FANTASIA O REALIDAD V. Acción y reacción.
Cumplir nuestra fantasía en una realidad, es algo que nos llena de satisfacción, el dilema es, saber si él lo hizo ¿por deseo o por amor? Al tratar de averiguarlo nos podemos llevar grandes sorpresas efecto acción-reacción.
Quinto capitulo de la mini-historia, gracias por leerlo……
Otro día mas había llegado, domingo, eran las nueve de la mañana, el sol ya estaba irradiando nuestro alrededor con una luz al parecer más brillante que otros días, al despertarme me di cuenta que estaba solo en la habitación, otra vez era el último en levantarme para salir a desayunar, instintivamente me levante, me dirigí a la ducha para limpiar el resto de liquido seminal que me había quedado después de la sesión de sexo que había tenido hace solo unas horas en esa misma habitación, me bañe rápidamente, me vestí y salí disparado hacia el comedor.
Al parecer hoy desayunaría solo, todos mis compañeros estaban dando el último recorrido al hotel como despidiéndose del mismo, me dispuse a desayunar tranquilamente mientras los demás regresaban. Después de deleitar mi paladar con el menú que esta mañana ofrecía el hotel todos los integrantes de mi grupo comenzaron a llegar al restaurant, yo solo me disponía a reposar los alimentos que había desaparecido de mi plato como por arte de magia, para mi sorpresa no habían desayunado, esperaban a que yo bajara para compartir el comedor conmigo y yo de atrabancado comencé sin ellos, vaya que fue una sorpresa para mí y para todos.
- ¿Te gusto el desayuno? – me pregunto Marcea mientras se sentaba a la mesa – dime si esta rico para desayunar lo mismo.
- ¿Amaneciste con hambre Marquitos? – me pregunto Natalia.
- Mmmmm…… pues si, la verdad es que pase una noche muy, pero muy agitada,- les decía regresando a mi memoria la cogida con Giancarlo - dormí como nunca, solo me hacía falta tomar algún alimento para tener energía para el resto del día. – contesté.
- ¿Noche agitada? ¿Y eso Por qué? – preguntó Natalia mirándome algo desconcertada.
- Este…… ¿noche?...... mmmmm…… no…… ah……yooo…… no, no, me refiero al día de ayer, si, ayer fue…… fue un día de locos estaba cansadísimo.- contesté tartamudeando y algo nervioso, por poco y me descubría. – y por cierto ¿Dónde andaban todos? –pregunté cambiando el tema para que no siguieran los cuestionamientos.
- Recorríamos por última vez el hotel mientras despertabas de tus dulces sueños, estábamos esperando para desayunar contigo pero te adelantaste. – me contestó Marcela.
- Pues como ayer no me esperaron para cenar pensé que hoy me habían hecho lo mismo. – les decía con indiferencia. – pero no se preocupen ahora pido algo para acompañarlos y no se sientan mal por mi desplante.
- Vaya, si que amaneciste con hambre, tendré que cuidar mi plato antes de se te antoje, je je je je.- dijo Natalia.
En ese momento todos se sentaron a la mesa y comenzaron a desayunar, la mesa estaba casi completa solo hacia falta la presencia de una persona, Giancarlo, me desconcertó su ausencia y nadie se había percatado de la falta del joven.
- ¿y Giancarlo? – pregunté.
- ¿Que no estaba contigo? - dijo Marcela. – No lo he visto, pensé que estaba arriba, que aun no se había levantado.
- No, cuando yo desperté estaba solo, ya no estaba ni Leonardo, revisé toda la habitación y no había nadie, baje pensando que ya estaban todos acá. – respondí. Todos volteaban a mirarse con asombro y preguntaban si alguien lo había visto.
- ¿Lo viste?, ¿No lo has visto?, ¿y tú?, ¿donde se habrá metido?, ¿Qué estará haciendo?, ¿No le avisó a nadie?, ¿Dónde estará? – todos preguntaban al mismo tiempo.
- Ya, no se preocupen, yo lo vi muy temprano, salí de mi habitación y me lo encontré en los pasillos, me dijo que iba a la playa a correr un poco y tomar aire fresco, esta en la playa. – contesto Ana Sofía.
- ¿Se fue solo? –preguntó Marcela.
- Si tía, -respondió Ana Sofía- me ofrecí a acompañarlo y dijo que quería ir solo, y se fue.
Todos tomaron muy tranquilamente la noticia del repentino paseo mañanero de Giancarlo, sabían donde estaba, se relajó el ambiente y todos siguieron con su desayuno como si nada hubiera pasado. Yo por mi parte solo sentía la necesidad de saber porque Giancarlo se había ido sin decir nada, porque no me pidió acompañarlo si ya lo habíamos hecho por demasiado tiempo, así que sin mas que decir me ofrecí para ir a buscarlo y hablar con él.
- Creo que ya se tardó mucho ¿no creen? –pregunté en voz alta esperando que me contestara alguien que se preocupara por Gian-, para ser ejercicio ya es demasiado, son la diez y treinta y Giancarlo sin regresar.
- Si ya es mucho, nada mas termino y voy a buscarlo. –dijo Jorge apresurándose a terminar su comida.
- No, tu termina de desayunar tranquilamente, yo voy a buscarlo, ya terminé y no tengo nada que hacer –les dije mientras me levantaba de la mesa para salir en su búsqueda. Pasaba cerca de Marcela y me detuvo.
- Gracias Marco. No tienes porque hacerlo, te preocupas demasiado por Gian y eso te lo agradezco, sabes que te quiero mucho, -me dijo Marcela y me dio un beso en la mejilla- gracias mi niño.
- No tienes nada que agradecer, sabes que veo a Gian como mi hermano menor y trato de que no le pase nada-. Respondí y salí del lugar.
Al salir del hotel comencé la caminata hacia la playa, caminaba entre la línea de hoteles que se encontraban a escasos doscientos metros de la playa volteando desesperadamente a todos lados esperando encontrar a Giancarlo entre el tumulto de personas que caminaban de un lado a otro realizando compras, visitando tiendas de recuerdos o artículos típicos de la ciudad, yendo y viniendo a la orilla del mar y nada, Giancarlo no aparecía. Llegué entonces a la playa, ya sentía la arena que empezaba a acariciar las plantas de mis pies, me detuve frente a la inmensidad del agua que apreciaba, esa mañana el mar estaba apacible, muy tranquilo, con ese color azul profundo que se aprecia a distancia, en su interior, a lo lejos, se podía notar unas ligeras olas que se hacían ondear ligeramente por la superficie del mar hasta llegar a hacer contacto con la suave arena que vestía de color amarillo oro el lugar, camine descalzo y empecé a sentir como el agua de las olas que salían a saludar me mojaban los pies, me detuve, aprecié el espectacular escenario por un minuto, cerré los ojos e inhalé profundamente un poco de la frescura del mar haciendo que mi interior sintiera bienestar, sintiera esa frescura que yo sentía en la piel, exhalé y volví a repetir la acción, una y otra vez hasta que mi cuerpo se sintió exhausto, satisfecho, relajado, abrí los ojos y recordé la enmienda que tenia, esa sesión de relax hizo que me olvidara de mi alrededor y Giancarlo era lo que menos me había preocupado durante esos minutos dedicados solo para mi.
Volviendo de mi ensimismamiento empecé la caminata por la playa retomando la búsqueda de mi perdido amigo, los turistas ya empezaban a andar por el lugar, unas caminando y disfrutando de la tranquilidad del mar, muchos de ellos recostados en sus camastros, otros tantos tirados en la arena bronceándose con los intensos rayos de sol, algunos mas adentrados a escasos metros en el mar, yo solo caminaba lentamente con los pies húmedos, viendo como todos las personas ahí presentes pasaban muy alegres la mañana, caminaba y caminaba sin rumbo fijo y a lo lejos pude ver una persona, tranquila, solitaria, sentada en la arena con la vista fija en el océano como queriendo formar parte de ese mar tan inmenso, era Giancarlo, lo vi y él solo respiraba tranquilamente, parecía estar con la mente en blanco, nada de lo ocurrido en su alrededor le perturbaba, me fui acercando a él poco a poco, llegue y me senté a su lado.
- Hola. –fue lo único que se me ocurrió decir.
- Hola. –respondió secamente con la vista aun perdida en la inmensidad del mar.
- ¿Qué haces? –pregunté.
- Nada. –respondió sin siquiera voltear a verme.
- ¿Y?...... ¿Cómo ves el panorama? –pregunté volteando al lugar que llamaba la atención de Gian, tratando de entablar una conversación.
- Bien. –contestó.
- ¿Te pasa algo? ¿Por qué no avisaste que salías para acá? Tu mamá estaba preocupada por no saber de ti.
- No me pasa nada, quería estar solo.- me dijo-. Tengo cosas que pensar, así que decidí salir a aclarar mi mente.
- Bueno, a mi me hubiera gustado estar contigo, así como lo hacemos todas las mañanas, ¿Por qué no me despertaste para acompañarte? No me hubiera negado.
- Quería y quiero estar solo.-comentó- ¿Te molesto si te pido que te vayas? No tengo ganas de hablar con nadie y menos contigo.- me dijo en tono de enojo y yo solo me quede sorprendido, al parecer regresó la misma actitud que tomó el día que fuimos al antro.
- Tu mamá me envió por ti, así que ¿nos vamos? o ¿cómo le hacemos? No pienso regresar solo, ¿Qué le voy a decir? – le respondí molesto.
- Ya voy, ahora déjame solo, vete y déjame en paz.- respondió levantándose de su asiento y caminaba lejos de mi.
- Está bien, me voy, no entiendo tu enojo, no sé porque tomas esa actitud tan estúpida después de hacer actos que tu quieres y tanto deseas, no seas infantil, ya no eres un niño, ahora eres un hombre, me lo demostraste anoche, tienes de tener muy claro quién eres, que es lo que quieres, ya madura Giancarlo y deja de ser ese imbécil que juega a ser hombre y después se deja empequeñecer por el remordimiento y vuelve a ser ese niño ingenuo que se arrepiente de sus actos después de dejarse llevar por la lujuria, por el deseo, ya acéptate cómo eres. Ya una vez me lo hiciste Giancarlo pero hoy ya no voy a tolerar la misma actitud otra vez –le reproché casi en un grito, estaba enfadado por su actuar que me culpaba de todo. El solo se detuvo, se giro lentamente y me miro a los ojos.
- Ya, vete, por favor, quiero estar solo.- me decía un poco más tranquilo con los ojos tristes, mientras por su mejilla caía lentamente una lágrima.
- Me voy, y no tardes que tu mamá te esperaba conmigo, -dije con indiferencia y me aleje de él enojado.
Regresé al hotel, me dirigía a mi habitación y en los pasillos me encontré a Marce e instantáneamente me pregunto por su “pequeño”.
- ¿Y Giancarlo? –preguntó Marcela.
- Ah…… me lo encontré y corrimos un poco, me dijo que quería correr otro rato y que ahora venía, no te preocupes, ya no tarda. –respondí un poco mas tranquilizado.
- Bueno, gracias por estar tan cerca de él. – concluyo y siguió su camino.
Entré a la habitación y me tire en la cama, Leonardo dormía como siempre en la cama de lado, pensaba en la escena de la playa y entre mas recordaba más coraje me daba la forma de actuar de Giancarlo, así que tome el reproductor MP3, le puse play y me dispuse a escuchar mi música favorita para olvidar lo vivido hace unos instantes. Habían pasado como veinte minutos desde que regrese de la playa, estaba coreando las canciones que escuchaba, de pronto se abrió la puerta y entra en escena le persona que menos quería ver en esos momentos, Giancarlo. Entró, nos miramos fijamente a los ojos por unos segundos, no dijo nada, agachó la cabeza y continuó su camino, yo lo mire con indiferencia y seguí cantando, Gian tomo unas cosas de su maleta y salió de la habitación con el mismo silencio con el que había entrado.
Pasado el medio día nos avisaron que saldríamos del hotel para ir al paseo en yate mar adentro, el plan era adentrarnos en el océano por un rato y después llegar a comer a un restaurant que estaba en una isla. Nos levantamos, preparamos las cosas para dejar la habitación, que en esos momentos se sentía sola, vacía, fría, a pesar de que estábamos los tres ocupantes de ella ahí dentro, Leonardo sumido en su mundo de videojuegos, Giancarlo triste, siempre mirando el suelo, y yo muy relajado, seguía cantando mi música, mientras los tres nos disponíamos a dejar el lugar.
Una vez listos todos fuera del hotel subimos a los coches que nos correspondían y salimos rumbo al muelle a tomar el yate que nos llevaría a conocer las entrañas del mar, tomamos el pequeño barco y comenzó la aventura que era nueva para mi, recorríamos el mar de una lado a otro, el capitán del barco era nuestro guía de turistas, nos platicaba sus aventuras y sus desventuras en altamar, sus anécdotas, muy interesantes por cierto, y nos enseñaba los lugares más turísticos de la zona, unas colonias de extranjeros con casas lujosas a la orilla del mar y su yate varado en el muelle particular que tenían a la puerta de su casa, islas enteras que pertenecían a millonarios nacionales y extranjeros y un sinfín de lugares que en capitán conocía como la palma de su mano. El paseo transcurrió entre platicas y risas, entre videos y fotografías que tomábamos unos con otros todo esto para recordar los momentos más felices vividos durante el viaje, de Giancarlo ni quien se acordara, durante todo el paseo parecía ausente y se excusaba con cansancio por el ejercicio que había realizado durante la mañana, al menos yo aproveche el momento para disfrutar mis últimas horas en el mar y no preocuparme por los problema de otros, ya suficiente tenía con los míos.
Dos horas habían transcurrido desde que salimos del muelle, ahora era tiempo de llegar a comer, los intestinos ya empezaban a hacer una revolución en el estomago solicitando alimento, ya casi eran las tres de la tarde y solo teníamos agua en el estomago, asistimos al restaurant que nos esperaba con un excelente menú donde cada quien elegiría la comida a su gusto, al llegar ocupamos las mesas, en mi mesa se sentó Marcela y su esposo Jorge, Lorena, Adilene, Natalia, Pablo su esposo y yo, ah y también ocupó un lugar el innombrable, Giancarlo, revisamos la carta para ver el menú, elegimos nuestro antojo y esperamos a que el mesero trajera el pedido mientras tomábamos una bebida e intercambiábamos fotografías entre todos, ahí en el lugar como en el transcurso del día Giancarlo parecía ser nada, no hacía ni decía nada, solo observaba con la vista perdida en la nada, Marcela le preguntaba por su estado y él solo se limitaba a contestar con la misma excusa, cansancio, parecía disco rayado, solo repitiendo la misma frase una y otra vez.
- Hijo, Giancarlo, ¿Qué te pasa? ¿porque estas tan callado? –le preguntó Marcela extrañada por su silencio.
- Nada mamá, estoy bien, solo estoy algo cansado, por el ejercicio que tuve esta mañana, eso es todo, no se preocupen. –contestó casi en silencio.
- Hijo pero ya es demasiado, todo la mañana te la pasaste en la playa, no desayunaste nada y comiste muy poco, parece que estas de mal humor y tú no eres así, a ti te pasa algo y no quieres contárnoslo, vamos dinos ¿Qué te pasa? –le decía Jorge con seriedad.
- Bueno la verdad es que…… -contestó Giancarlo e instantáneamente voltee a verlo fijamente con sorpresa, -Marco y yo…… -seguía hablando y yo sentía que el corazón se me saldría del pecho en ese instante- Marco y yo ayer hicimos……- al escuchar esto no pude dejar mi cara de sorpresa y todos en la mesa voltearon a verme, me quedé atónito al escuchar e inmediatamente lo interrumpí.
- Hi…… hi……hicimos mmmm…… ejercicio, si…… después de la caminata nocturna de ayer, si…… hee…… llegamos y mmmm…… no teníamos nada de sueño, así que hicimos ejercicio…… si…… para mmmm…… reafirmar los músculos, si, es por eso que estamos cansados, mmmm…… bueno el mas que yo porque trabajo más duro, ya saben a mí el ejercicio no se me da. –respondí nervioso fue lo único que se me ocurrió decir mientras miraba a Giancarlo con una sonrisa tímida en los labios.
- Si mamá, es eso, el exceso de ejercicio me tiene así, ya se los había dicho. –contestó Gian.
- Está bien, les creo, pero que no se vuelva a repetir, tienes que cuidarte y para hacer ejercicio debes de alimentarte bien. –agregó Marcela.
- Aahhh…… entonces por eso hoy te despertaste con hambre, dijiste que habías tenido una noche muy agitada- me pregunto Natalia.
- Heee…… si, exacto, por eso, no les quería decir porque fue un pacto entre Giancarlo y yo, nadie NUNCA sabría de la noche de ayer, ¿verdad Gian? –le dije mirándolo con complicidad.
- Si, no quería que se enteraran, para que hacerlo.- me contestó.
- Hay, pero que tiene de malo, yo soy adicta al ejercicio, no me gusta estar “deforme”. –dijo Natalia sonriendo.
- Bueno ya, el ejercicio no es un tema para debatir después de la comida, ¿no creen? –finalice la conversación.
Yo veía a Giancarlo de vez en cuando, nuestras miradas se cruzaban mientras movía la cabeza de una lado a otro, en símbolo de negación, intentando reprimir su actuar y hacerle ver que con esa actitud podría comprometerse y Marcela o Jorge se preocuparían, le harían hablar para sacarle esos “problemas” que tanto lo afligían, pero al parecer nadie en el grupo se había percatado de nuestro distanciamiento y para evitar ese tipo de complicaciones le dirigía la palabra pocas veces a Giancarlo, trataba de hacerles creer que Gian y yo seguíamos siendo los mejores amigos.
La tarde en la isla fue muy grata, excepto por la escena incomoda que Giancarlo me había hecho pasar con sus comentarios, después de la comida nos quedamos un rato más para reposar los alimentos mientras tomábamos alguna bebida refrescante que nos disminuyera un poco el calor tan intenso que se sentía, hablamos, reímos, cantamos y disfrutamos las últimas horas en el paraíso que representaba el lugar. Después de descansar un poco llamaron al capitán del yate para que fuera a recogernos y devolvernos al muelle en la playa de donde habíamos salido y regresar a los coches ya para nuestro regreso a casa. Llegamos a la orilla, ya en tierra firme, bajamos del yate y agradecimos todas las atenciones que tubo nuestro amigo el capitán hacia todos nosotros y le pagaron por sus servicios, subimos a los autos, eran las siete de la tarde cuando dejamos el afrodisiaco lugar para comenzar el largo caminar de los motores rumbo a nuestras casas, el regreso era tal y como había sido la llegada, el auto que yo ocupaba era el de Pablo (esposo de Natalia), quien era el piloto, el lugar del copiloto lo ocupaba Natalia y el asiento trasero ocupado por Giancarlo y por mí, me sentía incomodo por los “problemas” que tenia con mi acompañante, no hablábamos, yo solo platicaba emocionado con Naty y con Pablo, Giancarlo miraba con la ventana y se recostaba en el asiento tratando de dormir para no ser cuestionado por su silencio, hablamos por un buen rato y después Pablo puso un poco de música para concentrarse en el volante, Giancarlo dormía plácidamente, así transcurrió la mitad del viaje, una hora y treinta minutos, hasta que llegamos a un pueblo donde decidimos bajar a estirar un poco las piernas, ir al baño y comer algún helado en la plaza. Estuvimos conociendo el pueblo por media hora, después de ese tiempo era hora e seguir hacia nuestro destino pues aún nos quedaba otra hora y media para llegar, regresamos a ocupar nuestro lugar en el auto y retomamos camino.
Ya era de noche, por la carretera solo encontrábamos alguno que otro auto, cruzábamos pequeños pueblos que tenían las calles vacías, solo se veían las luces que iluminaban tenuemente las rincones de esos lugares, las casas que había con puertas cerradas y solo se podía apreciar por las ventanas las luces que venían de su interior, pequeños edificios y hoteles que solo hacían resaltar su nombre con llamativas luces de neón y con poca actividad de servicio, tiendas, cafeterías centros comerciales y un sinfín de construcciones que se apreciaban apacibles.
La tranquilidad del viaje de regreso me permitió pensar y aclarar mi mente sobre lo que estaba ocurriendo con el que un día había sido mi mejor amigo, pensaba todo lo que había hecho, me cuestionaba y sentía algo de culpa, tal vez había dañado de algún modo el autoestima de Giancarlo al haberle abierto las puertas al sexo gay, tal vez si yo no hubiera hecho nada la noche de ayer Giancarlo estaría con otro semblante, nunca hubiera perdido esa alegría que le caracterizaba, me reprochaba cada momento y el remordimiento de conciencia quería apoderarse de mí y hacer que me retractara de todo lo vivido, hacer que me sintiera culpable por cumplir una de mis locas fantasías hiriendo a otra persona, me sentía fatal, recordaba cada momento en la habitación y volvía a sentir todas y cada una de las caricias de Giancarlo, los vellos del cuerpo se me erizaban y un escalofrío me recorría de pies a cabeza, ese momento Giancarlo se había entregado al placer por decisión propia, no por obligación mía, así que esto me hizo recobrar mi posición y no dejar que me culpara por haberle ayudado a descubrir nuevas cosas con personas de su mismo sexo.
Había pasado tantos minutos pensando y sin darme cuenta ya estábamos de regreso en nuestra ciudad, ya eran las diez y treinta de la noche, al parecer durante nuestra larga ausencia de tres días no había ocurrido nada nuevo, todo seguía igual que siempre, nos dirigimos a casa de Marcela para dejar a Giancarlo en la puerta de su casa, llegamos, él se bajó y dio gracias a nuestro chofer, dio media vuelta y entro a su casa, arrancamos y en cinco minutos ya estaba bajándome yo del auto, por fin estaba de regreso, extrañaba mi cama, mi casa, mis cosas y sobre todo a mi familia que me esperaban despiertos, me despedí de Natalia y de Pablo dándoles las gracias por todo y con un apretón de mano, dirigí mis pasos hacia la puerta de la casa, entré y mis papás me recibieron con un fuerte abrazo y con una enorme sonrisa, los saludé, platicamos por un rato sobre mis aventuras en el mar, después los deje en la sala, estaba cansadísimo y lo único que en ese momento quería era llegar a mi cama para que me propiciara ese descanso que tanto necesitaba, el viaje había sido largo, ya era muy tarde y yo al día siguiente comenzaría con la misma rutina, el inevitable trabajo en “MEDIC CENTER”.
Gracias por leerlo, les recuerdo que aquí abajo esta mi buzón de quejas y sugerencias XD, ya saben que hacer…… B-)