Fantasías hechas realidad

Mi chica ahonda en su perversión...

Tras haber descubierto la irresistible excitación que me producía el hecho de conocer las continuas infidelidades de mi novia, y habiendo degustado, durante meses, los efluvios y sabores de su cuerpo después de ser follada por otro hombre, no pude menos que reconocer que me había vuelto adicto a esa sensación, a esos sabores de hembra siempre dispuesta, y a esas miradas lascivas que me dirigía mientras la poseía en "segundo turno".

Fue esa necesidad continua, esa dependencia lacerante la que me obligó a empezar seguirla cuando salía con sus amigas, o si me decía que se retrasaría después del trabajo. Fue esa inquietud aguda y punzante de sorprenderla, de observarla mientras me era infiel con otros hombres, mientras rellenaban sus orificios con sus miembros erectos como espadas y se derramaban dentro de ella, una vez tras otra, hasta satisfacer sus ansias de semen.

Poco a poco fui adquiriendo destreza en el arte de la persecución invisible, y poco a poco empecé a descubrir los oscuros secretos de mi chica, esa dulce y amorosa criatura que, sin saber porque, sucumbía una y otra vez al ardor de su cuerpo, de su boca sedienta y de sus ansias inconfesables.

Estaba claro que yo sólo no podía satisfacerla y ella se vió obligada a encontrar la forma de apagar su fuego mintiéndome y satisfaciendo su necesidad en cualquier lugar y con cualquier tipo anodino y oportunista que se cruzara en su camino en el momento adecuado.

En ocasiones eran más de uno y ella se dejaba hacer, sin rechistar, disfrutando de las penetraciones simultaneas en cualquier rincón inesperado. Otras veces bastaba que un tipo rozase su paquete con su trasero para que ella, descontrolada, lo siguiera y lo incitara a llevarla al baño y allí, sin mediar explicaciones, trabajárselo con su boquita húmeda hasta extraerle su dulce néctar y vaciarlo sin compasión.

Ni que decir tiene que las sensaciones que me sacudían al verla sólo se apagaban cuando después, ya de vuelta en casa y enmascarada en su papel de mujercita complaciente, yo la poseía y le hacía el amor como un salvaje, mientras revivía en mi mente y saboreaba en mis labios el inconfundible sabor del semen que aún se derramaba de todos sus agujeros.

En cierta ocasión, realizábamos un viaje en coche y yo llevaba bastantes horas conduciendo, estaba bastante cansado y algo somnoliento. Decidimos parar en una zona de servicio para que pudiera descansar. Era la hora de comer, así que procuramos buscar un área con restaurante y aplicamos la máxima que indica que donde hay muchos camiones, casi seguro, es señal de que se come bien. Dicho esto proseguimos durante unos 30 kilómetros, desechando un par de sitios en el trayecto, hasta que encontramos lo que estábamos buscando. Un área de servicio con gasolinera, restaurante y parking amplio con bastantes camiones aparcados en paralelo.

Aparcamos el coche en un extremo del parking con el fin de tener tranquilidad para relajarme después de comer y poder dormir un poco.

Admiré las formas de mi novia al salir del coche, realzadas por el vestido de algodón, corto y muy ajustado que vestía para estar cómoda durante el viaje, vestido que dejaba ver la mayor parte de sus impresionantes y largas piernas hasta casi la mitad de los muslos.

Cuando entramos al restaurante ella preguntó sin demora por el servicio, pues hacía horas que no habíamos parado y estaba "inquieta". Un camarero muy amable le indicó, no sin antes disfrutar ávidamente de su generoso escote, que este se encontraba en el otro extremo del comedor, hacia donde mi chica se dirigió sin demora, luciendo y exhibiendo sin pudor su bonita figura, ante la mirada babeante de una docena de camioneros que en ese momento poblaban el comedor.

En el ínterin, el mismo camarero que le había indicado el camino me condujo hasta una mesa en el centro del comedor, como queriendo ofrecer a sus clientes un regalo eligiendo un óptimo escaparate para poder disfrutar de mi chiquilla. Eso me excitó.

Disfrutamos de una comida ligera, y una breve sobremesa con el café que, rápidamente, dio paso a una retirada por mi parte para aprovechar a dormir un rato antes de continuar el largo viaje que aún nos restaba.

Mi novia decidió esperarme leyendo, sentada a la sombra, en un banco ubicado en un pequeño parque con árboles, anexo al restaurante. Así que allí la dejé, embebida en su novela, y con el encargo de despertarme si no lo hacía yo mismo en cosa de hora y media.

No tardé en dormirme, arrullado por el lejano sonido del tráfico que circulaba por la autopista.

No sé bien cuanto tiempo llevaba dormido cuando el claxon de un camión me despertó. Miré el reloj y me di cuenta que había dormido tan solo cuarenta minutos, pero me sentía profundamente descansado y despierto. Consciente de que ya no volvería a dormirme me incorporé, me desperecé y fui a buscar a mi compañera para proseguir viaje.

Me dirigí al parque donde la había dejado leyendo, pero no la encontré allí, así que entré en el restaurante esperando verla al calor de un café. Pero tampoco estaba allí. Pregunte a un chico que en ese momento recogía las mesas en el comedor si la había visto, y me dijo que hacía un rato que la había visto paseando cerca de los camiones estacionados fuera.

Como un resorte mi mente empezó a imaginar el panorama

Le agradecí su indicación, salí y me dirigí sin demora hacia la zona de estacionamiento de camiones. Sabía con lo que me iba a encontrar pero mi imaginación no fue capaz de recrearlo en toda su extensión. Allí, entre dos grandes trailers aparcados en forma de cuña en el centro de la batería de camiones, estaba mi novia rodeada de seis o siete tipos que se afanaban en no dejar un solo hueco de su cuerpo sin explorar.

Nunca había imaginado algo así. Había visto películas porno con un montón de tipos penetrando a una mujer. Incluso había sorprendido discretamente un par de veces a mi chica con dos hombres en el lavabo de caballeros, dando buena cuenta de sus pollas con sus innegables "recursos", pero aquello era diferente. Allí estaba la mujer con la que compartía mi vida, satisfaciendo las urgencias sexuales de un montón de camioneros en pleno aparcamiento de un área de servicio. Aquello era demasiado.

Mi polla se endureció al instante queriendo salirse del vaquero. Lentamente me acerqué al lugar protegido por la sombra de un remolque, hasta alcanzar una distancia prudente desde la que poder contemplar el espectáculo, sin perderme un solo detalle y sin ser visto.

Desde mi escondite pude comprobar como ella, de rodillas sobre un cartón de electrodoméstico en el centro del grupo, se afanaba en masajear, lamer y masturbar las pollas de los siete individuos que conformaban el grupo.

Pasaba sus manos ansiosas de una polla a otra meneándolas, mientras lamía en profundidad una con su linda boca. Les daba unas cuantas chupadas, se las tragaba hasta la garganta y entonces, con un suave movimiento de cabeza, se retiraba y se introducía otra diferente para repetir la operación. Entre mamada y mamada miraba a los tíos con una de sus tórridas miradas de puta caliente, y aprovechaba que tenía la boca vacía para sonreír lascivamente al siguiente afortunado.

A juzgar por el tamaño y el estado de las pollas, totalmente empalmadas y bien ensalivadas la función ya debía llevar un rato en marcha cuando llegué así que, pasados unos diez minutos de atenta observación, el ciclo de calentamiento tocó a su fin mientras mi chica tenía los dedos de uno de ellos metidos en el coño por debajo del vestido. Un detalle me llamó la atención. Al parecer alguno de los chicos debía ser de los "Rápidos" y no había soportado la iniciación sin poder aguantar la corrida, por lo que mi chica ya tenía restos de semen en las comisuras de sus labios y algunos goterones blancos y espesos lucían sobre su escote.

Al fin, uno de los hombres se tumbó sobre el cartón, la atrajo hacia él con sus fuertes manos y, subiéndole el vestido hasta la cintura, apartó sus bragas sin sacarlas y la penetró despacio con un pene grande y bien tieso. Ella le preguntó entre risas si no pensaba ponerse un condón, a lo que él reaccionó con una fuerte embestida que la hizo curvarse hacia atrás. - ¿Responde esto a tu pregunta bonita? – interrogó, a lo que ella contestó con un sensual - Siiiiiiiii….- y sin perdida de tiempo comenzó a cabalgar sobre el tío como una posesa.

Mientras tanto, el resto de tíos seguían pajeándose sin atreverse a intervenir, hasta que ella se detuvo un momento, se escupió en una mano y se masajeo el ano con la saliva lubricándolo y metiendo dos dedos en su interior. Al ver esto, los hombres no pudieron más y uno de ellos armado con una gruesa barra de carne se acercó a su culo, ensalivó su polla y reposó su glande en la entrada del recto de mi niña. Acto seguido y muy despacio fue introduciendo su miembro hasta el fondo, mientras mi chica se quedaba quieta a la espera de que terminara la maniobra de acoplamiento. Cuando la tuvo toda entera encajada en su interior comenzó a moverse, despacio al principio y más rápido después, echando miradas pícaras al que la estaba enculando.

Mi chica quería más y empezó a lamer la polla de un tío que estaba a punto de estallar mientras seguía cabalgando. El sujeto no aguantó mucho y ella le dejó correrse dentro de su boca para no salpicar al que estaba follándola debajo. El que jadeaba sobre ella no pudo resistir el espectáculo de la corrida en la boca y se derramó entero, entre gemidos, con la polla clavada en lo más hondo del culo de mi chica. Ella se tragó toda la corrida de la boca relamiéndose los labios para no desperdiciar ni una gota.

Al instante se retiraron los dos tíos dejando paso a otros del grupo, cada uno a un agujero, y en un instante culo y boca volvieron a estar bien rellenos de carne de polla. Ver la cara de ella era un poema. Podría haber excitado sólo con su expresión a un regimiento.

Los tíos se fueron turnando. Los dos que la follaban acabaron a la vez, con tal cantidad de esperma que su culo chorreaba sobre el cartón cada vez que intercambiaban.

Durante la media hora más que duró el número mi chica se trago al menos cuatro corridas, además de otras siete que los hombres descargaron entre su coño y su culo.

Cuando intuí que la escena tocaba a su fin, me retiré sigiloso y me fui hasta el coche, recliné nuevamente el asiento y esperé haciendo que dormía.

Al cabo de diez minutos unos suaves golpecitos en el cristal me obligaron a abrir los ojos. Era ella, con una mirada tierna intentando despertarme con suavidad. Me hice el adormilado, mirando alrededor como si saliera de un profundo sueño, me estiré y salí del coche.

Ella me besó con pasión, buscando mi lengua intensamente, a lo que yo respondí excitado. Se había comido un chicle de menta y pintado los labios, pero el regusto acre en su boca era fácilmente reconocible para alguien que supiese su origen.

Le miré el escote y comprobé que se había olvidado de limpiarse los primeros goterones de semen, que al secarse, se habían aclarado y difuminado. Le dije que se había manchado el pecho, a lo que ella me respondió que se había comido un helado de nata y le había goteado un poco al final. Yo la mire con lascivia, me agaché y le lamí los goterones del pecho sin darle opción a rechistar. Ella se tensó durante un instante, pero después me levantó la cabeza, me beso y me empujó dentro del coche.

Donde habíamos aparcado no había nadie más y quedaba lejos de la zona más concurrida, así que ella se subió el vestido y me sacó la polla que seguía a cien. Inmediatamente se la llevó a la boca y comenzó a mamarla como una profesional, acompañando las chupadas con suaves movimientos de mano arriba y abajo.

Llegado un momento, me tumbé en el asiento que aún permanecía reclinado, la giré por las piernas dejando mi polla en su boca, me amorré entre sus piernas y comencé a lamerle el coño por encima de sus bragas (que estaban empapadas de semen). Le dije que estaba chorreando y que me encantaba que fuese tan rápida en excitarse y mojarse de flujo. Ella se detuvo un momento y asintió diciendo – es que me pones a cien cariño – tras lo cual volvió a su faena en mi entrepierna. Yo le quité las bragas y metí mi lengua en su agujero, lamiéndole el coño como un poseso, saboreando sus flujos y los restos de las innumerables corridas que albergaba. Estaba completamente enajenado y no pude reprimir el envite del orgasmo que explotó en su boca sin avisar, disparando mi carga de leche espesa que ella mantuvo en la boca sin hacer ascos.

Después se giró, se puso a horcajadas sobre mí, me folló y se restregó hasta correrse mientras me besaba con mi semen chorreando por nuestros labios.