Fantasías sexuales de las españolas: Justina II

Esta es una serie de narraciones con un denominador común: fantasías de mujeres descritas por ellas y convertidas en relatos donde, eso sí, las circunstancias y la misma trama es inventada. Como decían en las películas y series antiguas, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Un mes antes...

Paco apuraba el guiso. La mayoría de los días hacía jornada partida y se quedaba comer en el trabajo, pero el día que tocaban costillas guisadas con habichuelas no perdonaba. Volvía aunque eso le supusiera apenas estar media hora en casa.

  • ¿Esta tarde vas al Pilates? - le preguntó a Justina.

  • Sí, no te creas que hoy me apetece mucho pero es que no quiero dejar colgada la Patri, que si no voy yo, no se anima.

  • ¿Pero no fue el otro día?

  • Sí, se estrenó el martes, pero ya sabes que los primeros días está una muy oxidada y si no hay quien te achuche, no cuajas. Venía bastante desmoralizada.

  • Pues tiene pinta de ser flexible ¿no se le daba bien estirarse?

  • Para Paco, que te veo venir: ahora seguro que llega el chiste

  • A ver, que tampoco soy tan malo, lo único que quiero decir es que a Patri le vendría bien un poco de ejercicio de ese del que tú ya sabes

  • Todavía está muy reciente lo del divorcio, la pobre no está de humor.

  • Precisamente por eso: cuando antes se ponga manos a la obra, antes se le olvida toda esa movida. Lo que tiene que hacer es ponerse ya en el mercado, aunque solo sea para darse un buen revolcón, que eso no le viene mal a nadie. Además con el buen tipo que tiene, candidatos no le van a faltar, va a poder elegir.

  • Bueno, no es oro todo lo que reluce. Que a poco que nos arreglamos, los tíos veis una falda y se os va la cabeza.

  • ¿Ah sí? Cuenta, cuenta…

  • ¡Pero mira que eres!...- le reprocha ella con picardía sabiendo por dónde va. En otras ocasiones han comentado no solo sobre la personalidad, sino también sobre el físico de conocidas, generalmente vecinas y amigas que acuden con Justina al gimnasio, y que ella tiene la oportunidad de ver desnudas en el vestuario o a las duchas. No todas se desvisten y hay algunas que prefieren ducharse en casa, pero en un porcentaje elevado, las intimidades de sus compañeras de gimnasio no pasan desapercibidas.

Justina dice que no siempre lo que se ve vestida es real. Hay mujeres que no se sacan partido y que suelen ir más bien discretas, como es el caso de Mari, la vecina del quinto que siempre va con ropa holgada y poco ceñida. No se suele arreglar mucho, es un poco hippie y tampoco es de las que aparentemente llaman la atención. Pero en el vestuario ha podido comprobar que es una mujer muy proporcionada, con unos pechos grandes, todavía erguidos y perfectamente simétricos. El pezón oscuro despunta cuando la chica siente un poco de frío al salir de la ducha. Tiene un pubis abultado y bonito, enmarcado en dos muslos potentes pero sin un gramo de celulitis. Posee un buen culazo, con una piel tersa y sin estrías, con dos buenos cachetes separados por una raja que ríete tú de la Kardashian. Desde que se lo comentó a su marido este la mira con otros ojos cada vez que se cruzan y le hace un guiño a Justina.

Otras, por el contrario, pierden mucho cuando se presentan al natural, sin el artificio del maquillaje o la ropa. Este parece ser el caso de la Patri. Lo de apuntarse al gimnasio es algo nuevo, la mujer necesita un escape y pensó que eso de acudir con Justina y la otras vecinas al Pilates, podría suponer esa válvula para comenzar a rehacerse tras unos meses muy complicados. Se le nota en las ojeras, en las manchas rojizas provocadas por el rascado compulsivo y en las arrugas recién adquiridas, que su cara sin maquillar al salir de la ducha deja claramente a la vista.

Como dice su marido, la mujer está potente, es grandona con buenos pechos, alta, pelazo rubio y curvas sugerentes. Se combina bien con la ropa: con mallas deportivas y un top ajustado consigue llamar la atención de la parroquia masculina.

  • Venga, cuéntame, anda - insiste él.

Y ella, con una sonrisa socarrona, entrando al juego y sabiendo que se va a poner pesado hasta que se lo diga, le explica.

  • Bueno, pues tiene un pecho más grande que otro y desviado ligeramente hacia fuera. En muchas mujeres es normal pero en su caso se nota bastante. Tiene más tripa de lo que parece, con una cicatriz de cesárea que la pobre parece que en vez de un cirujano se la haya hecho un carnicero, piel de naranja en los muslos y también tiene un culo irregular con algunos hoyitos. Si la te la encuentras recién salida de la ducha, sin avisar, igual te decepcionas...

  • El morbo no depende solo del físico, tú también tienes algún huequito en el culo - responde Paco para provocarla.

  • Pues si no te gusta mi culo, a partir de ahora ya no lo ves más…

Él la coge por la cintura y le mete la mano por debajo de la falda, acariciándole los glúteos.

  • Te voy a comer esos hoyitos uno a uno...

  • Pues tendrá que ser esta noche, campeón, a menos que llames al trabajo y te pidas la tarde libre - le dice ella retadora.

  • Hoy no puedo - contesta Paco retirando la mano y dirigiéndose a la cafetera - Tenemos reunión con el director – dice enfurruñado. A él le hubiera gustado hacer doblete: un buen guiso de costillas y un buen polvo con su mujer.

->> Oye, no, en serio, yo tengo un par de separados allí en la empresa que cuando la Patri quiera se los presento. El Juan y el Miguel. Son formales y educados, pueden darle una buena cita....

  • ¿El Juan? demasiado formal, para morirse de aburrimiento mejor que se dedique hacer ganchillo... Vaya pelmazo de hombre.

  • Pues entonces el Miguel…

  • Ese no está mal, me gusta más para ella, al menos para salir una noche a divertirse, pero todavía es pronto… Paco: hazme caso que las mujeres funcionamos distinto. Y por cierto: ni una broma con esto o no te vuelvo a contar nunca más nada.

  • Justi, mujer, que trabajo en seguridad ¿Cuándo se me ha escapado a mí algo?

  • Por si las moscas - remacha ella, que una advertencia nunca está de más aunque sabe que es cierto: las cosas quedan siempre entre su marido y ella. Forma parte de su intimidad y complicidad el cotillear juntos de los temas sexuales de sus conocidos, pero Paco no es indiscreto.

Su marido se sirve el café y mira la hora: todavía dispone de unos minutos así que en vez de tomárselo de pie, se sienta otra vez con ella. La mira con ojos de cordero degollado y ella se ríe:

  • ¿Seguro que no puedes ir más tarde? Igual para un rapidito nos da tiempo... Como cuando éramos novios en el portal - Contesta entre provocadora y burlona. El rememorar esas cosas y que ella le describa episodios de conocidas desnudas, sabes que pone cardíaco su marido. Y luego ella recoge el fruto.

  • Los capullos de los jefes han puesto la reunión a primera hora, como todos se quedan a comer hoy...Tendremos que dejarlo para esta noche.

  • Lástima, porque me estaba dando ganas a mí también de verte tan "alterado".

  • No me lo hagas más difícil, Justi -  suspira mientras se apura el café. Luego se levanta, le da un beso, coge su maletín de trabajo y se dirige a la puerta.

Una hora y media después, Justina junto con Patri y dos vecinas más entran a los vestuarios de gimnasio. Dejan sus cosas en la taquilla y cogiendo solo la toalla salen en dirección a la sala del Pilates. Al pasar por la puerta del vestuario masculino saludan a Juan Fran, un conocido del barrio que está allí esperando que salga su hijo.

  • Este siempre me hace esperar, es más presumido que cualquiera de sus dos hermanas - afirma guasón.

Las mujeres ríen la gracia.

  • A ver, es que los chicos de ahora se cuidan, no como vosotros que no os molestáis ni en peinaros - le suelta Ana, la descarada del grupo.

Justina no puede evitar que se le aparezca en mente Emilio, el hijo de Juan Fran. Un mocetón de 19 años, alto, con la espalda ancha y unos bíceps que parece Popeye. Solo le falta el tatuaje.  El chico no tiene muchas luces y va regular en los estudios, pero Justi, que todavía viene un poco inquieta de su casa, no está ahora en modo madre, evaluando el porvenir del joven. Mientras bajan a la sala y ocupan su sitio para la clase, no puede evitar imaginarlo en la ducha. Trata de espantar el pensamiento y de concentrarse en los ejercicios pero le cuesta. Recurre a construir otra escena.

Se imagina a Paco desnudándose frente a la taquilla. El pensamiento parece calmarla, como si antes hubiera estado cometiendo una infidelidad o una traición. En este caso tiene que imaginar poco, reconoce cada centímetro del cuerpo de su marido, pero el saberlo en pelotas, caminando con la toalla hacia los baños, rodeado de otros hombres totalmente desnudos, la pone. Es la situación.

  • Justina, hija, que vas atrasada - le recrimina la profesora.

Sus amigas la miran como diciendo “pero ¿dónde tienes hoy la cabeza?”.

Lucía, que está a su lado, le susurra:

  • Justi, vas desacompasada, que ya hemos pasado de ejercicio.

  • Ya, ya - se disculpa ella y trata de volver a concentrarse en la clase. Esta tarde lo hace todo al revés, provocando las bromas del grupo.

Cuando vuelve a casa, mientras prepara la cena y deja hecha la comida del día siguiente, sigue un poco desubicada. No sabe si es porque le pilla ovulando y con el cuerpo especialmente sensible, pero tiene la libido a flor de piel. La imagen de su marido desnudo pasando entre los cuerpos de otros hombres para ir a ducharse, se le viene una y otra vez a la cabeza.

Nota un cosquilleo en su vulva y hasta los pezones los tiene más sensibles, reaccionando ante el roce con la tela de la camisa ya que no lleva sujetador. Es extraña la suma de reacciones químicas en algunos casos, aparentemente inconexas entre sí, que quedan como suma de ese estado de excitación. Hacía mucho que Justina no sentía ese bochorno interno, esas hormigas recorriéndole la piel, ese vello electrizado. Desde la conversación con su marido este mediodía, al encuentro con el padre del chico y la turbación que le producen esas fantasías recurrentes con el vestuario del gimnasio masculino.

Cuando llega Paco, deja su maletín, le das dos besos y se va directo para la ducha. Aparece tarde y malhumorado: la reunión ha sido larga y pesada, una auténtica mierda, y para colmo, le acaban de asignar trabajo extra. Se lo cuenta todo mientras cenan y luego se sientan un rato a ver la tele, después de recoger la cocina. Su marido mira distraído la pantalla, está con la cabeza en otro sitio, seguramente organizando la semana que viene por delante y anticipando los nuevos problemas asociados al incremento de actividad. Puede casi leerle la mente.

  • Anda Paco, vamos a acostarnos y desconecta ya de una vez que casi puedo oír cómo le das vueltas al tarro.

Su marido se cepilla los dientes y refunfuñando se mete en la cama. Todas las ganas y el morbo del mediodía parecen haberse esfumado para él, que ya ni recuerda la conversación que han tenido. Todo lo contrario que Justina, que conserva intactas las ganas, sino mayores.

Cuando Paco se tumba, ella se gira pone un muslo encima del suyo. El brazo sobre su pecho con los dedos jugando a enredarse entre los pelos del hombre. Le da un beso suave en el cuello. Solo le falta ronronear. Paco interpreta correctamente los mensajes, llevan ya veinte años casados, como para no darse cuenta de cuando su mujer le está presentando una solicitud por triplicado para abrir expediente...

  • ¿Ahora? - Pregunta como un bobo.

“No, dentro de un mes ¡no te jode!”, piensa ella, pero se abstiene de decirlo. Por el contrario se acerca aún más mimosa.

  • ¿Y las ganas del mediodía?

  • Después de la tarde que he tenido, Justi...

  • Igual puedo hacer que te vuelvan - comenta ella bajando la mano hasta el paquete de su marido. Una primera caricia por encima y parece que no reacciona, luego mete la mano por el slip y le agarra la polla, que tras un breve masaje se hincha, aunque sin ponerse de erecta del todo: se queda semi flácida. “Este todavía está pensando en el trabajo”, masculla, “habrá que sacarle conversación porque si no, no va a desconectar”.

  • Paco, no le des más vueltas, mañana será otro día ¿no me preguntas como me ha ido la tarde?

  • ¿Cómo te ha ido la tarde cariño?

  • Bien, he estado en el Pilates ¿Y a que no sabes qué?

Paco parece que reacciona, barrunta noticias picantes.

  • No, dime.

  • Eva.

Eva es otra amiga divorciada del grupito de Justina.

  • ¿Sigue con lo del Tinder?

  • Sí, ayer tuvo una cita.

  • ¿Otra?

  • Eso le dijimos, lleva tres citas distintas en dos semanas.

  • Esa ha dado con un filón, le está sacando el jugo a la aplicación.

  • La muchacha tiene todo el derecho a divertirse. Trabaja, saca su casa delante y tirando de dos niños con la pensión que le paga el marido, que es una mierda, así que si quiere desahogarse bien que hace.

  • Nadie lo discute, mejor para ella…

  • Bueno, de los otros dos encuentros no soltó mucha prenda, ya sabes que es más bien discreta, pero ayer hubo cachondeo porque tenía moretones en el cuello y un arañazo en uno de los pechos.

  • ¿Noche salvaje?

  • El arañazo del pecho puede pasar pero lo del cuello era un bocado, seguro, y ya sabes cómo es la Lucia, se puso a tirarle de la lengua hasta que la otra tuvo que confesar.

  • Vaya ¿Hay detalles? - pregunta Paco súbitamente espabilado.

  • Que estuvieron toda la noche dale que te pego. La hermana se había quedado a cuidarle los niños y ella se fue directamente de allí al curro. Le debió ir bien porque con éste dice que va a repetir.

  • ¿Detalles más específicos?

  • Que no, Paco, no seas pesado.

  • ¿Por qué no me das detalles tú a mí? - pregunta ella entre melosa y desafiante.

  • ¿Detalles de qué? – pregunta.

  • Pues que soy yo siempre la que te cuento. A mí también me gustaría que me contarás cositas.

  • Pero si en mi curro nunca pasa nada… cuatro chismes que ya sabes.

  • ¿y en el gimnasio? - aventura ella.

  • ¿En el gimnasio? - repite él entre incrédulo y sorprendido.

  • Si yo te cuento lo que veo de mis amigas, podrías contarme tú algo me las hombres que hay por allí -  aventura decidida y permanece expectante ante la reacción de su marido.

  • Joder, yo no me fijo en los tíos.

  • ¡Venga ya! que vosotros también estáis siempre comparando

  • Pues yo no… ¿De qué  tío quieres que te hable? - Pregunta escamado.

Ella pone a los ojos para arriba como si estuviera pensando y al final, como si lo hubiera elegido al azar dice:

  • Por ejemplo, el hijo del Juan Fran, ese que está cachas ¿lo has visto desnudo?

  • Sí - contesta Paco, aunque hace un esfuerzo por recordar porque una cosa es mirar y otra ver.

  • ¿El resto del cuerpo acompaña?

  • ¿Me estás preguntando si la tiene grande?

  • Te estoy preguntando como es desnudo. Yo te describo a mis amigas y bien que te gusta. Si lo único que eres capaz de describirme es si la tiene más grande o más chica, apañados vamos…

  • La tiene normal – corta él intentando salir del paso.

  • Normal ¿Cómo es? ¿Más grande que la tuya o menos? dame algo para que compare, hombre.

  • Como la mía. Bueno, si acaso un pelín más grande, él es más alto.

  • ¿Y qué más?

  • Pues no sé qué más, no se me ocurre otra cosa que contarte ¿es que te gusta?

A Justina se le ocurren un montón de cosas: si está depilado o no; si los testículos son grandes o pequeños; si está circuncidado o normal…

  • Paco, hijo, para ser un experto en seguridad que soso eres describiendo… y no, no me gusta en el sentido que tú piensas, solo nos llama la atención a las del grupito, igual que a vosotros la Patri.

Él piensa un rato y luego dice:

  • Daniel.

  • ¿Qué?

  • El Dani es el que la tiene más grande. Ya te he dicho que yo no me fijo en esas cosas que los tíos vamos a lo nuestro, pero cuando ese se pasea en pelotas por el vestuario, todo el mundo se fija: es que la tiene como un burro.

  • ¿Quién es el Daniel?

  • Tú no lo conoces, no es del barrio. Viene aquí porque el gimnasio le pilla cerca del curro. Aquello no lo había visto yo nunca. El tío es normal de estatura y tiene pinta un poco agitanada, pero la verdad es que está musculoso, se pasa un montón de tiempo en el gimnasio. La primera vez que lo vi con las mallas pensé que era un fantasma que se llenaba el paquete para marcar bulto. Pero un día me crucé directamente con él en la ducha: yo entraba y el salía de una de las cabinas cuando le vi todo eso colgando. Me dio hasta vergüenza porque no pude evitar fijarme. Él hizo como si nada, se ve que ya está acostumbrado. Yo no sé si puede levantar toda esa barra de carne, porque para llenarla de sangre…

  • Igual llena y empalmado no hay tanta diferencia - dice ella.

Paco la mira incrédulo.

  • Es que algunas no dilatan mucho cuando se llenan de sangre, especialmente las que son muy grandes. Otras que aparentemente son más pequeñas, estiran más en la erección.

  • Sí que sabéis vosotras ¿no?

  • Nos informamos de lo que nos interesa, oye… ¿y alguno más? - Pregunta con la voz un poco sofocada y echándole el aliento en el cuello a su marido. Este observa sorprendido que la tiene tiesa como un palo. Justina le está masturbando mientras hablan. Ahora sí se da cuenta ella de que ha conseguido darle la vuelta a la tortilla y tiene a su marido sorprendido, pero sobre todo, excitado.

Un calor húmedo la envuelve. Debe tener las mejillas coloradas y nota la entrepierna sudorosa. ¿Es que está mojada? se pregunta mientras se roza contra el muslo de su marido. A pesar de lo basto de la caricia, su clítoris reacciona.

Justina se quita la ropa de pijama en apenas unos segundos: sus grandes pechos se inclinan hacia la cara de Paco que los siente en la boca, mientras ella hace desaparecer la mano en su entrepierna y se frota excitada. Se oye el chof - chof de un dedo cuando se lo introduce en el coño húmedo.

Así está un rato mientras su marido amasa, besa y pellizca sus tetas. Luego ella le da un beso lujurioso en la boca, intercambiando lenguas y saliva como cuando eran dos adolescentes recién enamorados.

¿Cuánto hace que no se daban un beso así?

Justina recorre con la boca el vientre de su marido buscando ansiosa lo que su mano ya tiene agarrado desde hace un rato. Hace desaparecer la verga entre sus labios y le practica una mamada frenética. No la chupadita con que le obsequia otras veces para acabar de ponerla a tono y humedecerla antes de follar, sino una auténtica garganta profunda de las que se ven en las pelis porno. Justina se siente muy guarra y con muchas ganas de transgredir. No sabe qué le pasa, todo ese día han sido un cúmulo de sensaciones que la han llevado hasta esto. Una salida total de la rutina pero por eso es diferente y es tan emocionante. No lo sabía hasta ese momento, pero es justo lo que necesita.

Se monta encima de él y separando los muslos, apunta con la verga a su vagina. Esta, la engulle sin dificultad con sus labios carnosos abrazando el trozo de carne, como si fuera su propia vagina la que la absorbe y no la polla la que penetra.

La cabalgata es brutal, el coño de Justina se deshace en flujos, cosa que no que pasa desapercibida a Paco. Apenas tarda unos minutos en correrse, dando botes sobre su marido, apretándose con una mano uno de los pechos y con la otra frotándose el clítoris. El orgasmo es largo. Ella se dobla sobre sí misma, soportando un rato de contracciones de su vagina, apretando el falo de su marido y finalmente se derrumba sobre él, con las tetas apretadas contra su pecho y el corazón que parece que se le va a salir por la boca.

Pero ahora Paco está más caliente que sorprendido. La echa para un lado y se incorpora para montarla. Justina se pone de rodillas y en un gesto inesperado, incluso para ella misma, le ofrece su culo en pompa. El sexo mojado como una magdalena aparece entre sus dos cachetes provocándole (si eso es posible) aún más deseo, embistiéndola a ciegas. Está tan mojada que no le cuesta que la verga encuentre el orificio y resbale dentro, hasta que los huevos hacen tope. Paco la agarra aferrándose a las nalgas carnosas y culea, golpeando con sus muslos contra los de su mujer. Un polvo frenético e intenso, penetrando hasta el fondo de la vagina, que vuelve a poner otra vez en marcha a Justina. Ella, que es de un solo orgasmo, en muy contadas ocasiones (y casi nunca los últimos tiempos) ha conseguido encadenar dos seguidos, de repente se pone de nuevo a punto de caramelo.

Está sorprendida, no se reconoce a sí misma y cuando su marido va a descargar e intenta sacarla, ella aprieta con el culo hacia su vientre y le grita “¡no!”, a pesar de que están fornicando a pelo y aún no le ha llegado la menopausia. Cuando lo siente eyacular dentro de ella, se corre también con un aullido ronco que trata de insonorizar pegando la cara contra el colchón y enterrándola entre las sábanas reliadas. Se quedan así, pegados un buen rato, sin aliento y sintiendo el palpitar como si fueran uno solo.

  • ¡Jope! ¡Vaya gazpacho que hemos liado! - es lo único que se le ocurre comentar a Paco.