Fantasías sexuales de las españolas: Idoia I

Esta es una serie de narraciones con un denominador común: fantasías de mujeres descritas por ellas y convertidas en relatos donde, eso sí, las circunstancias y la misma trama es inventada. Como decían en las películas y series antiguas, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

(VI) Idoia

Me paseo por la clase oyendo recitar la quinta redacción sobre “que he hecho en mis vacaciones de Navidad”. Es como una letanía dónde todo suena a repetido, a monótono, a gris, como el cielo esta mañana de enero que ha empezado a descargar minúsculas gotas de lluvia contra los cristales del aula.

El mismo tema y las mismas repeticiones que cuando tenía esa edad y las monjitas Ursulinas me proponían el mismo ejercicio a la vuelta de las fiestas. Tengo que reconocer que mi texto era igual de aburrido. Ahora entiendo la cara avinagrada de Sor Ascensión mirando al techo y con el piloto automático puesto, simplemente pendiente de que hubiera tenido el buen tino de meter una referencia religiosa en el argumento, requisito indispensable para aprobar el ejercicio. Ya podías haber escrito el Quijote en verso con rima consonante que si no mentabas al señor nuestro que está en los cielos, Padre, Hijo o Espíritu Santo en alguna de sus tres formas, estabas suspensa.

Pero yo soy guay a pesar de estar trabajando en un colegio concertado religioso: no le hago tales exigencias a mis alumnas. Solo les pido que ¡por Dios! no sean aburridas. Que escuchar veinticinco redacciones de una página cada una, contando todas lo bien que se lo han pasado sin hacer ni el huevo en Navidad (las tareas vienen todas hechas de aquella manera, deprisa y corriendo), lo enfermita que está su abuela y lo contentas que se han puesto con el móvil nuevo que les han regalado por reyes, es un auténtico coñazo.

Seguro que lo interesante está en lo que no cuentan. Su primer beso, su primer enamoramiento, su primera masturbación... Que claro, no estaría bien visto preguntar por esas cosas, igual la directora del colegio pone alguna pega. Que cuando yo era adolescente tampoco las monjitas me preguntaban, eso quedaba reservado a don Eusebio, el párroco que nos confesaba ¡Los hombres siempre con más derechos! ¡Qué coraje! que si pregunto yo está mal visto, pero que si te pregunta un tío con sotana que en teoría no ha practicado en su vida el sexo, tienes que contarle cuántas veces te tocas y cómo lo haces.

Y bien que preguntaba…

  • ¿Te tocas hija mía?

  • Si padre.

  • ¿Hija tú llegas al éxtasis?

Yo siempre decía que no, que eso nunca. Hasta que tiempo después una amiga me explicó que lo que me estaba preguntando era si me corría.

  • ¡Ah, eso sí, todas las veces!

Pensé en ir a buscar a Don Eusebio para deshacer el error. Pero luego eché cuentas de todos los atrasos que iba a tener que pagar en Ave Marías y Padres Nuestros y me contuve. Que una es piadosa pero no tonta. Así que me salté el intermediario y yo misma lo arregle con Jesucristo rezándole una noche: “Señor, que ha sido un equívoco y lo voy a compensar con un Ave María extra durante toda esta semana. Si no estás de acuerdo haz que se produzca ahora mismo un temblor de tierra y se caigan las cortinas de mi dormitorio”.

Como yo suponía, el Señor estaba de acuerdo conmigo y no pasó nada, así que cumplí el trato y quede limpia como una patena. El asunto me salió tan bien que a partir de entonces ya no tuve que confesarme más. Seguía siempre el mismo procedimiento y hasta hoy, Jesucristo siempre me ha perdonado, incluso cuando instalé estores en mi apartamento.

Me cuesta concentrarme en las redacciones. Ya no es solo que digan lo mismo sino que las chicas, por mucho que les explico que vocalicen y pongan énfasis, tienen un tono plano al leer que es como un rumor que me arrulla y me da sueño. Siempre empiezan en voz alta y con ganas y luego, poco a poco, se van viniendo abajo y la voz hay veces que casi se apaga.

La campana viene a salvarnos del ataque de Morfeo. Estaba a punto del coma, tratando de contenerme para no dar una cabezada. Las chicas salen en tropel de la clase súbitamente reanimadas. Las conozco bien y sé que grupitos se forman y quién se lleva bien con quién. Por ejemplo: Magdalena con Sara y Leonor. Están híper excitadas y hacen gestos con las manos mientras vuelan a su rincón particular del patio buscando intimidad. Algo he cazado esta mañana, que para eso soy muy observadora y parece ser que Magdalena se ha echado novio. Salió ayer con un chico a pasear o algo así, que si no es tener novio por ahí se empieza. Sin duda va a contárselo a sus amigas y las otras, que seguramente todavía no se han comido una rosca, están que se derriten por conocer los detalles.

¿Habrá habido beso?

Hoy día eso es lo mínimo para la primera cita. Beso en la boca, claro, lo de la lengua ya es opcional pero como mínimo labios contra labios.

En mi época las cosas eran distintas. Que vamos, que mi época tampoco es que sea del siglo pasado. O sí, qué echando cuentas eso fue antes del año 2000…Pero ese no vale porque era un novio de pega. Yo tenía catorce años y lo único que hacíamos era sentarnos juntos en el parque. Las pandillas de niños y de niñas no se mezclaban demasiado y cuando lo hacían era para jugar a ser novios. A mí me tocó Pedro, un chico tímido al que también le impusieron tener novia porque de eso se trataba el juego. Así que nos poníamos uno al lado del otro y ya éramos novios. Para no aburrirnos hablábamos de las series que nos gustaba ver y luego las chicas en manada por su lado y los chicos por el suyo, se iban cada uno a su zona a comentar la jugada.

En fin, que como nunca hubo beso, eso no cuenta. Y luego ya en plena adolescencia, la cosa se puso aún más difícil porque mi familia (de misa y comunión diaria), al ver que había desarrollado y que empezaba a atraer las miradas de los chicos, me hacía un férreo marcaje y me reforzaban la doctrina para evitar que cayera en las tentaciones.

Que con un solo beso o si un chico te toca tus partes después de haberse tocado las suyas te puedes quedar embarazada.

Que si te quedas embarazada estando soltera no te va a querer nadie y vas a hacer llorar al señor.

Etcétera, etcétera, etcétera…

Como nadie me había dicho nada de que si yo me tocaba sola me pudiera quedar embarazada, eso sí que lo hacía. No todas las noches (como algunas amigas), que no soy una cabeza loca ni una fresca, pero sí un par de veces por semana… bueno los viernes casi seguro, ahí no fallaba.

Y luego, al cumplir los dieciocho, de repente les entran las prisas a mis padres porque la niña se eche novio. Que el año que viene se va a Pamplona a hacer la carrera y a ver qué hace una chica tan joven por ahí sola. Que hay demasiado sinvergüenza suelto y que si se va comprometida con un novio bien apañado y de buena familia, mejor.

Vamos, que me iba a casa de mi tía que es como meterse en un colegio mayor interna, pero más aburrida y más controlada. Que tampoco es que me fuera al extranjero de Erasmus. Ya me hubiera gustado, ya.

Una de mis amigas (o más bien conocida, porque Idoia no tiene claro si tiene amigas) de  la facultad, estuvo en Milán tres meses. Vino súper espabilada, que eso de tener que buscarte la vida tú sola por ahí hace mucho. Y también volvió desvirgada.

Yo le dije que lo sentía y ella me miró muy rara, como si no entendiera que es lo que tenía que sentir.

  • Y ¿qué vais a hacer? ¿Él se viene a España o te vas tú a Italia a casarte?

La otra me miro de arriba abajo: parecía sorprendida por la pregunta.

  • Yo no voy a casarme, boba. Ninguno de los tres me gusta.

  • ¿Tres?

  • Bueno, tres o cuatro, porque una noche no tengo muy claro lo que pasó… estaba un poco borracha y creo que estuve con dos chicos. No estoy muy segura porque la luz estaba apagada.

Jolín con Laurita. Esta chica se ha dado la vuelta como un calcetín. Ella que estaba conmigo en el grupo de catequistas… Si se ha soltado el pelo de esa forma en el extranjero, no quiero ni pensar lo que han podido hacer las  frescas de la facultad. Que yo no soy cotilla ni curiosa pero precisamente por eso le pregunté, para aclararme, porque yo no estoy acostumbrada a este tipo de situaciones: que como era eso de que no tenía muy claro si se había acostado con dos o con uno.

Me dijo que fue al tercer mes, en una fiesta dónde bebió más de la cuenta. Acabaron en su piso de estudiantes con otras dos compañeras y varios chavales. Así fue como conoció a uno de los chicos con los que estuvo acostándose un tiempo. Iba con un amigo y ella no acaba de decidirse a cuál iba a invitar a pasar a su cuarto. Pero esa noche, el alcohol hizo su efecto. Y también unos cigarros muy raros que fumó, pero eso no le afectó casi nada porque el tabaco no le afecta ya que ella no fuma, menos esa noche. Que solo se acuerda que se reía mucho y que todo le daba vueltas. Y que mientras la fiesta seguía fuera, ella estaba en su cuarto con la luz apagada revolcándose con el muchacho, porque parece que hay cosas que si no las ves, no son pecado. Y que solo recuerda una noche larga en la que ella llegaba al orgasmo y se dormía agotada, solo para volver a despertarse cuando sentía que la volvían a recorrer unas manos y unos labios apasionados. Entonces, de nuevo el chico en su interior en una postura diferente, a veces ella arriba, un nuevo orgasmo y otro ratito a dormir.

Que ahora no lo tiene muy claro, pero qué juraría que tuvo la sensación de que no siempre eran las mismas manos y los mismos labios. Que ya le parecía que el chaval tenía mucho aguante para estar toda la noche dale que te pego. Se vio en varias ocasiones más con ese chico y estuvo tentada de preguntarle si esa noche, su amigo no habría entrado por un casual también en la habitación, pero al final se le olvidó.

No entiendo cómo se le puede olvidar preguntar una cosa así. A mí me parece que mi amiga está un poco loca, pero en fin. El caso es que la muy fresca se volvió para España sin novio y sin virgo. Pero no parece muy preocupada.

Yo no digo que esté bien ni mal, aunque a mí me parece todo esto de ser casquivana y un poco fresca. Yo no soy así, que tengo la cabeza y todo lo demás en mi sitio, sé lo que debo hacer. Por eso me masturbo muchas veces pensando en lo que ella me contó, pero no hago lo mismo porque no está bien.

Eso sí, a veces me imagino yo también con dos italianos en la cama. Otras veces lo cambio por franceses que también me gusta el acento. Ingleses y alemanes no, que no me gustan las lenguas bárbaras. Prefiero los latinismos. Algún día, cuando ya esté casada, mi novio me dará besos y lametones ahí abajo. Me apetece mucho pero todavía no se lo he pedido porque no se piense te soy una cualquiera, pero eso cambiará cuando vivamos juntos. Yo creo que las lenguas latinas tienen una entonación especial, casi musical y poética, que no tienen otros idiomas. Es una forma de educar la voz, los labios y la lengua que seguro que un latino no mueve como un anglosajón.

¡Igual va a ser que te coma el coño uno que hable español, francés o italiano que un escandinavo!

Pero volviendo al asunto, que si no, me distraigo: efectivamente ese episodio lo he recreado muchas veces en mi mente. A veces me imagino con un chico en la cama a oscuras, igual que ella, pero sin estar borracha. Si acaso una copita, que una sola se me sube enseguida a la cabeza y me hace decir alguna tontería porque no estoy acostumbrada, pero también me hace perder un poquito la vergüenza. El me acaricia, me besa y luego me quita la ropa. Yo, al principio, me resisto, claro, porque no soy una cualquiera, pero luego una vez que se lo he dejado claro ya me dejo hacer. Y la verdad es que es muy bueno acariciando. Me penetra y yo siento que estoy muy mojada. Siento un fuego muy intenso dentro y me pongo muy colorada, pero como estamos a oscuras él no puede verme. Me hace el amor muy intensamente tanto que me corro sin necesidad de tocarme. Él también. Entonces nos abrazamos y permanecemos muy juntos… siento su aliento en mi boca.

Me noto otra vez muy caliente y llevo la mano a su pene pero ahora está flácido. Tarda en recuperarse. De hecho, se está durmiendo. En ese momento se abre la puerta y una figura se recorta a contraluz antes de volver a cerrarla. Puedo reconocerlo a pesar de que solo he podido ver su sombra. Es su amigo que también estaba interesado en mí. El otro me parece más guapo y ha sido más listo y más lanzado, por eso me fui con él a mi cuarto, pero este tampoco está mal.

Ha sido muy excitante ver como ambos me pretendían y trataban de imponerse uno al otro. Así que una se siente protagonista. Ventajas de ser rubita en un país de morenas. Al menos, aparte de tener la cara llena de pecas, consigo llamar la atención por distinta.

A veces resulta que uno de ellos es moreno y el otro rubio. Otras me los imagino de razas distintas.  Es muy habitual que me imagine que uno de ellos es negro. En ese caso casi siempre lo relego al segundo lugar. Por el tamaño, ya sabéis. Los chicos negros tienen fama de estar muy dotados. Entonces yo fantaseo que después de haberlo hecho con el primero, ya estoy bien dilatada y mi sexo acepta al segundo amante sin problemas a pesar del grosor, dejándome exhausta después de un segundo orgasmo. Con dos está bien, porque más es ya caer en la lujuria y ser una pecaminosa de cuidado.

Ahora soy yo lo que se duerme. Despierto sola pero satisfecha. Con la primera luz del día me masturbo recordando lo sucedido por la noche. Ese momento resulta también muy apasionante porque lo hago coincidir con el despertar real a veces. Si me masturbo medio dormida me resulta difícil distinguir entre sueño y realidad y resulta muy excitante. Luego, cuando me espabilo ya del todo, sí que tengo claro que ha sido solo mi fantasía, pero ese instante en el duermevela, en el que se acercan los sueños hasta hacerse casi tangibles, es muy especial.

Bueno volviendo a lo que iba, que se me pasa el recreo de las nenas y todavía estoy sin presentaros a Samuel, mi novio. Lo conocí en una fiesta de fin de curso en el instituto de mi prima. Es un chico muy serio y formal y muy apañado. Muy mañoso con todo lo que sea hacer chapuzas. Y también muy respetuoso. Nunca ha intentado propasarse conmigo. De hecho he sido yo la que he tenido que pedirle que se propase un poquito. Que tampoco está mal, especialmente cuando nos lo pide el cuerpo.

Pero como estas cosas van despacio, tardamos casi un mes en darnos nuestro primer beso. Luego pasamos a los muerdos con lengua y a los tres meses, que es ya un periodo más que suficiente según todas las fuentes consultadas, empezamos con las caricias.

Yo no quería parecer una descocada así que no le metía prisa, aunque me apetecía mucho que me acariciara por debajo de la ropa. Me había dicho una amiga que era un chico de muy buena familia y tampoco quería espantarlo por si era un buen partido. Luego resultó que no era de buena familia sino de una familia buena, que parece lo mismo pero no es lo mismo. La familia es maja pero sin dinero. Al final no me importó demasiado porque Samuel y yo nos llevamos muy bien y estamos enamorados.

Como ya llevamos casi quince años de noviazgo y por el tema de que trabajamos en ciudades distintas aún no hemos podido casarnos, lo de llegar virgen al matrimonio no ha podido ser. Me gustaría decir que nuestra primera vez fue muy emocionante y muy placentera, pero lo cierto es que me dolió un poco y entre los nervios y la tensión no disfruté nada. En las siguientes ocasiones ya dejo de dolerme y empecé a relajarme. No sentía molestias y sí un poquito de placer, aunque siempre me quedaba sin llegar al orgasmo. Samuel me la introducía y como éramos muy novatos, ni siquiera humedecíamos la zona. Menos mal que iba con cuidado y poco a poco. Luego la dejaba un rato quieta dentro y cuando estábamos más tranquilos, empezaba a meterla y a sacarla. Eso sí me daba algo más de placer pero como no llegaba al éxtasis (como decía el padre Eusebio), yo me preguntaba si había valido la pena no esperarnos al matrimonio. Porque cuando te casas sí que te corres siempre, según me han dicho algunas conocidas.

Bueno, eso era el principio porque luego caí en la cuenta de que podía tocarme mientras él me penetraba. ¡Qué tonta yo, que no había caído en ello! al principio me dio un poco de corte, poco a poco acercaba mi mano y hacía como que me rascaba, pero como a Samuel no parecía importarle, me fui animando y entonces sí, llego el placer ¡Correrte con una verga dentro es mucho más divertido, qué duda cabe! Y mi novio debió entenderlo así, porque no se molestó en absoluto. A partir de entonces lo incorporamos sin más problemas.

Bueno, voy a aprovechar para tomarme un café y una magdalena en la sala de profesores, que os voy contando y al final se me pasa la media hora de recreo.