Fantasias premonitorias
Una relación entre dos antiguos compañeros de master, que finaliza con una ardiente visita a los tribunales.
Este relato que os cuento se remonta al pasado año, cuando inicié un master, que resultó ser un auténtico fiasco, pero que como casi todo en la vida, tuvo su parte positiva.
Allí tuve la oportunidad de conocer a una chica maravillosa, cuyo nombre prefiero omitir ( la llamaremos zaida), y poco a poco comenzamos a entendernos y a mantener cada vez una relación de amistad y confianza que cada día se hacía más estrecha.
Desde el primer momento hubo atracción entre ambos y pese a que cada uno teníamos nuestra pareja siempre filtreabamos con el sexo y el vicio.
Así transcurrió gran parte del curso, sin que de ninguno de los dos saliera la idea de quedar un día juntos y tomar unas copas a solas. Probablemente porque conocíamos nuestras debilidades y sabíamos que con una tentación de ese calibre las posibilidades de "caer" eran muy grandes.
Un día quedamos todos los compañeros del curso para tomar unas cervezas, y a las pocas horas resultó que nos habíamos quedado solos. Ambos decidimos que esto no se podía acabar de una manera tan pobre y nos fuimos a tomar "la penúltima".
A lo largo de la noche la conversación se fue calentando. Primero empezamos hablando de nuestras respectivas situaciones personales, para continuar cuestionando nuestra fidelidad y terminar comentando las posturas que mas cachondos nos ponían y los sueños mas calientes que cada uno tenía.
Cuando la noche llegaba a su fin, y tras un momento de silencio, opté por cerrar en ese punto esa especial salida nocturna, si bien tengo que reconocer que desde aquel día, tengo sueños y fantasías sexuales en las que ambos follamos en los lugares y en las posturas más ardientes e inóspitas.
Una vez hubo finalizado el curso, perdimos el contacto y pese a ello, yo continuaba de vez en cuando pensando en ella y en el magnífico polvo que nos debíamos el uno al otro. La verdad es que las pajas que me he hecho pensando en ella han sido todas plenamente satisfactorias y muchas veces pensaba que si la situación se volviera a repetir
El otro día, me llamó para tratar un tema profesional, y pude comprobar que pese al tiempo transcurrido, no habíamos perdido ni un ápice de nuestra magia.
Después de un buen rato charlando por teléfono, quedamos para vernos una mañana y solucionar los asuntos que previamente habíamos hablado por teléfono.
El estrés diario, y el vertiginoso ritmo que adquieren nuestras vidas en la gran ciudad, me impidieron dedicarle tiempo a esa quedada, de modo que cuando llegó la hora de la cita, no había podido poner en marcha mi calenturienta mente para elaborar un plan de ataque.
Nos vimos en un bar cerca de la plaza de Colón, lugar donde tengo mi centro de trabajo, y estuvimos tomando unas cervezas. En tan solo una hora y pico, ya empezamos a calentar el ambiente y a decirnos cosas obscenas. Cuando empecé a notar que mi polla estaba a punto de estallar, se me ocurrió un plan ciertamente arriesgado pero majestuoso.
Le dije que si le importaba acompañarme al Tribunal Superior de Justicia de Madrid, al que yo voy frecuentemente. Me dijo que sí y nos acercamos andando. Una vez allí, y sin previo aviso le cogí del brazo y nos metimos en los aseos, que son muy grandes y disponen de un retrete muy amplio, poco frecuentado, aislado y muy muy limpio.
Ella estaba completamente sorprendida, y la verdad es que me esperaba cualquier reacción. Pero como sabía que ya había dado el paso, tenía que apostar fuerte.
Una vez dentro del cuarto, eché el cerrojo y sin mediar palabra la apreté contra la pared y puse mi paquete pegado, yo diría soldado a su falda.
Ella llevaba una falda corta, mostrando sus bonitas piernas y una camisa blanca con los dos primeros botones abiertos, pudiendo observarse con claridad el inicio de la curvatura de unos precisos pechos que posee, así como unos increíbles pezones cuya aureola podía vislumbrarse a través del sujetador.
Su reacción fue en un primer momento de sorpresa pero al instante mostró su conformidad, pegó un pequeño saltito y rodeó con sus piernas mi cintura.
Comenzamos a abrazarnos de forma apasionada. Mis manos sujetaban su culo que quedaba en suspesión, y poco a poco la falda iba cediendo hasta quedar remangada en la cintura.
Le hice quedarse de pié, y liberadas mis manos, comencé a desabrocharle la camisa y el sujetador. Una vez hube liberado sus pechos, que por cierto eran inmensamente más hermosos de lo que jamás pude antes imaginar, los apreté con ambas manos mientras con la cintura continuaba mi presión sobre la suya, haciendo que nuestros sexos, cada vez más ardientes se unieran hasta parecer uno sólo.
Mientras tanto, nuestros movimientos eran acompañados por unos besos, en ocasiones pequeños mordiscos, que provocaban que en el ambiente se percibiera el sonido cada vez más intenso de las respiraciones de ambos.
Hábilmente, Zaida desabrochó de una sola maniobra mi pantalón que como un elemento más sujeto a la ley de la gravedad cayó al suelo. Por aquel entonces mi polla no sabía de tendencias gravitatorias y se encontraba completamente empalmado y duro como nunca antes lo había sentido. Ella comenzó a tocarme por encima del calzoncillo, que era un modelo de Calvin Clain de los que quedan ceñidos al cuerpo, realizando sutiles caricias a todo mi paquete, sin precipitar la salida al exterior de mi polla, para de esta forma conseguir el máximo de excitación posible.
Yo mientras tanto, estaba besando y lamiendo sus pechos, dedicándole especial atención a sus pezones que estaban completamente erizados, mientras con las manos ya había accedido a su coño y comenzaba a acariciar un sexo que se encontraba totalmente empapado. Con el dedo anular localicé el clítoris y una vez hallado empecé una suave caricia mediante movimientos circulares que hizo que se arqueara y gimiera de forma maravillosa.
Tras unos segundos estimulándole el clitorix con una mano, e introduciendo los dedos en su vagina con la otra, me pidió, mejor dicho me suplicó, que la penetrara.
Como os podeis imaginar mis ganas de follármela eran al menos igual de fuertes que las suyas, pero me hice fuerte y poniendo mis manos sobre sus hombros, la presioné para abajo mientras le pedí que me hiciera una buena mamada antes de penetrarla.
La espera, lejos de enfriar el ambiente hizo más deseable lo inevitable, y produjo que ambos alcanzásemos unos niveles límite de calentura.
Zaida obedeció ante mi insistencia para que se arrodillase, y una vez reclinada, liberó mi cipote, que al sentirse sin la carcel que desde hacía minutos le mantenía cautivo, pegó un respingo que la hizo alcanzar las más altas cotas que hasta la fecha había podido verla.
Ella comenzó primero a acariciarlo suavemente con ambas manos, desde el glande hasta la base, para iniciar posteriormente la ascensión hasta las cumbres aún no nevadas.
Acercó su húmeda lengua y empezó a chuparme el capullo. Primero la puntita y luego bordeó la base del glande. Así estuvo dando rodeos hasta que de pronto se la metió de golpe en la boca y empezó a succionar mientras se la tragaba prácticamente entera.
Su impresionante mamada era acompañada con un suave masaje a mis cojones y rascando levemente el canalillo que separa el ano de los testículos. Mi excitación estaba empezando a estar fuera de control. Mientras ella chupaba mi polla con auténtica dedicación y deleite, yo le decía que la iba a penetrar tantas veces como me fuera posible, por el culo y por el coño, y que deseaba que mis corridas fueran tomadas como si del mejor néctar del mundo se tratara.
Una vez entendió que mi verga se encontraba suficientemente lubricada me sugirió que me sentara en el water y a horcajadas me cabalgó, ayudándose con la mano para dirigir mi estaca dirección a su ansiosa cueva. La penetración, pese a la increíble excitación que sentíamos fue lenta y tremendamente placentera. Pude sentir con absoluta claridad como mi pene abría lentamente las paredes vaginales que sin aparente esfuerzo engullían centímetro a centímetro mi verga. Una vez nuestros pubis chocaron, zaida quedó quieta por unos segundos, mientras arqueaba todo su cuerpo y mostraba ya los primeros síntomas de un gran orgasmo que afortunadamente se repetiría en varias ocasiones. Tras la pequeña pausa, comenzó a cabalgarme primero suavemente, para ir poco a poco incrementando el ritmo hasta adquirir una velocidad y sincronización en las embestidas que hizo que ambos nos corriéramos, sin que por el lugar escogido pudiéramos expresar nuestro tremendo placer con gritos y fuertes gemidos.
A los pocos segundos, se levantó y mirándome a los ojos me preguntó ¿ No me vas ha dejar así, no?. Yo sin mediar palabra, dirigí su boca nuevamente a mi polla y le pedí que devolviera a su juguete la fuerza y el vigor perdidos, porque esto no había hecho sino empezar. Ella comenzó a chuparme el rabo si cabe con más ansia que antes, sin duda porque de su trabajo de restauración dependían las posteriores penetraciones.
Una vez sentí que me encontraba en perfectas condiciones para comenzar el segundo asalto al paraíso, la aparté de mi polla y la coloqué de espaldas a mi y mirando hacia el water. Luego presioné su espalda hasta que sus manos toparon con la cisterna. Entonces separé levemente sus piernas y de un solo golpe hundí mi pollón en su cueva. Ella, al sentir tan brusco envite, suspiró y gimió quizá algo más fuerte de lo que debió, pero a esas alturas ya nada importaba. En este segundo polvo, era yo el que mandaba, y sabedor de la responsabilidad que pesaba sobre uno, me esmeré en que resultase distinto al anterior pero no por ello menos placentero. Decidí que el momento requería de una mayor intensidad y comencé a follarla fuerte. Cada golpe de cintura hacía que zaida moviese todo su cuerpo, tan solo sujeto por su apollo a la cisterna y por mis manos que cubrían y masajeaban sus pechos. Este polvo fue impresionante. Ella creo que tuvo tres orgasmos y mi corrida resultó más placentera si cabe que la anterior. Una vez finalizamos y sin necesidad de tener que decirle nada, se giró, se sentó en el water, y comenzó a sacar brillo a una verga que sorprendentemente no había perdido vigor. Sus lamidas, con el orgasmo aun reciente, fueron tremendamente placenteras. Yo mientras me la chupaba, le dije que ahora iba a atacar a su culito. Zaida, paró un instante su mamada, levantó la cabeza y me dijo: " Siiii, por favor, abreme el culo. Métemela hasta el fondo, te quiero, te deseo.." Sin dejarla terminar sus ansiosas peticiones, aunque sabedor de que todas y cada una de ellas iban a ser satisfechas, dirigí mi pene a su boca y le invité a un nuevo banquete. Ella mientras tanto se masturbaba introduciéndose hasta tres dedos en un coño que parecía no tener fin a sus deseos.
De repente alguien entró en el baño. Se trataba de un señor de avanzada edad a tenor de las toses que tenía. Permanecimos quietos durante unos segundos, cuando de repente y con el hombre aún en el baño, le susurré al oído que se pusiera a cuatro patas y con culo lo más arriba posible para facilitar la penetración, y que se dispusiera a sentir de nuevo mi carne, esta vez en su trasero. Ella, con una sonrisa picarona me besó en la boca y me susurró también al oído: " es todo tuyo, vamos cabronazo, métemela hasta dentro".
Cuando hubo adoptado la posición requerida, me agaché y comencé a chuparle el ano, mientras introducía primero un dedo y luego otro. Cuando su culito comenzó a adaptarse a un diámetro parecido a mi estaca, le introduje el capullo, y zaida, sin duda muerta de gusto, realizó una fuerte maniobra hacia atrás, que hizo que se la metiera hasta el fondo y de un solo embite. A partir de ahí, comenzamos a follar perfectamente sincronizados y bajo la presión de sentir la presencia de un extraño que por aquel entonces se disponía a lavarse las manos después de orinar con cierta dificultad a juzgar por el tiempo empleado.
Estuve dándola por el culo cerca de diez minutos, mientras Zaida me animaba continuamente a que siguiera al mismo ritmo, rogándome que no parase. Al final, y cuando me llegaba el orgasmo, paré y bruscamente la saqué de su culo para girarla y pedirle que me chupara hasta que me corriese para poder sentir mis últimas sensaciones en la boca de aquella maravillosa mujer con la que tanto estaba disfrutando.
Una vez hubimos terminado, no arreglamos de la mejor manera posible y cada uno se dirigió a sus ocupaciones.
Esta historia, queridos lectores, pretende tener carácter premonitorio. No obstante, espero que os haya entretenido y sobre todo un mensaje para mi querida amante: Pase lo que pase, hagamos lo que hagamos, que sepas que eres un mujer estupenda. Que con tu manera de ser y estar, consigues elevar las fantasías masculinas a grados superlativos.
Gracias al destino por haber hecho que me topara contigo.