Fantasías sexuales de las españolas: Elena I

Esta es una serie de narraciones con un denominador común: fantasías de mujeres descritas por ellas y convertidas en relatos donde, eso sí, las circunstancias y la misma trama es inventada. Como decían en las películas y series antiguas, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Bueno, el siguiente episodio, el de Elena, es un pequeño homenaje al episodio 14 de la temporada 1 de Love, Death & Robots. Es una serie de animacion de episodios cortos e independientes entre sí. Os la recomiendo porque es un espectaculo visual con bastante variedad de temas y estilos, generalmente con un corte futurista. El episodio 14 se llama Zima Blue y es muy interesante. Podeis encontrarlo en Netflix, o en youtube....

Este relato de Elena es mi modesto homenaje a la serie que me ha hecho pasar unos buenos ratos.

Un saludo.

Elena Mario observaba el cambio de paisaje que se había producido, con la cabeza apoyada en la ventana de la limusina. El monte bajo y reseco daba paso a un bosque de pinos, una bóveda verde que propiciaba un cambio de temperatura en forma de frescor que parecía manar del suelo, sembrado de hojas y agujas. El camino también cambiaba, estrechándose y retorciéndose en forma de curvas a uno y otro lado, casi caprichosamente, como una ruta que en vez de planificada por un topógrafo hubiera sido dibujada por un niño en un papel.

Ya no debía faltar mucho para llegar a su destino, calculó, aunque era la primera vez que visitaba aquel lugar. Pocos lo habían hecho. El sería uno de los privilegiados.

Casi inconscientemente, llevó la mano al bolsillo de su chaqueta. Sus dedos buscaron y tras un momento de vacilación, acabó extrayendo un sobre rojo amapola, con un papel apergaminado de tacto rugoso del mismo color, que sacó y desplegó por enésima vez desde que se lo habían entregado. Aún no se lo acababa de creer.

“Amapola Red tiene el placer de comunicarle que le concederá una entrevista exclusiva el próximo 5 de mayo. Dicha entrevista será presencial, para lo cual deberá usted acudir según las instrucciones siguientes a su retiro de Montealto.”

A continuación, seguían efectivamente una serie de indicaciones y normas a seguir, que por supuesto, Mario había memorizado. Sorprendentemente, ninguna excentricidad, al menos aparente y sí mucha cautela y seguridad. Parece que no querían publicidad. Entonces ¿por qué conceder una entrevista? Y ¿por qué él? Mario era un reputado periodista y crítico de arte, además de autor de varias obras literarias premiadas. La única explicación que se le ocurrió, es que querían comunicar algo, pero que aún querían mantenerlo en secreto ¿La nueva performance de Amapola Red quizá?

Todo era muy extraño, pero en cualquier caso, Mario ni siquiera se cuestionó el rechazar la invitación. Él mismo, llevaba años intentando ser uno de los pocos elegidos para poder preguntar a la artista. Incrédulo, había recibido la llamada de la representante de Amapola que en el último año no había concedido ninguna entrevista, ni tampoco había emitido ningún comunicado. De hecho, llegó a pensar que todo había sido una broma, a pesar que la imagen y la voz del holograma del intercomunicador no parecían ofrecer mucho margen al error. Pero en esta época, la inteligencia artificial y la realidad virtual permitían copias perfectas de casi todo. Tal y como le había anunciado la representante, la confirmación oficial llegó con un objeto tangible en forma de invitación, traída por uno de los empleados de Amapola. No a la redacción del complejo mediático donde trabajaba ahora Mario, sino directamente a su casa. La misma invitación que ahora volvía a guardar en su bolsillo. Un pase directo a una de las leyendas vivas del sexo y erotismo de su tiempo.

Nadie sabía muy bien cuál era su nombre original. La primera referencia fue Ninoska Blue, el seudónimo de guerra en sus primeras películas porno, tras el cual se ocultaba Christine Maier, que era el nombre que figuraba en su identificación personal, pero que más tarde se descubrió que tampoco era el original. Nadie sabía en realidad donde había nacido ni quiénes eran sus padres. Todo parecía indicar una ruptura adolescente sin vuelta atrás con su pasado.

¿Le dejaría ahondar en aquellas cuestiones tan personales? se preguntó. No hacía más que darle vueltas a cómo iba a plantear la entrevista, trabajo inútil, por qué los márgenes de ésta no dependían de él, sino de lo que Amapola Red quisiera contarle. En fin, iba a necesitar de toda su experiencia y de toda su capacidad, para tratar de que aquella oportunidad única se convirtiera en una oportunidad provechosa y no solo un altavoz del próximo mensaje que la diva quisiera vender o poner en el mercado. De forma que decidió relajar su mente: la noche anterior había dormido poco y mal y el viaje lo estaba cansando, así que un poco de duermevela le ayudaría a relajarse, aunque estaba seguro que no podría dormir, no estando tan cerca de su destino.

Quince minutos de recorrido después, al llegar a un collado, el bosque se habría, dando paso a un valle limitado por altas montañas. El lugar estaba cerrado al tráfico aéreo porque aquel desfiladero era privado y su dueña, la única autorizada para sobrevolarlo en helicóptero o aerodeslizador. Para los demás, la carretera, incluido él, que a bordo de aquella lujosísima limusina de última generación sin conductor abría los ojos asombrado para intentar abarcar la inmensidad del paisaje que los rodeaba. Prados donde pastaba el ganado, un arroyo de montaña que en el deshielo debería convertirse seguramente en río caudaloso, pero que ahora era apenas un torrente que formaba pozas conforme iba saltando el desnivel. Paredes verticales encajonando todo el valle, que se suavizaban al fondo mostrando una breve pendiente, en la cual y mimetizada perfectamente con el entorno, se adivinaba una construcción. Pocos la habían visto, pero Mario sabía que era obra de los mejores arquitectos, los más vanguardistas. Una mansión encajada entre la ladera y la roca viva del espolón.

El coche todavía serpenteó unos minutos más antes de llegar a un foso que separaba la carretera de un pórtico, formado por las ramas de dos grandes robles y flanqueado de grandes piedras. El agua corría por la zanja, rápida, burbujeante y salpicando espuma.

Antes de que Mario pudiera parpadear siquiera, un puente transparente se materializó surgiendo del extremo opuesto y facilitando un paso. No se desplegó ni bajó de ningún sitio, simplemente se conformó constituyéndose de la nada y desapareciendo igual de rápidamente una vez lo cruzaron. Maravillosa tecnología del siglo XXII que no dejaba de asombrar al periodista. El siglo XXI había instalado una inercia en la que los avances tecnológicos eran constantes: en un mes se descubrían más cosas y se patentaban más inventos y tecnologías que prácticamente en los cien años anteriores, así que el siglo actual no solo no era una excepción, sino que ese ritmo se había multiplicado.

El Pórtico daba paso a una plaza en forma de parque. Pudo ver un par de robots, uno cruzando el estanque que había frente al camino y otro sobrevolando con un leve zumbido el césped, dirigiéndose de algún sitio hacía otro lugar. Prácticamente todas las tareas están mecanizadas o bien hay robots que se ocupan de realizarlas. De hecho, Mario se preguntaba si vería algún ser humano en algún momento: desde que había bajado del avión y se había subido al vehículo no se había cruzado con ninguno.

Como respuesta a su pregunta, una figura alta y trajeada apareció por una puerta integrada en la pared.

  • Señor Mario Zaia, es un placer recibirle...

  • El gusto es mío, señor...

  • Llámeme simplemente Noir, aquí todos lo hacen. Si tiene la bondad de seguirme Amapola Red le recibirá enseguida.

Continuaron por un pasillo excavado en la roca hasta un ascensor acristalado que a los pocos metros ya corría por la pared, ofreciéndonos una vista cada vez más panorámica del valle. El pulso se le aceleraba a Mario con la altura, le parecía increíble que tal y como le habían anunciado, en unos minutos estaría en presencia de Amapola. Toda su experiencia, todo su conocimiento y toda su independencia a la hora de entrevistar famosos, no le habían preparado para que ese momento en el que se sentía casi un aprendiz. Demasiado tiempo persiguiendo esa presa y ahora ella se ofrecía sin más ante él ¿Cuál era el motivo de todo aquello? Bien pronto lo averiguaría, esperaba…

La puerta del ascensor se abrió y una amplia terraza recibió al huésped y su acompañante. Una cascada surgía ruidosa de un lateral, componiendo un arco líquido perfectamente integrado en aquel balcón al valle. El recinto era un amplio espacio trufado de elementos de diseño, tan perfectamente ensamblados en un puzle artístico como caros. Muebles, obras de arte y arquitectura en una mezcla medida al milímetro. Ni con diez vidas trabajando, pagaría Mario solo lo que costaba aquella estancia.

Una figura se levantó de un diván y se acercó a la pareja.

  • Gracias Noir por acompañar al señor Zaia…

  • Mario, por favor.

  • Pues bien Mario, gracias por venir.

  • ¿Desea tomar algo?

  • Me basta con un agua con limón, gracias - dijo con la garganta reseca por la emoción. Porque allí estaba ella. Amapola red. Casi dos metros de mujer, pelo rubio, ojos verdes, piernas infinitas, pecho perfecto, cuerpo de diosa nórdica y mirada penetrante y sabia. Un vestido amarillo, vaporoso y escotado, que dejaba la espalda y buena parte de su costado al descubierto la envolvía. El efecto era como si un aura emanase de ella y la envolviese, moviéndose a escasos milímetros de su piel. Sin duda hecho en exclusiva para ella, perfectamente adaptado a cada parte de su anatomía y con cada pliegue estudiado para provocar esa ilusión.

Con movimientos medidos, como si de una coreografía se tratara, y rebosando sensualidad, se giró y le invitó a acompañarla. Se situaron junto a la cascada. El ruido del agua despeñándose y el paisaje que se abría frente a ellos componía una estampa estremecedora. Ella miró hacia el chorro de agua y este se fue debilitando hasta agotarse. El eco quedó solo en un rumor que permitía tener una conversación sin forzar la voz. Tecnología punta una vez más, detección mental, supuso. Un interface que permitía la comunicación con dispositivos y sensores solo con el pensamiento. Toda una innovación aun en pleno desarrollo y que muy pocos se podían costear.

  • Supongo que tendrá muchas preguntas, Mario…

Trató de recomponerse. Aún seguía impactado por tener tan cerca la leyenda y poder comprobar en carne viva, cuál era el efecto que ejercía sobre los hombres y también sobre no pocas mujeres.

  • Desde luego. Pero la primera de todas es inevitable.

  • ¿Por qué usted?

  • Sí señora.

  • Necesito que cuente una historia.

Mario asintió. Todo parecía seguir el programa previsto. La diva quería lanzar un mensaje y él iba a ser el medio.

  • Pero...

  • Sí, tiene usted razón - dijo ella sin dejarlo terminar - Eso es para qué, pero no le he dicho el por qué le he elegido: Es bueno y es independiente. No contará nada si realmente no le interesa, si no le motiva, si no le convence. Lo que quiero contar es importante y necesito alguien que lo haga con criterio, con oficio, pero también con la pasión que da entender el mensaje.

  • Entender no significa compartir.

  • Por supuesto, pero me vale con que entienda: el resto será sencillo. Usted es muy bueno narrando. Me gusta y le sigo.

  • Me abruma señora - realmente Mario no esperaba este cumplido o ¿simplemente lo estaba engatusando?

  • El único problema es que todavía no podrá hacerlo público. Lo que le voy a contar aquí hoy es confidencial y deberá comprometerse a guardar el secreto.

  • Bien, entonces tenemos que quiere que cuente una historia pero no puedo hacerla pública – resumió con cierto tono burlón.

  • Todavía – puntualizo ella.

  • ¡Ah! claro, ahí está el matiz. Y ¿cuándo entonces?

  • Cuando yo no esté.