Fantasías con David
David era un tipo alto, corpulento, lleno de vida. Su piel era morena, como sus ojos, como su pelo. Sus músculos eran fuertes, por todo el deporte que hacía, pero que aún así no eran excesivamente grandes. Tenía 187 años y su cuerpo estaba aún en plena adolescencia, como el mío, lo que me hacía desearlo aún más. No había ningún ápice de amor en lo que yo quería de él, simplemente deseaba que su imponente cuerpo desnudo se acercara al mío, que pudiese sentir dentro la que yo imaginaba enorme verga. Quería lamer su oscuro cuerpo mestizo y poseerlo y desearlo, y tener con él una aventura salvaje que siempre recordase.
David era un tipo alto, corpulento, lleno de vida. Su piel era morena, como sus ojos, como su pelo. Sus músculos eran fuertes, por todo el deporte que hacía, pero que aún así no eran excesivamente grandes. Tenía 18 años y su cuerpo estaba aún en plena adolescencia, como el mío, lo que me hacía desearlo aún más. No había ningún ápice de amor en lo que yo quería de él, simplemente deseaba que su imponente cuerpo desnudo se acercara al mío, que pudiese sentir dentro la que yo imaginaba enorme verga. Quería lamer su oscuro cuerpo mestizo y poseerlo y desearlo, y tener con él una aventura salvaje que siempre recordase.
Con esa idea me masturbaba cada noche y casi cada mañana. Era verano, y para estas fantasías que sobre él elucubraba me fijaba en sus gestos, en sus acciones y así reunía información para poder imaginarme con mayor exactitud lo que tenía entre sus piernas. Por ejemplo, al salir de la piscina, el largo bañador dejaba ver un alargado bulto que se balanceaba de un lado a otro al andar, lo que quería decir que la tenía grande. Cuando iba al baño, sonaba un borboteo de agua profundo y grave, lo que según mis cuentas (cuanto más gorda, más líquido puede salir, y más ruido hace), quería decir que la tenía gorda. Su cuerpo me desvelaba que era peluda ya que tenía vello abundante en las piernas y en las axilas y también crecía algo de pelo en una excitante y fina línea desde el pubis hasta el ombligo.
Para completar esta historia quizás debiera decir algo de mí. Pues bien, era como cualquier joven homosexual de 18 años. Espigado y alto, esbelto. Pelo corto y negro, semi velludo y con 18 centímetros de verga, que aunque aún no tuviese la experiencia de David, sabía manejarse en distancias cortas.
Hablando de la experiencia de aquí el amigo David. Debo decir que él no tenía problema ninguno para hacer lo que quisiera con la que quisiera. Las tenía a TODAS a sus pies, lo que le confería, según decían, una extraordinaria fuerza en las caderas que las hacía gemir de placer.
Y quizás aquí deba empezar mi historia. Evidentemente, no desperdiciaba ninguna oportunidad para irme a su casa a dormir, somos amigos desde la infancia, y mis padres no tenían problema alguno para permitirme trasnochar con él, además, aquella noche estariamos solos.
Una noche, después de un concierto, fuimos a su casa con el pensamiento de dormir ahí. En cuanto llegamos encendimos el ordenador y hablamos por el Chat y por el tuenti, pero en seguida él decidió darse una ducha, ya que luego nos iríamos otra vez de fiesta, y había sudado. Yo seguí hablando, y sólo me percaté de que se había desnudado cuando aparecieron al lado mío unos calzoncillos que había tirado con la pierna. Me giré, pero ya era demasiado tarde, se había puesto el albornoz y se dirigía con un montón de ropa nueva hacia la ducha. Me maldije como nunca lo había hecho, me había perdido su cuerpo desnudo, "puto Messenger de los huevos", pensé y en aquel momento me cagué en la madre y en el padre de Bill Gates. Seguí mirando fotos, y al rato, caí en que al lado mío estaban los calzoncillos que aún tenían la enorme marca de su paquete en la tela, lentamente los cogí y me los puse en la cara. Olí aquel olor a macho y empecé a sobarme la polla por encima de los pantalones. Tal era mi éxtasis que ni me di cuenta de que estaba en la habitación.
Realmente no podría explicaros qué pasó ni cómo se desarrolló la escena, sólo sé que de pronto me vi a David ante mí con un aire viril y amenazador acorralándome contra la pared. Se acercaba cada vez más, me pedía explicaciones, pero a mi lo único que me importaba era que no se notara mucho mi erección, ya que entre el buen olor que echaba, la camisa por dentro de los pantalones que le hacían un tipín divino y la posición tan masculina que estaba adoptando, pensaba que me iba a correr en cualquier momento.
Ya me había preparado para recibir una hostia, pero en lugar de eso me di cuenta de que el tono de su voz había cambiado, ahora era más suave, decía algo de una compensación por lo que había hecho.
David se había dado cuenta a la perfección del enorme falo que se mostraba bajo mis pantalones. Puso su brazo apoyado en la pared de al lado de mi cabeza, y con la otra mano tocó mi polla en círculos. ¿Estaba pasando lo que yo creía que pasaba?
Se acostó en la cama y me pidió mi compañía, yo me puse junto a él, algo nervioso. Sin embargo David no revelaba ni la más pequeña duda, empezó a acariciarme, a besarme, a chuparme los pezones, y al ver mi sueño casi cumplido me envalentoné y le abrí la camisa. Verle descamisado me excitó muchísimo, me subí encima de él, como si fuera mi presa, y le lamí los pezones, los brazos, la viril línea de pelo desde el pubis y hasta el ombligo.
Le bajé la bragueta con los dientes, e hice lo mismo con el botón de sus pantalones de vestir, que más tarde se los bajé, y empecé a lamer sus peludas piernas.
Él también me quitó la ropa, y de pronto nos descubrimos sólo con unos bóxers cada uno.
Me fijé en las joyas de su corona, me acerqué poco a poco a ellas, y aún con los calzoncillos encima empecé a chupar. Eran enormes, y bajo mis labios notaba como crecía su pene y entonces lo hice, se lo quité todo.
Era tal y como me lo imaginaba, enorme, exuberante. Sus dos testículos eran grandísimos, peludos y flácidos, su polla, morena, por lo menos 20 centímetros, tenía aún un sabor dulce, que venía del gel que había usado; el pubis, peludo y hermoso.
Aquella noche, le hice todo lo que siempre había deseado hacerle, se la chupé, me la metió por el culo, y se corría, y se corría, me tragué todo su semen, lo pajeé, le chupe el culo, los huevos y lo que los une.
Por la mañana, siguiendo mi costumbre de una paja por la noche, y otra al amanecer. Lo desperté con una mamada y volvimos a hacer todo y más aún que lo que hicimos por la noche.
Nunca más volvimos a hablar del tema, nosotros no, al menos no nosotros ya que dos o tres días después surgieron unos rumores que por sí solos se apaciguaron, ya que les parecía absurdo juntar a David y a la homosexualidad. A decir verdad, yo tampoco me lo creo, supongo que es un sueño, pero realmente me da igual si fue un sueño erótico o no, ya que nuestra aventura duró solo una noche y sólo te queda tu memoria para recordarla, como en un sueño húmedo.