Fantasía de una boda

¿Bodas aburridas? ¿Desde cuando? Os presento mi fantasía.

Fantasía de una boda

Sonreí de la mejor manera posible e intenté no cerrar los ojos ante el potente flash.

Nunca me había gustado hacerme fotos, pero era menester en las bodas así que estaba obligada. Miré a mi hermano que, al ser mi acompañante, iba conjuntado conmigo y me dirigí a uno de los camareros al cual le cogí una de las copas que llevaba en una bandeja.

-¿Te lo pasas bien?

La voz de mi hermano me sobresaltó.

-Bueno… Una boda. Preferiría no haber venido con vestido.

Me auto-inspeccioné con ojo crítico. Llevaba un vestido sin tirantes, estrecho en la cintura pero con la falda más suelta. Por culpa de la tela debajo de la falda estaba pasando un calor de muerte y maldije internamente a mi madre por convencerme de ir con vestido.

La cena fue medianamente tranquila. Había una niña de unos diez u once años que no paraba de quejarse por todo o pedir cosas y a pesar del espectáculo que estaba dando, se lo consentían todo, y a mi estaba a punto de reventarme la cabeza.

Cuando se hubo comido la tarta de boda y las luces se atenuaron, llegó el momento de bailar. Mis ojos bailotearon curiosos, inspeccionando los rostros de todos los presentes mientras observaban el baile de la pareja recién casada. Todos estaban embelesados y con una sonrisa de ternura en los labios. Mis ojos se paralizaron en un rostro.

Era un chico joven, mayor que yo, quizás de unos 23 años. Tenía la piel morena, el pelo le rozaba la nuca y los hombros y llevaba el flequillo de lado. ¿Sería emo? Sonreí para mis adentros al pensarlo, aunque pronto deseché la idea… ¿Se vestiría un emo así? Poco importaba.

Su mirada coincidió con la mía y a pesar de no poder distinguir el color de sus ojos en la lejanía, tardé varios minutos en apartar la vista de él. La música fue subiendo de ritmo y pronto la pista de baile fue llenándose tanto de bailarines amateurs como de los que llevan años yendo a bodas.

Tenía claro que no iba a bailar, no tenía pareja y mi hermano lo hacía fatal. Me acomodé en la silla y bebí un sorbo de agua fría que tenía en una de las copas. Mi vista periférica captó movimiento a mi lado y me giré con retortijones en el estómago.

-Hola.

El chico de antes se había sentado a mi lado y llevaba su copa de champagne con él. ¿Cuándo se había ido mi hermano y me había dejado sola? Le miré durante unos segundos y decidí contestar.

-Hola.

Esbozó una pequeña sonrisa.

-No eres muy conversadora, no?

-¡Oh, perdona! –Me disculpé entre risas.- Es que no sé que decirte.

-¿Qué tal si nos presentamos? –Preguntó acentuando su sonrisa.-

Nos presentamos y nos dimos los dos pertinentes besos, y la música nos envolvió. No sabía que decir, estaba nerviosa y sentía su mirada arder sobre mí. Dejé mi copa sobre la mesa y me levanté.

-Voy un momento al baño, ahora vuelvo.

Sonreí y con rapidez me deslicé hacia los aseos. Me latía el corazón cuan colibrí luchando por volar más alto. Me miré en el espejo. Tenía las mejillas sonrojadas, y un brillo de excitación hacia que mis ojos parecieran más grandes.

Picaron a la puerta y me extrañé, estaba en la zona "comunitaria", es decir, no estaba en el váter. Me acerqué a la puerta y cuando así el mango de la misma, su voz me detuvo. Me llamó.

-¿Estás ahí?

Le abrí la puerta asegurándome de que no había nadie en el baño y entró con rapidez.

-Hola de nuevo.

La sorpresa me impidió decir algo coherente.

-¿Qué…? ¿Por qué…? Eh

Me acarició la mejilla y mi boca se abrió y cerró varias veces sin llegar a emitir sonido alguno, sintiéndome estúpida. Pasó su dedo pulgar por mis labios con lentitud y tuve el impulso de humedecerlos, lamiendo de paso su dedo. Fue bajando la mano y agarrándome suavemente de la nuca se fue acercando lentamente.

A la luz de los fluorescentes pude distinguir el color miel de sus ojos y el rosado de sus labios me capturó. Fue suave, apenas caricias de labios contra labios, y aún y así, se tornó más apasionado. Sin siquiera pensarlo o darme cuenta de ello me abracé a su cuello con el brazo derecho y con la otra mano abrí un compartimento.

Al entrar y cerrar la puerta todo se disparó. Mientras yo le quitaba la camisa que llevaba él iba besando mi cuello con desesperación. Agradecí en mi fuero interno que el suelo estuviera limpio y seco y la camisa pareció flotar hasta el mismo.

Se quedó en pantalones y le obligué a sentarse encima del inodoro. Me posicioné encima, con las piernas a cada lado y acariciándole todo el torso le devolví los besos y mordiscos en el cuello. Me bajó la cremallera de la espalda y el vestido cedió un poco. No llevaba sujetador por que como se verían los tirantes, decidí no ponerme.

Bajó el escote del vestido, dejándolo por la cintura y bajó la cabeza para lamerme los ya duros pezones. Me mordí el labio inferior, sabiendo que podrían entrar en cualquier momento y oírnos. Al pensarlo dirigí mi mano hacia atrás y agradecí que el espacio fuera pequeño, ya que llegué fácilmente al pestillo. Obviamente, lo cerré.

Solté un pequeño alarido al sentir como capturaba y torturaba mis pezones con los dientes y le di un pellizco en uno de los suyos. Noté como sonreía sobre mi piel y posó sus manos en mis muslos, subiéndolas para así subir a su vez el vestido. Me amasó las nalgas por encima del culotte que llevaba. Apartándome un momento me lo saqué a toda prisa y volví a acercarme a él. Se puso de pie y con movimientos rápidos le bajé el pantalón y la ropa interior.

Abarqué con mi mano izquierda su miembro y con la derecha los testículos. Pasé mi lengua por todo el tronco, con lentitud y suavidad al tiempo que acariciaba sus testículos. Cuando estuvo húmedo comencé a masturbarle con parsimonia observando como su rostro hacia muecas de placer. Posé mis labios sobre el glande y sin llegar a abrirlos los paseé de nuevo por toda la longitud, sacando de vez en cuando la punta de la lengua. Le di una ultima succión en la punta y poniéndole las manos en los hombros se sentó de nuevo.

Volví a ponerme sobre él y esta vez dejé que me llevara. Volvió a lamerme los pechos, alternándolos mientras se abría paso en mi interior. Me tenía cogida de la cadera e iba empujando suavemente para no hacerme daño. Cuando estuvo todo dentro esperó varios segundos para comenzar a guiarme para levantarme. Primero fue lento, y cada vez que entraba sentía un placer incomprensible.

Pronto la cosa fue a mayores.

Comencé a moverme por mi misma, sintiendo como el dolor remitía y el placer cobraba fuerza. El vaivén comenzó a ser frenético y sentí su aliento en mi hombro.

Cuando sentí que me iba a correr le cogí las mejillas y nos fundimos en un beso lento pero apasionado. Oí voces fuera de nuestro escondite y él, al notar la alarma en la rigidez de mi cuerpo, me besó más profundamente y así, al llegar al clímax, ahogó mi gemido en su boca.

Sentí como su semen corría libre por mi interior y para mi sorpresa, me hizo llegar de nuevo con sus últimas embestidas. Los gemidos de ambos murieron en la boca del otro y nuestras mentes y sentidos se perdieron en el placer.

Me quedé quieta sobre él durante unos minutos sin dejar que saliera de mí.

-En el fondo, tu tampoco eres muy conversador.

Al hablar sentí su piel en mis labios y como esbozaba una sonrisa sobre mi cuello. Cogí un poco de papel y al levantarme me lo pasé como si acabase de orinar. El líquido blanquecino se escurría espeso y lo aparté todo antes de que cayese sobre el suelo o antes de que manchase algo. Mientras él se ponía la camisa y se abrochaba los pantalones tiré todo el papel usado y decidí no tirar de la cadena, no todavía. Me acomodé el vestido y recogí el culotte, poniéndomelo con rapidez.

Nos quedamos en silencio mirándonos a los ojos hasta que él llevó su mano hasta el bolsillo izquierdo de su pantalón y extrajo su móvil.

-¿Me das tu numero de móvil? –Preguntó en susurros.-

Se lo dicté de memoria y cuando guardó el aparato de nuevo le cogí de la nuca y le besé con la misma pasión de antes. Al separarnos nos miramos a los ojos por última vez y abriendo un poco la puerta y comprobando que no había nadie, se fue.

Al mirarme al espejo, comprobé que tenía marcas en el cuello y me coloqué el pelo para que no se me vieran. Si antes había pensado que mis ojos brillaban había sido ingenua. Sonreí sin motivo aparente y con el corazón contento me dirigí al salón.

Me comenzaban a gustar las bodas