Fantasía Extrema al Fin

Por fin pude realizar el ver mi esposa como una puta cogida por otro.

UNA FANTASIA EXTREMA

Dentro de las relaciones de pareja, algo que siempre ayuda a mantener el deseo sexual son las fantasías que ambos pueden compartir. Algunas parejas tienen la fortuna de llevarlas a cabo en la realidad y algunas se tienen que contentarse con sólo imaginarlas. Realidad o fantasía, a ustedes de juzgar

Mi esposa Ale, es un a mujer de 37 años sumamente sensual. La conocí en la universidad, donde nos hicimos novios por más de 2 años, tiempo en el cual la química hacía su efecto y pasábamos muchas ocasiones llevando nuestras caricias al límite. Varias veces en ese tiempo me hizo el amor oral hasta acabar, siempre saboreando mi semen en su boca. Nunca nos aventuramos a tener sexo por completo, por lo que perdió su virginidad física conmigo la noche de bodas. Me refiero a lo físico, porque Ale nunca ha mostrado inhibición sexual conmigo desde novios.

Tenemos más de 15 años de casados, en donde hemos hecho todo en la cama. Le encanta que nos hagamos mutuamente el amor oral hasta terminar con orgasmos increíbles. Su posición favorita es de perrito y en varias ocasiones me ha permitido cogerla por el ano. Sus nalgas son grandes y paraditas, sus senos redondos y con unos pezones que basta rozarlos para que se pongan como lanzas. Por supuesto, nunca faltan las fantasías dentro de la cama, donde para mí una de las más recurrentes es verla coger con alguien más. Ella me sigue el juego siempre, contándome las pocas sesiones calientes con algunos novios o fantaseando con desconocidos que alguna vez llamaron su atención. Sin embargo se negaba a poder llevar esto a la realidad. Sin embargo, las cosas tomaron otro rumbo.

Una noche de las que acostumbramos beber un poco y pasar una sesión de frenético sexo, sea ella tomó un poco más de costumbre o llego a un límite en el cual durante la fantasía de un trío, me pregunto si de veras aguantaría verla coger con otro y no se lo reprocharía después.

  • ¿Seguro cuando se te pase lo caliente, no me lo reprocharás y me dejarás? – me dijo

  • Por supuesto que no- le contesté – eso es lo que se me antoja mucho desde hace tiempo, y mientras lo hagas en mi presencia o me cuentes con detalle lo que ocurre, no lo vería mal ya que no me engañarías, sino me estarías complaciendo.

  • ¿De veras? – me contestó mientras yo la estaba bombeando delicioso y lamiendo sus pezones.- Lo que pasa es que no me gustaría que hubiera alguien que dijera que se anda cogiendo a tu esposa y que lo divulgara o te chantajeara.

¡Vaya!, me dije, lo que le preocupa es que se enteren, no el ponerme los cuernos. Así que ya lo estaba pensando mejor…. Así que le propuse que en algún viaje al extranjero, podríamos hacerlo con alguien desconocido y sin ningún problema de volverlo a encontrar. La sesión de sexo ese día fue increíble, tanto por la idea de que mi esposa estaba cediendo y además porque creo ella también lo disfrutaba ante mi complacencia.

Después de haber terminado ambos, la charla siguió tomando el rumbo de la fantasía y me confesó que de tanto estar hablando de ella, ya estaba deseando una verga más que la mía pero que le daba miedo de no poder parar. Así pues, que su deseo estaba llegando al límite. Le dije que me encantaría que lo hiciéramos cuando ella lo necesitara y que estaría más que de acuerdo…Eso nos volvió a poner de a cien y cogimos un par de veces más, imaginando varios escenarios de trío con sus antiguos novios o con un amigo cercano que no le desagradaba.

Finalmente, tuvimos una gran oportunidad durante un viaje a Brasil. Aprovechando un evento del trabajo, decidimos tomarnos una semana para conocer Río de Janeiro. El ambiente fue propicio ya que muy cerca de nuestro hotel, había un bar de intercambios y espectáculos eróticos que muy bien había investigado en Internet. Así en la segunda noche, fuimos a ver el espectáculo. Ella con una minifalda café, tanga de hilo dental transparente al frente y una blusa a juego semitransparente con un brassier que en conjunto dejaba entrever sus pezones. Ale aún tenía sus reservas, e incluso como que intentó echarse para atrás, pero finalmente entramos y durante una hora pasamos el tiempo bebiendo un poco y viendo el show erótico que involucraba a una pareja que lo hizo en múltiples posiciones.

Por supuesto, esto nos fue calentando, al grado que al ver que las demás parejas estaban desnudándose y acariciándose, me sacó la verga del pantalón y empezó a masturbar. Yo por mi parte le desabrochaba la blusa y le bajaba el brassier para lamer sus pezones. El ambiente estaba por demás caliente cuando percibí un muchacho, como de unos 25 años que se encontraba a un par de mesas y se estaba masturbando.

Mi esposa no se había dado cuenta, hasta que la jalé encima de mí y la penetré haciendo a un lado su tanga. Ella suspiro de lo lindo cuando se clavó en mi verga y volteo de lado fijando inmediatamente la vista en la verga del chico cercano.

El muchacho poseía una herramienta un poco más gruesa que la mía y bastante más grande, lo que creo sorprendía a mi esposa. Estuvimos cogiendo como 20 minutos mientras mi esposa pasaba de los besos a mirar fijamente lo que hacía nuestro vecino. Decidí montarla de perrito, para lo que la levanté, quité su tanga y la hinqué sobre la butaca para penetrarla ardorosamente.

Ahora su vista estaba fija en el muchacho quién también sólo veía cómo la montaba y cómo se balanceaban sus senos en el aire fuera del brassier. Entonces aproveché para preguntarle -¿te gusta? - ¡Sí! – me respondió.

Pero no hablo de mí, sino del muchacho - También de eso hablo yo – me contestó entrecortadamente.

Pero pobre, se tiene que ayudar solito, merecería ayuda

No había bien terminado la frase cuando se fue gateando por la butaca hasta el muchacho, dejándome a mí y verga erecta para llegar hasta él y tomar su verga con la mano para iniciar una mamada como ella sabe. El muchacho, primero sorprendido, cerró a continuación los ojos y se dejó llevar para acabar prácticamente un par de minutos después ante la experiencia de mi mujer. Como costumbre, se tragó todo lo que le vertió en la boca porque no vi ni una gota de líquido derramarse por los labios o el regazo del muchacho. Inmediatamente mi esposa se levantó y sin dar tiempo al ninguna reacción se sentó en el muchacho introduciéndose toda su verga de un golpe. Soltó un grito y una lágrima corrió, entre el dolor de semejante miembro pero creo combinado con el placer que sintió después porque empezó a subir y bajar lentamente acelerando al poco tiempo. Yo no pude aguantar la escena y me vine sin prácticamente tocar mi verga. Estaba sumamente excitado y con una mezcla confusa de sentimientos.

Mi esposa volteó a verme mientras derramaba mi semen en la butaca y me dijo – ¿Esto es lo que querías? – Ahora estarás contento no…- Y seguido de esto besó al chico y mientras en un par de subidas y bajadas noté que tenía un orgasmo que la hizo perder las fuerzas y dejar caer la cabeza sobre el hombro de su nuevo amante, el cual le acarició las nalgas y espalda por unos minutos. Luego mi esposa se levanto, apenas viéndolo, notándose un poco de remordimiento o pena y se acercó hacia mí, que en ese momento mi verga volvía a estar erecta al ver el orgasmo de mi esposa con un extraño. La besé diciéndole que la amaba y la deseaba, acariciando sus senos y nalgas y sentándola de nuevo sobre mi verga la cual se deslizó como mantequilla ya que había quedado bastante abierta, pero además me percaté de algo más… ¡Estaba llena de semen! El condenado había acabado a la par de ella una vez más pero llenándola completamente.

Me puse de nuevo sumamente excitado y empecé a empujar lo más que podía porque al parecer mi verga ya le quedaba grande a la vagina de Ale. Ella sólo se limitaba a gemir y decirme que le gustaba y que estaba ahí para darme todo el placer que quisiera. Terminé al poco rato, dejando mi semen junto al del nuevo amante de mi esposa.

Regresamos al hotel en silencio pero, no había más que hablar, ambos habíamos finalmente cedido a nuestra fantasía y para ambos el silencio no era por remordimientos, sino por satisfacción e inquietud de lo que podría seguir. Pasamos el resto de la semana disfrutando del paisaje y regresamos un par de noches más, donde el desconocido pudo probar a mi esposa de la misma forma que yo lo he hecho durante años. Ahora nuestra vida sexual es mejor y aprovechamos cada vez que podemos ir al extranjero para buscar un buen amante para mi esposa, sin temor a exponernos socialmente y con la confianza de que lo podemos disfrutar plenamente ambos.