Fantasía en el trabajo
Una buena amiga visita mi despacho y, estando el edificio vacio nos dejamos llevar... pero cuidado que nos pueden descubrir.
Fantasía en el trabajo
Quizás estuviese el último y al final del pasillo, pero era mi despacho, donde pasaba horas entre mis carteles, dibujos, textos… Un despacho que decoré a mi gusto y en el que la mayoría de las veces, a consecuencia de todo el trabajo que tenía, me quedaba hasta muy tarde. Suerte que tenía alguien que venia a visitarme alguna vez a la hora de salir del curro.
Aquel día tuve tanto que hacer que no me di cuenta de que todo el mundo se había ido a casa. Todas las luces del centro estaban apagadas menos la de mi “guarida de trabajo”, con mi ordenador, mi estantería de madera llena de libros, algún que otro comic para distraerme… y también una mesa de madera de color claro, verdaderamente grande y vacía. Al fin y al cabo no necesitaba más que un ordenador y mi bloc de dibujo para trabajar.
Mientras corregía un texto del libro que estaba terminando de maquetar y me peleaba con la impresora, que se negaba a sacar unas pruebas de color, en color. Escuche pasos de alguien en el pasillo cada vez más cerca de la puerta y que, cuando llego a su altura, llamó. Era Bea, apareciendo tras la puerta después de escuchar mí – adelante, pasa – y alegrándome el día con su presencia y sobretodo con su sonrisa. Llegó justo a tiempo de que terminara mi trabajo y me dijo que una compañera le había dado las llaves para que me las trajera. Con ellas debía cerrar la puerta del centro al salir, apagar todos los interruptores de la luz… En fin, lo típico.
Mientras recogía mis cosas hablamos un poco, y no pude evitar mirarla con cierto deseo cuando pude salir de mi mundo de trabajo y me concentre en pequeños detalles como sus labios, su pelo o… su escote. El caso es que mientras recogía, la invite a sentarse en mi silla, y al terminar, yo me senté sobre la mesa justo en frente de ella, por lo que tuvimos un momento en que estábamos relativamente cerca uno delante del otro. Se hizo un silencio. La mire mientras, sin darme cuenta, me mordía mi propio labio inferior y lleve mi mirada desde sus ojos a su boca. Cuando pareció darse cuenta se le escapó una sonrisa. Yo la correspondí de la misma manera, pero añadiendo caricias en su pelo y en sus mejillas. En aquel instante, a pesar de que hacia solo 2 minutos que le había dicho – Bueno, nos vamos a ir ya – empecé a plantearme la idea de quedarme solo un poco más en el despacho, a solas con ella.
En un primer momento solo pensé en que nos quedásemos el tiempo justo para besarla, pero entonces me acerque despacio a sus labios, con los míos húmedos por haber estado mordiéndomelos y, mientras colocaba mi mano en su mejilla, empecé a comérmelos muy despacio. De repente quise quedarme a solas con ella mucho más tiempo. La besé un poco más, casi solo rozando su boca, con pequeños piquitos, y ella se empezaba a levantar de la silla para colocarse más cerca de mí, que aun seguía sentado en la mesa. Poco a poco los besos se hicieron mas profundos, mas húmedos, mas intensos; con mis manos acariciando su cintura o sus costados, incluso sus muslos, empecé a saborear cada milímetro de su labio superior, cogiéndolo con mi boca y tirando de el despacio, como chupándolo hasta perder el contacto con el, momento en el que haría lo mismo con su labio inferior. Así continué, una y otra vez, de forma suave pero intensa, y solo hasta que mi mente me recordara que si inclinaba un poco la cabeza y cerraba los ojos podría sentir sus dos labios a la vez deslizándose sobre los míos, rozándonos de forma suave y deliciosa antes de dejar que mi lengua se metiera en su boca en busca de las mas eróticas caricias que pudiera realizar dentro de ella. Empecé a enredar mi lengua con la suya en cada beso, a lamerla y rozarla mientras me recreaba en chupar sus labios de forma intensa. En aquel momento mis manos, que la acariciaban por encima de su ropa, empezaron a buscar la forma de que pudiera sentir su piel en mis dedos. Con caricias en la cintura y la parte baja de la espalda, empecé a provocarla mientras cogía su lengua y la dejaba resbalar entre mis labios, hasta llegar a la punta, momento en el que absorbía un poco. Buscaba con mis dedos el roce de su piel, incitándola con caricias al mismo tiempo que mi boca continuaban la exploración de la suya y pasaba luego a perderse por su cuello. Me tome mi tiempo para disfrutar esa zona dándole mordiscos suaves y largas pasadas de lengua, trepando casi desde su escote hasta su barbilla y moviéndome por ambos lados de su cuello hasta llegar a su nuca. Según me movía ella levantaba la cabeza para dejarme hacer y nuestros cuerpos ya estaban muy pegados. Tanto que supe enseguida que estaba notando como mi respiración se aceleró y mi sexo empezaba a crecer y endurecerse bajo mi ropa, dejándose notar contra ella cada vez más mientras la acariciaba sin dejar de estimular cada milímetro de su cuello en busca de que suspirara de placer.
A la vez que la besaba un poco más y enfrentaba mi lengua a la suya en un riquísimo combate dentro de nuestras bocas, fui subiendo mis manos bajo su camiseta hacia su pecho. Así con ambas manos aparté como pude su sujetador y empecé a acariciarla cogiendo sus pechos y masajeándolos, rozando sus pezones con las yemas de mis dedos, pellizcándolos con suavidad pero tratando de endurecerlos y hacerlos mas sensibles. Disfrutaba muchísimo el tacto de su busto y me excitaba de una manera que me costaba contener. Sentir como podía rodearlos con mis manos y moverlos un poco me hacia respirar casi jadeando, siempre sin dejar de besar sus labios, aunque… mi boca sentía que la llamaban cuando podía sentir aquellos pezones.
Fui perdiendo el control por momentos, así que ayude a Bea a sentarse en la mesa y separe un poco sus piernas para meterme entre medias y que notara mi erección justo a la altura de su sexo y después, le levante la camiseta un poco ansioso, para poder ver sus pechos por fin y disfrutar del placer de llevarlos a mi boca y probarlos, empezando por el pezón derecho, con lametoncitos, besos, caricias circulares de mi lengua o suaves y húmedos mordisquitos que lo impregnaban de saliva muy caliente. Cuando fui a pasar al lado izquierdo me entretuve un poco besando su escote y acariciando su trasero con mi mano derecha bajo su pantalón y su ropa interior. En el momento en que pude mirarla a los ojos mientras mi lengua perfilaba la aureola de su pezón note como mi pantalón me apretaba demasiado y quise liberar algo de tensión desabrochándome el botón y bajando la cremallera. Creo que ella pudo echar un pequeño vistazo y tal vez sintiera algo, no lo se… Pero si sabia una manera que seguro la haría sentir placer y que mi cuerpo me pedía.
Bajé, agachándome lo justo para dejar mi cabeza a la altura de su sexo y mirándola desde aquella “posición privilegiada” acaricie la cara interna de sus muslos con mis manos, haciéndome esperar, bajando y subiendo luego hasta el botón de su pantalón para desabrocharlo, abriendo luego la cremallera despacito, incluso fingiendo torpeza, hasta que por fin tuve acceso a darle las mejores caricias de mis dedos por debajo de su ropa. Para sentirme mas cómodo baje un poco más su pantalón, para lo que tuvo que ayudarme, y luego me centré en pasar mi dedo por todo su sexo con la presión justa para que me notara a pesar de que aun lo cubría su ropa interior. Me mordía el labio y suspiraba muy excitado según notaba en la yema de mi dedo como la humedad traspasaba la tela y me mojaba, y no tarde en añadir algún dedito más al juego. Los deslizaba sobre los labios de su fuente de placer, siguiendo su contorno, y me paraba en su clítoris para masajearlo mientras observaba su cara y trataba de averiguar el ritmo a través de su respiración. Le pedí que se pusiera de pie solo un segundo para que pudiera librarme de su ropa interior, dejándola caer por sus muslos ayudada de las caricias de mis manos y, lanzándole un lametoncito muy húmedo por sorpresa a su clítoris que lo dejo goteando un poquito de saliva que recogí luego con mi lengua. La hice sentarse otra vez y separe un poco más sus piernas para poder dedicar todo mi esfuerzo a comérmela. Abrí un poco su sexo usando los dedos de mi mano derecha que resbalaban un poco por la humedad y metí mi lengua otra vez en busca de su clítoris.
Quería más, mas saliva de mi boca en su clítoris, más besos, más sabor de ella en mi boca y mas caricias de mi lengua de todas las formas que se me pudieran ocurrir. Recreándome, usando la punta o dejando patinar toda la superficie de mi lengua plana, tratando de excitarla con el sonido de mi boca succionando su clítoris o mis dedos frotándose con el, dejando mi lengua libre para introducirla en su interior, lamiéndola por dentro como si rebañara un tarro de miel apunto de terminarse…
Llegado un momento estuve jugando con mis dedos en su interior. Metiendo uno, moviéndolo un poco y luego metiendo dos juntos. Los giraba, impregnándolos de sus jugos, desplazándolos dentro y fuera de ella que ya hundía mi cabeza entre sus muslos y me acariciaba el pelo mientras me pedía que no parara de comerme su sexo. Yo estaba encantado de seguir sintiendo ese aroma y ese sabor en la boca que me ponía a mil.
Pare un momento de saborearla, y mientras me relamía, le pedí que apagara la luz por que estaba claro que nos íbamos a quedar en el despacho mucho mas tiempo y era mejor que pensaran que no había nadie. Ella extendió su mano y apago la luz, creo que algo excitada de sentir que podían pillarnos y nos quedamos completamente a oscuras. Aproveche que no veía nada para jugar un poco a provocarla. Me puse de pie y me acerque a su oído para empezar a decirle como la deseaba. Acariciaba su clítoris con mis dedos y masajeaba uno de sus pechos mientras le comentaba las ganas que tenia de que me sintiera muy dentro de ella. Le besaba el cuello y me comía sus labios y su lengua.
En la oscuridad ella no sabía muy bien sobre que parte de su cuerpo iba a posar mis labios así que a veces la sorprendía con lametones, mordiscos suaves o besos. Me puse de pie y me baje el pantalón y la ropa interior para luego coger mi sexo y usarlo para acariciar con la punta todo su sexo, parándome para rozar su clítoris y darle suaves golpecitos o caricias. En ese momento, algo nos sobresaltó.
Apareció una luz por debajo de la puerta que parecía muy lejana, así que juntos, sin vestirnos nos fuimos hacia la puerta y allí empuje a Bea, despacio pero firmemente contra la única entrada al despacho, para que si alguien empujara la puerta se encontrara nuestra oposición y no pudiera entrar. No pude contener las ganas que tenia de meter mi miembro dentro de su ella y que sintiera la punta hinchada abrirse camino y luego todo el tronco llenándola, así que simplemente le tape la boca un momento para que no respirara muy fuerte y, estando los dos de pie apoyados contra la puerta, la introduje milímetro a milímetro hasta que no pude más y quede satisfecho de notar como los labios de su sexo me envolvían. La deje dentro y permanecimos quietos mientras oíamos unos pasos acercarse hacia la puerta. Cada vez estaban mas cerca, y según se acercaba esa persona misteriosa note como Bea me apretaba un poco más y empezaba a ponerse nerviosa. La acaricie y le hice un gesto de silencio con el dedo en mis labios para tranquilizarla y posteriormente empuje con mis caderas un poco mas fuerte para que me sintiera mas dentro y con la segunda intención de que juntos sostuviéramos la puerta. Tras unos instantes de oír los pasos cada vez mas cerca, alguien llamo dos veces y trato de girar el pomo, pero al encontrarse que la puerta no podía abrirse pensó que estaría cerrada y que ya me había marchado, por lo que enseguida los pasos se oyeron alejarse y pude quitarle la mano de la boca a Bea y pedirle perdón por acorralarla contra la puerta.
Baje mi mano hacia su sexo mientras comencé a besar su cuello otra vez y acaricie su clítoris mientras aun me encontraba dentro de ella. Así, con mis dedos proporcionándole todo tipo de caricias y mimos se fue relajando poco a poco y pude mover mis caderas para sacar todo mi sexo de su interior lentamente y volverlo a meter dejando que sintiera como se introducía poquito a poco. Comenzamos a respirar acelerados mientras jugaba a entrar y salir de ella, pero aun tomándomelo con calma.
Encendí la luz y le dije que fuéramos hasta la mesa para no tenerla contra la puerta más tiempo. Cuando caminó semidesnuda hacia la mesa yo fui detrás de ella, abrazándola y acariciando todo su cuerpo y en el momento en que estábamos cerca, rodee sus pechos con mis manos desde atrás y mordí muy despacito y suavemente su nuca, bajando luego con mi lengua por su columna para hacer que se inclinara y apoyara las manos en la tabla de la mesa. Era un momento muy deseado por mi, cuando solo tuve que sujetar mi miembro con mi mano y dirigirlo hacia la entrada de su sexo, mover las caderas empujando y meterlo hasta que sintiera mis huevos y mi cuerpo chocar, luego sujetarla por la cintura y embestirla firme pero aun lentamente, de manera que su pecho y su cuerpo se moviera, e incluso la mesa.
Seguí metiéndola todo lo profundamente que pude y acelerándome un poco más cada vez que la sacaba y volvía a dársela, mientras acariciaba su clítoris con mis dedos, o a veces también su trasero o sus pechos. Poco a poco me fui poniendo malísimo, por lo que le levante un poco una pierna para ayudarle a subir la rodilla a la mesa y empecé a esforzarme por llenarla con todo mi sexo, ahora extremadamente caliente, con más fuerza, haciendo que sus pezones rozaran contra la mesa cada vez que ella se movía con mis embestidas.
Paré para hacer una pequeña pausa y pedirle que se girara y me besara un poco. Era la pausa del cariño, para besarnos, acariciarnos, relajarnos unos segundos antes de seguir disfrutando el uno del otro. En este momento pude decirle como me encantaba sentirla e incluso pude bajar un pequeño instante para darle unas pasaditas con mi lengua a su clítoris ya muy húmedo, y como siempre lo disfruto, recreándome y saboreando cada encuentro que podía tener mi boca con su sexo. Prácticamente se me caía la baba de lamerla pretendiendo conseguir que estuviera aun más mojada.
Finalmente la ayude a sentarse en la mesa, incluso pudo tumbarse dejando sus piernas colgando. Me coloque entre sus piernas y fingí ser muy torpe para hacerme desear rozando cerca de su sexo sin acertar a meterla dentro, solo para que ella la cogiera con su mano y la colocara en el lugar correcto. Me encanto sentir sus dedos cogerla y sujetarla firmemente para decirme lo que quería, por eso no quise hacerla esperar más y empuje mi capullo caliente, enrojecido e hinchado hasta que pudo sentirlo dentro.
Empecé a buscar diferentes ángulos para penetrarla, moviendo mis caderas, tratando de que la punta suave de mi sexo la acariciara toda por centro, a moverme dentro y fuera de ella, unas veces más rápido y sin meterla mucho y otras mas despacio dejándosela sentir hasta el fondo, acercándome a sus pezones para lamerlos mientras no paraba de moverme y dejarle notar todo, llenándola hasta el final. Como me gustaba aquello… Tanto que no tarde mucho en notar que algunos chorros de leche caliente esperaban para salir del interior de mi cuerpo y posarse sobre la piel de mi deseada amante. Aguantándome aun un poco más, comencé el interrogatorio, entre susurros y en el oído de Bea, para preguntarle donde quería que me corriera, pero ella lo dejó a mi elección y yo escogí su escote, entre aquellos pechos que tantísimo me excitaban. Sin embargo, aun me faltaba un poco más de disfrutar de cómo su sexo me envolvía con sus labios húmedos y resbaladizos.
Empezaba a estar algo cansado y le sugerí que se colocara encima de mí para que pudiera correrse al ritmo que ella marcara. Me senté en la silla y empuje dos de mis dedos hasta el fondo de Bea para incitarla y que ella sola se deslizara mi sexo entero dentro suyo cuando dejara de estimularla con mi mano. Se puso sobre mí, ofreciéndome sus pezones para que los metiera en mi boca y empezó a moverse. Yo chupaba mientras sentía como la llenaba una y otra vez cuando se dejaba caer, metiéndosela toda, ardiendo de lo cálida que estaba. Tenia espasmos y me aguantaba las ganas, lo que hacia que la punta se hinchara aun más y se volviera mas sensible, provocándome jadeos y suspiros. Bea me fue contando al oído como iba a correrse teniéndome dentro e inmediatamente empezó a moverse con más fuerza y velocidad, mientras yo cerraba los ojos y apretaba los dientes, aguantando mi respiración para resistir los últimos instantes. Comenzó a moverse tan rápido que a veces mi sexo se salía cuando ella se levantaba y pretendía dejarse caer de nuevo. Rápidamente entre los dos lo colocábamos en su sitio para que pudiera volver a tenerme en su interior. Se acelero al máximo, respiró en mi oído y después, mientras me besaba en la boca se empezó a correr poniendo una carita de placer, con los ojos cerrados, que me excito muchísimo.
Se levantó y me preguntó como estaba, y yo rápidamente, le pedí que se sentara en la silla para que pudiera correrme según nuestros planes. Cogió mi sexo entre sus dedos y empezó a acariciarlo dejando resbalar su mano por toda su extensión mientras yo acariciaba sus pechos con deseo. Sin esperármelo pude ver como sujetaba mi tronco y se metía la cabeza de mi sexo en la boca para recrearse en recorrerla toda con su lengua, dando pasadas por la zona del frenillo y chupando con sus labios de forma lenta y deliciosa. En aquel momento no pude más. Se la saque de la boca y empecé a rozarme contra sus pezones, ella la cogió y después de preguntarme si me corría ya, y recibir una respuesta afirmativa entre jadeos por mi parte, empezó a acariciarme mientras apuntaba a su escote para que terminase tremendamente a gusto.
El primer chorro, tremendamente caliente fue a parar hacia su escote y uno más largo aterrizó casi en el mismo sitio. Dirigí mi sexo hacia uno de sus pezones para llenarlo y que sintiera aquel líquido caliente en ese punto concreto que alguna vez me había dicho que le resultaba excitante, mientras, me rozaba contra el.
Pude relajarme besándola, acariciando su pecho un poco mas, acariciando su pelo o sus mejillas. Me senté en la mesa y ambos respiramos relajados.
Después de recomponernos un poco de aquel desenfreno final, nos arreglamos y vestimos entre sonrisas, siendo conscientes de que estuvieron apunto de descubrirnos y que acabábamos de cometer una locura, pero eso si, una locura digna de recordar. Nos marcharnos a casa sin querer pensarlo mucho más. Quizá las cosas continuasen allí…(ejem, lo hicieron).
Escrito por: Mathew Kapsize
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