Fantasías cumplidas (Segunda parte)

Tras el primer encuentro con Maurice dudo si debo acudir a nuestra siguiente cita (Contenido gay, fetichismo de pies y humillación) -Segunda parte del relato-

Primera parte: https://www.todorelatos.com/relato/151584/

Me desperté en mi habitación un poco dolorido y con la boca pastosa. De pronto recordé todo lo que había pasado la tarde anterior, me moría de vergüenza. ¿Cómo podía haber llegado a esta situación con una persona que apenas conocía?. Me había dicho que hoy a la misma hora pero una vez pasado el calor del momento me estaba empezando a arrepentir y no sabía como salir de esta situación. Me levanté a buscar el teléfono y noté que además de la boca pastosa tenía aun los restos secos de la corrida de Maurice en el pecho y mi propia corrida en los calzoncillos y pantalones, así que me fui a la ducha.

Una vez limpio y con ropa nueva me puse a reflexionar sobre lo que había pasado y sobre quedar ese mismo día con Maurice. Me había gustando pero también me sentía incomodo con la idea de hacer esas cosas, sobretodo con una persona de la que no sabía nada. Decidí enviarle un mensaje a Maurice diciéndole que no iba a quedar más con él, que me había gustado pero yo no era ese tipo de persona. Tras enviarle el mensaje comencé a sentirme triste, pensaba en las cosas que me había hecho y dicho, me excitaba y sentía que eso no era correcto. ¿Cómo me podía poner tan cachondo siendo humillado de esa forma? Mi polla estaba dura recordándolo pero el sentimiento de culpa me quitó esa idea de la cabeza. Me puse a leer un libro y olvidé por completo el mensaje que le había olvidado a Maurice hasta que sonó el teléfono. Dude entre si leer su mensaje o pasar pero me pudo la curiosidad. El mensaje decía “Hoy a la misma hora putita, o te arrepentirás”. Le contesté diciendo que hoy no podía y su mensaje de respuesta fue la foto que le envié el día anterior desnudo con el siguiente texto “Tendré que preguntar en recepción si saben quien es este degenerado que envía estas fotos a los huéspedes del hotel”. Sentí terror, estaba haciéndome chantaje con la foto que yo mismo le envié. Me pudo la ansiedad y empecé a llorar de impotencia, maldiciendo el momento en el que envié esa foto. Otro mensaje “Tú decides putita, o vienes dentro de quince minutos o empiezo a enseñar esa foto a todos las personas que me encuentre en el hotel”. Tenía miedo pero también sentía más cosas, temblaba pero no estaba seguro si era solo por miedo o porque me estaba excitando esa situación. Le contesté que estaría en su habitación a la hora acordada. Estaba confuso por la mezcla de sentimientos, tenía la polla medio dura pero a la vez también sentía que esa situación era incómoda y humillante. Salí en dirección a la habitación de Maurice con el corazón a mil por hora.

Toqué tres veces a su puerta y abrió, esta vez estaba completamente vestido de negro con las mismas zapatillas azul oscuro que me había hecho oler la tarde anterior. Me quedé embobado recordándolo.

—Tranquilo putita hoy vas a disfrutarlas aun más que ayer. —Maurice me miraba fijamente con esa media sonrisa suya que no presagiaba nada bueno.

La habitación olía más fuerte que el día anterior, olía a sudor y podía reconocer el olor de los pies de Maurice entre todos los demás olores, eso hizo que me empezara a calentar.

—¿Vas a pasar o te vas a quedar en la puerta? —Su tono era amenazante. Me agarró del brazo me arrastró dentro mientras cerraba la puerta— No te hagas el tonto que sabes perfectamente a que has venido.

Me puse a temblar notablemente, tenía miedo y vergüenza, no sabía que hacer. De repente me pegó un fuerte bofetada en la cara.

—Escúchame, vas a hacer todo lo que diga o te juro que enseñaré esa foto a todo el mundo y además contaré que eres un gay pervertido que va mirando los pies a la gente para excitarse.

—No —gemí—, haré lo que digas.

—Lo primero que vas a hacer es quitarme las zapatillas —Se sentó sobre la cama— ¿A qué esperas putita?

Me puse de rodillas y empecé a quitarle las zapatillas. Al quitarle la primera noté que salía un olor muy fuerte, como diez veces más fuerte que el día anterior. Al principio me echó un poco para atrás pero enseguida se me puso la polla como un palo.

—He estado toda la mañana en el gimnasio del hotel haciendo ejercicio con estas zapatillas puestas, he pensado que te gustaría el olor.

Terminé de quitarle la segunda zapatilla y yo ya estaba en éxtasis por el olor que salía de ahí. Me acerqué a sus pies para poder olerlos con todo su esplendor.

—¿Que haces? —dijo Maurice dándome otra bofetada— Esto es el premio final, no pretenderás disfrutarlo sin habértelo ganado. Primero vamos a comprobar si tu técnica para chupar fue pura suerte o es algo innato.

Se quitó los pantalones y los calzoncillos dejando ver su polla que ya estaba dura a la altura de mis ojos. Me acerqué y cuando me la iba a meter en la boca Maurice me la metió de un empujón. Tras el primer susto conseguí calmarme y empezar a hacerle la mamada, con calma al principio, subiendo el ritmo poco a poco. Él suspiraba y me agarraba la cabeza con fuerza marcándome el ritmo. Yo tenía la polla tiesa otra vez disfrutando del momento y fantaseando con lo que vendría después. De vez en cuando me llegaba el aroma de sus pies sin zapatillas cosa que me excitaba aun más, supongo que Maurice se daba cuanto de eso porque empezó a moverlos y restregarlos por mis piernas. Comenzó a subir el volumen de sus gemidos y a aumentar el ritmo hasta que terminó enterrando su polla en lo más profundo de mi garganta llenándola de su semen mucho más abundante que el día anterior.

—Así me gusta, que te lo tragues todo. —dijo él— Ahora vamos a probar otra cosa, súbete a la cama.

Yo me subí rápidamente y me quedé expectante.

—Quitate los pantalones.

Me los quité, se marcaba mi polla dura en los calzoncillos con la marca de humedad que había dejado de la excitación.

—Veo que eres toda una putita. ¿Te ha gustado lo que hemos hecho? Bien ahora te vas a poner a cuatro y vas a saber lo que es ser un putita de verdad.

—No —grité sin pensar, tenía mucho miedo—, nunca he hecho esto —dije—. Me va a doler.

—Tú harás lo que yo diga —Maurice me dio un bofetón— Si quieres puedo enseñarles a todos el vídeo que estamos grabando —dijo señalando a la mesa de su habitación.

Había puesto su teléfono de tal forma que apuntaba a la cama, estaba grabando todo lo que pasaba. Agaché la cabeza con vergüenza y me puse a cuatro como el ordenaba.

—Así me gusta, si en el fondo sabes que te va a encartar —dijo mientras se ponía detrás de mí, me bajaba el calzoncillo y dejaba mi culo al aire—. Recuerda esto tendrá su recompensa.

Con la idea de que en algún momento futuro podría oler sus pies con todo ese sudor que tenía acumulado me relajé un poco. Maurice abrió mis nalgas y escupió directamente en mi ano, la sensación húmeda me gustó. Comenzó a pasar un dedo por la zona poco a poco, primero introdujo un dedo a lo que yo respondí con un respingo. Me estaba gustando, la sensación era placentera con cada entrada y salida de su dedo me daba un escalofrío y empecé a gemir. Siguió con un segundo dedo y un tercero, mis gemidos eran bastante evidentes.

—Ahora viene lo bueno —dijo él, sacó los dedos y volvió a escupir en mi agujero, ahora abierto.

Acercó su cuerpo al mío y empezó a meter su polla. Grité de dolor, me estaba rompiendo, era realmente doloroso. Maurice me puso la mano en la boca para apagar mis gritos y siguió metiéndola poco a poco ignorando mis gritos. De repente paró y empezó a moverse sin salir de mí, no veía que estaba haciendo, era como si buscara algo.

—Te voy a dar una golosina para que te calles y recuerdes tu recompensa —dijo mientras me acercó su mano a la boca con algo negro en ella.

Se había quitado uno de sus calcetines y me lo había puesto en la cara, el olor era embriagante. En ese momento volvió a introducir su polla pero esta vez de golpe y entera, grité de puro dolor pero Maurice había apretado la mano con el calcetín en mi boca de tal forma que el grito apenas se escuchó. En ese momento desfallecí y me dejé hacer mientras respiraba a través de su calcetín, ese olor me calmaba como una droga haciendo que el dolor pasara a un segundo plano. Cada vez me sentía más a gusto, incluso mi polla había vuelto a estar dura, meneándose con cada embestida. Un calor se empezaba a transmitir por todo mi cuerpo desde mi culo, con cada entrada y salida de su polla la mía crecía y chorreaba gotas de liquido preseminal en abundancia. El ritmo fue aumentando hasta que Maurice me agarró de la cabeza con las dos manos, aplastando el calcetín sudado sobre mi cara y gimiendo. En ese momento casi no llegaba oxígeno, solo el olor del calcetín, se me nublaba la vista. Cuando clavó su polla hasta el fondo y empezó a correrse no pude evitar que mi polla empezara a escupir leche al ritmo de las palpitaciones que sentía en mi culo, si no fuera porque él me estaba agarrando fuertemente me habría caído. Había perdido completamente las fuerzas y solo sentía placer como a oleadas que me hacían temblar cada pocos segundos.

Maurice me soltó y caí sobre la cama cogiendo aire limpio, respirando sonoramente. No me había dado cuenta pero llevaba un buen rato casi sin respirar. De mi culo salía leche y no podía hacer nada para evitarlo.

—Joder hacía tiempo que no follaba tan bien —dijo Maurice— Hoy sí te has ganado tu recompensa. Túmbate en el suelo.

Me levanté y me tumbé en el suelo, al lado de la cama Maurice se sentó de tal forma que sus pies quedaban colgados sobre mí. La visión que tenía en ese momento era el paraíso. Sus dos pies gigantes uno enfundado en ese calcetín húmedo de sudor acumulado y el otro desnudo con esa planta rosada brillante del sudor. Inmediatamente mi polla se puso dura de nuevo.

—Vaya, veo que estás preparado para la acción otra vez putita —Y puso su pie con el calcetín puesto sobre mi cara.

Ese olor me volvía loco, lo olía respirando fuertemente mientras el lo apretaba. Notaba cada dedo moviéndose, el sudor acumulado, restregándose en mi cara. Fui a coger el pie para poder oler más.

—De eso nada —dijo seriamente—. Las manos quietas, las putitas como tú no tienen derecho a tocar.

Dejé las manos a los lados y esperé. Maurice se sacó el calcetín y puso los dos pies desnudos sobre mi cara de forma que me la tapaban entera. Por fin pude comprobar como eran sus pies desnudos en mi cara, su olor era apoteósico, delirante, iba directo a mi cerebro taladrándome de placer. Notaba la humedad de su sudor mientras los restregaba y los apretaba contra mí. Entré en un estado de placer absoluto en el que había olvidado quién era y qué hacía allí. Maurice levantó los pies dejándome huérfano de ese placer que me había vuelto loco.

—Creo que aquí hace falta un poco de lubricante— dijo con un tono cachondo, y me escupió en toda la cara.

Me quedé bloqueado, no sabía si era por toda la situación pero en ese momento sentí que lo único que quería en esta vida era que ese hombre me humillara por toda eternidad, que hiciera de mí lo que quisiera. Mi polla daba saltos de excitación y Maurice se había dado cuenta.

—Lo que yo decía, toda una puta. Eres una cerda que solo se merece que la usen como la cerda que es.

Volvió a escupirme y esta vez puso sus dos pies de nuevo sobre mi cara restregando su saliva con ellos. Usaba sus pies para pisarme con fuerza, con uno de ellos iba pisándome el cuerpo mientras dejaba el otro sobre mi cara hasta que llegó a mi polla y la pisó. Gemí con fuerza.

—Ahora si vas a tener tu recompensa —Escupió sobre mi polla y empezó a restregar su pie sobre ella.

Yo gemía fuerte pero el pie que tenía sobre la cara ahogaba los ruidos. A veces levantaba el pie de mi cara y lo volvía a dejar caer con fuerza mientras seguía restregando el otro con mi polla.

—Quiero que recuerdes este momento el resto de tu vida. Siendo una putita a mis pies, llena de mi saliva y gimiendo de placer. ¡Puta cerda!

En ese momento mi polla explotó soltando toda la leche sobre el pie de Maurice. Cada célula de mi cuerpo vibraba de placer. Maurice levantó el pie con mi corrida y empezó a patearme la cara con él.

—Limpia esta puta mierda con la lengua. No quiero que quede ni rastro.

Lamí su pie con toda mi corrida con devoción disfrutando de cada lametazo hasta que lo deje todo limpio. Maurice volvió a pisotear mi cara.

—No creo que haga falta que te lo diga pero te lo repito para que no quede ninguna duda. Mañana a la misma hora. Después de hoy no creo que me des ningún problema. ¿Verdad putita?

—Mañana estaré aquí —Lo dije tal como lo sentía, haría cualquier cosa para poder sentir lo que había sentido esa tarde.

—Igualmente recuerda —dijo señalando el teléfono sobre la mesa— lo tengo todo grabado. Ahora vete.

Me tiró toda mi ropa y no me dio tiempo a vestirme, sacándome de la habitación. Estaba desnudo en el pasillo del hotel, me vestí rápidamente y fui directo a mi habitación. Cuando llegué me quité todo la ropa, estaba lleno de semen, saliva y con el fuerte olor de los pies de Maurice por todo mi cuerpo. Mi polla creció mientras rememoraba a Maurice, sus pies, sus humillaciones… Me quedé dormido con ese último pensamiento.