Fantasía de un viaje en tren
--¿Me la vas a dar por atrás? --me pregunta. No digo nada, pero le meto el glande donde quiero.
Fantasía de un viaje en tren
por Clarke.
--¿Me la vas a dar por atrás? --me pregunta. No digo nada, pero le meto el glande donde quiero.
S emanas atrás me anunciaban en el trabajo que tendría que viajar a Neuquén por un problema en una subsidiaria de la empresa. Me acosté esa noche preocupado pensando en que me esperaban días de trabajo intenso y nerviosismo. A la mañana siguiente debía abordar un avión a Bahía Blanca a requerimiento de nuestras oficinas allí y aun así aparecía más trabajo. Creo que me dormí pensando en un viaje en tren al sur en mi lejana juventud y esto es lo que soñé, aunque, afortunadamente y como ustedes comprobarán, nada tiene que ver con un problema de alta empresa.
Me gusta viajar en tren y en el sueño parece el medio más normal. Llevo mi agenda y como el viaje tomará dos días me acomodo bien en mi compartimento. Como sucede en la realidad el tren está retrasado y paso buen tiempo mirando a los otros pasajeros que van abordando lentamente.
Me ubico en mi asiento de la sección de no fumadores. Para mi sorpresa el tren está casi lleno de manera que me pregunto si tendré la suerte de que mi asiento vecino, ahora vacío, permanezca en ese estado. Me estiro y cómodamente contemplo el paisaje que va extendiéndose ante mis ojos apenas abandonamos la estación.
El sueño parece saltearse el viaje porque ahora estoy sintiendo que vuelve a detenerse, en un sitio cualquiera. De pronto aparece más gente y entre ellos una mujer espectacular que me sonríe mientras pasa a mi lado.
Yo me encojo de hombros, otra oportunidad perdida, pienso y el paisaje vuelve a pasar ante mis ojos. Me pierdo otra vez los detalles -es inútil pedirle a un sueño coherencia en el relato- pero nítidamente recuerdo una voz que me pregunta si el asiento de al lado está ocupado. Miro alrededor y veo que es la misma mujer. Ella me dice:
--He descubierto que es el hombre más atractivo del tren, y espero que me acepte como compañera de viaje.
Naturalmente, le respondo que estaré encantado de disfrutar de tan hermosa acompañante.
Mientras ella se acomoda la pollera, en las piernas puedo ver una porción de sus muslos cubiertos por medias que van sujetas, según deduzco, por un portaligas. Siento mi miembro hincharse un poco cuando ella las cruza sensualmente, como en cámara lenta.
No hablamos mucho. Ella dice que representa una casa de venta de cosméticos, yo -quién sabe por qué motivo ya que no es ése mi trabajo real- le comento que trabajo para una empresa de equipos médicos y luego la conversación se vuelve incomprensible.
Comienza a caer la noche y la nitidez del relato regresa cuando le sugiero que vayamos a cenar. Ella acepta y nos dirigimos al coche comedor.
Como en un cambio de escenario de un segundo acto, ocupamos una estrecha mesita y el paisaje parece haber cambiado completamente. Un cielo de rosados y lilas en el ocaso y un horizonte de sierras azules ha reemplazado a los verdes campos de la anterior llanura. Tomamos unas copas que me relajan un poco, le digo que es una de las mujeres más hermosas que he visto. Ella se muestra asombrada por lo que he dicho y me dice que le resulto atractivo y sensual. Con esto siento que mi miembro ya está parado del todo, buscando más espacio para expandirse. Parece notar mi inquietud y me pregunta si estoy cómodo, entonces decido sincerarme y le digo:
--Tengo la erección más grande de mi vida, y me siento desesperado por hacerte el amor.
Supongo que esto la enojará, pero me sonríe, se para y me deja solo con mi erección. Pero vuelve cuando aparentemente estoy por pagar la cuenta.
--Seguime --me dice. Me levanto y la sigo como una oveja mansa. Pasamos el vagón nuestro y llegamos al de equipajes. Ella se para fuera del baño, toca la puerta y entra.
--¿Vas a entrar o no? --me dice.
Entro y casi me caigo del asombro. La hermosa criatura lleva sólo un corpiño negro, un diminuto bikini carmín y medias con portaligas negro. La atraigo y la beso profundamente en su boca de labios rojos. Ella se aparta y comienza a quitarme las ropas. Estamos desnudos, el lugar es minúsculo, pero al parecer nos arreglamos bien.
Ella deja que siga con el eslip porque quiere mirar el bulto a través de la tela.
Yo le bajo una taza del corpiño y le chupo el seno cremoso. Lentamente muevo la mano por el culo firme dentro del bikini y envío un dedo a explorar su hendidura y tocar su ano. Intento arrodillarme para chupar en su entrepierna, pero no quepo en el bañito. Le digo que vayamos a mi camarín, pero me contesta que prefiere ese lugar, que siente que ese baño es más sexy. Se sube entonces al borde del lavatorio y me hace lugar para poder lamerle bajo el vientre. Con los dientes juego con el elástico y luego bajo el bikini y le muerdo despacito la carne de la vulva.
¡Y qué vulva! Tiene un olor de rosas en primavera y un sabor de rocío matutino. Su clítoris se endurece hasta que queda tan grande como una frutilla pequeña y ella comienza a gemir y a estremecerse más y más; de pronto se corre contra mi cara. No sé muy bien cómo pero al instante me he bajado el eslip de un lado y estoy colocando mi verga morada en esa concha empapada.
Siento que nunca en mi vida he estado en un interior tan suave y sedoso. Ella levanta la pierna hasta que queda alrededor de mi cintura y puedo penetrarla con mayor profundidad. Salgo por primera vez de su interior.
Ella me pide que lo haga con más fuerza, yo obedezco todas sus órdenes. Nuevamente la penetro como un salvaje y ella me grita:
--¡No acabes adentro! ¡Sobre mí. . . quiero ver tu leche!
Repito las embestidas, y cuando estoy a punto de correrme, me retiro y lanzo un grueso chorro de semen sobre su vientre y su corpiño. Ella toma mi verga y la aprieta hasta sacarle la última gota. Luego se quita el corpiño y se frota los dedos con mi líquido sobre la piel.
Mi pija permanece dura y parada mientras la observo. Luego le quito las ropas, menos las medias, y hago que separe más las piernas.
Tiene un trasero increíble, alto, firme, como el de una mujer muy joven.
--¿Me la vas a dar por atrás? --me pregunta. No digo nada, pero le meto el glande donde quiero. Ella se vuelve para lamerse los dedos y poner algo de jugo en mi miembro. Abre las piernas más y empuja contra mí. Lentamente la penetro por atrás, un centímetro por vez, mientras la escucho gemir un poco. Acabo metiéndole la verga hasta el fondo. Comienzo a acometer con fuerza. Ella gime y me pide que lo haga con más fuerza. De pronto siento un golpe en la puerta.
--¿Qué está pasando ahí? --dice una voz.
--Uso una pierna ortopédica --grito desde adentro--, y este puto baño es tan chico. . . Déjeme que yo me arreglo.
--Discúlpeme --me responde, y los dos desde dentro nos reímos.
Estuvimos penetrándonos y succionándonos durante un largo rato, luego nos vestimos y salimos. Fuimos a terminar la interrumpida cena. Después la llevé a mi compartimento, donde pasamos la noche haciéndolo todo otra vez.
Cuando desperté de aquel sueño estaba realmente relajado, pero me esperaban un corto viaje en avión, y después otro, y dos semanas de trabajo intenso. ¡Y no me encontré ni por casualidad una mujer que se asemejara un poco a la sensual tigresa de mis sueños!