Fantasía

Una emocionante aventura amorosa en casa de una "famosa". Iniciación de un juego lésbico.

Iba paseando sola, me gustaría poder decir que iba ensimismada en pensamientos importantes pero, la verdad es que no recuerdo para nada en lo que iba pensando, sí sé que pasé delante de una cafetería y entré porque sentía sed y porque era una cafetería muy chula que invitaba a entrar.

Una vez dentro y cuando mis ojos se acostumbraron a la penumbra allí reinante, eché un vistazo por las mesas, más que nada por ver cual estaba libre y sentarme. Me asombró el ver una cara realmente conocida, famosa, sentada sola y fumando ¡un puro!

Me quedé mirando con fijeza, ostensiblemente y claro, ella se dio cuenta. Me sonrió y, con todo el descaro del mundo, yo me acerqué y pregunté:

  • ¿Eres Liliana?

  • ¿Tanto se me nota?

  • Perdona. Te miraba muchísimo pero es que no podía creer que fueses tú.

  • No te preocupes. Estoy acostumbrada a que se me mire. En realidad, vivo de ello. Es más, si un día no me mirasen, iría corriendo al cuarto de baño para garantizarme que todo estuviese en su sitio. Me preocuparía mucho.

No te quedes ahí de pie. Si has venido sola y te apetece, siéntate un rato conmigo.

Y así lo hice.

  • Dios mío. Ahora vas a compartir las miradas puesto que todo el mundo se va a preguntar ¿quién es la que está ahí sentada con Liliana?

  • ¿Sabías que eres tremendamente simpática?

  • No solo lo sé sino que además lo exploto. Cada persona realza sus virtudes. Yo la simpatía.

  • No es lo único que puedes explotar y lo sabes. No seas modesta conmigo.

  • Es cierto, no es lo único y, por supuesto, también lo exploto.

  • Ja, ja, ja. Bueno, ¿qué quieres tomar?

  • No tengo ni idea ¿qué puedo tomar?

Una pequeña pausa, como si pensase.

  • Ven.

Y fui. No lo pensé un momento. Ella se levantó y yo la seguí con toda tranquilidad. No me sentía nada inquieta. Ni siquiera le pregunté a dónde íbamos. Salimos de la cafetería. En ese momento paró un coche frente a nosotras, como si hubiera estado esperando a que saliéramos. Era el coche más grande que yo hubiera visto nunca, una limousine. Un chofer salió del coche y nos abrió la puerta trasera para que entrásemos. Ella no dijo a dónde íbamos pero él parecía saberlo puesto que sin hacer pregunta alguna puso el coche en marcha y enfiló un itinerario concreto. La parte de atrás del coche, donde estábamos nosotras, era de película. Tenía un cristal negro que lo aislaba de la parte delantera, una televisión chiquitita, equipo musical, teléfono, mini-bar… Abrió éste y, sin decir palabra me puso un vermouth rojo con soda y mucho hielo. Me lo bebí de un solo trago, tenía mucha sed, y casi me ahogo. Me puse a toser.

  • No sueles beber ¿no?

  • ¿Se me nota?

Entonces ella hizo un gesto como para acariciarme o pellizcarme un moflete y yo, asustada, retiré la cara impidiéndole el gesto. No dijo nada, se limitó a reir de nuevo pero una risa bajita, como entre dientes.

El coche paró frente a un chalet de dos plantas rodeado de un gran jardín. El chofer detuvo el coche, bajó y abrió nuestra portezuela. Liliana bajó y me tendió las manos como para ayudarme a bajar. Agarré su mano y bajé. Se dirigió hacia la puerta principal y ésta como por arte de magia se abrió. Entramos pero yo no pude evitar pararme absorta con la vista. Voy a tratar de explicarlo.

Era una gran sala redonda. En ella había solo dos puertas. Una daba a la cocina y la otra a un cuarto de baño. Una de las paredes de la gran circunferencia era de cristal, con puertas correderas que daban a un gran jardín con sombrillas, mesitas redondas, sillas-tumbonas, bar, jacuzzi, piscina y cantidad de plantas, como un pequeño bosque con árboles y todo. Dentro, en medio de la circunferencia hay un ascensor. Pero es un ascensor muy peculiar, redondo y de madera cuyas paredes llegan solo hasta la cintura. No tiene techo y a los lados de las redondas paredes tiene dos cadenas puestas a modo de polea que es lo que permite al ascensor subir y bajar sin emitir ningún ruido. Una vez que entras al ascensor y, como saliendo de las paredes hay un asiento semicircular de color rojo. Salimos del ascensor pero continuamos en la planta baja que es como un cuarto de estar pero con un ascensor en medio, lo cual ya lo hace atípico. En el cuarto de estar tiene un tresillo y un sofá parados, una mesita baja, una gran librería, un televisor gigante con video, DVD, etc., un equipo de música, bar con los típicos taburetes altos y con un poquito de respaldo, cantidad de plantas interiores…. La puerta hacía pasar a una cocina súper moderna con todo aquello que imagines que en algún momento puedas necesitar y con una mesa y sillas a un lado de ésta. La otra puerta daba entrada a un cuarto de baño con multitud de armarios, lavabo, bañera gigantesca con ducha, bidet, water…, muy chulo.

Subimos a la planta de arriba que consistía únicamente en un gran dormitorio con baño incorporado. Su dormitorio. El baño estaba tan incorporado al dormitorio que no existía puerta alguna que lo separase de éste. El acceso al cuarto de baño consistía en subir un escalón y te encontrabas con una bañera redonda empotrada en el suelo, lavabo y espejo rodeado de bombillas (como el de un camerino de una Star de Hollywood). Grandes, gigantes toallas blancas. El water y el bidet estaban escondidos tras un biombo. Alrededor del water había unos pequeños agujeritos, en el suelo, que al pasar por ellos o sobre ellos expelían un ambientador de olor a pino sumamente agradable. Bajando el escalón te encontrabas en el dormitorio, propiamente dicho. Una gran cama, sin patas, en forma de corazón y como cabecero un enrejado. Colchón de agua, sábanas de satén rosa. Música (no se sabe donde está, pero se oye). Es muy suave y susurrante. Armario empotrado en las paredes redondas, enorme. Un espacio, al lado de donde está situado el armario, que sirve de vestidor cuajadito de espejos. Un escritorio de estilo rococó alucinante. Un lado de la cama lo rodeaba un mueble de madera que hacía las veces de mesilla de noche con una pequeña biblioteca (de 6 o 7 volúmenes) una mini nevera con hielos en su congelador y algunos refrescos y al lado de ésta 2 botellas de whisky más un bol lleno de patatas fritas más algunas latitas de aceitunas rellenas.

Ahora que ya creo haber descrito todo, voy a seguir contando desde donde lo dejé.

  • Venga, pasa. No te quedes ahí parada

  • Es que estoy alucinada

  • ¿te gusta?

  • Me encanta

  • Vamos a jardín y te doy algo de beber que no contenga alcohol

  • Te lo agradezco

  • ¡Que educada! Por favor, sin formalismos. Doy ejemplo: "Me joden un montón las formalidades" ¿Qué te parece la frase?

  • En realidad, comparto tu opinión. Tampoco me gustan las formalidades, pero el "por favor" y el "gracias" están adheridos a mi forma de hablar.

  • De acuerdo. Sabido y tomado nota. ¿Vamos al jardín?

  • Vamos. ¡Guau! ¡Es una maravilla!

  • Siéntate aquí mismo ¿qué tomas?

  • Me temo que te voy a llevar la contraria. Me apetece muchísimo un vermouth

  • ¿blanco o rojo?

  • rojo

  • Pero no lo bebas rápido. No hay prisa. Mejor dicho, yo no tengo prisa ¿y tú?

  • Tampoco. Estoy libre, como el viento.

  • ¡Qué suerte! Es algo que me gustaría poder decir siempre

  • Y a mí también. Pero no es siempre, es ahora.

Estuvimos charlando de banalidades, nada importante, como una hora. Terminé el vermouth (que esta vez bebí a sorbos muy pequeños), ella el whisky y, las dos, las patatas y las aceitunas que acompañaban las bebidas.

  • Vamos dentro y te enseño el resto de la casa

  • Vamos….Niña, esto es precioso

  • Me alegro que te guste, pero, por desgracia, no soy ya ninguna niña.

  • Oh, perdona si te he molestado. En mí es una costumbre. A la gente que quiero le llamo niña o niño, independientemente de la edad que tenga.

  • No me ha molestado en absoluto. Es más, me halaga. Pero dime, ¿esto significa que me quieres?

  • Es increíble el buen día que hace hoy…, es broma. Pero sí, me has caído muy bien y soy propensa a tomar cariño a quien me cae bien.

  • Para que lo sepas, tú también me has caído muy bien, así que el sentimiento es mutuo.

  • ¿Qué es esto?

  • Un ascensor que sube a la planta de arriba. A mi dormitorio ¿subimos y lo ves?

-¡Oh, si, por favor! ¡Nunca que subido en un ascensor dentro de una vivienda!

Estaba tan feliz como un niño con zapatos nuevos. Perpetua cara de asombro mirando todo, moviéndome continuamente como si me hubiesen dado cuerda y no pudiera parar. Subía y bajaba para volver a subir el escalón que accedía al cuarto de baño, pasé dos veces el pie por los agujeritos que rodeaban el water, aspiraba el olor que despedían con verdadera fruición. Pero de donde no podía apartar la mirada, era de la bañera-jacuzzi. Supongo que todo el mundo tiene fantasías. Una de las mías era poder gozar de un baño en una bañera exactamente igual a esa. Mis ojos debieron reflejar esa ilusión y aunque yo no dije nada, ella no pudo evitar el notarlo y entonces…, me invitó a tomar un baño. Por supuesto, acepté. No podía controlarlo, no quería controlarlo. Liliana abrió los grifos de la bañera, echó en ésta el contenido de unas botellitas que emanaban un olor gratísimo y llenaron el agua de espuma y me ayudó a desvestirme. Mi actitud fue dejarme con la mayor naturalidad del mundo. Como si estos mismos gestos los hubiera repetido mil veces en mi vida. Como si fuera habitual que me desnudaran e, incluso, que sus manos acariciasen mi pecho, mi vientre y mis muslos a la vez que me quitaba el vestido.

Me metí en la bañera y dejé resbalar mi cuerpo hasta que la espuma me cubría del todo. Emití una risa. Pero una risa interna, de puro gozo.

  • Me voy a sentar aquí, a tu lado. Es curioso, te pasa como a mí. Una cosa que le pasa a muy poca gente. Cuando estás contenta, cuando ríes, la risa y la felicidad se refleja totalmente en tus ojos. Están llenos de vida y reflejan todas tus emociones. Se puede saber cómo te sientes, qué está pasando por tu mente, mirándote a los ojos…, y, cambiando radicalmente de tema, ¿te importa si me meto contigo en la bañera? Me has dado envidia.

  • En absoluto. Considérate en tu casa y en tu bañera

  • ¿Tal vez porque es mi casa y mi bañera?

  • Tal vez.

Rió y comenzó a desnudarse mientras continuaba hablando de las pasiones que se reflejaban en nuestros ojos. Cuando estuvo desnuda advirtió mi mirada de admiración. Enseñaba un cuerpo muy hermoso, sin pliegues indiscretos, sin arrugas. No parecía corresponder a una mujer madura. Era la piel de una mujer joven que, desde luego, mantenía un tipazo. Estaba mejor desnuda que vestida. Se diría que la ropa le añade los años que su naturaleza le resta. Al tiempo que se quitaba la última prenda me decía:

  • Los hombres han admirado siempre muchísimo mis ojos. Gracia a ellos he ligado siempre.

Yo pensé: "por tus ojos y por tu cuerpo"

  • Si, por mi cuerpo también. Hay que reconocerlo.

Puse tal cara de asombro que se echó a reír diciendo:

  • No, no lo has dicho, lo has pensado pero es que ¡lo has pensado en alto! Y fue otra vez a pellizcarme o acariciarme la cara. Volví a retirarme y esta vez, sí hubo comentario al respecto

  • Dime, ¿de quién tienes miedo, de mí…o de ti?

No supe qué contestar. No sabía la respuesta. Efectivamente sentía un poco de miedo pero no sabía exactamente de quién.

Se metió en la bañera, se sentó a mi lado y viendo mi confusión hacia su pregunta, me abrazó. Puesta mi cara sobre su pecho, totalmente abrazada a ella, me sentí de pronto tranquila y en paz. Es como si desde el principio supiese que iba a llegar ese momento y el hecho de esperarlo me mantuviese inquieta y su llegada me tranquilizara. Notó mi relax y me besó los labios. El pico no fue rechazado. Ella lo notó y con sus propios labios abrió los míos, introdujo su lengua y comenzó a moverla, dentro de mi boca, suavemente al principio y con más y más pasión hasta que las dos jadeábamos. Una pausa, respiración alterada por ambas, ni una palabra y comenzó a enjabonarme el cuerpo tal como si los gestos anteriores no hubiesen existido. Yo tampoco hice el más mínimo comentario y, cuando ella terminó de enjabonarme, yo comencé a hacer lo mismo con ella. Cuando finalicé, ella se levantó y me tendió las manos. Sujetándome a ellas me puse en pie yo también. Liliana abrió la ducha y con ella nos aclaramos. Salimos de la bañera y nos envolvimos ambas en una de las toallas gigantes. Cogidas de las manos por dentro de la toalla, tiró de mí, bajamos el escalón y llegamos a la cama. Ella se dio la vuelta de tal manera que la toalla quedó tendida en el suelo y mis pantorrillas pegadas al borde de la cama y ella enfrente de mí. Me empujó suavemente y caí sentada. Me miró fijamente:

  • ¡Que pechos tan bonitos tienes!

  • Y eso que he tenido tres maternidades y he dado de mamar a los tres –bajé la vista y me miré el pecho-. Estoy muy orgullosa de ellos.

  • ¿De los niños?

  • Reí. En este momento me refería a mis tetas.

Ella quedó en silencio mirándome con mucha insistencia. Yo estaba desnuda y, de repente, me sentí muy desprotegida. Comenzó a darme un apuro tremendo todo, la situación, mi desnudez… Entonces y solo entonces pude entender el sentimiento de Adán y Eva al ser conscientes de su desnudez. Antes, todo me había parecido normal pero ante su mirada me di cuenta de que mi naturalidad era fingida. Que no era normal todo aquello. Que había estado jugando a "la niña inocente" y desprovista de ninguna intención y el juego había terminado. Era una mujer que estaba pidiendo "guerra" a otra mujer y ésta había aceptado. Y tenía que atenerme a las consecuencias pues yo había provocado estas consecuencias. Sentí vergüenza y el rubor se extendió por mi cara.

Liliana habló. Mejor dicho, emitió una orden que yo, inmediatamente acaté. Me era cómodo el juego de la sumisión y la obediencia. Ya no tenía voluntad. Ahora tenía que someterme a lo que Liliana ordenase. ¡Qué bien, ya no tengo responsabilidad! Es decir, no quería tener ninguna voluntad, quería que fuese Liliana quien decidiera por mí. Si yo no era quien decidía no podía sentirme culpable de lo que pasara…, pero, en el fondo, quería que pasara y dentro de mí, lo sabía.

Fue todo preciso…, y precioso. Nunca antes había estado "jugando" con una mujer pero sí era una fantasía secreta. Me preguntaba cómo sería la experiencia, si sería capaz. El sexo me gusta. Me gusta muchísimo y, las sensaciones que en mí provoca son alucinantes. ¿Varían esas sensaciones dependiendo de quién las genere? No tiene por qué.

  • Túmbate

  • ..

  • No, así no. Quiero que te tumbes en una postura sexy.

  • Nunca he hecho esto y ni siquiera sé si quiero hacerlo.

  • No te he preguntado si lo habías hecho antes y sí, quieres hacerlo. Pero limítate a obedecer. Te he dicho que te tumbes y te pongas sexy para mí.

  • ¿Así? Oye, ¿qué haces?

  • Nadie te ha dicho que hables así que ¡calla! Y, por si no lo notas, te estoy acariciando ¿te gusta?

  • Si, me gusta pero siento miedo, mejor dicho, pánico. Me quiero ir.

  • No, no quieres irte. Tienes miedo de reaccionar y estás vigilando tus reacciones y así no hay manera. Pero tiene fácil remedio. Te voy a vendar los ojos y, además, te voy a esposar las manos a las rejas de la cama (en cruz) para que no puedas impedir que te toque. Ahora solo puedes dejarme hacer. Es lo que quieres ¿no?

  • ¡Ohhhh!

  • Si, quéjate. Me excitan tus lamentos y gemidos

Y comenzó a tocarme y a acariciarme. Puso sus labios sobre mi cuello, pasó la lengua por él y comenzó a bajar lentamente lamiéndome el escote, las axilas, los brazos, los codos, las tetas… Allí se recreó, mamaba, chupaba, mordisqueaba los pezones, movía la lengua alrededor de la aureola y mientras acariciaba mi tripa y mi estómago con las manos. Luego bajó su boca y sus manos. Su lengua se entretuvo en mi ombligo, sus dedos se enredaron en mi vello púbico comenzando a acariciar, dar pequeños tironcitos y rascar suavemente con sus largas uñas. La boca continuó bajando y su lengua comenzó a lamer rodeando el clítoris. Mientras la lengua jugaba con el clítoris, los dedos de su mano se introdujeron en la vagina, metiéndolos y sacándolos con rapidez, como si de una polla se tratase y, al momento, un dedo de su otra mano se introduje en mi ano, moviéndolo en círculos.

Yo no sabía a qué sensación hacer más caso. Sentía tanto que mi cuerpo se descontroló. No se pueden explicar las sensaciones que me producían el clítoris, el coño y el culo ¡Dios! Indescriptible.

Me dejé llevar, a sentir, a retorcerme, a gemir, a decir ¡ya! Y a moverme exigiendo más.

Nunca sospeché que pudiera llegar a sentir tanto…Oh, oh, oh, ¿qué es esto? ¡Eyaculé!

Puso su cuerpo encima del mío y comenzó a seguir mis movimientos espasmódicos, chocando su coño contra el mío, jadeando, chillando y abrazada a mí de tal manera que parecíamos un solo cuerpo. Se agitó una vez más, como si quisiera colocarse mejor y exhaló suspiros lánguidos. Él había comenzado a mover sus caderas con mayor fuerza, deslizando su polla por la abertura mía y yo comencé a derramar fluidos salados sobre su polla, que empezaba a reptar en mi interior.

  • ¡Pídeme que te joda! –rugió él- Ah! Me voy a correr dentro de ti. ¡Que coño tan magnífico! ¡Mueve el culo, hazlo!

  • ¡Fóllame, fóllame como solo tú sabes hacerlo! –Abombé el culo y lo moví con ritmo frenético.

De repente la polla se introdujo totalmente en mi interior, entraba, salía, volvía a entrar, volvía casi a salir, entraba con mucha fuerza y, a la vez que yo volvía a correrme, la polla se sacudía dentro de mí regándome con el semen fruto de su eyaculación.

Sentí deseos de apartar la mano de Liliana, pero habría sido una grosería. Unos dedos curiosos se deslizaron por entre las sábanas para acariciar de nuevo mi vello púbico provocándome otro estremecimiento. Comenzó a hacerme cosquillitas por la zona mientras pasaba el otro brazo por debajo de mis rodillas y me tendió boca abajo. Puso su dedo en mi ano y comenzó a acariciarlo.

  • Te gusta ¿verdad? –Y sin esperar respuesta rodó sobre sí misma hasta quedar tendida encima mía (ya me había dado la vuelta) de modo que sus tetas, su vientre y su chocho quedaron perfectamente acoplados a mí. En aquel momento mis ojos empezaron, tras el pañuelo, a volverse vidriosos puesto que Liliana no cesaba de acariciarme y meter y sacar su mano por mi coño. Levanté las rodillas para responder a sus caricias al tiempo que apartaba con gesto brusco las sábanas y jadeé porque no podía más. Me volvía a correr y no podía –ni quería- hacer nada por evitarlo.

Y hubo más y más. ¡Valla que sí! Sentía que me tocaba, que me tocaba toda. Sentía sus labios, su aliento soplando en los sitios precisos, su lengua lamiendo y recorriendo aquello que más placer me daba. Llegó un momento en el que olvidé quien me estaba proporcionando todo aquello y únicamente sentía aquello. Dejé de pensar para sentir. Me convertí, otra vez, en un cuerpo vibrante. Sentí que Liliana me empujaba mis labios con su lengua insistente. Luego noté su lengua moviéndose muy deprisa por mi clítoris y, de repente, note cómo me volvía y sus manos se movían abriéndome las nalgas. Quise facilitar la operación y abombé el culo, Mis manos seguían esposadas pero la flexibilidad de las cadenas permitía cierta movilidad. Percibí como Liliana empezaba a describir círculos en torno a mi ano con su dedo anular. Intenté gritar pero lo único que conseguí fue emitir un sonido ahogado, mientras intentaba, en vano, zafarme

  • Si, querida, sigue así. Revuélcate, protesta –jadeó Liliana- De mis labios salió un débil quejido cuando Liliana introdujo su dedo, otra vez, en mi agujerito ¡Ya me dolía!

Liliana había enterrado el dedo hasta el nudillo en la abertura de mi culo y comenzó a moverlo adelante y atrás sin ninguna dificultad porque, créase o no, estaba lubrificado por mis propios jugos que manaban, también, de la excitación anal. De repente colocó una mano debajo de mi barbilla y me obligó a girar mi cabeza hasta que su boca quedó a escasos milímetros de la mía.

  • Liliana, jadeé, para ya. De verdad, no puedo más

  • ¿Como que no? Querida, estás a punto de correrte otra vez. Abre más las piernas y date la vuelta.

Y la cama pareció desvanecerse. Un millón de cohetes estallaron en mi vientre. Una riqueza inimaginable de sensaciones me inundó en ingentes oleadas de frenesí.

  • ¡Antonio, fóllame otra vez, necesito tu polla!

  • No soy Antonio, me llamo Liliana. Pero si lo que necesitas es una polla

-¡No! ¡No necesito una polla, necesito su polla! La de él, ninguna más. Me encanta su olor, su sabor y cómo se mueve cuando está dentro de mí… ¡k.o.! Me estoy corriendo solo de pensarlo y, además, Liliana, se la quiero chupar.

-¿Quieres que se corra en tu boca?

-No. Quiero que se corra en mi culo. Me encanta notar su jugo en mis entrañas...

Entonces Antonio se acercó y me besó. No sé cuanto tiempo llevaba ahí. No sé lo que había visto o escuchado. Solo sé que estaba ahí. No sé si se puede hacer el amor con la boca. Si sé que cuando le besé fue una manera de hacer el amor. Su lengua, larga y serpenteante, se introdujo profundamente en mi boca ¡Mmnhh! –mascullé sin oponer ninguna resistencia. Es más, enredé mi lengua en la suya, lamí, chupé y paseé entre sus dientes. Entré en su paladar como si mi lengua fuese una polla y su boca un coño. Fue una manera de hacer el amor. Mientras tanto Liliana me lamía el clítoris con mayor avidez. Mis ojos se nublaban, mi vientre se fundía inexorablemente. En un momento de abandono total, mi lengua se entrelazó con la de Antonio mientras los primeros chorros de savia caían en la boca expectante de Liliana. Me corrí, pero quería, necesitaba más. Antonio intuyo lo que yo quería y, mientras Liliana se dedicaba a acariciarme, él se puso de rodillas con mi cara entre sus piernas y así pude chuparle, lamerle y mamarle mientras él hacía lo propio conmigo. Comencé a correrme otra vez. Cambiamos de posición. Liliana se dedicó a acariciarme el pecho y Antonio metió su polla en mi culo. Fue alucinante. Antonio y yo eyaculamos a la vez y Liliana se corrió demencialmente.

Cuando desperté estaba totalmente mojada. Me volví a Antonio, ví que estaba con los ojos abiertos y le dije: Tengo un sueño que contarte, pero tan real que no puedo quitármelo de la mente. No hago más que darle vueltas. Mira: iba paseando sola. Me gustaría poder decir que iba ensimismada en mis pensamientos, que iba absolutamente concentrada en algo importante pero, la verdad, es que no lo sé. Solo sé que iba paseando sola, que vi una cafetería muy sugerente y entré a tomar algo. Eché un vistazo por las mesas, para ver si había alguna libre y me asombró ver una cara realmente conocida, famosa, sentada sola, super atractiva y fumando ¡un puro!