muslos de cerrarse y a mis manos de empujarle, quitármelo de encima, pero el mensaje nunca llega a sus destinatarios. Se disuelve en un espasmo de placer cuando Jorge vuelve a empujar y esta vez sí me la mete más o menos hasta la mitad, sin que mi húmeda vagina ofrezca oposición. Mi mente y mi cuerpo están disociados. Una parte de mi cerebro pide parar, aquello es tan raro, tan extraño... Pero mi cuerpo lleva otro camino y no es fácil desacelerarlo. Quizás si Diego nos hubiera sorprendido antes de empezar, la parte lógica le habría ganado la batalla a la parte hormonal, a la parte sensorial. Pero a propósito o no, ha entrado en ese momento en que estás arriba, en todo lo alto de la ola de sentimientos, sensaciones y placeres.

Jorge insiste empujando y ahondando un poco más en mi cueva del placer, metiendo y sacando, mis labios abrazan toda su masculinidad mojándola y lubricándola de forma que en dos empujones llega hasta el final. Noto sus testículos en mi perineo. El placer me vence y ya me dejo ir.

Diego enfoca mi cara. Es un artista, sabe que transmite más mi expresión que un plano directo de la verga de mi novio taladrando mi coño. Busca mis ojos y mi boca, estoy seguro que está haciendo un primer plano. Quiere captarme justo cuando me llegue el orgasmo. Lo miro a sus ojos marrones. Él sabe que lo sé. No deja de enfocarme y por algún motivo eso me pone más cachonda. Levanto un poco el culo y empujo con mis piernas a Jorge, quiero que me dé más fuerte...

“Dios ¿porque pienso estas guarrerías?”

Tengo que repetirme que esto no es normal, que no es posible que esté follando con mi novio mientras su primo nos graba, pero no me sirve. No soy capaz de escucharme, mis propios reproches rebotan en mi deseo, en mis ganas de llegar al clímax. Quiero el orgasmo y quiero que Diego sea testigo, me da igual que me grabe, no me inspira curiosidad verme después, lo que de verdad me pone como una moto es que yo sea su musa.

Me dejó ir. Noto la respiración de Jorge en mi cara y en mi pecho y siento su polla clavándose una y otra vez en mi vagina. El orgasmo llega y me rompo de placer. Me corro, me corro, me corro, no sé si lo estoy diciendo en voz alta o no, pero aunque se me vela la mirada, sé que Diego no pierde detalle.

Me quedo satisfecha, como en una nube. Pierdo un poco la noción de lo que sucede a mi alrededor, pero cuando vuelvo a la realidad estoy tranquila. Parece que la vergüenza ha desaparecido sustituida por una extraña calma expectante. Jorge está recostado a mi lado y acaricia mi vientre mientras me sonríe. Diego sigue grabando con rostro serio y concentrado. Se acerca, mucho, bastante, pero se muestra respetuoso y no llega a tocarme. Ningún gesto obsceno, ningún mal modo, ninguna palabra fuera de sitio. Todo es tan perfecto que mi cuerpo reacciona de nuevo. El gusano que me baila en la tripa se introduce en mi pubis y en apenas unos segundos siento el cosquilleo que reproduce mi clítoris hinchándose.

Cojo la mano a mi novio y la llevo entre mis piernas. Lo dejo que me masturbe mientras miro fijamente a la cámara. Ahora me siento empoderada. Soy la protagonista ¿no es así como lo han querido ellos? pues ya es hora de que actúe como tal.

Empujo a Jorge y me monto a horcajadas sobre él. Lo beso en la boca mientras restriego mi coño contra su falo. Todavía la tiene semi flácida, así que me escurro besando su pecho y su vientre hasta llegar a su ingle. Levanto la verga con los dedos para que se pueda ver bien y luego hago desaparecer el glande en mi boca. Lo chupo lentamente y después me lo introduzco aún más, casi hasta provocarme una arcada y la mantengo ahí presionando con mis labios el tronco, mientras la siento hincharse. Imposible mantenerla dentro cuando ya está del todo erecta, así que la saco y escupo en la punta. Luego me monto encima y poco a poco me la voy introduciendo. Cuando la tengo en mi interior, muevo la cintura de forma circular, lenta y sensualmente, mientras saco mi lengua y mojo mis labios posando para cámara.

Ese instante es perfecto y Diego lo captura. Aparta un momento la cámara y me mira con los ojos como platos. Está embelesado.

Y yo empiezo a tocar otra vez el séptimo cielo. Todavía tardo un poco pero veo venir un nuevo orgasmo. Todo está en su sitio, todo encaja, soy feliz y sin embargo nada de esto ha sucedido todavía.