Fantasía para mi esclava virtual

Esta es una fantasía pesanda para mi esclava, reconociendo sus gustos, y los míos.

La habitación del hotel era amplia y lujosa. Una cama king size, colocada en el centro, la dominaba. Consultó su reloj, nerviosa. Faltaban poco menos de una hora para que el llegara. Ya se había bañado y depilado, como a su Amo le gustaba. No sabía que hacer con el tiempo, que parecía detenido, incapaz de avanzar hasta la hora del encuentro.

Su Amo le había dejado órdenes para cumplir, y ella las cumpliría al pie de la letra. Debería estar preparada las siete en punto, desnuda, boca arriba, atada sus manos juntas por encima de su cabeza a la cama, y sus piernas bien separadas, liadas sobre la rodilla, abiertas. Sus ojos debían estar vendados, sus pezones y labios vaginales pinzados, y con el vibrador en su vagina.

Observó sobre la mesa de noche, donde todos los artículos que necesitaba se encontraban perfectamente alineados. Junto a ellos, una fusta, negra y reluciente, le indicaba su destino. El lo había preparado todo, desde la reserva a su nombre, hasta el último detalle.

Consultó nuevamente el reloj, pero el tiempo seguía casi detenido. SIn otra cosa que hacer, se preparó para cumplir las órdenes de su Amo.

Ató con firmeza a los pies de la cama, las cuerdas para sus piernas. Las abrió al máximo, y  con delicadeza las lió según su pedido. Comprobó que no le hicieran daño, y que a la vez estuvieran firmes.  Tomó el vibrador en sus manos, lo puso en funcionamiento, y lentamente se lo fue introduciendo en su vagina. Esta lo recibió complacientemente, y hasta estuvo tentada a moverlo dentro de sí, pero sabía que al Amo no le gustaría, y se odiaría a si misma por hacerle trampa. Con los ojos cerrados, se acostó por completo, pensando que era el Amo quien la penetraba, Sin pensarlo, dirigió sus manos a los senos, y los acarició sensualmente, coronando sus erectos pezones.

Interrumpió de golpe sus acciones, sabía que si llegaba más allá, no tendría ya retorno. Descansó por un instante, tratando de tranquilizar su agitada respiración. Ya no podía esperar más tiempo, deseaba que su Amo estuviera ya con ella.

Resignada, tomó las pinzas, unas dentadas, se las colocó en sus labios, agradeciendo que el dolor que le provocaban, atenuara un poco los vicios del inquieto vibrador. Las más pequeñas fueron a dar en sus pezones, causándole un intenso martirio en los mismos. Aspiro hondo, tratando de relajarse. La mezcla de dolor y placer la agobiaba. Miró el reloj por última vez. Ya solo faltaban quince minutos, poco tiempo en otras circunstancias, pero una eternidad en este momento. Vendó sus ojos, quedando a oscuras. A tientas, ató las muñecas juntas, y mediante una argolla especial, fijó la cuerda al grueso barrote de la cama.

Estaba lista, tal cual su Amo quería. Con la habitación en silencio, y sus ojos ciegos, trató de concentrarse más en el dolor que en el placer. Pero su mente, se desviaba con vida propia. Imaginaba imágenes de su Amo,  aunque no lo conociera personalmente, penetrándola hasta hacerla gritar de placer. Por momentos recobraba sus sentidos, y trataba de pensar en otra cosa. El ruido de la puerta al abrirse la sacó de su ensueño. Al escuchar cerrarla, imagino a su Amo acercándose, observándola detenidamente, calculando.

No podía escuchar pasos sobre la mullida alfombra, pero su intuición de decía que el se acercaba. Se sentía excitada al máximo, ni ella misma podía creer que aún no se hubiese corrido, pero sabía que con el solo contacto con el, no podría contenerse.

La cama cedió hacia un lado, señal de que el se había sentado. Podía sentir el calor de su mano, recorriendo su cuerpo sin tocarla. Su voz, varonil, le llegó como un susurro, " eres hermosa", le escuchó decir.

Sus labios recibieron los del Amo, al principio dulcemente, para de a poco fundirse en beso caliente y apasionado. Una extraña oleada de calor invadió su cuerpo, al tiempo que el más fuerte de los orgasmos la atacaba sin piedad. Incapaz de vencer, se dejó ir, sintiendo cada uno de los bellos espasmos recorrer su cuerpo, una y otra vez, durante un tiempo infinito. Quiso gritar, pero solo un ronco sonido escapó de sus labios. Sentía su vagina ardiente, su cuerpo afiebrado, sus pezones a punto de estallar. Quiso revolverse, romper las ataduras que ella mismo se había colocado, pero por más fuerza que hiciera, no podía liberarse. Hubiese querido abrazarlo, besarlo, demostrarle a el, toda su pasión liberada.

De a poco fue retomando su estado natural. Con cuidado el le sacó el vibrador de su interior, al tiempo que le decía que no debía de haberse corrido sin su permiso. Ella lo sabía, y conocía también que sería castigada, pero no le importaba.

De a una, le fue desprendiendo las pinzas, masajeando su Amo las zonas más castigadas, mitigando solo un poco el intenso dolor producido al volver la sangre a recorrer sus pezones. La lengua de el los recorrió en círculos, dándole otra exquisita mezcla de dolor y placer.

De repente, notó como su Amo se alejaba de la cama. El casi imperceptible ruido de la su ropa al caer le decía que el se estaba desnudando. Luego el más absoluto silencio. El suave contacto de un objeto que no podía identificar, comenzó un leve recorrido desde su cuello hasta sus pies. Sus nervios querían salir por la piel, para sentir, para no perder nada de ese placer intenso que sentía.

Ella no pensaba, estaba un nivel más alto, todo era sensación y goce. Un fuerte correazo en el interior de un muslo, le hizo adivinar que era lo que la había acariciado con tanto amor. La fusta, traía con ella, el dolor de los justos golpes de su Amo. Ella los merecía, y sabía apreciarlos, era otra de las bellas sensaciones que el le regalaba.

Los soportaba, pero a medida que el castigo avanzaba, los golpes eran mas fuertes y los lugares mas elegidos. Las lágrimas rodaron por su cara, al recibir varios en sus senos. No pudo resistir el sollozo y el quejido cuando el duro cuero, castigó su sexo. Sabía que no tenía derecho a súplica, pero igual le imploró. Solo consiguió más dureza en el castigo, más dolor, pero al mismo tiempo comenzó el placer mas duro.

Justo en ese momento, el Amo paró los golpes con la fusta, y con un dedo inquieto, recorrió la entrada a s vagina. No pudo impedir la oleada de placer, que la transitó como un rayo, y aunque sin llegar al orgasmo, le anunció que este estaba próximo. No podía otra vez desobedecer, por lo que concentró toda su determinación en no venirse de nuevo. Las caricias seguían cada vez más profundas y marcadas, estaba perdiendo la batalla.

Cuando ya no podía resistir más, las caricias cesaron. Lo imaginó colocándose en posición para penetrarla. No podía esperar más ese momento, y sus caderas se elevaban buscándolo. El la trató con suavidad, acomodando su pene en la entrada. Ella, adivinó que sería mejor quedarse quieta por un rato, Sentía el glande penetrarla apenas un poco. Toda ella era una gran vulva de sensaciones, únicas e irrepetibles, mas cuando sintió el duro contacto con su clítoris, el mejor de los orgasmos la invadió como un rayo. El aprovechó para poseerla hasta el fondo, entrando y saliendo, prolongando su éxtasis. Ya no podía resistirlo, era demasiado intenso y largo, sentía sus músculos estallar por la fuerza que realizaba, quiso reprimirse, pero solo le fue peor. Cuando pudo relajarse un poco, los movimientos de su Amo arreciaron, y al venirse dentro de ella, sucumbió a otro poderoso clímax, mas tenue, pero el más placentero.

El descargó el peso sobre ella, su cuerpo era grande, lo sentía tapar con mucho, el suyo. Su calor le irradiaba energía. Cuanto hubiera querido abrazarlo, retenerlo junto a ella. Luego de un tiempo, el se recostó primero sobre su lado, para después levantarse de la cama.

Escuchó entristecida los movimientos de el al cambiarse, no quería que se vaya, no podía terminar así, sin verlo, sin poder contarle todo lo que había gozado y que lo quería solo para ella, ahora, en este mismo momento.

Tal vez se fuera porque ella lo había defraudado, porque no había resultado lo suficientemente atractiva para el, o porque le había desobedecido, solo sabía que no deseaba que se marchara. Pensó en suplicarle, pero sabía que nada lograría.

Lo imaginó acercándose, y al tiempo que le desataba las muñecas, le decía, "Laura, amor, dúchate y cámbiate con la ropa que te he dejado, dentro de una hora volveré por ti."

Lena de gozo, se sacó de un tirón la venda, tratando de verlo, pero el ya había cerrado la puerta.

Otra hora más, pero al final lo vería. Cansada, se arrastró hacia el baño. Miró en el amplio espejo sus marcas, mudas huellas de una batalla ganada. Se sonrió a si misma, feliz, para comenzar a prepararse para el nuevo encuentro.