Fantasía en el ropero
Feliz y orgullosa se despidió con un beso apasionado y salió del probador, mientras yo me terminaba de vestir, con las únicas pruebas de lo que acaba de pasar ahí, marcadas en ella: un chupetón y mi mano en su culo. Pero mejor empecemos por el principio.
Feliz y orgullosa se despidió con un beso apasionado y salió del probador, mientras yo me terminaba de vestir, con las únicas pruebas de lo que acaba de pasar ahí, marcadas en ella: un chupetón y mi mano en su culo. Pero mejor empecemos por el principio.
"Me ha vuelto a liar", pensé contrariado. Allí me encontraba, de pie esperando que mi chica se terminara de probar un sin fin de prendas, de la cuales, lo más seguro, al final no se iba a comprar ninguna. "Cariño, ¿qué te parece?", dijo abriendo el probador. Sin darme tiempo a responder, tiró de mi, metiéndome con ella dentro. Sentí sus labios carnosos contra los míos y empezamos a besarnos apasionadamente. Le mordí el labio mientras mis manos empezaron a acariciar cada una de sus curvas. Llevaba puesto un conjuntito de colegiala muy sexy, que hizo que me calentara aún más. Mis labios pasaron de los suyos, a su cuello. Entre los besos y los mordiscos, noté como ella empezaba a perder el control. Sus manos agarraban mi pelo y sus suspiros eran cada vez más intensos. Hasta que, me empujó hacia el fondo de probador y me dejó sentado ante ella. Sin perder un segundo cerró las cortinas y se quedó mirándome con ojos de lujuria. Poniéndose un dedo en los labios me dijo: "Disfruta del espectáculo, se mira, pero nada de tocar" y comenzó a bailar. Lo primero que se quitó fue la falda a cuadritos roja y negra, dejando al descubierto un tanga ajustado rosa. Era un tanga de encaje muy chiquitito, que no dejaba nada a la imaginación y resaltaba su culazo. A cada botón de la camisa blanca que se iba quitando, se notaba que me iba excitando cada vez más. Cuando se deshizo de la camisa, quedó al descubierto la parte de arriba del conjuntito que llevaba puesto. Esta tenía una linea de perlitas que rodeaban sus pechos y que culminaba en una más grande entre sus tetas. Se notaba que ella también estaba excitada, pues sus pezones se podían ver a la perfección a través de esa fina tela."¿Te gusta?", preguntó mientras se contoneaba ante mi. Mis ojos la recorrieron entera. Estaba súper sexy con ese conjunto rosa tan ajustado. "¿Me lo llevo entonces?", dijo divertida, mientras daba una vuelta para que la viera mejor. Dejó caer el sujetador al suelo, dejando al aire sus perfectos pechos. Debió ver en mi cara lo cachondo que me había puesto eso que, al agacharse a recogerlo, se arrodilló y me bajó la bragueta. Mis manos sujetaron su pelo en el mismo instante que ella empezó a chupármela. Al principio despacio, pero al oír mis gemidos cambió de ritmo. Cada vez más fuerte y rápido. Ella ama comérmela con fuerza, le pone a mil y hace que se empape, y eso me vuelve loco. "Quiero que te toques, pero sin parar", le susurré mientras le agarraba del cuello. Ella asintió y empezó a tocarse sin parar de chupar. "Muy bien gatita", le dije mientras acariciaba su pelo, y de repente, apreté su cabeza contra mi polla, ahogándola con ella. Después de unos segundos de agonía, la dejé respirar. "Levántate y ponte contra el espejo", ordené. Sin mediar palabra obedeció y puso su culazo en pompa. Tras eso, nos fundimos en uno, metiéndosela y a sacándosela mientras ella intentaba no gemir. La atracción era mutua y el sexo estaba siendo suave, sensual y placentero. No pudo evitar soltar un gemido y eso hizo que perdiera el control. Con un azote comenzó el sexo duro. "Que imagen", sus tetas rebotando mientras ella ya no podía parar de gemir, cada vez más alto. Mis manos agarrando fuerte sus caderas, mientras que en cada acometida, veía su cara de placer reflejada en el espejo. Ya no pudo evitarlo más y gritó y se estremeció mientras se empezó a correr. "Córrete para mi, puta", le dije mientras aumentaba aun mas la velocidad y la fuerza con la que la follaba. Con un grito que perturbó el silencio de los probadores, nos corrimos juntos. Tras esa explosión de placer, nos quedamos los dos abrazados, de pie ahí mismo, desnudos. El mundo no importaba, estábamos ella y yo y lo demás daba igual. No sé cuánto tiempo nos pasamos así, pero fue perfecto. "Deberías comprarte el conjuntito", dije sonriendo cuando nos separamos. Ambos empezamos a reírnos como locos y nos besamos con amor.
Feliz y orgullosa se despidió con un beso apasionado y salió del probador, mientras yo me terminaba de vestir, con las únicas pruebas de lo que acaba de pasar ahí, marcadas en ella: un chupetón y mi mano en su culo.