Fantasía erótica con Leo Messi
Relato sobre un hipotético encuentro con uno de los mejores futbolistas del mundo: Lionel Messi. Este relato está especialmente indicado a todos esos hombres (o mujeres) que, como yo, están enamorados de este jugador del FC Barcelona, y han tenido alguna fantasía con él.
Era un día de junio. La temporada de Liga había acabado y el Barça la había ganado. Se jugaba en el Camp Nou un partido de exhibición sin importancia. El ambiente era relajado y alegre. Al terminarlo todos los jugadores nos dirigimos a los vestuarios. Aunque no en muchas ocasiones, algunas veces resultaba incómodo estar allí viendo a mis compañeros de equipo desnudos o incluso ducharme al lado de ellos, sabiendo que algunos de ellos me excitaban mucho y no quería que notaran que les miraba todo el rato el paquete así que evitaba pensar en ello. Pero aquella tarde fue diferente. Sufrí una pequeña lesión durante el partido y al final del mismo tuve que dirigirme a la infermeria antes de ir al vestuario. El fisioterapeuta del equipo me hizo una revisión durante unos minutos. Tras el chequeo me dictaminó una pequeña luxación de tobillo, pero daba igual porque las próximas dos semanas todos los jugadores tendríamos vacaciones. Tras veinte minutos en la infermeria, al llegar al vestuario casi todos los jugadores ya se estaban vistiendo, excepto Messi, que iba sin camiseta pero con los pantalones aún puestos, y estaba con su móvil, abstraído. Pasaron unos segundos mientras revisaba mi mochila con la ropa y me di cuenta que ya sólo quedaban dos jugadores más en el vestuario aparte de Leo y yo. Fue entonces cuando él guardó su móvil y empezó a desvestirse. Yo hice ver durante un momento que escribía un whatsapp con el móvil mientras lo miraba de reojo, puesto que a él no sólo consideraba el mejor futbolista del mundo, sino también el más atractivo del equipo. Normalmente no me fijaba en los cuerpos de ninguno de los demás compañeros excepto con Jordi Alba y Ter Stegen, ocasionalmente. Tras quitarse los pantalones se puso depié y se quitó los calzoncillos de espaldas a mí. Entonces vi su rígido y hermoso culo mientras caminaba hacia las duchas. Yo entonces me desnudé también y cuando me dirigí hacia las duchas los últimos jugadores que se estaban acabando de cambiar terminaron y se fueron. Bajo el agua me empecé a enjabonar y tras unos segundos de silencio, él entabló conversación conmigo preguntándome dónde iría durante esas vacaciones. Luego comentamos lo divertido que fue ese partido. La ducha bajo la cual me encontraba estaba algo alejada de la suya, así que durante unos segundos fingí que el agua no salía con buena temperatura y que no funcionaba bien para cambiarme a una ducha que estuviera más cercana a la suya. Quería poder estar cerca de ese cuerpo tan perfecto y musculado. Me puse bajo la ducha que había a su lado. Seguimos hablando un poco más. Mientras lo hacíamos, noté que de vez en cuando él se iba frotando con la mano sus genitales para enjabonárselos también. Aunque él siempre ha sido una persona tímida, parece ser que yo aún lo soy aún más, y eso le hizo ganar una gran confianza conmigo. Tras unos segundos de silencio él empezó a masturbarse. Cuando me di cuenta, yo reí con cierta timidez y nervios:
- Jejeje... ¿te vas a hacer una paja aquí?
Él con naturalidad, me dijo que lo hacía de vez en cuando, aunque habitualmente antes de los partidos, para rebajar la tensión. Yo intenté no mirar su paquete para que no sospechara de mi sexualidad. Pero mi erección en ese punto ya era inevitable, así que yo también empecé a pajearme. La situación ahora se volvió más relajada y cercana entre nosotros.
- La tenés grande, ¿eh? -me dijo Leo entre risas con su voz tímida y en un tono bajo.
- Jajaja qué va… tu la tienes mucho más grande. Yo al no tenerla circumcidada parece mucho más pequeña -le respondí yo.
Él sonrió y en silencio, los dos seguimos dándole al asunto. De repente, oímos el ruido de alguien que abría la puerta del vestuario. Era algún trabajador del estadio que debió pensar que ya no quedaba nadie ahí. Dejamos de masturbarnos y nos pusimos de espalda a él. Él se asomó un momento al rincón donde se hallaban las duchas y al vernos se marchó, supongo que para volver luego cuando ya nos hubiéramos marchado. Esto nos cortó el rollo. Leo parecía seguir tocándose los genitales con discreción y pero con la mirada ya más abstraída y atento a que no viniera nadie más.
- Mejor me termino de hacer la paja en casa, con más comodidad y discreción jajaja -dijo él con su típico acento argentino.
Entonces me invitó a ir a tomar algo a su casa, si me apetecía. Yo acepté encantado. Salimos de la ducha y nos vestimos. Al acabar, lo seguí hasta el párking del estadio, donde tenía su lujoso coche. Él me dijo que vivía en Castelldefels, algo que yo ya sabía de antemano. Durante el coche hablamos de forma distendida y yo terminé de ganar confianza con él. Tras unos veinte minutos de trayecto llegamos a la lujosa y privada urbanización al norte de Castelldefels, a las afueras de Barcelona pero bastante cerca, en la que se encontraba su casa. Para poder entrar en la zona se necesitaba identificación, era una de esas urbanizaciones en las que todos los inquilinos eran famosos y otra gente con mucha, mucha pasta. Durante todo el trayecto en coche me encontraba tremendamente nervioso, temiendo que nadie me viera allí aunque la situación era totalmente normal. Además, mientras hablaba con él con naturalidad, en mi cabeza no paraba de preguntarme qué iba a pasar al llegar a su casa. ¡Estaba a punto de hacerme una paja en la casa del mejor futbolista del mundo! ¿Y si Leo había querido insinuar algo más con aquella invitación? Una vez entramos en la urbanización mis nervios se rebajaron bastante.
- Mi mujer y mi hijo están allá en Argentina, en Rosario. No habrá nadie en casa así que puedes terminar la paja allí si quieres -dijo riéndose.
Yo sólo me reí sin aceptar o rechazar la sugerencia ya que no tenía claro al 100% si lo decía en broma o no. Y por supuesto no quería decir que sí para que luego resultaba que lo dijera en coña y yo quedaría mal. Por fin llegamos a su casa y eran sobre las 5 de la tarde. Metió el coche dentro de su garaje. Su casa era grande y su jardín aún más. Tenía una piscina y vistas hacia Castelldefels y el mar. El único que nos recibió fue su pequeño perro, muy cariñoso y animado. El resto de la casa estaba en completo silencio. Fuimos al salón y me invitó a sentarme al sofá mientras me traía algo de beber. Charlamos durante unos minutos y luego me preguntó si quería que nos terminaramos de hacer la paja ahí con tranquilidad.
- Ah… bueno, sí… vale -le dije con gran timidez.
Se levantó y se fue a buscar el portátil para poner algo de porno. Yo me quedé ahí solo durante unos segundos, y no dudé en empezar a quitarme toda la ropa. Me quité la camiseta, los pantalones, los calzoncillos e incluso los calcetines. Él llegó y se rió al verme desnudo del todo, como alegre de ver como por fin yo tenía mucha más confianza que antes. Se sentó a mi lado y puso el ordenador encima de la mesa. Buscó algún vídeo porno por Internet durante unos minutos, que fueron algo incómodos ya que yo ya estaba completamente en pelotas mientras él aún seguía vestido. Pero cuando por fin puso un vídeo en el portátil se empezó a quitar la ropa. Yo hacía ver que me iba masturbando pero en realidad no quería ya que sabía que me correría muy rápido y además quería esperar a verlo a él desnudo o esperar a verlo correrse para luego hacerlo yo. Lo primero que Messi se quitó fue la camiseta. La tiró por el suelo bien lejos, y luego hizo lo mismo cuando se quitó los pantalones. Al verme como yo me había desnudado por completo él decidió hacer lo mismo, solo que dejándose los calcetines puestos. Una vez se deshizo de la ropa, movió el portátil para que yo viera mejor y él se acercó un poco más hacia mi lado del sofá hasta quedarse justo pegado a mi derecha. Nuestros cuerpos estaban casi tocándose, y él estaba a solo un palmo de distancia. Ahora realmente podía mirar de reojo mejor su polla ya que la tenía al lado de la mía. Estuvimos así unos minutos pero él parecía limitarse a lo suyo. Yo miré varias veces de reojo su polla hasta que por el calentón que yo tenía, gané algo de iniciativa:
- Uff… la tienes muy grande, ¿eh? Jejeje -le dije yo esta vez mirando totalmente de forma directa hacia su polla.
Él se rió y dejó de mirar el ordenador para observar su pene, completamente erecto. Luego vió como yo le observaba indiscretamente y supongo que en ese momento vio claramente cuáles eran mis deseos.
- Podés tocarla si querés -dijo Leo.
En ese momento mi felicidad era máxima. Lionel Messi, de quien yo había estado enamorado desde 2012, cuando con apenas 16 años ya me pajeaba mirando fotos suyas. El corazón me empezó a latir con rapidez mientras con mi mano derecha empecé a tocarle la polla y a masturbarlo. Él apartó sus dos manos como dándome completo permiso para que le siguiera haciendo yo la paja durante un rato. Entonces yo, mientras le pajeaba con la mano derecha, con la izquierda le empecé a tocar los genitales. Le estuve rascando los testículos con suavidad durante casi un minuto. Pero eso no era suficiente para mí, yo quería más, así que entonces, sin pedirle permiso ni decir nada, recosté mi cabeza hasta su polla y se la empecé a chupar. Apenas cinco segundos después, él me detuvo.
- Espera… -dijo.
Yo tenía miedo de haber podido meter la pata confundiendo sus intenciones de buen rollo y confianza sexual con algo mucho más serio. Pero me alivié mucho cuando oí el resto de la frase:
- Espera un momento… vamos mejor al dormitorio.
Al ver mis ganas que tenía de comerle la polla se dio cuenta que el vídeo porno que había puesto en el PC era lo último que a mí me apetecía ver en ese momento. Así que se levantó y me acompañó hasta su habitación. Los dos entramos y él cerró la puerta. El perro nos siguió y se metió en el cuarto. Leo le dijo que saliera de la habitación pero yo le dije que lo dejara dentro, que de todos modos ya que de todos modos no iba a estorbarnos. Yo entonces me quedé depié y esperé a que Leo fuera el primero en estirarse en la cama, para ver qué es lo que quería hacer. Una vez se estiró yo me abalancé hacia él y nos empezamos a besar. Mientras lo hacíamos él con sus dos manos me iba acariciando la espalda y el culo mientras que yo le acariciaba el pelo y la barbilla. Noté como su lengua se movía dentro de mi boca. Y así estuvimos varios minutos. Luego le empecé a besar en el cuello mientras él sonreía con dulzura. Luego fui bajando mi lengua recorriendo su musculado torso y lamiendo sus pezones durante unos segundos. Luego seguí bajando para acariciar y besar sus marcados abdominales, y luego seguí bajando muy despacio hasta llegar a su enorme polla. Prefería que hubiera sido más pequeña para habérmela podido meter toda entera en la boca, ya que cuando se la chupé al Esteban (el hombre con quien había tenido mi primera experiencia sexual cuando yo tenía 17 años) apenas pude meterme la mitad de su polla en la boca. Así que esta vez estaba dispuesto a intentar metérmela en la boca lo más que pudiera. Se la empecé a chupar hasta alrededor de los dos tercios, mientras sujetaba con mi mano el tercio restante que no cabía dentro de mi boca.
- Oh… sí… -iba diciendo Leo en voz baja y con los ojos cerrados.
Yo se la estuve chupando durante un par de minutos con intensidad. Luego me metí también sus huevos en la boca. Luego se los lamí rápidamente. Quería que aquello durara eternamente pero sabía que tampoco teníamos todo el tiempo del mundo y que Leo seguramente me interrumpiría en unos pocos segundos para cambiar de paso y seguir adelante. Así que paré de comerle los huevos y volví a chuparle la polla durante unos pocos segundos más hasta que me la saqué de la boca y con mi lengua seguí bajando por su cuerpo. Le fui lamiendo una de sus piernas (completamente depilada ya que es futbolista y todos las tienen así). Llegué hasta su rodilla y seguí bajando hasta llegar a uno de sus pies. Aún llevaba puestos los calcetines. Se los quité y empecé a masajearle los pies a la par que los besaba con los labios. Especialmente lo hice con su pie izquierdo, ya que sabía que es zurdo y que esa era la pierna que casi siempre había utilizado para chutar. Y ahí lo tenía, enfrente mío. El pie con el que había marcado tantos históricos goles para el Barça. El pie del mejor futbolista del planeta, de mi ídolo. Empecé a lamerle con la lengua los dedos del pie y a metérmelos en la boca. Tras un minuto y medio así él me detuvo y me hizo cambiar de posición. Yo entonces me estiré y fue él quien ahora empezó a chuparme la polla. Pero a mí me resultaba incómodo cuando me la chupaba ya que yo no tengo el pene circumcidado, así que le dije que mejor me lamiera los huevos. Entonces sentí su lengua recorriendo mis genitales. Mientras lo hacía yo le sujetaba la cabeza para que no parara de lamérmelos hasta que me los dejó bien húmedos. Entonces levanté las dos piernas y él me empezó a lamer también entre los cachetes del culo. Yo entonces me cambié de posición y me puse boca abajo pero con el culo en pompa para que pudiera lamerme el ano mejor. Le dije que me escupiera también. Él aceptó y mientras separaba mis dos nalgas para abrirme un poco el culo, lanzó un escupitajo dentro. Yo lo sentí y me estremecí de placer. Entonces, al volver a cerrar mi culo juntando mis dos nalgas, sentí toda la humedad de la saliva que Messi había dejado en mi ano. Él me empezó a masajear con un par de dedos la zona del ano y entonces me hizo ponerme a cuatro patas. Noté como él me la empezó a meter y sentí un dolor tremendo, ya que solamente me habían follado una vez, fue el hombre que he mencionado antes, Esteban, y la experiencia fue mala y me dolió mucho. Así que le dije que si podía traer aceite de la cocina, ya que lo podríamos usar como lubricante para pudiera metérmela sin que me doliera tanto. Él lo comprendió perfectamente y se fue a la cocina. En ese momento yo dudé en si esconder mi móvil en algún lugar de la habitación para poder grabarlo todo con la cámara. Pero en el minuto y medio que tardaría Messi en ir y volver de la cocina con el aceite, yo sabía que no iba a tener tiempo para encontrar un lugar donde poner el móvil, y también tenía miedo de que lo descubriera y se enfadara mucho conmigo. Además, tanto el móvil de Leo como el mío estaban en el comedor de la casa, junto con el resto de nuestra ropa. Mientras esperaba a que él volviera, estuve un minuto ahí solo, estirado en la cama, completamente desnudo, excitado a la vez que tremendamente nervioso, pensando en lo que estaba viviendo en lo que seguramente iba a ser recordado como el mejor día de toda mi vida. No podía creer que estaba a punto de ser follado por el mejor futbolista del mundo, mi ídolo. Desde finales de 2011, cuando tenía 16 años, me empecé a masturbar mirando fotos de Lionel Messi. En algún momento incluso descargué de Internet un par de fotos en las que él salía sin camiseta, con su musculado torso al aire, y las imprimí en una hoja para poder llevármela al baño cuando quisiera hacerme una paja mirándola. Mientras recordaba esos momentos de años atrás con nostalgia, Messi volvió con una aceitera, una pequeña botella de cristal para poner el aceite de oliva similar a las de los restaurantes. Con una sonrisa y sin mediar palabra, se subió a la cama y yo volví a ponerme a cuatro patas poniendo el culo en pompa para que me lo abriera con su polla. Estaba nervioso por el dolor que podría causarme, pero a la vez al ser yo bastante sadomasoquista, eso me excitaba aún más. Messi vertió algo de aceite en su mano y luego frotó con la mano su pene. Yo tenía la cabeza girada incómodamente hacia atrás para poder ver lo que estaba haciendo. Mi corazón latía desbocado. Luego volví la cabeza hacia delante. Noté como un chorrito de algo húmedo estaba siendo vertido en mi ano. Luego noté que con su mano me iba frotando el culo, mientras que comenzó a meterme un par de dedos por el culo para que quedara impregnado por completo de aceite. Luego dejó la aceitera encima de la mesita y se dispuso a penetrarme con lentitud. Yo le iba advirtiendo repetidamente que fuera muy despacio en todo momento. Noté algo de dolor que incrementó cuando terminó de metérmela por completo. No se puso preservativo, así que lo hacía a pelo. A mí me daba por completo igual en aquel momento. Además imaginaba que él era sano, ya que es un deportista profesional y está obligado a hacerse análisis de sangre contínuamente, por lo tanto estaba convencido que no tenía ninguna enfermedad ni nada. Cuando hubo terminado de metérmela, me preguntó qué tal lo llevaba. Yo intenté camuflar la incomodidad con un discreto “bien, por ahora bien…”. Por suerte, noté al momento que gracias al aceite, el dolor no era ni comparable al que sentí cuando me folló Esteban años atrás. En aquella ocasión, al estar en plena calle no disponíamos de recursos, así que Esteban escupió en su mano y con su saliva humedeció un poco mi ano, pero no sirvió y apenas aguanté durante 30 segundos. El aceite, esta vez, parecía ejercer de excelente lubricante, y tras medio minuto parecía que podría sobrellevar el dolor durante un buen rato. Leo la metía y la sacaba a paso lento y de forma suave. Yo estaba de espaldas a él y con la cabeza agachada y recostada en la cama. Él tenía sus dos manos en mi cintura y sentía su polla entrar y salir dentro de mi culo. Tras un minuto aceleró un poco el ritmo y me penetró con más rapidez. Yo podía agachar la cabeza y ver su polla entre mis piernas, y mientras me la metía le iba tocando los genitales. Pero tras dos minutos así y viendo que él no cambiaba de posición, le detuve (necesitaba también una pequeña pausa para aliviarme un poco del dolor). Me puse bocarriba y él con sus dos manos me abrió las piernas. Las tiré hacia arriba para tener el culo bien abierto para él. Esa posición me gustaba un poco más ya que quería tener a Messi de frente y poder ver su cara de placer mientras me follaba. Esta posición de todos modos, resultó ser un pelín más dolorosa durante la penetración, pero yo lo resistí ya que él parecía estar disfrutando. Leo me empezó a follar. Pero yo quería poder besarlo mientras me la metía, así que le pedí que se acercara más a mí. Mientras me follaba yo iba acariciando todo su cuerpo hasta donde mis brazos me permitían llegar. Por suerte podía llegar hasta su culo, así que mientras Leo iba jadeando yo le agarraba con fuerza las nalgas y las iba tocando todo el rato. Luego le agarré la cabeza y la acerqué a mí para besarlo. Estuvimos en esta misma posición durante unos cuatro o cinco minutos más, en los que intentaba aguantar el dolor y la incomodidad, mientras su cuerpo estaba cada vez más sudado. Mientras él me penetraba, se me ocurrió coger el aceite para verter un buen chorro encima mío y luego otro en mis manos. Luego le empecé a masajear a tocar por todo el cuerpo frontal hasta dejarlo reluciente. Fui empapando en aceite su cuerpo y el mío hasta que él estuvo a punto de correrse. Sólo había podido aguantar unos cinco minutos. Entonces sacó de repente su polla y mientras se pajeaba con la mano me lo dijo:
- Ya me vengo...
Lo dijo justo dos segundos antes de correrse, así que no me dio apenas tiempo y mientras empezaba a eyacular sobre mi torso, acerqué mi cabeza con rapidez a su polla para que el semen cayera sobre mi cara y mi boca. Su leche cayó sobre mi pecho y sobre mis mejillas y mis labios. Varias gotas mojaron también los cristales de mis gafas de ver, que había llevado puestas durante todo aquel rato. Messi estremeció de placer mientras sacudía su rabo para que cayeran las últimas gotas de semen sobre mi cara. Yo entonces le agarré con una mano la polla y empecé a lamer el glande. Noté un sabor dulce cuando empecé a chupársela. Le hice un par de mamadas. Me encantaba el sabor, y yo quería beberme más leche de Leo, así que me pasé la mano por mis mejillas, que habían quedado completamente salpicadas de gotas de su leche, y me metí la mano en la boca para saborearla. Leo al ver esto, sonrió de forma dulce, y me limpió con la mano el resto de semen que tenía por la cara y luego me metió su mano en la boca. Luego hizo lo mismo con las gotas que habían caído sobre mi pecho. Entonces agarré la cabeza de Leo por la nuca para acercar sus labios a los míos y besarlo. Él se reposó con todo su cuerpo encima mío y mientras le besaba de forma apasionada, noté que estaba completamente sudado por el calor que hacía más el que había pasado mientras me follaba. Yo abracé su cuerpo empapado en sudor y le sobé con las manos las nalgas de su culo, que era bastante duro, firme y rígido. Ese beso fue el más largo y apasionado. De vez en cuando él también besaba el cuello, lo que me hacía muchas cosquillas y a mí me encantaba. Cuando ya llevábamos un minuto así, él se detuvo un momento.
- ¿No te corres? -preguntó Leo.
- Ah… sí, claro. Ahora me correré -dije yo, más interesado en besarlo.
Entonces seguimos besándonos durante veinte segundos más, mientras yo esta vez me iba pajeando. Pero de lo caliente que estaba me bastaron cinco segundos para eyacular. No dejé de besar los labios de Leo en ningún momento, ni siquiera mientras me corría. Justo al terminar de eyacular ya por fin dejé de besarlo y al ver mi barriga llena de semen, él me limpió con la mano y probó un poco de mi leche. Luego cogió un poco más y me puso la mano en la boca para que me lo tragara, pero yo al haber eyaculado ya no tenía nada de calentón encima, así que le dije cariñosamente a Leo que la única leche que me gustaba era la suya. Él sonrió y me besó cinco segundos más y seguidamente se marchó al baño para traerme una toalla para limpiarme, me la dio y se fue al salón. Yo me incorporé y me senté a un lado de la cama y me empecé a secar con la toalla y luego me quedé unos segundos ahí desnudo como haciendo algo de tiempo para ver si Messi volvía. Mientras estaba acariciando a su pequeño perro, él llegó ya vestido con un pijama a la habitación y se quedó mirando como jugaba con su perro.
- Jajaja, es bastante cariñoso -dijo Leo.
- Sí, es muy cariñoso -dije entre risas.
Él se acercó y empezó a acariciarlo también y me contó sobre algunas trastadas que el perro hacía en casa.
- Bueno… voy a vestirme -dije finalmente yo.
- ¿Quieres ducharte?
- Ah… pues sí, mejor -le dije.
- Luego de ducharme los dos estuvimos charlando en el porche, en el jardín, ya otra vez como amigos casuales. No volvimos a comentar nada más de lo que había pasado allí en la cama aquel día. Los dos parecíamos muy satisfechos de haber tenido aquel encuentro, pero también ambos queríamos guardarlo totalmente en secreto. Hacia el final de la tarde, Leo me llevó de vuelta a mi casa en su coche. Me dejó enfrente de mi edificio, en el centro de Barcelona, y antes de despedirse de mí, me hizo una única referencia a aquello:
- Emmmm… mejor guarda esto en secreto, no le cuentas a nadie, ¿no?
- No, ¡claro que no! Yo también quiero que sea nuestro secreto –le dije yo.
- Vale, bueno… ¡ya nos vemos! –dijo él, mientras nos dábamos un choque de manos.