Fantasía medieval

Una antigua conocida idea un bonito juego con su marido y conmigo.

Capítulo 1

Al entrar al restaurante veo varias hermosas mujeres sentadas en una misma mesa, pero sólo ella me cautiva. El maître me ofrece varias posibles mesas para elegir, solo me agrada la que desde cual puedo observarla con disimulo. En ese justo momento, la comida de negocios que me ha traído aquí pasa a un segundo plano. Realmente esa mujer me atrae horrores, y su barbilla, su boca y su expresión me resultan extrañamente familiares.

Mientras come en compañía de otras siete personas, la observo como habla, como se ríe las bromas de los otros comensales y como hace graciosos mohines. Espero que el empresario que me acompaña sepa entender que hoy no estoy muy interesado por los negocios que me propone, mi atención está concentrada sobre ella.

Después de darle muchas vueltas a la cabeza creo haber logrado establecer el nexo entre la mujer que veo y un vago recuerdo que la convierte en alguien muy familiar y querido. Yo tendría trece o catorce años, por aquella época pasaba gran parte del verano en la piscina de un club deportivo. A pesar de mi corta edad ya sentía bullir la sangre en mi cuerpo adolescente y la atracción por las chicas me traía de cabeza.

Por desgracia, no era muy afortunado con ellas, era muy larguirucho y desgarbado. Una chica algo mayor que yo, o al menos con el desarrollo más avanzado, me traía loco. Siempre llegaba sobre las siete y cuarto, justo cuando yo solía irme. Intrigado por saber la causa por la que venía tan tarde a la piscina averigüe que venía de clases de repaso. La chica había suspendido varias asignaturas y debía estudiar durante el verano.

Era una chica muy popular entre los chicos, que pronto se le acercaban y se ponían a jugar con ella dentro del agua. Cuando ella llegaba era mi hora de salir, mientras me iba los miraba con envidia. Un día decidí quedarme más rato para coincidir más tiempo con ella por lo que puse una excusa a mis amigos para que ellos se fueran sin mí.

Cuando Daniela se puso a jugar con dos de sus amigos, me tire al agua y bucee a su alrededor para verla de más cerca. Víctima de los nervios por hacer algo que me parecía poco correcto, tragué un largo sorbo de agua, y salí tosiendo estrepitosamente. Se me había olvidado salir a respirar por lo que vi que me retuvo sumergido más tiempo del que podía resistir.

Aunque en la superficie parecían jugar amistosamente, debajo del agua los dos chicos le metían mano a diestro y siniestro, mientras ella se reía y jugaba a hacerles ahogadillas. Ellos aprovechaban la circunstancia para tocarle las tetillas y ponerle la mano sobre el coño con total descaro.

Me volví a sumergir lleno de curiosidad y rojo de envidia. Daniela no era manca, les cogía el paquete por encima del bañador y simulaba que les daba unos buenos meneos, desatando la emoción de los dos chicos.

Los tres no tenían ningún inconveniente en simular algún juego inocente cuando otros chicos y chicas se acercaban. En realidad, creo que les gustaba mucho más tocarse cuando había alguien cerca. Recuerdo que en una ocasión mientras Daniela hablaba con una amiga que estaba fuera del agua, uno de los chicos le tocaba el chocho metiendo la mano por debajo de la braguita del bikini.

Ella a su vez le metió la mano dentro del bañador del otro chico, y así estuvieron más de cinco minutos manoseándose y yo espiando disimuladamente.

A partir de ese día tuve una fijación con Daniela y me masturbaba pensando en ella, aunque nunca me atreví a decirle nada, dada mi timidez y porque seguro ella me encontraría demasiado "niño" para una chica tan avanzada como ella.

Un día esperé a que fuera al vestuario para espiarla, ansiaba verla desnuda, verle las tetillas y los pelitos de su coño. Era tarde y los pasillos del edificio donde ella se cambiaba estaban desiertos. Esperé un tiempo prudencial para dejar que se quitase el bañador y entré en el vestuario de las chicas y balbucee algo como…

—    ¿Este no el vestuario de los chicos?

—    No, te has equivocado… éste es el de las chicas, el vuestro está más adelante, respondió Daniela sin apenas inmutarse.

En verdad tampoco tenía muchos motivos para molestarse, solo se había empezado a secar, se había colocado unos calcetines blancos muy altos y estaba ordenando la bolsa de la ropa.

Aunque no pude ver nada, la simple emoción que me producía la posibilidad de verla desnuda, me puso la picha como una estaca y no pude evitar pajearme al llegar a mi vestuario.

Otro día vi como los dos chicos con lo que jugaba la acompañaban al vestuario. Antes hicieron una parada en un banco discretamente escondido detrás de unas plantas. Allí se sentaron los tres, Daniela en medio y los chicos a ambos lados. Empezaron a morrearla alternativamente, mientras uno la besaba el otro le tocaba los pechos y trataba de buscar hueco entre sus piernas.

Yo los observaba escondido tras unos setos, tuve una erección de campeonato y maldije mi suerte por no poder participar en ese festín.

Después de una larga sesión de besos, Daniela se levantó y se despidió de ellos. Los chicos tenían bastante, y no la quieren dejar ir, la siguen pegados a ella como con chicle hasta el vestuario. Ella tampoco pone un interés excesivo en dejarlos atrás, y en el momento decisivo, se deja arrastrar hasta una sala solitaria donde están los aparatos de gimnasia y diversas colchonetas.

Allí se la follaron uno después del otro. Ahora catalogo aquel polvo de “súper rápido”. Apenas después de meterla, los chavales se corrieron sin pensar en nada más. A mi entonces me pareció el máximo logro para un chaval de nuestra edad. En cuanto hicieron su descarga se despidieron presurosos y Daniela se quedó un ratito más con la mano debajo de la toalla que le cubría el pubis.

Ahora creo que se masturbó para darse la satisfacción que los chicos no se preocuparon de darle, aunque en aquel momento yo no me percaté de la maniobra.

Yo habría dado cualquier cosa por ser el tercero... pero no vi la forma de salir de mi escondite y presentarme ante ella. Mi inseguridad y timidez me jugaron una mala pasada. Luego la vi encaminarse hacia el vestuario y luego salir ya con ropa de calle más tarde con una expresión igual a la de cualquier otro día.

Durante todo aquel verano la seguí, la deseé y soñé con ella. Conseguía ponérmela dura solo con pasar cerca de mí, o rozándonos mínimamente debajo del agua. Aquello sucedió hace bastantes años, y no habíamos coincidido nunca desde entonces.

Daniela estaba allí delante. Entretenida con las charlas de otras personas y completamente ajena a mis recuerdos. Ahora era una mujer de treinta y pocos años, bonita, sofisticada, atractiva, risueña.... seguía siendo muy apetitosa... y provocando en mí una reacción similar a la de aquel verano.

Después del postre la veo levantarse de la mesa, con un pequeño bolsito al hombro. Una ajustada falda de tubo hasta por debajo de las rodillas, que dibuja sus caderas y nalgas. Una a raja delante y detrás le permiten andar con un paso sinuoso. Unos zapatos descubiertos con tacón de aguja y una torera del mismo color de la falda complementan el atuendo.

Mi invitado se muestra comprensivo mientras ve como mis ojos la siguen y mi conversación se detiene. Instantes después me levanto, pido disculpas al empresario y me encamino hasta el aseo. Una puerta da acceso a un distribuidor donde está la entrada al aseo de señoras y de caballeros. Parece que la historia se repite…

La puerta del aseo de mujeres no está totalmente cerrada, la empujo levemente y por la rendija que se abre veo a Daniela, con la falda subida hasta el muslo y se estira las medias.

¡Qué piernas tan hermosas! Siento como algo se revuelve debajo del pantalón. Me siento excitado y atraído como aquel chaval de hace tantos años. Si alguien me viese espiando en el lavabo de señoras, ¡qué vergüenza!

Daniela se repinta los labios con un color rojo chillón, que hace parecer que los labios están mojados. Con un gracioso mohín y le lanza un beso a través del espejo, se ajusta bien la falda en su sitio, se pone de perfil para comprobar el estado de su bonito culo y empieza a andar hacia mí.

Atropelladamente dejo de espiar y doy un par de pasos hacia atrás de forma que cuando ella abre su puerta nos quedamos uno enfrente del otro como si yo acabase de entrar en el distribuidor. Le dirijo un corto silbido de admiración, cierro los ojos un instante y doy un soplido. Luego nos sonreímos los dos, ella sale y yo voy hasta el lavabo a echarme agua sobre las muñecas para refrescarme.

Capítulo 2

Vuelvo presuroso hacia mi mesa para darme cuenta al llegar que mi invitado no está en ella. Le busco con la mirada y lo encuentro hablando con otro hombre de pie junto a la mesa de Daniela. Me hace señas para que me acerque. Nos presentamos, el desconocido resulta ser el hijo de un promotor inmobiliario con el que tengo varios negocios. Enseguida me presenta a Daniela como su esposa y el resto de parejas que son amigos que pertenecen a familias acomodadas de la zona.

Al cruzar la mirada con ella siento que hay algo especial entre nosotros. Mis ojos en conjunción con el cerebro hacen un barrido intenso y pormenorizado a mono de scanner de alta resolución para registrar el máximo de detalles de la reencontrada Daniela.

Tiene el pelo castaño oscuro algo ondulado, los ojos marrones claro con pintas verdes. Hombros fuertes, cintura estrecha, cadera ancha, muslos estilizados y pantorrillas bien dibujadas. Los pechos hermosos, levantados, desafiantes… y parcialmente a la vista. Ella sabe que son un punto fuerte de su físico y lo sabe realzar. La boca la enmarcan unos labios carnosos del tamaño perfecto para besar y  para hacer muchas más deliciosas cosas.

Tras un rápido intercambio de saludos, termina la corta conversación entre los tres y volvemos a nuestra mesa para terminar la cena. No tomamos ni postre ni café, para mí la velada ya ha terminado, estoy deseando volver al apartamento para fantasear con Daniela igual que hacia cuando era un adolescente. Ha sido un reencuentro muy excitante y puedo volver a fantasear con ella.

Al día siguiente, mi secretaria me anuncia la llamada del Sr. Fran Aguilera, que enseguida identificó como el marido de Daniela. Está interesado en tratar un asunto conmigo que presupongo debe estar relacionado con ciertas inversiones inmobiliarias y quedamos para comer.

Durante la comida me pide que medie en la recalificación de unos terrenos ofreciéndome una sustanciosa comisión. Un poco ofendido desestimo su ofrecimiento al ser ilegal y poner en riesgo mi reputada profesionalidad. Rápidamente contesta que lo propuesto era una excusa, que lo realmente quiere es otra cosa.

—    La semana próxima es nuestro quinto aniversario de bodas y quiero hacer un regalo muy especial a Daniela— me confiesa.

Extrañado por este drástico cambio de tema, entrando de lleno en su ámbito privado, y antes de que continúe le sugiero que la lleve de viaje a un sitio exótico como segundo viaje de novios. No sé qué tiene que ver conmigo y porque me lo pregunta a mí que soy un desconocido para él.

—    No se trata de nada de eso. En alguna ocasión he dejado volar mi imaginación y la he imaginado en brazos de otro hombre. Eso me ha llenado de morbo, y cuando se lo he comentado ella siempre me ha dicho que es una locura, pero que si a mí me gusta... está dispuesta a hacerlo por mí—

Ante mi total asombro, me sonríe con un toque de malicia y añade a modo de aclaración:

—    Llevaba algún tiempo pensando algo así. Ayer cuando vi como la mirabas y como ella se sintió comprendí que tú eras el hombre adecuado para poder realizar nuestra fantasía.

—    Al llegar a casa se lo comente y reconoció que había sentido algo especial al sentir tu mirada clavada en su cuerpo, como haciéndole un reconocimiento completo. Me confesó que se sintió humedecer en los breves instantes de nuestro encuentro.

—     Estoy convencido que la llenaría de alegría si organizase algo así— añade muy animado.

—     Eso está muy bien, pero piensa que ella tiene que estar conforme y seguro que pondrá muchas pegas. Es una situación muy excitante pero muy difícil y arriesgada— le digo para frenar un poco, aunque la sola posibilidad de hacer algo así con Daniela me pone absolutamente duro.

—     Además, piensa que para ti puede que no resulte igual que te lo has imaginado. Quizás te entren celos en el momento menos apropiado y sea un desastre—le digo tratando de averiguar su nivel de celos.

—     Si estas conforme, deja esa parte en mi mano, ya encontrare la solución— me dice Fran con tono ilusionado.

Al día siguiente recibo un escueto e-mail de Fran.

—     He propuesto a Daniela una aventura contigo como regalo de aniversario. HA ACEPTADO. Hoy me dará sus condiciones—

Releo varias veces las tres frases. Apenas lo puedo creer, me siento muy excitado. Cierro los ojos para ver dibujada su imagen en mi cerebro. Mis neuronas van más allá, la presentan desnuda, tumbada sobre cojines y con la expresión de una viciosa insaciable. Siento como la polla se me pone dura como una estaca y tengo que colocármela mejor para poder seguir sentado detrás de la mesa del despacho.

—    ¿te pasa algo? — pregunta con interés mi secretaria.

—     No, no pasa nada un ligero dolor de cabeza— miento para salir de la embarazosa situación.

Al día siguiente, al llegar al despacho y antes de sentarme enciendo el ordenador y espero que cargue los mensajes recibidos. Veo el de Fran y rápidamente lo abro.

Empieza con un lacónico:

—     Hola— luego añade:

—     las condiciones son bastante difíciles, pero creo que las podremos cumplir todas. Daniela te da su aprobación como candidato, pero no quiere hablar contigo antes—

—    El regalo solo durará un fin de semana como máximo

—    Se terminará en cualquier momento que ella decida.

—    Solo se podrá hacer lo que ella quiera.

—    El encuentro será en un lugar donde no exista posibilidad de que alguien conocido nos pueda reconocer.

—    No están permitidos juegos violentos ni sucios.

—    La opinión de ella siempre prevalecerá sobre la de nosotros dos.

—    Ese fin de semana vestiremos y viviremos como si hubiésemos dado un salto en el tiempo.

—     Cada cual llegará y saldrá por separado del sitio elegido por ella.

—     ¿Qué te parece? ¿A que mi esposa es una mujer que sabe lo que quiere?

—     Ya te diré algo más tarde.

Saludos,

Fran

Las condiciones me parecen exigentes pero aceptables. Lo que me cuesta más es la incertidumbre. Estoy excitado como un burro, por una aventura excepcional que no sé cómo voy a protagonizar. Mi pene lo da ya por decidido y está perfectamente dispuesto.

Por la tarde, recibo un nuevo e-mail. Solo aparece un número de teléfono y un archivo adjunto. Lo abro, es un mapa con indicaciones para llegar a una especie de palacete medieval perdido en el bosque a más de 90 km. Recientemente lo han restaurado y se puede alquilar con servicio de restauración incluido.

Marco el número de teléfono y espero impaciente para hablar con Fran.

—    Diga­­— dice una voz femenina.

—    Hola, soy Raúl. Fran te ha hablado de mí—

—    Ah sí... dime ¿qué deseas? — me pregunta provocando mi mayor desconcierto.

—     Estoy muy contento de oírte. Quiero decirte que acepto todas tus condiciones y que me siento muy halagado por haber sido elegido por ti. Prometo que seguiré tus deseos y seré fiel a nuestro pacto de confidencialidad.

—     Bueno, bueno... eso ya se verá. En la gasolinera marcada en el mapa encontraras un paquete con ropas y una hoja de instrucciones para llegar a la casa.  Debes estar allí el viernes a las cinco de la tarde. Adiós.

Quedo sumido en la expectación y la incertidumbre. Su voz ha sonado seca y autoritaria, ¿será un fin de semana extraordinario o un fracaso monumental? De momento me conformo en pasar una y otra vez la secuencia de imágenes reales e imaginarias que tengo almacenadas en mi cerebro de Daniela cuando éramos adolescentes.

Llego puntual y pregunto al único trabajador de la gasolinera. Me dice que tiene un paquete para mi. Se dirige hacia una habitación contigua y vuelve con una gran bolsa de viaje y me dice:

—     Aquí detrás hay un aseo donde se puede cambiar. Tengo encargo de guardar todas sus cosas aquí, ropa, cartera, llaves del coche, teléfono... todo. Dentro de la bolsa hay un sobre con más instrucciones.

Cojo la bolsa y me dirijo al aseo. Al volver visto una especie de larga túnica de algodón color crudo y una especie de habito marrón hasta los pies. Es completamente liso, solo dos mangas hasta el antebrazo, una abertura para la cabeza y una capucha arrugada en la espalda. Unas sandalias viejas y una especie de zurrón antiguo complementan la sencilla indumentaria, seguro que parezco una especie de monje de la edad media.

Antes de partir, el encargado de la estación de servicio me revuelve el pelo y me dice:

—     Siguiendo este camino de la derecha y a unos cien metros encontraras una placita con un banco. Siéntate en él y lee las instrucciones que hay en el sobre. Hay otras indicaciones complementarias que encontraras en una cajita debajo del banco—

Así lo hago. Siguiendo las indicaciones me encamino hacia un grupo de casas que hay a un par de cientos de metros.

Continuará.

Deverano.