Fantasía en el bar

Un accidente nos trajo un ángel para alegrarnos la mañana.

Tengo un bar a las afueras de la ciudad. Cada día vienen a él muchos trabajadores a desayunar, sobre todo albañiles, que trabajan por la zona. También tengo como clientes algunos jubilados que se pasan el día jugando al dómino y comentando la noticia del día.

El pasado martes, sobre las diez de la mañana había en el local un grupo de unos ocho o diez albañiles, dos chispas y tres jubilados. Procedente de la calle, se oyó un frenazo muy fuerte y a continuación un gran golpe, sin duda acaba de haber un accidente de coche.

Rápidamente se asomaron todos para ver lo sucedido, algunos salieron corriendo hacia el coche que se había empotrado contra una farola. A continuación, como si lo tuviésemos ensayado cada uno realizó su misión de salvamento y primeros auxilios.

Entre dos sacan a la conductora del coche y la traen en volandas al bar. Otro grupo se encarga de poner a empujones el coche en un sitio que no moleste, otro recoge el bolso y otras cosas, y las trae al bar.

Al legar, la chica sangra un poco por la nariz y se queja de un dolor en el hombro. La sientan y le hacen poner la cabeza hacia atrás, un jubilado le coge del brazo y se lo mueve con cuidado para asegurar que no hay ninguna lesión importante, todos actúan como si pertenecieran a un conjuntado equipo de rescate.

Yo ya tengo preparada una infusión para que se tranquilice Mientras otro llama al número que ella le indica y a la grúa de su seguro. Parece que la única consecuencia es que el coche ha quedado bastante mal parado. La chica aunque nerviosa y alterada está bien.

Al cuarto de hora aparece un joven que podría ser su novio o hermano, nos agradece nuestra intervención y se la lleva sin apenas cruzar palabra con todos los que la hemos ayudado. En cuanto se ha ido, lo que hasta entonces había sido eficiencia y comentarios casi en susurros se convierte en un gran jolgorio, alegre y escandaloso.

-        Vaya accidente más tonto - dice uno.

-        Si....pero a una tía con ese par de tetas....se le perdona lo que sea-

-        Os habéis fijado que aprecian que se iban a salir...-

Uno de los jubilados dice:

-        cuando estaba sentada con la cabeza hacia atrás...yo le sujetaba la cabeza y le veía los dos melones desde arriba...y se me ha puesto dura como una piedra –

-        Anda ya, si tu eres un picha fría!-

-        Si, si...pero estas se la levantan hasta un muerto –

-        Pues yo cuando la he sacado del coche se las he tocado un poco y las tenia bien duritas..."

-        Serán de silicona- dice otro.

-        Pues yo me las comería enteras aunque fuesen de goma..., ya me gustaría que las de la parienta fueran iguales-

-        mientras que estaba sentada...parecía que se le salían del sujetador...hasta se le veía un poco el pezón...-

-        con la calentura que he cogido cuando llegue a casa me voy a poner a chuparle las tetas a la mujer hasta que se desinflen...-

-        que bruto eres...-

-        tu te imaginas poderle chuparle las tetas y mientras que ella te haga una paja....seria demasiado-

-        pues yo las untaría con chocolate y las iba a dejar más limpias que...no se-

-        te imaginas como se debe poner su novio...yo se la cambiaba una tarde por mi suegra durante una año -

-        ja..ja..ja…-

-        pues a mí me gustaría verla bailar...a ser posible un baile con muchos saltitos…ja..ja..ja-

Con estos comentarios, recogen sus cosas y vuelven a su trabajo. Durante los dos días siguientes ya os podéis imaginar cual fue el tema de conversación. Los albañiles son buena gente, pero lo hay también muy brutos.

Los que estuvieron presentes no se cansaban de relatar una y otra vez la aventura, aportando en cada relato, detalles nuevos sobre las hermosas tetas de nuestra visitante. Con un poco de incredulidad y decepción, los que no estuvieron hacían preguntas para imaginar mejor lo que sucedió.

Los mas imaginativos añaden al relato lo que hicieron al llegar a casa con sus respectivas parejas para apaciguar el calentón que habían cogido. El tercer día, poco antes de las nueve entra en el bar la chica de nuestros sueños.

Viste unos pantalones y cazadora tejana, abotonada solo en la parte inferior haciendo resaltar aun más en la abertura el volumen de su pecho. Tras unos instantes de saludo me cuenta:

-        No sabía cómo agradeceros lo que hicisteis por mi el otro día...no me dio tiempo a daros las gracias". "Había pensado en pagarles los desayunos, ¿ a ti que te parece?".

Hago un gesto de desaprobación que enseguida entiende.

-        Pues entonces ¿qué puedo hacer por ellos?-, me pregunta.

-        Sinceramente, con que estés tú un rato aquí con ellos será suficiente- le digo mientras que con poco disimulo miro hacia sus pechos.

-        Ah, ya entiendo...una idea estupenda. ¿tienes una camisa blanca para prestarme?-

-        Si pasa al almacén- le digo un poco sorprendido

Le doy una camisa mía, se quita la chaqueta, la camiseta ajustada que lleva y el sujetador.  ¡Realmente tiene unos pechos de ensueño!!. Grandes y redondeados, erguidos como si estuviesen esculpidos en piedra y coronados por dos pezones pequeños rodeados por un anillo sonrosado.

Se pone mi camisa que le va grande, se recoge la mangas y se abrocha los botones inferiores y el que está justo a la altura de sus pechos.

-        Ya tienes una ayudante de camarera nueva- dice mientras sale detrás de la barra y se coloca junto a la máquina del café.

Poco a poco mis clientes van llegando. Al verla enseguida se acercan a curiosear, ella friega los vasos en la pica que hay en la barra. Inclinada hacia delante, enseña por el escote de la amplia camisa sus bonitos pechos. Mis clientes no salen de su asombro y comentan en voz baja la jugada.

Cuando ya están casi todos, ella se pone junto a la barra y en voz alta les dice:

-        Os estoy muy agradecida por lo bien que os portasteis conmigo el otro día. En compensación, he decido ser hoy vuestra camarera-

Algunos aplauden, otros silban y gritan y se forma un gran jolgorio. No cabe duda que la idea ha sido aprobada por aclamación. Como mucha soltura, ella va repartiendo las bebidas y bocadillos que preparo y al llegar a cada mesa regala al cliente con la visión de sus pechos por el escote o entre los botones.

Parece que hoy están todos hambrientos y sedientos, pues repiten una y otra vez. De cafés, al menos dos cada uno. A regañadientes poco a poco vuelven al trabajo. Cuando ya solo quedan los tres de siempre, ella se cambia de ropa, se despide afectuosamente y se va.

Hace tres días he recibido una foto suya, tamaño folio. Solo se ven sus pechos, pero seguro que es ella. La he mandado enmarcar y la colocare en un sitio destacado del bar para disfrute de todos.

Deverano.