Fantasía medieval (3)

Es mas perra que lo que pensaba de ella...

anteriormente...

De vez en cuando te detienes una instante, me miras, compruebas que sigo embrujado por tus movimientos, y luego continuas como una poseída.

Uhmmmm, que rico… me vengo…me vengo— dices mientras mantienes apretado el dildo hasta el fondo y dejas que el orgasmo se reparta por todos los rincones de tu cuerpo.

Daniela se relame, se da media vuelta y me muestra su espalda y su culito. La tapo con la sabana y me siento en una butaca junto a la cama para simular que voy a velar su sueño, aunque en realidad lo que hago es esperar a que se desarrolle la próxima escena.

Capítulo 3

Al poco tiempo se oye el repiqueteo de varias piedrecillas que golpean sobre la ventana. Daniela se levanta con mucho cuidado tratando de no hacer ruido que me pueda despertar ya que llevo un rato aparentando que me he quedado dormido sobre la silla mientras vigilaba a mi díscola primita. Abre la puerta del balcón y la oigo cuchichear con alguien desconocido amparada por la oscuridad... ¡es su marido!.

Se están saltando todas las prohibiciones que tengo que vigilar su cumplimiento. Ella le cuenta que todo va muy bien. Que está muy contenta de cómo está saliendo todo y que se siente muy excitada al mostrarse desnuda ante mí.

Le dice que tiene unas ganas locas por quitarme los hábitos, verme desnudo y jugar con mi polla. Él la escucha con mucha atención, mientras le acaricia el pelo con una mano y los pechos con la otra. Le da unos tironcitos de los pezones para comprobar que ella está en plena forma…

Daniela le echa mano al paquete y le recrimina:

—     Hacía mucho tiempo que no se te ponía así de dura. ¿parece que te gusta la aventura que he montada para ti, cariño? —

A lo que él responde con un gemido de placer al sentir el apretón que ella le dedica. A continuación se baja el pantalón y le muestra su miembro totalmente erecto. Está orgulloso y no vacila un instante de exhibirse ante su esposa para que pueda comprobar el espectacular efecto que está produciendo en él.

Ella, muy complacida le da unos meneos para avivar su lujuria, al tiempo que le susurra al oído, pero lo suficientemente fuerte para que yo la oiga a pesar de estar “dormido”.

—    Ahí está mi primo, el fraile, ha recibido el encargo de mi padre de vigilarme y de emplear toda su sabiduría en mi curación. Debemos tener mucho cuidado, si se despertase ahora sería un desastre y se lo contaría a mi padre—

—    Es un buen curandero, me ha aplicado una pócima y me da dado un remedio casero que no solo me ha aliviado la quemazón que tengo aquí debajo, sino que ha conseguido que tenga un orgasmo maravilloso— le dice para encabritarlo un poco más.

Daniela se coloca de lado de forma que puede vigilarme por si me despierto y los sorprendo in fraganti, y por otra parte para coger con decisión la verga de su marido con más comodidad y darle unos buenos meneos.

—    Sigue… sigue que ya me viene— dice él entre suspiros hasta que oigo como se corre.

—    Te amo… no sé qué sería de mí si no te tuviese— le dice a modo de despedida.

—     Ahora debes marchar, no nos pueden pillar… ya nos encontraremos mañana durante el paseo cerca del arroyo— le dice mientras le empuja fuera obligándolo a salir hacia el balcón.

Más tarde, con mucho sigilo ella vuelve a la cama, no sin antes comprobar que todavía sigo dormido sobre la butaca que acerqué junto a su cama. Yo hago mi papel y resoplo fuerte a modo de ronquido para que ella sepa que todo ha ido bien.

Creí que todo iba a terminar ahí y que tendría que esperar al día siguiente para saber cuál era el papel que me había reservado para mí, pero enseguida salí de dudas. Su respiración entrecortada me dio la pista.  En medio de la penumbra pude ver como Daniela yacía completamente desnuda sobre la cama y como una de sus manos se perdía entre la entrepierna, mientras la otra acariciaba sus pezones.

La escena parecía sacada de una película, pero era realidad, estaba pasando allí mismo delante de mí. Ignorando mi presencia, Daniela se estaba masturbando otra vez con muchas ganas. Al principio con cuidado, pero a medida que su excitación iba en aumento con un descaro creciente.

Estoy seguro que le encantaba exhibirse delante de mí, y que sentirse deseada de esta forma tan salvaje la estaba poniendo a cien.

Yo no podía seguir simulando que estaba dormido y le hice ver que la estaba mirando preso de una calentura enorme. Esto la hizo pensar que su disfrute sería mayor si me seducía totalmente. Se puso frente a mí y me mostró todos sus tesoros y como los manoseaba para arrancarse hondos gemidos de placer. Quiso hacerlo para darse gusto y para regalarme la vista.

No pude aguantar más y colé la mano bajo los hábitos, y busqué con afán mi pene totalmente erecto. Acompañé a Daniela en su masturbación durante unos minutos meneándomela mientras la contemplo. Tuve que soltar pues estaba a punto de correrme, sus gemidos habían conseguido secuestrar mi voluntad y me la meneaba siguiendo el ritmo de su placer.

Un ruido que viene desde atrás me sobresaltó. Mire hacia la ventana y descubrí que su esposo todavía estaba allí, agazapado, observando la escena, y con una expresión en su rostro que mostraba que se lo está pasando muy bien. Ver a Daniela dándose gusto como una poseída y a mi  acompañándola, colma sus expectativas y se lo pasa muy bien.

Volví la mirada hacia Daniela y vi que ella continuaba como si nada hubiese sucedido, ella a lo suyo, sin tener en cuenta la presencia de su marido y mucho menos la mía. Pensé que así debía ser lo que habían planeado y me continué pajeando viendo su hermoso cuerpo contorsionarse de gusto.

En medio de fuertes gemidos se retorció sobre la cama y disfruto de un bonito orgasmo delante de mí y de él. Luego se estiro muy lentamente y permaneció en silencio unos minutos.

Pasado un tiempo, cómo si acabara de despertarse, Daniela se despereza y me hace señas para que me acerque a la cama.

—    Querido primo. Acabo de tener un sueño muy extraño. Por favor tienes que ayudarme. Tengo un dolorcito ... siento unas punzadas y un calor que me sube desde aquí... pasando por aquí y se me pone aquí... que me tiene preocupada—

—     Necesito sin falta una buena medicina— dice resbalando sobre la cama hasta quedar justo a mi lado.

Se incorpora y viene hacia mi luciendo su bonito cuerpo desnudo. Sigo con el pene en la mano y no puedo evitar el deseo de darme unos meneítos que acompañen. Ella se da cuenta y me mira con gula.

—     ¿qué tienes para curar este mal que me aqueja tanto? — dice arrodillándose ante mí y levantando mis hábitos hasta dejar al descubierto mi miembro.

Le dejo que tome la iniciativa y enseguida siento como jugosa boca de apodera de mí, engullendo todo el capullo.

Durante unos minutos me dedica una mamada excepcional. Su marido permanece a un costado observando la escena. Disfruta ver como su linda mujercita se comporta como una amante desinhibida y ardiente. De vez en cuando ella le mira para comprobar que le gusta lo que está viendo.

Le aparto el pelo hacia un lado para que pueda ver con todo lujo de detalle como la chupa. Intuyendo que ya no puedo más, Daniela se detiene, me da unos meneos duros con la mano.

—     Ahora creo que la medicina que necesito está en su punto— dice relamiéndose.

Se pone a cuatro patas sobre la cama ofreciéndome su vulva entre las nalgas. Con una pasión incontenible la penetro con dos vigorosas embestidas. Bombeo fuerte y seguido, haciendo que su cuerpo resulte sacudido intensamente a cada empujón.

Martín luce una nueva erección víctima del morbo que le proporciona la escena de ver a su mujer cogida por detrás con tanto ímpetu.

Ella le hace señas para que se coloque a su alcance. Le coloca sentado frente a ella, porque  asi le puede hacer una rica mamada mientras yo sigo cabalgando sobre su grupa. Instantes después me tengo que retirar súbitamente para no correrme.

A continuación, ella se coloca de forma que puede alternar las chupadas a Martín con las mías. Mientras chupa a uno mantiene al otro al borde del clímax con unos meneos divinos. Martín termina por meneársela violentamente hasta que se corre nuevamente. Daniela hace lo propio conmigo y finalmente exploto lanzando varias bocanadas de leche sobre su pecho.

Daniela recoge con mimo los residuos que quedan en mi polla. La ordeña y todavía logra recoger unas gotas más. El placer ha sido inmenso. Los dos nos dejamos caer rendidos sobre la cama y ella se va al baño andando muy pausadamente, lo que nos permite disfrutar de la visión de su cuerpo desnudo alejándose con movimientos armoniosos.

Se va satisfecha y orgullosa de haber conseguido tenernos a su merced durante largo rato y haber conseguido de nosotros una corrida espectacular. Nosotros nos sentimos felizmente derrotados y enormemente complacidos.

—    Me he puesto a cien y he disfrutado como un gorrino en el barro. Vaya tarde más cojonuda. Nunca pensé que me iba a gustar tanto… además mi mujer se ve muy contenta y satisfecha— me dice Martin muy alterado compartiendo sus sensaciones.

—    De eso se trataba ¿no?, que lo pasásemos bien, y sobre todo ella que es quien lo organiza todo— le contesto.

Acto seguido, se abre la puerta del aseo y aparece Daniela recién duchada, sin secarse el cuerpo por el que todavía corren las gotas de agua.

—    A ver, vosotros dos venid aquí a cuidar de vuestra ama. Os quiero de rodillas como dos perritos falderos a mi lado… venga venid inmediatamente— dice con voz enérgica y segura.

Nos ponemos a cuatro patas y vamos gateando hasta su lado.

—    Ya podéis empezar a lamer. Quiero que me dejéis el cuerpo sin una gota de agua.

Así lo hacemos, cada cual empieza por una pierna, desde los dedos hasta los tobillos, luego la pantorrilla y el muslo.

Me quedo por delante y le chupo las ingles, los pelitos del pubis y luego los labios vaginales. Por detrás Marín hace lo propio dándole unos buenos lametazos en las nalgas y por en medio de ellas.

—    Así me gusta… que seáis obedientes y cariñosos— dice ella mientras nosotros no dejamos de lamer todos los rincones de su cuerpo.

—    Os quiero a mi disposición y que hagáis de inmediato lo que os mande­— dice convencida de su poder sobre nosotros.

—    Descansad un rato, estoy tan perra que os espero…uno por cada agujero…mientras os recuperáis poder decidir entre vosotros quien tendrá el privilegio de follar este culo— dice al tiempo que se da varias sonoras palmadas en medio de la nalga.

Deverano.