Fantasias ajenas sobre mi esposa 2
Sigo en la calentura con mis amigos...
Maria era una compañera de la oficina que desde que la conocí me había gustado mucho.
Ella tenía 35 años, era blanca, tenía el cabello largo, a través de la ropa discreta que usaba se notaban unos senos pequeños, piernas gruesas y un bonito trasero.
Varias veces a la semana almorzábamos juntos cerca al lugar de trabajo, ya que por las distancias ninguno de los empleados de la empresa alcanzaba a ir hasta sus hogares. Usualmente íbamos en su automóvil, con uno o dos compañeros más
Hacia un bonito día aquella vez, con un sol esplendoroso.
Unos quince minutos después de mediodía, la llamé por el interno.
Hola, vamos a almorzar ya?-le dije
Si, vamos. Nos toca ir solos, nuestros amigos no están. Espérame en el parqueadero.
Bien
A pesar que llevaba más de 5 años laborando en esa empresa, nunca hice lo suficiente para conquistarla o tener alguna aventura con ella, tal vez no lo consideré muy importante a pesar de todo.
Ahora tal vez menos, ya que recién ella se había casado.
Salí al parqueadero y dejé que el sol me calentara un poco, ya que las oficinas eran un poco frías.
Un minuto después ella salió. Caminando hacia donde yo estaba, pude ver lo linda que estaba.
Tenia el cabello suelto y traía ropa ajustada, una blusa azul de tela fresca, sin mangas, dejaba ver sus bonitos brazos; un pantalón blanco marcaba la forma de sus muslos.
Pero lo que me dejó hipnotizado y verdaderamente extasiado, fueron sus pies.
Recuerdo que siempre la veía usando botas u otro calzado cerrado, ya que decía que el frio de la oficinas mortificaba sus pies.
Sin embargo, ese día calzaba unas hermosas chanclas azules, altas y con unas tirillas que dejaban ver sus pies desnudos. Eran sencillamente divinos, preciosos. Reconozco mi condición fetichista por los pies femeninos y aquello que estaba viendo aceleró mis palpitaciones y me perturbó de manera increíble.
Reaccioné un poco ante el sonido de la alarma cuando ella abrió el auto para subirnos; estoy seguro que se percató de mi atención sobre sus pies, aunque no dijo nada en ese momento.
Durante el camino, no podía dejar de mirar sus pies moverse sobre los pedales del auto, imaginando que mi boca y mi lengua eran uno de ellos.
Porque tan callado?- me preguntó de repente
No es nada, pensando en algo que debo hacer esta tarde-contesté tratando de disimular
Has estado mirando mis zapatos, te gustan?
Ah, si, son bonitos-le dije viéndome sorprendido.
Ella sonrió, con lo cual me dio más confianza para decir:
Bueno, pero lo que los hace ver lindos son tus pies, me parecen hermosos
De verdad te gustan?
Son deliciosos, muy sensuales
Deliciosos? Jajaja!, vaya expresión, ni que te los quisieras comer!
Nooo, no quise decir sensuales
Eso esta mejor
Almorzamos, hablamos de otros temas y regresamos a laborar.
La verdad, no pude volver a concentrarme en mi trabajo, mantuve alterado el resto de la tarde pensando en los pies de Maria y cuando intentaba no hacerlo mi entrepierna me lo recordaba de nuevo.
El horario de salida de todos era a las 5 p.m.
A eso de las tres la llamé, con cualquier excusa:
Hola, como vas?
Bien, querido y tu?
Me gustaba cuando me decía "querido"
Recuerdas la certificación laboral que estaba pendiente?
Claro, si quieres te la llevo
Si, gracias
Me acomodé en la silla de tal manera que pudiera ver sus pies al entrar.
Llegó sonriendo, puso el documento sobre mi escritorio, se sentó frente a mí y cruzó las piernas, de tal forma que su pie derecho quedó perfectamente visible.
No pude evitar mirarlo sin disimulo y excitarme con ello.
Tengo los pies fríos, tócalos y te darás cuenta-me dijo
Me puse de pie, di la vuelta y me paré frente a ella, recostado en el escritorio.
Ella levantó su pie y recostó su calzado sobre mi muslo derecho, mirando descaradamente mi "bulto" producto de mi excitación.
Toqué su pie cubriéndolo con mis manos.
Uyyyy! Que ricooo!!! Tienes las manos tibias.
Si quieres te los caliento ahora, cuando todos se hayan ido
Acepto encantada, te espero en mi oficina
Salió contoneándose y provocándome con su impactante trasero.
Esas dos horas restantes fueron eternas para mí, quería estar cuanto antes encargándome de sus hermosos pies.
Esperé unos 10 minutos después de las cinco a esperar que todos se hubiesen ido, cuando sonó mi teléfono interno. Era ella.
Oyeee, tengo mis piecitos congelados, vas a venir o no?
Si, claro, estaba esperando que todos se fueran
Ya se fueron todos, así que no te preocupes, estamos solos.
Me dirigí a su oficina, acomodando un poco mi polla medio erecta.
Al entrar me dijo que cerrara la puerta, seguro quería un poco de calor adentro.
Estaba sentada cómodamente en su silla de cuero negra, la cual había girado hacia la pared.
Ven, siéntate en el piso y recuéstate contra la pared.
Lo tenía ya todo calculado; en esa posición, sus lindos pies quedaban frente a mí, los podía apoyar en mis muslos, rodillas, mis hombros o mi pecho, donde quisiera o se sintiera mas cómoda; cuando me senté ya estaba a mil y mi polla se estaba poniendo mas dura.
Quítame las chanclas y acaríciame los pies, recuerda que prometiste calentármelos.
Empecé por su zapato derecho, mientras su otro pie descansaba sobre mi muslo derecho.
Solté las finas correas, con mis dos manos lo agarré con suavidad pero con firmeza por los dedos y el empeine; empecé a acariciarlos y masajearlos desde el tobillo, pasando por su planta y llegando de nuevo a sus dedos, una y otra vez.
Uyyy, que ricooo!!!, tus manos están calientes. El otro pie, hazlo con ambos.
Saqué su otra chancla y tomé el otro pie.
Estaba excitadísimo.
Los acaricie alternándolos, a veces con las dos manos uno por uno y en otras con una mano cada uno. De repente me dijo:
Recuerdas lo que dijiste de mis pies?
Que son muy lindos-le contesté
Si, pero también dijiste que te parecían deliciosos
Ah, si, es verdad
Te gustaría probarlos?
Qué, como es eso?
Quiero que me los chupes- me dijo poniéndome los dedos del pie derecho sellando mi boca, sin permitirme contestar.
Sentí el olor que despedían, delicioso trajinar del día.
Abrí mi boca lentamente, al tiempo que metía sus dedos en ella. Los empecé a besar, uno por uno, mientras lo cogía con mis manos por el talón y los tobillos.
Saboreé el más gordito de ellos, dedicándole toda mi atención; mi lengua pasaba y hurgaba despacio entre los dedos al pasar de uno al otro, besando y lamiendo su planta también.
Sentí su respiración profunda y lenta, pero perceptible; pude ver como entrecerraba sus ojos y tiraba su cabeza hacia atrás en la parte alta de la silla.
Abrí cuanto pude mi boca y metí su pie en ella hasta la mitad de su empeine.
Ahhhh!, asííí -gimió
Con su otro pie acariciaba mi polla rígida, a punto de saltar de mi pantalón.
Para evitar correrme, interrumpí la pajeada cogiendo su pie izquierdo y reiniciando mi faena con mi boca. Desabroché mi camisa, sin quitármela.
Alterné por un buen rato unos mordiscos suaves con unas chupadas lentas en ambos pies.
De un momento a otro, puso sus pies a ambos lados de mi cuello, sus rodillas flexionadas hacia los lados y con su mano derecha abrió al cierre de su pantalón, bajó hasta su entrepierna y acarició su sexo, masturbándose sin pudor.
La blusa azul estaba entreabierta y al mover su cuerpo sobre la silla, como no tenía sostén, dejaba ver partes de sus blancas tetas y sus pezones erectos, los cuales empezó a acariciar con la mano que le quedaba libre.
Quitó su pie derecho de mi cuello y con los dedos volvió a buscar mi boca, la cual seguía sedienta de ellos.
Volví a atraparlo con mis dos manos y a besar su planta, chupar sus dedos y a esclavizar mi lengua entre ellos al tiempo que podía verla como entreabría su boca, la cual sólo cerraba para pasar saliva al tiempo que los dedos de sus manos se movían sin descanso sobre su raja que se marcaba sobre su tanguita blanca, ya húmeda sobre esa parte.
Su pie derecho buscó mi entrepierna, como queriendo sacar mi pene.
Sácala, quiero que nos corramos juntos- me dijo con voz apenas audible
Mientras yo mismo abría mis pantalones, Maria continuaba acariciándose y metiendo su pie derecho en mi boca, que no descansaba de besarlo.
Mi polla brotó enhiesta y agradecida por su liberación, siendo recibida inmediatamente por un hermoso pie izquierdo, que comenzó a acariciarla y a pegarle una pajeada monumental.
Su excitación le permitió coger el ritmo deseado con sus miembros superiores e inferiores, cual de todos en tarea más sublime (alguien me ayudará tal vez a dilucidarlo):
Su mano izquierda acariciando su rígido y hermoso pezón derecho.
Su bello pie derecho invadiendo mi boca y refrescándose en ella, mientras lo sostenía con mis manos.
Su mano derecha extrayendo humedad y placer de su raja a través de la blanca tela.
Y su lindo pie izquierdo, cuasi empinado aprisionando mi dura verga, moviéndose sin compasión desde la punta hasta la base.
Los suaves gemidos de la hermosa Lucía, su cabello hacia atrás en la silla y su anuncio del clímax, exigiendo compañía:
Ahhhh, yaaaa!!!
Se inclinó levemente cuando empezó a correrse, dejando su pie incrustado en mi boca, mientras que con el otro aprisiono mis pelotas con los dedos, parando el movimiento sobre mi verga.
Su pie se quedó quieto y firme en la base de mi polla, estirando la piel y el frenillo, al tiempo que aplastaba el prepucio, sentenciándolo al bombeo irreversible; el cuerpo de Maria iniciaba el agite de su orgasmo.
Mi eyaculada fue impresionante; mi semen salió raudo y caudaloso, impactando el talón y la planta de pie que me tenía en la boca; mi cuello y mi pecho también fueron alcanzados por mi propia humedad.
El pie de Maria seguía aplastándome las pelotas, forzando hasta mi última gota.
Nos sacudimos en esa posición por unos segundos eternos y fascinantes.
Poco después, sin movernos pero ya relajados, Maria mojaba los dedos de sus pies en el semen de mi pecho y cuello; luego los introducía a mi boca y después de chupárselos reiniciaba su limpieza.
Esta es la mejor forma que he conocido para calentar mis pies. Puedo contar con tus servicios cuando los necesite de nuevo?
Como respuesta, besé de nuevo la planta de sus pies.
Sonrió y me lanzó un beso, segura de que ahí estaría cuando me necesitara.