Fantasías sexuales de las españolas: Justina III

Esta es una serie de narraciones con un denominador común: fantasías de mujeres descritas por ellas y convertidas en relatos donde, eso sí, las circunstancias y la misma trama es inventada. Como decían en las películas y series antiguas, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Un par de semanas después, Paco recuerda todavía impresionado lo sucedido esa noche. Está en su despacho y hace balance del tiempo transcurrido. Tiene que tomar una decisión y está valorando los pros y los contras.

En la parte favorable, su vida sexual ha mejorado espectacularmente. El sexo con Justina se ha vuelto intenso y apasionado. No es que lo practiquen todas las noches, que tampoco está el cuerpo para eso, pero la cadencia ha subido un par de noches más por semana, que se suman a lo habitual. Y no es solo la cama. Justina está mucho más contenta, más alegre, más feliz… En los últimos años estaba como apagada. Seguramente por la rutina, de casa al trabajo y del trabajo a casa. Desde que Paco había obtenido el ascenso, echaba muchas más horas y eso, junto con las jornadas formativas que impartía, implicaba más tiempo fuera de casa y más cansado cuando llegaba. Él notaba que la rutina y el cansancio se cobraban su peaje en la relación y no se le ocurría que hacer para ilusionar a su mujer. No es un hombre de grandes ideas ni que sepa manejar bien los sentimientos, lo suyo es la tecnología.

Así que ahora ve con asombro como la tontería esta de hablar de los vestuarios del gimnasio y contarle las intimidades de algunos de los hombres, tienen un efecto potenciador de la libido sobre su mujer. Que tampoco es tan extraño, porque a él le pasa lo mismo cuando es ella la que le cuenta detalles morbosos, pero en el caso de Justina la cosa adquiere mucho más grados de temperatura. Quizá porque la haya pillado con algún desajuste hormonal, quizás se le está preparando el cuerpo para la menopausia, sabe Dios el motivo, pero ahora está mucho más sensible y con los sentimientos a flor de piel. Y el saber encauzarlos hacia algo vital y positivo es importante, porque hasta hace poco la veía bastante mustia, hasta el punto que llegó a pensar que quizá tuviera un poco de depresión.

No sabe cuánto durará esta situación, pero lo cierto es que ahora están en un momento muy dulce para los dos. Gozan, tienen momentos divertidos, su complicidad ha aumentado, en fin… ¿Por qué no prolongarlo todo lo posible? El problema es que Paco no tiene demasiada imaginación y ya se repite mucho cuando habla de lo que ve en los vestuarios. Justina es capaz de explicarle como ha visto desnuda a cualquiera de sus amigas cien veces haciendo que suene nuevo y distinto en cada ocasión, pero él carece de ese don. De modo que se le ha ocurrido un regalo de cumpleaños que está seguro que la va a entusiasmar.

Pero ahí viene la parte mala y negativa. Es ilegal y le puede costar un disgusto. Entre otras cosas, si llega a saberse, le puede costar su trabajo. Está dándole vueltas entre la tentación de hacerle el regalo que más desea a su mujer y transgredir su código ético, arriesgándose a tener problemas. Finalmente se decide. Es un experto en seguridad y las posibilidades de que lo pillen son mínimas, en especial con el nuevo material que ha llegado. La otra posibilidad, que su mujer se vaya de la lengua, es también remota. Justina no es nada chismosa y lo que hablan entre ellos queda solo entre ellos. Su mujer es prudente y tiene la cabeza en su sitio, no se la imagina dando un patinazo, así que se decide. Abre un cajón de su escritorio y saca una cajita pequeña. Es una de las cámaras miniaturizadas que está probando la empresa. Prácticamente indetectable por su tamaño y por la tapa de su lente, que se puede camuflar imitando casi cualquier superficie, botón o remache. Colocadas en la bolsa de deporte, en la ropa o incluso en una toalla, pueden pasar totalmente desapercibidas, además de que no emiten luz infrarroja, con lo cual, incluso suponiendo que hubiera un detector, tampoco las captaría.

Paco conoce bien el sistema de seguridad del gimnasio y deja mucho que desear. El mismo ha dado presupuesto un par de veces para mejorarlo. Solo hay cámaras en la entrada y en la recepción, ninguna los pasillos y mucho menos en los vestuarios: están prohibidas. Lo tendrá que organizar muy bien a pesar de todo, y no solo con el camuflaje de la cámara, sino con su forma de actuar, su coreografía al moverse y el continuar como hasta ahora para no levantar ninguna sospecha, nada de cambio de hábitos o movimientos extraños.

“¡Bien, pues adelante entonces!” se dice a sí mismo.

Y allí está Justina un tiempo después, accediendo a un archivo fuera de su PC, en un almacenamiento en la nube, en una cuenta incógnita y usando la VPN que le ha instalado Paco para cifrar los datos. Solo ellos pueden tener acceso (teóricamente), a ese archivo y su marido la ha instruido bien sobre cuál es el procedimiento y los protocolos de seguridad para borrar los rastros después de cada visionado. Y por supuesto, la ha adoctrinado hasta ponerse pesado sobre las consecuencias que tendría si algo así se supiera, cosa que no es necesario que le diga porque él será el experto en seguridad, pero ella es mucho más prudente en lo que se refiere a su intimidad.

“Bendito Paco”,  piensa Justina, que vuelve a echarlo de menos a su lado. Está deseando que llegue el viernes. Pero mientras, tiene con qué consolarse, se alegra. Todavía recuerda la cara de pasmo cuando le hizo su regalo de cumpleaños. Repitió todo el proceso, accedió al archivo y tras desbloquearlo con la contraseña, le dio a reproducir. No se lo podía creer: casi una hora de grabación en el vestuario de los hombres, con primeros planos y vídeos editados para ralentizar las mejores capturas.

  • Pero Paco...

  • Nada, disfrútalo, como no se me da muy bien narrar...

Y parece que sí lo ha disfrutado. Cincuenta y cinco minutos de grabación que ya se sabe de memoria y que no se cansa de ver. De hecho, los reserva para ponerse a tono antes de cada sesión con su marido y ¡vaya que si funciona! Se monta su fantasía, se recrea en cada cuerpo, en cada músculo, en cada culo y por supuesto, en cada miembro, y follan después con las mismas ganas que cuando tenía dieciocho años. Pleno al quince para los dos, para ella y para su marido, que también lo disfruta.

Pero sobre todo, accede cuando está sola y necesita consolarse, especialmente en los viajes de Paco cómo ocurre esta noche.

El vídeo empieza a reproducirse mientras ella se acaricia la entrepierna con movimientos suaves. Está eligiendo a quién le va a tocar esa noche protagonizar su orgasmo. Aparecen conocidos y también algunos hombres que ella no conoce y que Paco le explica quiénes son.

Justina tiene sus favoritos, claro. Hay un chaval delgado que no tendrá más de veinticinco años. Ella se lo había cruzado un par de veces, pero le costó reconocerlo porque no le prestaba atención. El chico no está excesivamente musculado, más bien al contrario, parece poca cosa en comparación con los especímenes que se ven por allí. Piel blanca, toma poco el sol, se ve que no hace mucho deporte al aire libre. Y sin embargo tiene un pene considerable. No de los más grandes que hay allí pero a Justina le parece de los más bonitos. Circunciso, con el glande al aire y colgándole unos buenos 14 o 15 cm en reposo, se mueve rítmicamente mientras pasa con la toalla en la mano. Está totalmente depilado y puede verlo en todos sus detalles, incluidos los testículos, ambos de igual tamaño y casi dibujados, acompañando al pene en su movimiento.

El hijo del vecino Juan Fran, también sale, para su deleite. En principio parecía una decepción, porque ese mocetón tenía un pene que en reposo no le hacía justicia al cuerpo. Además tenía un exceso de pellejo en el prepucio que se lo afeaba. Pero el chico está tan bien en todo lo demás, que eso ha dejado de importarle. Ni siquiera se pregunta qué tamaño alcanzará en erección, le basta con recorrer con la mirada sus pectorales, sus bíceps, la tableta de sus abdominales, imaginarse esos muslos dando rítmicamente en sus nalgas mientras la penetra y la contempla, con esa mirada de joven inocencia que luego se encarga la vida de corregirte. Lo único que lamenta es no poder compartir a este en concreto con sus amigas. Si ellas supieran que lo ha visto en pelotas se volverían locas.

Luego está ese que le había contado su marido, el que tenía el pene enorme. Fue el que más le costó grabar, afirma. Pero aun así obtuvo unos 40 segundos de vídeo, algo cortito pero con una buena toma que le permitió observarlo de frente y de lado.

Paco no exageraba. El tío tenía un miembro que parecía la trompa de un elefante. Sin embargo, a Justina no le pone, a pesar de estar físicamente bien. No lo ve nada guapo y además, hay algo en su actitud que la echa para atrás. Una especie de chulería impostada y una sonrisa condescendiente que apenas dura cuatro segundos cuando se quita la toalla para vestirse. Como si se sintiera superior que los demás por tener algo entre las piernas que no tiene ningún mérito, porque no lo ha conseguido él, sino que le viene dado por la naturaleza.

Por el motivo que sea, el caso es que no le hace gracia ni la excita, a pesar del tamaño de su pene. En este caso, más bien juega en contra, porque estéticamente es como una morcilla, poco uniforme y doblándose en la punta un poco, tiene más apariencia de trozo de carne que de aparato de placer. Justina se ha montado la película alguna vez con él, pero le ha tenido que echar imaginación, algo no le gusta de ese hombre y contra lo que se pueda suponer, el enorme pene tampoco la excita. No todo es cuestión de tamaño, como dice una de sus amigas: lo que no te entra por el ojo no te entra por la boca.

En contraposición, está el que ella llama el vikingo. Un chaval alto, fibroso pero musculado, con barba y bigote, tatuajes tribales en el hombro y el pecho. Le recuerda a alguno de los personajes de la serie Vikings, por eso le ha puesto ese apodo. Un cuerpo totalmente depilado, dos tetillas rosas que destacan sobre sus pectorales, un pene delgado pero largo que cuelga sin descapullar, con el grande a buen recaudo bajo en la piel, formando el característico bulto en la punta. De todos los que aparecen en los vídeos, es el que tiene el culo más bonito que Justina puede disfrutar, ya que no hay un solo pelo que lo oculte. Nunca pensó que un culo masculino pudiera resultarle tan erótico.

El chico, guapete, pero sin exagerar. Se divierte pensando en la cara de su amiga Lucía si lo viera. Un dios nórdico, seguro que diría haciendo referencia a su pelo rubio y... a todo lo demás. El conjunto es más que atrayente: a ella la pone mucho. Tiene el plus del gesto serio y cuando se agacha, parece mirar a cámara con sus ojos claros y profundos. Realmente el chico da algo más, aparte de buen físico y ha protagonizado un buen número de los dedos que Justina se ha hecho viendo el vídeo.

En el lado opuesto está Venancio, uno de los conocidos que Paco ha captado con su cámara oculta. Vecino del bloque, es frutero (una vez más lamenta no poder compartir esto con sus amigas, para menudo cachondeo daría está asociación), y no puede ser más distinto de su ángel nórdico. Bajito, achaparrado pero corpulento, con un poco de tripa. Muy moreno y con ojos un poco achinados. No es guapo pero tiene un nosequé... Especialmente desde que Justina lo ha visto en pelotas. En este caso el morbo viene de ser un conocido y de que le cae bien: buen tipo, educado, tranquilo y respetuoso. Jamás imaginó que lo vería desnudo.

Es una mata de pelo andante: el pecho y los brazos ya lo sabía, pero es la primera vez que puede verle la espalda, el vientre y el culo, completamente llenos de vello rizado. A Justina le pone un poco de pelo (no le gustan los hombres totalmente depilados, quizá a excepción de su vikingo), pero sin exagerar. No obstante Venancio le llama la atención.

Un miembro no muy largo pero sí bastante gordo asoma entre la mata de vello de su entrepierna, que cubre los testículos hasta hacerlos casi invisibles. Está circuncidado y el glande es el más gordo que ha visto nunca, con la punta en forma de seta. Parece un champiñón.

Al principio le llamó la atención, luego, cuando lo vio moverse con aquello balanceándose como el péndulo de un carillón, se sintió excitada aunque no sabe muy bien por qué.

Venancio, en un momento dado, hace un gesto que ella tiene grabado en la cabeza. Se seca con la toalla y se lleva la mano la entrepierna, quizá inconscientemente, aplastando un poco el pelo y separándolo. Resulta que el vello cubre parte de la base del falo y entonces puede apreciar su polla en toda su amplitud. La primera vez lo pasó una y otra vez a cámara lenta y sintió como su coño reaccionaba. La de veces que ha fantaseado con aquel hombre sobre ella, velludo y pesado por lo compacto, con aquella verga presionando contra su sexo y abriéndose paso. La fantasía la pone sobremanera. Qué sorpresa es para ella un hombre en el que nunca había pensado, sexualmente hablando, y que ahora protagoniza algunos de sus orgasmos más salvajes.

Hay más hombres: su marido ha hecho un collage en el que cincuenta minutos de vídeo dan para mucho. Algunos aparecen solo unos segundos; algunos más conocidos y otros extraños para ella; más jóvenes y más mayores; incluso de distintas razas. Hay un chico marroquí bien dotado pero por el motivo que sea no le acaba de llamar la atención. También hay un chico negro. No parece cumplir el tópico y su verga es más bien normalita. Más allá del morbo de otra raza y que está bastante bien de cuerpo, no le dice nada especial. Ha sido inevitable dedicarle un par de masturbaciones pero, Justina, no ha conseguido montar ninguna buena fantasía con él, ni que haya ningún detalle que la mueva al morbo de una forma especial.

En fin ¿quién va a tocar esta noche? Al final se decide por Venancio que es uno de sus valores seguros. Justina decide que es con él con quién se va a masturbar hoy. No pocas veces lo ha hecho también con su marido. Ver a su Paco desnudo entre tanto hombre macizo la pone cardíaca. Por la situación, pero es que no es lo mismo que verlo duchándose en casa, claro. Es como aquella vez que se atrevieron a desnudarse en la playa: si la habría visto su marido veces en pelotas, pero en ese momento la erección fue inmediata. Estuvieron un buen rato con el calentón hasta que llegaron al apartamento y pudieron follar tranquilos. Porque ver a su Paco desnudo con esa verga que conoce tan bien, cada vena, cada pliegue de la piel que cubre el prepucio, la forma del mismo, moviéndose entre otros hombres, eso le da una perspectiva nueva, más excitante, más morbosa, más golosa y atrayente. De hecho, cree que es con su propio marido con quién más pajas se ha hecho.

Pero hoy le ha tocado al moreno peludo. Pone a reproducir el vídeo y busca alrededor del minuto 32. Ahí, durante tres minutos y medio, puede ver al frutero que acaba de llegar de la ducha y cuelga la toalla en la puerta de la taquilla. Su pelo todavía está mojado, no se ha secado bien. Mientras busca en el interior su ropa, la verga pendulea y ella no puede apartar la mirada. Sus dedos aumentan el ritmo de estimulación. Con la mano derecha abre el cajón de la mesita y saca un dildo con forma de pene. Cuando está Paco lo tiene a buen recaudo, no lo necesita, solo lo saca cuando su marido viaja y no lo utiliza siempre, pero cuando fantasea con Venancio supone un plus porque el notar algo duro y grande penetrando en su sexo, potencia su fantasía.

Lo sitúa en su coño y trata de introducirlo. No está suficientemente mojada. "Qué bestia soy" piensa. Entonces se lo lleva a la boca y lo chupa para ensalivarlo, no le apetece andar buscando ahora el lubricante. Su mente no para y se imagina que es esa verga gruesa, aunque no muy larga, la que está en sus labios y ella chupa la punta en forma de hongo. La introduce en la boca y solo el glande ya se la llena. No deja de tocarse y el primer destello de placer la sorprende cuando todavía está chupando el dildo de látex. Llega el momento en que Venancio se seca la entrepierna antes de ponerse los calzoncillos y en una imagen clara y de frente, toca su mata de pelo y la verga aparece en toda su longitud. Ese instante fascina a Justina que congela la imagen.

Lleva el dildo a su vulva y ahora sí, a pesar de una breve resistencia empuja y consigue introducirlo. Nota una pequeña molestia pero ella imagina que es la verga de Venancio la que se abre paso. Serio y respetuoso, pero la está follando. Se abre aún más de piernas como si lo tuviera físicamente encima. Casi puedes sentir su peso, su incipiente barriguita presionando su vientre y su pubis mientras la verga ocupa su vagina, dilatándola con su buen diámetro recorrido de venas hinchadas. El pelo rizado le hace cosquillas en el pubis y en los muslos y también en los pezones, cuando él se agacha y se deja caer sobre ella, aplastándola bajo su cuerpo.

Ahora sí, Justina se corre con la vista en la imagen de la verga que se vuelve borrosa, a medida que los espasmos de placer la sacuden y los ojos se le humedecen.

  • Pufff - gime mientras el orgasmo aún la recorre y el portátil cae a un lado. Ella ya no se toca, simplemente cierra los muslos y presiona el dildo en su interior, mientras su cuerpo se abandona al placer.

  • ¡Jodeeerr: lo mejor del día! - exclama liberada.

La tensión deja paso a la relajación y un dulce sopor la invade. Se limpia las manos en la sabana. No se molesta en buscar sus bragas y dejando el consolador y el portátil en la mesita de noche, apaga la luz. Ya habrá tiempo mañana de recoger y poner cada cosa en su sitio.

El sueño la invade por fin. Cierra los párpados y su último pensamiento es para Paco. Da gracias por tener un marido así. Se duerme con una sonrisa, pensando que en todos los años de casados es el mejor regalo que le ha hecho.

FIN