Fantasias (1.6 Deje de ser su Puta, fui su Perra)

En un cambio drástico en la historia, me convierto en la perra del más guapo del salón y me dejo coger por él.

**1.6

Deje de ser su Puta para ser su Perra**

Cualquier duda, sugerencia o comentario pueden escribirme a leopoldo_relatos80@yahoo.com.mx y yo con gusto les responderé, además disfruto mucho recibir mails de mis lectores. Este es el sexto capítulo de la saga.

I

Al desaparecer Joaquín Collado, alguien tenía que ocupar y Santiago tenía el candidato perfecto de su pequeño club sexual. Él, Juan Carlos Poulat, era el hombre que sedujo a Santiago Mijares para volverlo una puta e iniciarlo en club, pero ya de eso hace mucho de eso. Todo empezó al terminar un día de clases, cuando Santiago me interceptó en la salida, me dijo que nadie de mi familia me iba a recoger porque él había hablado a mi casa para avisar que alguien me llevaría en la noche. Santiago me subió a su camioneta. Yo iba en el asiento de atrás con su hermano.

"Prepáralo para que conozca a mi amo. Es tiempo que aprenda a complacer a un macho de verdad."

"Como tu digas hermanito", respondió él con un beso en el cuello. Yo estaba excitado.

Su hermano me dijo que ya no podía caminar como una persona normal porque ya había dejado de serlo. En cuatro patas me empezó a desnudar y aventar mi ropa en la cajuela. Las gentes en los otros coches nos veían con extrañeza y me excitaba que vieran mi cuerpo desnudo. Sentí como su lengua empezaba a limpiar mi culo.

"Es para que tu nuevo dueño te va limpio y no llevo de mierda y semen como acostumbras.", dijo el hermano de Santiago.

"Lo tiene así porque es una puta golosa, excepto que ahora dejará de ser una pura para ser su perra. Ladra", dijo Mijares y lo obedecí.

Luego obtuvieron un collar para perro hecho de cuero y su hermano de lo empezó a poner. De él pendía una correa de metal.

"Hermanito, déjame penetrarlo."

"¡No!", gritó Santiago. "Quiero que llegue limpio y preparado para que se encuentre con Juan Carlos. Luego nos encargaremos que te de una buena mamada."

"No hay luegos, esta noche tu me darás el placer que no me de tu esclavo."

"Como tu digas", concluyó mi amo.

Llegamos a una casa en Bosques de las Lomas, una colonia muy rica de la ciudad de México, y la puerta de la camioneta se abrió.

"Vamos perra, caminarás en cuatro patas hasta la puerta. Ahí te entregaré a un nuevo macho para complacer."

"Pero, ¿Y si alguien nos ve?", pregunté yo asustado.

"Pues dejas que te viole a cambio de tu silencio. Ya dije. Camina a esa puerta."

No tuve otra opción que obedecerlo. Al llegar a la entrada tocaron el timbre y un macho abrió la puerta. Llevaba bóxers rojos muy apretados por su musculatura. Juan Carlos Poulat era muy grande. Sus pectorales protuberantes y duros, su estómago era un perfecto lavadero de dureza. Su expresión dura. Mi amo le entregó la correa.

"Pasen y esperen mientras me divierto con la perra."

Yo ladré mientras los hermanos Mijares entraban. Juan Carlos sonrió complacido.

Pasamos a la sala. Estaba deseoso de probar carne nueva y empecé a lamer los pies de mi nuevo amo.

"Miren como ya reconoce a su nuevo amo", dijo Juan Carlos a los hermanos Mijares, pero ellos no le prestaron atención porque ya estaban dando manos a la obra. Se besaban como buenos amantes, desnudándose uno al otro.

Juan Carlos empezó a revisar todo mi cuerpo.

"Si, tiene buen cuerpo y buen culo, aunque se ve que ha sido penetrada últimamente varias veces. Su boca es del tamaño perfecto para dar buenas mamadas, pero siento que aún no tiene la disciplina apropiada."

Se hincó detrás de mí y empezó a nalguearme lo más fuerte que pudo. Gemí de dolor.

"No quiero que gimas. Eres una perra y debes ladrar a menos que se te indique lo contrario", dijo Poulat.

Las nalgadas continuaron. En mi vista veía a los hermanos desnudos, el menor sometido por el mayor en una mamada descomunal.

"Eres una mala perra, y estás en celo y por eso debo penetrarte. Es el trabajo de un semental como yo. ¿Acaso no te gusta mi cuerpo?"

"Me encanta que sea tan musculoso"

"A todas las perras les encanta mi cuerpo, y mi pene que esta a punto de penetrarte. ¿Te gustaría que haga esto verdad? Eres una perra golosa."

Me excitaba mucho que sólo hablara de mí como femenina, y más que no dejara de mencionar que yo era una perra.

Jaló la cadena para provocar dolor en mi cuello, se sacó los bóxers y un pene erecto saltó. Él estaba tan excitado como yo. Esta vez no se preocupó por dilatar mi culo, sino que escupió en él para después empujar su enorme verga de semental a través de él. Estaba cerrado, apretadito y me provocó un dolor indescriptible que poco a poco se fue inundando de placer. Gemía al chocar su pelvis con mi culo como si fuera una nalgada suave de su parte. Desde mi lugar podía ver de nuevo a los hermanitos Mijares en su actividad sexual. Santiago estaba de rodillas con los ojos vendados, sus músculos brillaron con el sudor que se aperlaba sobre su piel. Su hermano le había puesto un consolador en el culo y le pegaba con una fusta en el pecho. Yo seguí en cuatro patas con una penetración colosal.

Justo antes de que fuera a correrse en mi interior me dejó total huérfano al separarse de mí. Regresó con un plato de comida para perros y se masturbó en el. Su leche inundó todo. Luego se lo dio al hermano de Santiago quién también se masturbó en él. Los dos masturbaron a Santiago para que soltara su semen en el plato.

"¿No vas a masturbar también a la perra?", preguntó Santiago.

"No has aprendido nada, mi primer esclavo, el semen de los sementales y de los machos no debe mezclarse jamás con el de los amos. Los degrada.

Puso el plato frente a mí.

"Esta es tu recompensa por dejar que te taladrara el culo. Sé una buena perra y toma toda tu lechita para que puedas volver a venir a jugar con tu semental."

Mi respuesta fue un ladrido.

Obedeciendo sumisamente a mi nuevo amo lo vi sometiendo a los hermanitos Mijares. Ahora estaban los dos de rodillas peleando por ver quién sería el que mamaría el gran pene de Juan Carlos. Pronto la lucha hizo que llegara el orgasmo y trallazos de semen saltaron a la alfombra. Los dos hermanos golosos volvieron a luchar para succionarla en la alfombra, terminando en un beso caliente y un abrazo fraternal que demostraba el amor que sienten entre ellos.

Cuando terminaron, Juan Carlos Poulat se paró en la puerta de su sala y abrió las piernas.

"Quiero que me limpies muy bien el culo. Las perras siempre se aseguran de que el cuerpo de sus sementales esté limpio. Por eso las otras dos perras, porque eso han demostrado ser, lamerán el sudor del resto de mi cuerpo. ¡Ahora!"

Los tres ladramos y lo obedecimos. Al terminar nos dijo que éramos unas perras puercas que no merecíamos presenciar su cuerpo por más tiempo. Sus músculos le habían costado trabajo y él lo reservaba para las perras elegidas.

Partimos en la camioneta de los hermanos Mijares, que manejaron si camisa hasta su casa mientras yo trataba de limpiarles el sudor con mi lengua o con una toalla que finalmente exprimía en mi lengua. Definitivamente Juan Carlos Poulat era el reemplazo perfecto para Joaquín Collado.